Noticias

11 de enero de 2011

Comité Central - Enero de 1979

La situación política nacional e internacional y sus perspectivas

Documentos del PCR / Tomo 4

I. La situación internacional

I. La situación internacional

1.– En los últimos meses se han producido cambios impor­tantes en la situación internacional. Entre los hechos que los determinaron merecen señalarse: la visita del camarada Hua Kuofeng a Corea, Rumania y Yugoslavia; los acuerdos de la Repú­blica Popular China con el Mercado Común Europeo; el Tratado de paz chino-japonés; y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y los EE.UU. Estos dos últimos acuerdos fueron acom­pañados de una cláusula antihegemonista, representan un gran triunfo para los pueblos que desean la paz, y un duro golpe a las ambiciones expansionistas y hegemonistas de la URSS -el impe­rialismo más agresivo de este momento histórico- que ha demos­trado su profundo desagrado ante ellos. Otros hechos destacados han sido: la negativa rumana a obedecer al bastón de mando de Moscú en el Pacto de Varsovia; la firme actitud egipcia ante las presiones soviéticas en el Medio Oriente; el debilitamiento parcial de las posiciones “munichistas” (conciliadoras con el socialimperialismo) en los EE.UU. y en Europa. Todos los acontecimientos mencionados contribuyen a la lucha de los pueblos del mundo para derrotar las agresiones y conflictos parciales provocados por las superpotencias -en especial por la URSS- y por postergar el estallido de la tercera guerra mundial.

2.- Desde ya que los hechos mencionados no anulan las am­biciones expansionistas de la URSS, ni la política aventurera des­tinada a satisfacerlas. Así lo demuestran: la invasión vietnamita a Camboya y sus provocaciones a China; éstas se vinculan al tratado de “amistad y cooperación” vietnamita-soviético, un ver­dadero pacto militar de estos países que, curiosamente, no se firmó cuando Vietnam era atacado por el imperialismo yanqui (al igual que el otorgamiento a Vietnam de los modernos aviones MIG 23 que, sospechosamente, se los negó la URSS entonces y se los da ahora); los intentos soviéticos de destruir la unidad de los países árabes, intentos multiplicados luego de las reuniones de Camp Da­vid en las que Moscú fue excluido; los golpes de Estado en Yemen del Sur y Afganistán; la continuación de su política agresiva en África, apoyándose en los mercenarios cubanos; su apoyo al te­rrorismo en Italia, España, y otros países europeos; su política destinada a encender un conflicto fratricida en el Cono Sur de América del Sur; etc.

3.- De la consideración de la situación mundial surge que au­mentan los factores de revolución (situación en Irán; Medio Orien­te; lucha guerrillera de los pueblos africanos en Namibia, Zimbahwe, Eritrea, Angola y Ogadén; los alzamientos armados del pueblo nicaragüense; el notable ascenso del movimiento revolu­cionario en Perú, Bolivia y Brasil; las grandes luchas del movi­miento obrero en EE.UU., Inglaterra, España, Italia y otros países capitalistas avanzados), y, como hemos visto, crecen tam­bién los factores de guerra. Sin embargo lo más remarcable del último período es el crecimiento de una corriente dispuesta a en­frentar la política hegemonista de las superpotencias, y en particu­lar la política agresiva de la URSS, lo que abre la perspectiva de trazar una línea divisoria entre el hegemonismo socialimperialista y sus opositores, y la posibilidad de un cierto grado de coordina­ción antihegemonista. Si esta corriente se fortalece será posible postergar el estallido de la tercera guerra mundial ya que la polí­tica belicista de la URSS es el principal factor actual de guerra.

4.- La bárbara agresión vietnamita a Camboya ha demostra­do que Vietnam se ha convertido en la Cuba de Asia. Precedieron la invasión -al igual que hacía en su momento Hitler- con una intensa campaña de calumnias contra el gobierno de Kampuchea Democrática, aprovechando las poderosas palancas de control de la opinión pública de que disponen, en especial en Europa. Creyeron, como Hitler, que podrían dominar a los países conquistados con la presencia de sus divisiones escogidas. Pero no les han salido las cosas como ellos querían. En primer lugar han recibido el rechazo de los pueblos de Asia y del mundo, rechazo que se reflejó en el aislamiento de la URSS en el Consejo de Seguridad de la ONU al tratarse este tema. En segundo lugar se encuentran con que la caída de Phnom Penh no es el fin de la guerra camboyano-vietnamita sino sólo su comienzo, y, al igual que en Angola y Etiopía, los mercenarios de la URSS enfrentarán una larga gue­rra popular, que va prefigurando cómo será el pantano en el que se hundirán, a la larga, los expansionistas socialimperialistas que preparan la tercera guerra mundial.
