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12 de febrero de 2014

 
La devaluación de la moneda argentina en relación al dólar norteamericano impacta de manera muy diferente en la zona núcleo de la producción de soja de nuestro país, según las clases sociales y los principales protagonistas.

La situación de los pequeños chacareros

La devaluación: negocio para las cerealeras

 Los grandes terratenientes, pooles de siembra y fondos de inversión -del mismo modo como lo hacen las exportadoras de granos y oleaginosas- aplauden la medida de llevar por ahora el dólar oficial a $8. Todos estos quieren más, tanto como lo indique el llamado dólar paralelo, al que alimentan directa o indirectamente. Los campesinos ricos y la burguesía agraria comparten esta posibilidad porque no son los que se vieron obligados a vender la soja 2012/2013 en los meses de mayo y junio de 2013, cuando estaba pagándose en el puerto de Rosario $1.500 la tonelada, precio al que si vendieron muchos productores de 40 o 60 hectáreas que se vieron obligados a vender por las necesidades de financiamiento de la campaña 2013/2014, que se cosecha a partir de marzo 2014, y por los requerimientos de alimentación y otras necesidades de la familia. 
Tras la devaluación de los últimos días de enero la soja en Rosario pasó a $2.600, lo cual significa un extraordinario negocio para la intermediación, sean estas las bocas de acopio de las empresas imperialistas como Cargill, Nidera, Bunge, Noble, ADM, Troepfer Dreyfus, o algunas grandes cooperativas.
Tras la devaluación la situación general en el campo puede mejorar en algo, pero no para los pequeños y medianos chacareros que no se quedaron con soja y cuya realidad se puede agravar a partir del mes de febrero o marzo por el endeudamiento con proveedores, por la sequía que no termina y porque el dólar a $8 permite cubrir mejor los costos pero al mismo tiempo encarece los insumos para la producción y no permite la renovación de maquinaria. Los más chicos siguen con la lengua afuera. Como ejemplo están los chacareros de 30 o 40 hectáreas a quienes no les quedan 1.000 quintales limpios para sustentarse en los próximos meses, a lo que se agrega la enorme presión tributaria que soportan como si se tratase de grandes terratenientes o burguesía agraria. Al mismo tiempo, para el que produce sin tierra propia, los arrendamientos no han bajado. 
El otro aspecto de la situación es que la devaluación acarrea inevitablemente el aumento de los precios de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) en los pueblos donde se aprovisionan o en los grandes supermercados de las ciudades. Una CBA está costando por lo menos $13.000 mensuales y esto no lo tiene un pequeño chacarero.
Al igual que en el año 2002 la devaluación salvó a muchos pero fue parte de una política que consolidó la concentración de la producción y la tierra y desparecieron miles de productores corridos por los pooles de siembra y fondos de inversión.
El programa reivindicativo de los auténticos chacareros pasa hoy por exigir al gobierno kirchnerista que se haga cargo de sus deudas ya que éstas provienen de la estructura en la que tienen que trabajar, con los impuestos más altos de la historia, retenciones a las exportaciones como si fueran terratenientes o multinacionales extranjeras y sin créditos a largo plazo y bajo interés. Por ello sus alianzas son en las Multisectoriales que contemplen sus necesidades, en primer lugar de tierra suficiente para sus familias, segmentación de las retenciones, política tributaria, créditos diferenciales y precio sostén en origen, tanto para la zona central como para las economías regionales. Las alianzas multisectoriales no son con quienes se han beneficiado enormemente con la devaluación.