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25 de mayo de 2016

El 1º de junio de 1966 comenzaba, en la China socialista dirigida por Mao Tsetung, la Revolución Cultural Proletaria, una gigantesca lucha por el poder contra “los seguidores del camino capitalista”. 

La Revolución Cultural Proletaria China

A 50 años de su comienzo en 1966

 
Reproducimos extractos del prólogo escrito en 2005 por Otto Vargas, secretario general del Partido Comunista Revolucionario, para la reedición de un folleto de su autoría ¿Qué fue la Revolución Cultural Proletaria? editado por Editorial Agora, que sintetiza opiniones del viaje a China de la delegación del PCR que estableció relaciones oficiales con el Comité Central del PC de China en 1972. 

 
Reproducimos extractos del prólogo escrito en 2005 por Otto Vargas, secretario general del Partido Comunista Revolucionario, para la reedición de un folleto de su autoría ¿Qué fue la Revolución Cultural Proletaria? editado por Editorial Agora, que sintetiza opiniones del viaje a China de la delegación del PCR que estableció relaciones oficiales con el Comité Central del PC de China en 1972. 
 
Han pasado más de 32 años. China era, entonces, el faro revolucionario que iluminaba al mundo. Las llamas de la Revolución Cultural Proletaria, a partir del 1º de junio de 1966, habían incendiado China. Centenares de millones de obreros, campesinos, estudiantes, mujeres y hombres, participaban de ella. Se habían generalizado los cuatro Da’s (que significan alta voz, gran apertura, gran debate y carteles murales de grandes caracteres) a través de los cuales las masas expresaban sus ideas. Los Comités Revolucionarios, electos directamente por las masas, los cuadros revolucionarios y el ejército (la llamada triple alianza), en medio de una aguda lucha de líneas entre revisionistas y revolucionarios, gobernaban fábricas, comunas agrarias, universidades, colegios, municipios. Cuando visitábamos fábricas, unidades de trabajo, comunas agrarias y universidades, había que abrirse paso entre los carteles que los trabajadores de cada lugar colgaban para expresar sus opiniones. A lo largo de las calles se pegaban gran cantidad de esos carteles murales escritos en grandes caracteres. Era posible ver las asambleas de masa por doquier, al igual que las milicias populares marchando o preparándose para la defensa.
En 1966, en el apogeo de la movilización popular, decenas de millones de jóvenes de toda China marcharon a Pekín, a pie, en trenes o en camiones, para discutir e intercambiar experiencias sobre la Revolución Cultural y para conocer a Mao Tsetung, que saludó a las grandes concentraciones de masas en la Plaza Tienanmen. La Revolución Cultural aportó, dijo Mao, “el método para movilizar a las amplias masas, con el cual nuestros lados oscuros fueron expuestos de una manera clara, abierta, extensa y desde abajo”.
No se paralizó la producción, como dicen los escribas de la burguesía y los revisionistas del marxismo. Por el contrario, China alcanzó en esos años ritmos de crecimiento económico semejantes a los niveles actuales. A comienzos de los setenta llegó a producir 36 millones de toneladas de acero (de menos de un millón que producía en 1949), desarrolló sus explotaciones mineras, en especial la petrolera, pese al bloque capitalista (incluido, desde 1960, el de la URSS) y tampoco se frenó su avance científico y tecnológico: en ese periodo China construyó la bomba de hidrógeno y desarrolló su industria misilística.
En la Unión Soviética, en el 20 Congreso del Partido Comunista de la URSS (febrero de 1956), triunfaron las tesis revisionistas del marxismo. Fue el corolario de un largo proceso en el cual “perdida la democracia proletaria, al amparo de elaboraciones teóricas y políticas revisionistas, se dio la confluencia de los remanentes de las clases explotadoras y los seguidores del camino capitalista, una capa burocrática privilegiada, cada día más alejada del control de las masas, que inició el camino de la utilización de sus privilegios políticos para generar privilegios económicos y sociales“ (Programa del Partido Comunista Revolucionario, 10° Congreso, pág. 12). En junio de 1957, mediante un golpe de Estado, el grupo revisionista copó la dirección del Partido y del Estado en la URSS. Se liquidó la dictadura del proletariado y se restauró el capitalismo, allí y en los países del Este europeo. Muerto el Che, a partir del apoyo a la invasión soviética a Checoslovaquia, en 1968, y del fracaso de la campaña por cosechar 10 millones de toneladas de caña de azúcar, la dirección de la Revolución Cubana pasó a apoyar incondicionalmente a la URSS. Como se comprobó dolorosamente al producirse el colapso de la URSS a comienzo de los ‘90, Cuba había pasado a ser un país dependiente del imperialismo soviético.
A fines de los ‘60, la Revolución Cultural Proletaria China; la heroica lucha liberadora del pueblo vietnamita y el Mayo francés de 1968 -entre otros hechos que conmovieron al mundo- desataron una gigantesca oleada revolucionaria de masas.
Nuestro Partido, fundado en enero de 1968, dirigía la Federación Universitaria Argentina y estuvo desde entonces a la cabeza del combate obrero y popular… Las relaciones con el PC de China nos ayudaron a comprender la complejidad de ese momento político, tanto nacional como internacionalmente, y a enfrentar las concepciones revisionistas que arrastrábamos desde nuestra ruptura con el Partido Comunista en 1967…
 