Los comunistas revolucionarios debemos realizar una campaña de denuncia de la agresión socialimperialista a Kampuchea De­mocrática y organizar la solidaridad popular con la heroica lucha del pueblo kampucheano.

II. La situación política nacional

La situación internacional, que acabamos de analizar, condi­ciona en forma cada vez más nítida la política nacional. La resolución de mediación papal en el litigio argentino-chileno en torno al canal de Beagle, el desmontaje de los aprestos bélicos en los dos países, y el compromiso de no agresión entre ambos en tanto dure aquella mediación, es un importante triunfo de las fuerzas patrióticas y amantes de la paz de Chile y Argentina. En el marco internacional reseñado, este triunfo aparece como una demostra­ción clara de la justeza de la línea de: no temer a la política agre­siva de las superpotencias, en especial a la de la URSS, denunciar­la, y enfrentarla, tratando de impedir los conflictos parciales, en la perspectiva de demorar el estallido de la tercera guerra mundial.
La decisión de solicitar la mediación papal y la postergación, momentánea, de un posible conflicto argentino-chileno, constituyen un triunfo de nuestros pueblos, porque la “intermediación pacífi­ca” de Samoré se produjo cuando estaban a punto de iniciarse las hostilidades entre los dos países. Al mismo tiempo es un triunfo parcial, porque el litigio argentino-chileno en torno al paso entre los dos océanos, el control del Atlántico Sur y la Antártida, escon­de en realidad el litigio entre los EE.UU. y la URSS por esos ob­jetivos. Los EE.UU. se mueven tras Pinochet, de una u otra forma; y la URSS tras Videla. Y este litigio -aunque momentáneamen­te tenga pausas o se atenúe- es permanente, y tiende, a largo plazo, a agravarse, ya que, para ambas superpotencias, el control de ese paso es vital y ninguna de ellas lo cederá a la otra sin lucha.
Precisamente por eso, la URSS, como la superpotencia mun­dial más agresiva, y que actúa aquí en el que se consideró el “pa­tio trasero” yanqui, tratará de utilizar el servicio de sus lacayos en la dictadura argentina para mantener montado el detonante de un conflicto bélico argentino-chileno, al igual que mantienen otros detonantes parecidos que ha montado en el mundo, al servicio de su estrategia expansionista global.
Para imponer a las dictaduras argentina y chilena esta deci­sión se conjugaron diversos factores. En primer lugar, el movi­miento obrero y popular de ambos países. En nuestro caso el re­pudio a la guerra chileno-argentina surgió, inicialmente cerca de agosto-septiembre, en las capas más explotadas del proletariado, cuando comenzó a expresarse a través de comentarios opositores en las fábricas, en plataformas del movimiento sindical (como la de los obreros ferroviarios de varias seccionales), y en pronuncia­mientos de sindicatos y reuniones sindicales. A esto contribuyó, en forma apreciable, la campaña de denuncia de los planes de la dictadura en la cuestión del Beagle y la abnegada lucha por la paz de nuestro Partido. Posteriormente, al tomar posición a favor de la paz destacados intelectuales argentinos y chilenos, y princi­palmente debido a la firme posición pacifista de la Iglesia Cató­lica, grandes masas populares se pronunciaron y movilizaron por la paz en todo el país, protagonizando el más grande movimiento de masas populares desde el 24 de marzo de 1976. El mismo abar­có a grandes sectores obreros -a través de múltiples iniciativas-, a gran parte de la juventud y las mujeres, y contó con el apoyo de grandes masas campesinas.
En segundo lugar jugó un papel importante para impedir momentáneamente la guerra chileno-argentina, la posición de los gobiernos de diversos países latinoamericanos junto a la presión pacifista de otros países del Tercer Mundo.
En tercer lugar presionaron por la paz los países del Mer­cado Común Europeo, que emitieron una declaración conjunta en ese sentido en el momento de más aguda tensión belicista.
En cuarto lugar, la contradicción entre las dos superpotencias pudo ser utilizada a favor de los pueblos. Al estar los EE.UU. interesados en impedir una guerra local en el Cono Sur que los distraería de otros puntos de enfrentamiento con la URSS -en especial de Europa- presionó por todos los medios sobre Argen­tina y Chile para evitar un conflicto armado.
