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05 de noviembre de 2014

El 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre según el calendario que regía en Rusia en ese tiempo), triunfó la revolución bolchevique. Aquí un repaso de esos días que conmovieron al mundo.

La Revolución de Octubre de 1917

A 97 años del triunfo de la insurrección armada de obreros, campesinos y soldados

La Revolución Rusa fue una insurrección armada de obreros, campesinos y soldados que, dirigida por el Partido Comunista (bolchevique) encabezado por Lenin, llevó al triunfo de la revolución socialista en Rusia. Rusia era, por entonces, un país que había estado dirigido por los zares hasta febrero de 1917, cuando la llamada “Revolución de Febrero” derrocó al imperio zarista, y se constituyó el gobierno provisional de Kerensky.
La primera guerra mundial había agravado la hambruna popular a niveles impresionantes. Los obreros de las grandes fábricas de las principales ciudades desataron una oleada de huelgas ante la feroz superexplotación (la jornada habitual era de 11 a 12 horas), que se intensificó con la guerra. A esto se sumó el odio de la mayoría campesina, ante la voracidad de los terratenientes y de siglos de despotismo zarista. En el frente se sucedían las rebeliones de los soldados.
El 6 de noviembre los proletarios insurgentes tomaron la iniciativa mediante intrépidos y sorpresivos ataques. Tras hacer huir a las tropas de Kerensky del cuartel general de Petrogrado, el Comité Militar Revolucionario (creado por el soviet de Petrogrado, emitió un comunicado, escrito por Lenin, donde decía: “El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder del Estado ha pasado a manos del órgano del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, el Comité Militar Revolucionario, que encabeza al proletariado y a la guarnición de Petrogrado”. 
“La causa por la cual luchó el pueblo: el ofrecimiento inmediato de una paz democrática, la abolición de la propiedad terrateniente sobre la tierra, el control obrero sobre la producción y la creación de un gobierno soviético, esa causa está asegurada. ¡Viva la revolución de los obreros, soldados y campesinos!” 
El texto llegó telegrafiado a los centros industriales, con lo que Lenin planteó avanzar hasta que se tomara el Palacio de Invierno y se apresara al Gobierno Provisional. 
 
Ataque al Palacio de Invierno
Tras los primeros ataques de la Guardia Roja junto con soldados y marineros revolucionarios, la noche del 6 y la madrugada del 7 de noviembre se materializó la “gran superioridad de fuerzas” que esperaba Lenin: las masas se dirigieron en tropel hacia el Palacio. Las calles de la ciudad estaban ahora en manos de la revolución. John Reed, en su gran obra Diez días que conmovieron al mundo, escribió que camino al Palacio de Invierno patrullas en las esquinas “paraban a todo transeúnte y la composición de estas patrullas era interesante, pues al mando de las tropas regulares había invariablemente un guardia rojo”. 
A las 11 de la noche el buque Aurora y la fortaleza de Pedro y Pablo (ahora en manos revolucionarias) dispararon salvas de artillería contra el Palacio. Los insurgentes intensificaron sus ataques hasta ganar terreno poco a poco en un intenso intercambio de fuego. Finalmente unos lograron penetrar en el Palacio sin ser capturados. Por último, poco después de la 1 de la madrugada, se dio la señal para el ataque masivo y necesario: un torrente humano irrumpió por los portones del Palacio y entró al edificio. El proletariado aplicó su “gran superioridad de fuerzas”, y a las 2 de la mañana del 7, el Palacio de Invierno había caído. Los bolcheviques garantizaron la disciplina tras la toma, evitando saqueos y actos de venganza indiscriminados. 
 
Consolidar el Poder
Con la caída del Palacio de Invierno, el Congreso de Soviets que se acababa de reunir adoptó la histórica proclama “¡A los obreros, a los soldados y a los campesinos!”. El manifiesto expresaba: “Respaldado por la voluntad de la inmensa mayoría de los obreros, los soldados y los campesinos, respaldado por la insurrección victoriosa de los obreros y de la guarnición de Petrogrado, el Congreso toma en sus manos el poder”. 
Así, el 8 de noviembre el nuevo gobierno anunció sus metas al mundo, y sus medidas ante la guerra, el hambre y la tierra. El Congreso le dio todo el poder a los soviets, eliminó la pena capital en el frente, ordenó la libertad de todos los revolucionarios y ordenó el arresto de Kerensky. Con respecto a la paz, el nuevo gobierno soviético llamó a iniciar negociaciones inmediatas para “una paz inmediata, sin anexiones y sin indemnizaciones”. A continuación Lenin presentó el decreto sobre la tierra. El derecho de propiedad de los terratenientes se abolió sin compensación; sus tierras, así como las de la iglesia, se pusieron a la disposición de los comités de tierra (compuestos de campesinos) en el campo. 
Además, el Congreso de los soviets adoptó otras medidas importantes: la democratización del ejército, la institución del control obrero de las fábricas y el reconocimiento del derecho de las naciones oprimidas del imperio ruso (cerca de un 50% de la población) a la independencia y la autodeterminación. Para finalizar, el Congreso definió cómo sería el gobierno soviético: un gobierno de obreros y campesinos que se conocería como el Consejo de Comisarios del Pueblo. Se eligió un Comité Central de 101 miembros, bolcheviques en su mayoría. Todo esto se cumplió a las 5.15 de la mañana del 8 de noviembre. 
El 9 de noviembre, frente a la contrarrevolución que comenzaba a actuar, Lenin, cuenta Reed, dijo en el Congreso de los Soviets “¡Ahora procederemos a la edificación del orden socialista!”. Las insurrecciones estallaban en varias ciudades del país. Así comenzó una guerra civil que duró tres años y que permitió coronar la victoria de la revolución. Pese a su derrota en 1956 con la toma del poder por parte de una nueva burguesía que devino en imperialista, el mundo nunca sería igual, nunca será igual.