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04 de agosto de 2021

Reflexiones de Otto Vargas, secretario general del PCR fallecido en 2019

La Revolución Cultural Proletaria China

El 8 de agosto de 1966, hace 55 años, el Comité Central del Partido Comunista de China emitía el documento conocido como “16 puntos” sobre la Revolución Cultural. Reproducimos extractos del libro ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Vargas, de Jorge Brega.

¿Qué fue la Revolución Cultural China; un gran movimiento ideológico de masas de tipo educativo que se hizo al margen y contra el partido, como planteó José Aricó en la Argentina? ¿O fue una lucha por el poder en las condiciones de la dictadura del proletariado? Fue esto último.

Esto remite a la cuestión de si continúa o no la lucha de clases en las condiciones de la dictadura del proletariado. Lenin había planteado en varios escritos, poco antes de morir, que la lucha de clases continuaba en esas condiciones, y que se agudizaba y se hacía más encarnizada que antes. Stalin desechó esta tesis de Lenin, y en la Constitución de 1936 afirmó que habían desaparecido las clases antagónicas en la URSS. Por eso, cada conspiración que se descubría o cada manifestación de lucha política, él la entendía como una expresión de la infiltración del enemigo de clase extranjero dentro de su país, y lo reprimía como tal. Con las consecuencias pavorosas que son conocidas. Este es el principal error de Stalin.

Mao Tsetung retoma a Lenin, y en base a la experiencia de la URSS y del propio PCCh, afirma que la lucha de clases continúa bajo la dictadura del proletariado y que por eso ésta es necesario (“la entiendo –dice– como a la democracia más amplia, nunca antes conocida, para las grandes masas explotadas”). Y agrega: “Ningún miembro del partido ni nadie en el pueblo de nuestro país debe pensar que habrá paz y tranquilidad después de una, dos, tres o cuatro grandes revoluciones culturales”. Incluso después que “las clases hayan sido eliminadas continuarán sucediéndose […] las luchas ideológicas y políticas; no dejarán nunca de existir”.

Por eso nosotros incluimos esta cuestión en los Estatutos de nuestro partido. Decimos: “La sociedad socialista abarca una etapa histórica bastante prolongada. A todo lo largo de esta etapa existen clases, contradicciones de clase y lucha de clases. Existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista. Existe el peligro de restauración del capitalismo y existe la amenaza de subversión, de agresión por parte del imperialismo y del socialimperialismo. Estas contradicciones no pueden resolverse sino con la guía de la teoría de la continuación de la revolución bajo las condiciones de la dictadura del proletariado. El objetivo final es la construcción de la sociedad comunista y el triunfo del comunismo a escala mundial”. Es decir que nosotros hemos transformado en una cláusula estatutaria las conclusiones que hemos sacado de la Revolución Cultural China.

 

–Si ineluctablemente las clases y las contradicciones que las enfrenta continúan existiendo durante un tiempo prolongado posterior a la revolución, y esto se expresa dentro del partido, los cuadros marxistas-leninistas tienen una exigencia y una responsabilidad enormes en el mantenimiento de un rumbo correcto.

–Sí, aquí hay un problema para partidos como el nuestro. Marx y Engels creían que la revolución iba a triunfar primero en los países capitalistas más desarrollados de Europa, y trabajaron con esa idea. Pero el capitalismo se desarrolló sobre la base de sus propias fuerzas motrices y dio origen al monopolio y al imperialismo. Las propias leyes del capitalismo llevan al desarrollo desigual y a saltos del mismo. Mundialmente el capitalismo está maduro para la revolución, pero las posibilidades para su triunfo se dan en los eslabones más débiles de la cadena capitalista, no precisamente en los países más avanzados, que gracias a su transformación en imperialistas pueden aprovechar la explotación de otros pueblos para dar prebendas a la clase obrera “propia”, cuyos dirigentes son corrompidos y fácilmente desviados hacia el reformismo y el oportunismo.