La dictadura videlista sufrió un duro revés al evitarse la gue­rra con Chile. Sus planes han sufrido un fracaso relativo pero importante. El videlismo venía preparando la guerra con Chile incluso desde antes del 24 de marzo de 1976. Nuestro Comité Central ya señaló, anteriormente, que no se puede entender la esencia de la política de la dictadura videlista al margen de este hecho. Incluso la forma en que condujeron la llamada campaña antisubversiva fue orientada a la preparación de las Fuerzas Ar­madas para esta guerra. Contaban con la complicidad de los elementos prosoviéticos en Perú y Bolivia para una guerra con­junta contra Chile, a la que concebían como un paseo militar. Procuraron, a costa de grandes concesiones, la neutralidad bra­sileña (cota de Corpus; venta de gas boliviano; concesiones en el Mutún; acuerdos comerciales). Esperaban que la neutrali­dad de Brasil frenase a Paraguay; y realizaron numerosas ma­niobras para impedir que un conflicto simultáneo ecuatoriano-pe­ruano dificultase sus planes.
Los acontecimientos de dominio público en Perú y Bolivia ti­raron abajo, transitoriamente, esos planes. Lo que se agravó con las medidas de Paraguay y Brasil en torno a un posible conflicto: declaración de neutralidad brasileña condicionada a que no inter­viniesen terceros países, con lo que la Cancillería brasileña seña­laba que esa posición se modificaría, si entraban en guerra Perú o Bolivia; declaración brasileña de no reconocimiento de soberanía sobre territorios ocupados por la guerra en caso de conflicto ar­gentino-chileno; gestiones de Paraguay para lograr la mediación yanqui en caso de fracasar la del Papa; decisión unilateral de Paraguay y Brasil de instalar 20 turbinas en Itaipú.
La dictadura videlista debió retroceder. Lo hizo aparentando, hipócritamente, deseos de paz. Pero sus planes de guerra han sufrido un fracaso parcial. Volverán nuevamente a intentar re­novarlos. Pero han sufrido un desgaste nacional e internacional por el que deberán pagar.
El fracaso de la dictadura videlista, sin embargo, es relativo; porque mientras concentraba la atención nacional en el problema de la posible guerra con Chile, a través de una campaña de pro­paganda chovinista para la que instrumentó incluso el Mundial de Fútbol, proseguía con sus actos de entrega del patrimonio nacional. Fue así que: sus testaferros echaron mano al frigorífico Swift, con lo que pasaron a controlar en forma totalmente hegemónica la producción de carnes en el país; adjudicaron a la URSS, por un simple decreto, el proyecto del Paraná Medio, y compraron -también a la URSS- las turbinas para la usina de Bahía Blan­ca, medidas con las que se otorgan a la URSS posiciones privi­legiadas en el control de la energía argentina; lograron la abso­lución de Lanusse y sus cómplices, en el negociado que otorgó a testaferros soviéticos el control de Aluar; realizaron compras de armas a la URSS y países satélites de ésta, de magnitud descono­cida; realizaron grandes negociados, especialmente en el sector fi­nanciero, sólo comparables a los realizados en la llamada “década infame”, incrementando así, en forma importante, la acumula­ción de capital de la trenza prorrusa que hegemoniza la dictadura.
Además lograron confundir, parcialmente, a un sector amplio de las masas populares, en especial a algunas capas juveniles, so­bre el litigio con Chile y en torno a los slogans de su propaganda chovinista. Sería peligroso subestimar esto. Una gigantesca má­quina propagandística machaca sobre el pueblo una serie de ar­gumentos chovinistas, racistas, mentirosos todos ellos, deformantes de la historia argentina y latinoamericana. Pretextando una su­puesta defensa de la “soberanía nacional” preparan a las masas para las aventuras fascistas de la dictadura videlista, en coordi­nación con los planes globales de expansión del socialimperialismo soviético.
Ahora la dictadura maniobra aparentando que desea la paz. Pero si se observa atentamente su política, se verá que no aban­dona su objetivo de mantener montado el detonante de una guerra fratricida contra el pueblo hermano de Chile. Así lo demuestran las declaraciones, coincidentes, de Videla, Viola, y el P“C”, en las últimas semanas. Tratan de ganar tiempo llevando “las negociaciones hasta el fin” (sic), como declara cínicamente, la dirección del P“C” en una última declaración. Como dice esta última de­claración: agotar la posibilidad de mediación papal para acudir luego “a la Asamblea de la ONU”. Mientras, esperan crear me­jores condiciones regionales para la guerra. En esta dirección elementos afines al socialimperialismo soviético trabajan golpes mi­litares, y provocaciones antichilenas, en Perú y Bolivia; intensi­fican su trabajo golpista en Chile; y ofrecen el laurel de la paz a Brasil y Paraguay.