Una lucha por el poder
La lucha para impedir la restauración capitalista era una lucha por el poder. Una lucha por el poder en las condiciones de la dictadura del proletariado y se libraba, principalmente, en el Comité Central del PC de China. Era una lucha entre los seguidores del camino capitalista y los defensores de la dictadura del proletariado y estos últimos sólo podían ganarla sobre la base de la más amplia movilización do la clase obrera y las masas populares, incluidas las Fuerzas Armadas.
La Revolución Cultural Proletaria expresó el momento más alto alcanzado por el proletariado mundial, desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Mao Tsetung elaboró entonces la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado, su mayor aporte al desarrollo del marxismo-leninismo. Esta teoría se basa en la comprensión de que en el socialismo, como etapa de transición entre el capitalismo y el comunismo, abarca un periodo histórico prolongado en el que hay consonancia y contradicción simultánea entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y entre la superestructura y la base de la sociedad, y en determinado momento el aspecto principal es la contradicción. A lo largo de toda esta etapa existen clases, contradicciones de clase, lucha de clases, lucha entre el camino capitalista y el socialista, existe el peligro de restauración del capitalismo y la amenaza de subversión y de agresión por parte del imperialismo, por lo que es necesario persistir en la lucha entre el proletariado y la burguesía que, bajo la dictadura del proletariado, se expresa fundamentalmente en la lucha entre los marxistas leninistas y los revisionistas, entre los que defienden la dictadura del proletariado y los seguidores del camino capitalista.
 
La restauración capitalista en China
En un periodo histórico muy breve murieron viejos cuadros revolucionarios del Comité Central del PC de China: Ton Pi Wu que fue presidente de la República Popular, Chu-Teh, el jefe del Ejército Rojo, Chu Enlai, Primer Ministro, Kang Chen, el jefe de los servicios de Inteligencia desde la época de Yenán, entre otros. Mao Tsetung estaba muy enfermo y murió el 18 de septiembre de 1976, lo que privó de dirección a las fuerzas defensoras del socialismo. En un proceso complejo, de aguda lucha de clases, los maoístas chinos se dividieron. La derecha del Comité Central, encabezada por Deng Tsiao Ping, contraatacó e impuso su hegemonía en el III Pleno del CC en diciembre de 1978. En un proceso se desmontaron las comunas agrarias y se abrió paso a la posesión y luego a la propiedad privada de las tierras y se restauró el capitalismo en el sector estatal de la economía (ver La restauración capitalista en China, por Deng Yuan Hsu y Pao Yu Ching, en Política y Teoría, N° 54 y N° 55).
Cuando volvimos a visitar China, en abril de 1979, el proceso de restauración capitalista era evidente, se había liquidado la dictadura del proletariado. En China se había liquidado la dictadura del proletariado y, por lo tanto, se había restaurado el campitalismo. El VII Congreso de nuestro Partido, en noviembre de 1993 planteó que “con la derrota de la Revolución Cultural Proletaria China se cerró una etapa en el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado mundial. Una etapa en la que el proletariado conquistó y ejerció el poder en países que llegaron a abarcar la tercera parte de la humanidad”.
Hoy, para los marxistas-leninistas, ya no quedan dudas sobre el carácter capitalista de la República Popular China. Se aplastaron todas las manifestaciones de la democracia socialista. En Occidente se caracteriza a China como “la Locomotora” del sistema capitalista mundial; el “taller” del mundo capitalista… Esto ha sido posible gracias a la más feroz explotación de la masa de asalariados, superior incluso a la que conoció la humanidad en el origen de este sistema en Inglaterra y otros países europeos; a la existencia de una masa de desocupados de decenas de millones de personas; y a la plena libertad para la inversión de los monopolios imperialistas que controlan gran parte de ese aumento del Producto Bruto Interno…
En un plazo muy breve China se ha convertido en una potencia en la que, pese a las particularidades que surgen de su camino original de desarrollo, se observan los rasgos económicos fundamentales del imperialismo moderno: los monopolios desempeñan un papel decisivo en su economía; se han fusionado el capital bancario y el capital industrial; la exportación de capitales juega un papel clave y sus monopolios participan en el reparto del mundo con otras potencias imperialistas en búsqueda del aprovisionamiento de materias primas y de mercados…
La vida ha demostrado la verdad de lo afirmado por Mao Tsetung: en la Revolución Cultural Proletaria estaba en juego si China continuaría roja o se volvería blanca y se transformaría en un país capitalista que sería, por su poderío potencial y por las propias característica de su proceso, como había pasado en la ex URSS pese a seguirse llamando socialista, inevitablemente, socialimperialista y socialfascista.
La vida también ha demostrado que así como el tránsito del comunismo primitivo al esclavismo y del matriarcado al patriarcado, duró siglos y fue sangriento, y lo mismo sucedió con el tránsito de la esclavitud al feudalismo y de éste al capitalismo, el tránsito del capitalismo al socialismo y al comunismo, que implica terminar con la explotación del hombre por el hombre y con la sociedad dividida en clases será también un proceso prolongado y sangriento que cubrirá una larga etapa histórica.