Entonces sucede que en países como Rusia, donde se luchaba contra la autocracia zarista; o China, donde el partido peleaba contra un régimen semifeudal proimperialista; o Cuba; o Vietnam –para dar ejemplos en los que la revolución triunfó–, los partidos marxistas-leninistas no están verdaderamente preparados para la construcción del socialismo, para la lucha de la dictadura del proletariado. Muchos revolucionarios burgueses se confunden con los revolucionarios proletarios. Muchos miembros de las propias clases explotadoras, hijos de burgueses arruinados o terratenientes empobrecidos llegan a las filas del partido revolucionario empujados por la necesidad de la lucha contra dictaduras militares –en el caso de América Latina–,conquistados por la valentía y la firmeza revolucionaria de los comunistas, etc., pero de fondo no transforman su ideología burguesa.

Hay militantes de nuestro partido, por ejemplo, que son capaces de cualquier derroche de heroísmo, de afrontar cualquier riesgo frente al enemigo, pero serían incapaces de mantenerse en el partido o sufrirían una terrible confusión si éste les plantease que no tengan más su servicio doméstico.

Otro tema es el de los hijos: ¿Cuál fue uno de los problemas más revulsivo de la Revolución Cultural? Que se acabó el acomodo. Porque para muchos revolucionarios es lógico que, triunfante la revolución, sus hijos y hasta los de sus amigos tengan algo así como un diploma de honor para entraren la universidad. Pero resulta que en la Revolución Cultural, para entrar en la universidad había que ser recomendado por la Unidad de Producción, que podía ser una fábrica, una comuna, un comercio, etc. Se recomendaba a un joven sobre la base de que, luego de determinado período, hubiese demostrado condiciones para ingresar a la universidad. Esto toca las fibras más íntimas de las concepciones burguesas que predominan en esta sociedad. Los partidos comunistas que estamos en estas condiciones tenemos muchos militantes que confunden la conducta burguesa con la conducta proletaria. Nosotros, por ejemplo, somos humanistas, pero humanistas proletarios, no burgueses. Nosotros sentimos un profundo cariño por todos los niños, pero en primer lugar lo sentimos por los niños del proletariado.

Y en la medida de que más nos apegamos a la revolución llegamos a sentir tanto cariño por cualquier niño del proletariado como por un hijo nuestro. ¿No es cierto? Pero todo esto está mezclado en la cabeza del militante revolucionario en la medida en que luchamos en esta sociedad y que el partido se va integrando con militantes que surgen de esta sociedad, porque el pan se amasa siempre con la harina que se tiene.

La revolución la tenemos que hacer con los hombres de esta sociedad, porque, como decíamos antes, no se trata de educar a la clase obrera antes de tomar el poder, se trata de organizarla para tomar el poder y que luego se pueda educar. Por lo tanto, no se trata de que primero tengamos que educar a un obrero para que deje, pongamos por caso, el alcoholismo o el hipódromo, para recién poder ubicarse en la lucha política. Primero lo tenemos que ganar para la lucha reivindicativa y para la lucha política, y a partir de esto llevar a fondo su educación ideológica, conscientes de que esta educación solamente puede ser dada por el movimiento revolucionario de masas, y que éste es el que va a educarnos y transformarnos a todos nos otros.

Porque todos, hasta los que nos podamos considerar más revolucionarios, somos hijos de esta sociedad y llevamos dentro nuestro sus estigmas.

Luchamos para tratar de aplastarlos y de sacárnoslos de encima, pero eso no quiere decir que no los llevemos con nosotros, porque si no seríamos extraterrestres.

Dentro del partido existen todas las condiciones para la existencia de la ideología burguesa, que se manifiesta en los refranes más sencillos: “Aprovechá gaviota, que no te verás en otra”, o “Hay que ser vivo y no tonto”, que están en la psicología de cualquier parroquiano de cualquier café de Buenos Aires. Esta mentalidad, que es una mentalidad de masas en las condiciones de la explotación del hombre por el hombre, es la mentalidad que debe ser cambiada para poder transformar la producción y transformar la sociedad. Vuelvo a decir, primero la transformación política, porque acá muchas veces se dice “la crisis argentina es una crisis moral”. Bueno, en todo caso la moral de esta sociedad. Sobre la base de otras relaciones de producción pueden crearse las condiciones para crear una nueva moral; un nuevo hombre, como decía el Che Guevara.

 

Hoy N° 1875 04/o8/2021