La mediación papal se transforma así en una nueva fase de la lucha por impedir la guerra argentino-chilena en torno al liti­gio del Beagle.
Los sectores hegemónicos en la dictadura videlista tratarán de no desmontar el detonante de guerra, aparentando, simultáneamen­te, que se esfuerzan por lograr un acuerdo pacífico, para evitar la etiqueta de agresores. Ante esto, las fuerzas patrióticas y de­mocráticas de Argentina y Chile, y en particular la clase obrera de nuestros países, deberán intensificar la lucha por desmontar el detonante de guerra, resolviendo de acuerdo a los intereses co­munes el litigio en aquella zona, partiendo de la necesidad de que nuestros pueblos y naciones se unan para no ser dominados por las superpotencias.
Por todo lo analizado anteriormente es posible impedir esta guerra. Siempre y cuando nuestros pueblos utilicen, para ello, to­dos los factores positivos posibles de ser utilizados. Con este ob­jetivo, la clase obrera, y las fuerzas patrióticas y pacifistas, debe­rán utilizar en su favor el tiempo ganado con la mediación papal para organizar una amplia contracampaña de propaganda, movi­lización y lucha, que esclarezca el litigio con Chile y sus raíces, que están en la disputa entre las superpotencias por el dominio del mundo, en general, y en la agresividad expansionista del so­cialimperialismo soviético, en particular. Esto hasta lograr la paz o, en caso de no lograrlo, para transformar la guerra fratricida en la tumba de la dictadura videlista y de la dictadura pinochetista. Esta movilización nos permitirá también precavernos con­tra cualquier provocación imprevista de guerra, tanto de parte de la dictadura videlista como de parte de la dictadura pinochetista.
La lucha contra la guerra en torno al litigio del Beagle ilu­mina la esencia más profunda, más íntima, de la dictadura vide­lista: la de la subordinación al socialimperialismo de su grupo hegemónico encabezado por Videla-Viola, ahijados del tristemente célebre Lanusse. Por eso, si la encaramos a fondo, tenazmente, va a estimular y beneficiar a toda la lucha antidictatorial.
En la lucha por la paz debemos multiplicar las iniciativas con­juntas con la clase obrera y el pueblo de los países hermanos del Cono Sur. Iniciativas como la declaración conjunta por la paz de la Central Obrera de Bolivia y los 25, la declaración conjunta de intelectuales argentinos y chilenos, los encuentros de jóvenes ar­gentinos y chilenos por la paz, marcan un camino a seguir.
Para derrotar los planes de guerra del videlismo es fundamen­tal ganar a las masas juveniles para la lucha por la paz. Fueron numerosos los ejemplos de resistencia de los conscriptos convoca­dos por la dictadura durante las largas jornadas al borde de la guerra. También tuvieron una resonancia especial actividades co­mo la peregrinación de las juventudes católicas a Lujan -peregri­nación que se transformó en una marcha juvenil por la paz que englobó a creyentes y no creyentes-, las despedidas con brindis por la paz y contra la dictadura a los conscriptos convocados, etc. A la JCR le cabe una gran responsabilidad en esta lucha y el Par­tido debe ayudar a que la cumpla.
Es pues, posible, organizar un amplio frente contra la guerra. Las fuerzas enemigas de las dos superpotencias, en primer lugar la clase obrera, deben transformarse en la columna vertebral de ese movimiento.
En lo inmediato debemos luchar, entre otras medidas, por ob­tener la total desmovilización de los conscriptos convocados espe­cialmente, y el rápido licenciamiento de la actual clase bajo ban­dera; garantizar a todos los soldados convocados a filas el trabajo y el pago total de los sueldos, salarios y premios caídos; anular todo desalojo por falta de pago de sus viviendas o campos; otor­gamientos de créditos especiales por los gastos de sus familias que se hayan visto impedidos de afrontar por la convocatoria a filas; restitución de su trabajo a los ciudadanos chilenos que fueron des­pedidos en este período por la campaña chovinista de la dictadura, y facilidades para el regreso y la radicación de aquellos que, te­niendo residencia aquí, fueron expulsados, otorgándoseles la docu­mentación necesaria para ello y las reparaciones por los daños su­fridos.

