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08 de agosto de 2013


La Semana Roja de 1909 (1)

84. Crónicas proletarias

 Tras la terrible represión del 1 de Mayo de 1909, con más de 10 muertos, y decenas de heridos y detenidos, las centrales sindicales en forma conjunta convocaron a la huelga general por la libertad de los presos, y la reapertura de los locales obreros. El Partido Socialista, y algunos gremios, además reclamaban la renuncia del jefe de policía, Ramón Falcón. La medida duró una semana, tuvo alcance nacional y paralizó completamente a la ciudad de Buenos Aires.

 Tras la terrible represión del 1 de Mayo de 1909, con más de 10 muertos, y decenas de heridos y detenidos, las centrales sindicales en forma conjunta convocaron a la huelga general por la libertad de los presos, y la reapertura de los locales obreros. El Partido Socialista, y algunos gremios, además reclamaban la renuncia del jefe de policía, Ramón Falcón. La medida duró una semana, tuvo alcance nacional y paralizó completamente a la ciudad de Buenos Aires.


El lunes 3 comenzó la huelga, que tuvo una magnitud desconocida hasta entonces. El puerto, las barracas, el transporte, el Matadero de Liniers, todo se paralizó. Cerraron las panaderías, no hubo alumbrado público. Se calcula que más de 200 mil personas participaron de la huelga ese primer día, sólo en la ciudad de Buenos Aires. Aparecieron, ese lunes, los primeros ataques a tranvías conducidos por personal jerárquico, que viajaban custodiados por personal policial y del ejército, que movilizó 5.000 hombres. El Estado desplegó todo su aparato represivo, incluso reforzando las guardias de la Casa Rosada. “Al que grite carnero, una bala”, era la orden a los conscriptos en los tranvías.


El segundo día de la huelga estaba previsto el entierro de los muertos del 1º de Mayo, en el Cementerio de la Chacarita. Frente a la Morgue, una multitud nunca vista en la ciudad (entre 50 mil y 80 mil según los diarios) esperaba en vano que se entreguen los cuerpos. En lugar de esto, un furgón fúnebre sale raudo hacia el Cementerio, custodiado por el Escuadrón de Seguridad. En el cementerio se improvisa un acto con los que logran llegar. Al finalizar el entierro, una gruesa columna emprende el camino hacia el centro de la ciudad. A pocas cuadras, la policía cargó nuevamente contra los manifestantes con gran ferocidad, dejando un muerto y más de 400 detenidos.


Mientras tanto, la ciudad seguía paralizada, y recrudecían los enfrentamientos en barrios obreros como La Boca y Barracas. Allí hacen su aparición las bandas de “niños bien” de la oligarquía, que amparadas por las tropas del ejército y la policía, atacan los locales obreros, queman sus imprentas, todo en nombre de la “patria”. Larga sería con los años la disputa entre estos sectores oligárquicos y las corrientes obreras, que muchas veces equivocaron la respuesta, contraponiendo y englobando en la “defensa de la patria” aspectos justos en un país dependiente como el nuestro, con su utilización por las clases dominantes. El paro continuó hasta el sábado 8, cuando se levanta al obtenerse la libertad de los presos y la reapertura de los locales.