La política económica
Paralelamente la dictadura siguió empujando a fondo su plan económico. En este período declaraciones públicas de Martínez de Hoz, Videla y Viola, demostraron, sin lugar a dudas, que este plan económico responde a los intereses actuales del sector hegemónico en la dictadura.
Dijimos, en abril de 1976, que el plan de Martínez de Hoz-Videla era “un plan de sangre, sudor y lágrimas” para el pueblo. Dijimos también que iba a fracasar en su objetivo aparente, o publicitado, de disminuir drásticamente la inflación y sacar al país de la crisis económica.
Los hechos han demostrado que se han impuesto sacrificios inauditos a las grandes masas populares, sacrificios que las han llevado al borde de la desesperación, en beneficio de un puñado de terratenientes y de burguesía intermediaria, especialmente la su­bordinada a la URSS; se han estrujado los bolsillos del pueblo para financiar los más grandes gastos de guerra que recuerda el país, al servicio, no de la defensa nacional, sino de la represión y de una política exterior belicista y aventurera, en coalición tá­cita con el socialimperialismo soviético.
En síntesis, como venimos diciendo desde 1976, el plan de Mar­tínez de Hoz se basa en liberar de todo control a los precios, indexando tarifas, alquileres, créditos, y manteniendo congelado el precio de la principal mercancía del mundo capitalista: la fuerza de trabajo. Así se expropiaron miles de millones de dólares a 7 millones de asalariados.
Procura la proletarización, mediante el desalojo y otras medi­das, de miles de pequeños campesinos, agrandando los latifundios; acelera el proceso de concentración monopolista en la vitivinicul­tura, la horticultura, el azúcar, etc.
La dictadura ha eliminado toda medida proteccionista de la industria nacional (barreras aduaneras, protección impositiva y ayuda crediticia) y estimula la competencia destructiva de la in­dustria extranjera. Todo esto so pretexto de lograr “el sinceramiento” de la economía, la “eficiencia” de la industria nacional, etc., ocultando que la estrechez de mercado, los altos costos finan­cieros, las altas tarifas, los alquileres indexados, la falta de estí­mulo a la tecnología nacional, y la presión impositiva, impiden a la industria nacional toda competencia real con la extranjera. Si­multáneamente se protege, de todas las formas posibles, a las in­versiones del grupo de burguesía intermediaria y terratenientes que hegemonizan el poder, en especial el grupo prosoviético, como lo demuestra: el caso Aluar, que recibió del Estado más de 450 millones de dólares y medidas aduaneras e impositivas protectoras; Papel Prensa (beneficiada con cerca de cien millones de dólares y un impuesto a su favor a cargo de revistas y diarios, la obligación de adquirir su papel a precios mayores que el precio internacio­nal, y con tarifas aduaneras protectoras); proyectos petroquímicos del grupo; aceros especiales y Acindar; caso Swift; etc. Y se be­neficia con excepciones impositivas, y distintas facilidades, las ma­niobras especulativas del gran capital financiero, principalmente el vinculado al mencionado grupo, como lo demuestran el caso Graiver (que robó al país más dólares que los que prestó el Fondo Moneta­rio Internacional); los escándalos del Banco Nación; Banco Conti­nental y Sidesa; Banco Cooperativo Agrario (16 millones de dó­lares); Cooperativa de Crédito Sáenz Peña (100 millones de dó­lares); etc.; etc.
Con esta política la dictadura va logrando desamarrar poco a poco, a la economía argentina, de sus lazos de dependencia con el capital yanqui y europeo, y va empujando una gradual “complementación” de la economía argentina con la de la URSS y sus satélites; ha multiplicado los capitales del grupo de burguesía in­termediaria del socialimperialismo, a la que ha beneficiado con los gastos para el Mundial de Fútbol, y ahora con el aprovisionamiento a las Fuerzas Armadas durante la movilización en torno al posi­ble conflicto del Beagle, y le ha dado el control sobre la economía nacional (caso carnes; aluminio; aceros especiales; pesca; petró­leo; etc., etc.); y ha dispuesto de fondos cuantiosos para com­pras secretas de armas y pertrechos bélicos, que algunas fuentes estiman en 6.500 millones de dólares y otras en más de 5.000 mi­llones de dólares.
Pero no han logrado ni frenar la inflación ni paliar la crisis. Durante 1977 fuimos el país del mundo de más alta tasa infla­cionaria. Mantuvimos ese “privilegio” en 1978. Al comienzo de la gestión Martínez de Hoz circulaban 190.000.000.000 $ Ley. En 33 meses la dictadura emitió 4.322.953.000.000 $ Ley. Y si en 1977 la emisión creció 8 veces sobre la que existía, en 1978 creció 13,4 veces. En diciembre de 1978 se emitió a un ritmo de 2.320.906 pesos Ley por segundo!! Simultáneamente los precios minoristas aumentaron en 1978 en más del 160% según las informaciones oficiales, y el dólar pasó de 39.000 nacionales en enero de 1978, a 100.200 en diciembre de 1978. Todo esto pese a paralizar la cons­trucción pública de viviendas, arancelar los hospitales, reducir obras públicas y con un presupuesto de educación que equivale en dinero constante al 60% del de 1965. Paralelamente se agudizó la cri­sis, cayendo el producto bruto en un 3,9% pese ha haber sido un año de buenas cosechas. El producto bruto ya había caído en 1977. Otro privilegio: crisis con inflación.
¿Por qué se ha mantenido la inflación? Según Martínez de Hoz, Videla y Viola, en declaraciones recientes: “por causas psi­cológicas”. La respuesta, típica de charlatanes de feria, movería a risa si no fuese el pueblo quien pagase las culpas.
La inflación, en nuestro país, tiene en primer lugar una cau­sa estructural. Es esta causa la que impide una expansión amplia y sostenida de la producción. Esa causa está en la supervivencia del latifundio y en la dependencia al imperialismo. Así fue, por ejemplo, como los mejores precios agrícolas de la cosecha 1976-77 fueron absorbidos fundamentalmente por los terratenientes, a través de la renta de la tierra, y, en vez de volcarse a incrementar la producción se volcaron a la especulación financiera. En cuan­to a la dependencia, su fardo es aún mayor en estos momentos de crisis económica mundial del capitalismo, ya que las metrópolis imperialistas (incluida desde ya la URSS) descargan sus efec­tos sobre los países dependientes, a través del aumento de la di­ferencia entre los precios de las mercancías que nos venden y las que nos compran, la remisión de ganancias, la dependencia tec­nológica, etc.
En nuestro Primer Congreso analizamos la polémica de los últimos años de la década del 60 entre “eficientistas” (entre los que se contaba Martínez de Hoz), “desarrollistas” y “populistas”.
Han fracasado los tres -como pronosticamos entonces- en sus proyectos para desarrollar las fuerzas productivas del país en for­ma apreciable. Diferenciamos, desde ya, a cada una de esas va­riantes, que benefician en concreto a distintas clases y capas so­ciales con sus políticas, y tienen consecuencias diferentes sobre las masas populares. Pero las tres son aspirinas. Pretenden evitar con distintas medidas, la revolución que destruya las relaciones de producción que traban a la economía argentina e impiden el de­sarrollo amplio, armónico y sostenido, de las fuerzas productivas de la economía nacional. Son estas relaciones de producción atra­sadas las que generan la causa más profunda de la inflación: la escasez de productos frente a la abundancia de medios de pago.
En segundo lugar la inflación tiene causas coyunturales. Al señalar sus causas de fondo nosotros nos hemos negado siempre a menospreciar las medidas concretas de carácter antiinflaciona­rio, ya que es el pueblo quien sufre particularmente los efectos de la inflación, y se requieren medidas específicas, coyunturales, a más de las estructurales, como las propuestas en nuestra plata­forma, para acabar con ella. El plan de Martínez de Hoz se ha preo­cupado, principalmente, de aliviar la presión del llamado “sector externo”, tratando de quedar libre de compromisos con el Fondo Monetario Internacional y de refinanciar las deudas con la banca yanqui y europea, para quedar con las manos libres para la política que hemos mencionado, especialmente para cubrir los gastos de guerra. Así fue como se tomaron medidas que, de he­cho, estimularon la inflación, al estimular las exportaciones y re­ducir las importaciones, emitiendo moneda por las divisas obteni­das; al estimular a las empresas estatales y privadas a endeudarse en el extranjero, emitiendo luego el Estado moneda para comprar esas divisas; también para acumular divisas extranjeras, entre otras razones, se tomaron medidas a favor de la especulación fi­nanciera desde el Banco Central, medidas que implican una elevada emisión monetaria, como sucede con la famosa “Cuenta de Regu­lación Monetaria”, que es un impuesto que paga el pueblo para que los depositantes perciban “tasas reales”, y los bancos y finan­cieras puedan prestar a “tasas reales”, lo que en 1978 ha costado, al erario público, 1.423.900.000.000 $ Ley. Al mismo tiempo la inflación es una espiral que todo lo devora. Se aplican, por ejem­plo, altos impuestos para compensar el déficit del presupuesto; pero, dada la alta tasa de inflación, cuando se recaudan los im­puestos ya son insuficientes para compensar el déficit. Se aplica la indexación, y ésta se transforma en un gigantesco impulsor de la inflación, más aún cuando se aplica a tarifas que sufren recar­gos elevados para supuestos planes de expansión, como sucede con las tarifas eléctricas.
La política económica de la dictadura encuentra cada día más resistencia en la clase obrera y el resto del pueblo. Ha sido esta resistencia una de las principales razones del fracaso de muchos de los objetivos antipopulares de la misma, al paralizar despidos, romper el “techo salarial”, conseguir reivindicaciones para el cam­po, etc.
El reciente paro ferroviario, en demanda de aumentos de sa­larios y otras reivindicaciones, paro que tuvo alcance nacional, ha sido el ejemplo más nítido de esa resistencia. Y son innume­rables los petitorios de aumentos por fábrica, acompañados de mo­vilizaciones, medidas de lucha, y paros fabriles, como los de la fábrica de la Renault en Santa Isabel en Córdoba, Talleres Pérez en Rosario, Firestone, secciones del Swift La Plata, Good Year, Ducilo, etc. Al mismo tiempo, si bien la dictadura, apoyándose en la quintacolumna al servicio del socialimperialismo soviético del P“C”, Calabró, Baluch, y otros, ha logrado dividir al movimiento obrero con la creación de la CNT, no ha podido someter al movi­miento sindical a sus planes, y estos se han ido empantanando y frustrando, unos tras otros, desde 1976, pese a la dura represión fascista y a la intervención a la CGT nacional, CGT regionales, y a numerosos gremios. El gremio ferroviario, desde las seccio­nales, ha avanzado en forma apreciable en la reorganización de sus organizaciones, señalando un camino a todo el movimiento obre­ro nacional para recuperar y/o reorganizar las organizaciones sin­dicales, tarea imprescindible para que la lucha antidictatorial pue­da pasar a un nivel superior.
En cada ocasión en que se tensa la lucha obrera y popular aparece la voluntad, en sectores considerables de la clase obrera, de organizar un paro nacional activo por las reivindicaciones in­mediatas, las libertades sindicales y democráticas en general y, co­mo sucedió en las últimas semanas, para expresar la voluntad de paz del movimiento obrero frente al litigio con Chile. Un paro nacional activo -nosotros hemos planteado la consigna de paro de 36 horas pero sectores del movimiento sindical peronista plan­tean un paro de 12 horas- permitiría al movimiento obrero y popular crear condiciones favorables para profundizar y genera­lizar aún más la resistencia antidictatorial y pasar a la contrao­fensiva contra la dictadura.
También crece el descontento en el campo por la política eco­nómica de la dictadura. Así lo demostraron numerosas concen­traciones campesinas previas y posteriores al Congreso de la Fe­deración Agraria Argentina. El descontento está agudizado entre los tamberos, los vitivinicultores, los productores de tomate (mu­chas de cuyas cooperativas están amenazadas de liquidación por el monopolio de la hojalata), y los cañeros, especialmente los po­bres y medios. Ha suscitado gran repudio en el movimiento coo­perativo agrario el vaciamiento, por testaferros del socialimperialismo, del Banco Cooperativo Agrario. Los sectores que se oponen más claramente al socialimperialismo en el movimiento agrario se opusieron, cuando este Banco iba a la quiebra, a una maniobra de compra que intentaron realizar los mismos que lo habían llevado a la liquidación, diciendo que: “no iban a permitir que el banco cooperativo cayese en manos de los capitales soviéticos”.
El descontento, en el campo, es particularmente agudo entre la juventud campesina, imposibilitada de conseguir tierra para tra­bajar y formar un hogar propio, por el precio de la tierra, y ago­biada por la no resolución de sus necesidades culturales, deportivas, recreativas, etc. La organización del encuentro juvenil agrario que ha programado la Federación Agraria Argentina se transfor­ma, así, en un poderoso instrumento para lograr su organización y movilización.
Se han multiplicado las expresiones de repudio a la política económica de la dictadura por parte de los comerciantes pequeños y medianos, llevados en masa a la quiebra, y de extensos sectores de la burguesía nacional. Ramas enteras de la producción, como sucede con la industria textil; la metalurgia liviana; autopartes; productos forestales y de industrias derivadas; y organizaciones empresarias de distintas provincias y regiones del interior, protes­tan y se movilizan. Existen condiciones para desarrollar un am­plio movimiento en defensa de la industria nacional. Incluso pro­testan sectores terratenientes desplazados, o perjudicados, por la mencionada política económica que beneficia a un puñado de te­rratenientes y burguesía intermediaria y al gran capital financie­ro. Y se tensa la contradicción entre la Nación y las provincias. Ahora se les exige a algunas de éstas un 8% de su presupuesto para cubrir los gastos de guerra del videlismo.
El combate por las pequeñas reivindicaciones, y contra la po­lítica económica, juega un gran papel unificador y movilizador de las amplias masas explotadas y oprimidas por la dictadura, y es un instrumento fundamental en la lucha contra ésta. Esta lucha in­cluye el combate por las reivindicaciones sanitarias, de vivienda, educativas, deportivas, recreativas, de las grandes masas, reivin­dicaciones que se han tornado imperiosas al extremo por la polí­tica dictatorial.
Actualmente, al agravarse la situación general de las masas -y por consiguiente su descontento- y al evidenciarse un claro re­pudio a la política económica dictatorial, el frigerismo, el P“C”, y otros destacamentos del socialimperialismo en la Argentina, pre­tenden montarse en el movimiento de masas antidictatorial para desviarlo, quitarle vigor revolucionario, y conducirlo a presionar para obtener un recambio de hombres en la conducción económica. Así quieren salvar al videlismo de la responsabilidad por la misma, y, aparentando cambiar, dejar “al mismo perro con diferente collar”. Existe un vastísimo frente afectado por la política econó­mica de la dictadura; y existe, por lo tanto, la posibilidad de or­ganizar un vastísimo frente que, golpeando esa política, desgaste al videlismo. El proletariado debe ser capaz de organizar y enca­bezar la lucha contra la política económica de la dictadura, en el sentido mencionado, y ésta es una gran responsabilidad del Par­tido, nacionalmente y en cada regional.

La lucha contra la represión fascista
La represión fascista es la consecuencia lógica de la política interna y externa de la dictadura; política que beneficia a una pequeña minoría y explota y oprime a una inmensa mayoría. Si el imperialismo lleva en sí la reacción en toda la línea, el social­imperialismo soviético, al cual se subordinan los sectores hegemónicos en la dictadura, es un imperialismo de tipo fascista hi­tleriano, como señaló el camarada Mao Tsetung en 1964. Cuando el socialimperialismo subordina a un país, sea por un camino o por otro, sea en Europa, Asia, África, o América, implanta en él una dictadura fascista, terrorista, rapaz, como sucede en Checos­lovaquia, Mongolia, Vietnam, Etiopía, Angola, o Cuba. Sus agen­tes, socios y amigos hegemonizan, en medio de feroz disputa -en especial con los yanquis- a la dictadura videlista. Esta es una dictadura feroz, fascista, como no conoció antes nuestro país (“iné­dita”, “original”, “única en América Latina”, dicen ellos subra­yando el hecho de que la hegemonizan en disputa con el imperia­lismo yanqui y otras fuerzas). Si los videlistas no han ido más lejos en el camino fascista no es porque no hayan querido sino porque no han podido, en especial por el incesante combate obrero y popular.
La represión fascista, de carácter terrorista, golpea en forma implacable, persistente, a las grandes masas. No conoce descanso. Casi no hay un barrio o un pueblo del país sin “desaparecidos”, es decir, sin secuestrados por el fascismo. Miles de presos, tortu­rados hasta la muerte, se hacinan en sus cárceles.
El socialfascismo es cruel y cínico. El mismo funcionario militar que prometió a las “Madres de la Plaza”, antes de Navidad, en el Ministerio del Interior, la publicación de listas de “desapa­recidos” puestos a disposición del PEN, dirigió la represión a esas madres, quince días después, señalando a la policía a quiénes de­tener.
Lo nuevo en todo esto es que las masas, respetando el poder de la tiranía, al que han ido conociendo, poco a poco, van perdien­do el temor a hablar y a luchar; y van aprendiendo a combatir bajo el fascismo. El movimiento que comenzó con unas pocas ma­dres que se reunían a tejer en la Plaza de Mayo ha realizado con­centraciones semanales de centenares de personas, en su mayoría mujeres, incluida una concentración de un millar de familiares pa­ra fin de año. Nada ha podido detener a este movimiento, cono­cido mundialmente, y transformado en el más formidable centro de denuncia internacional de los crímenes de la dictadura. Se ha extendido nacionalmente a La Plata, Bahía Blanca, Neuquén, Ro­sario, Córdoba, Tucumán, y localidades del Gran Buenos Aires, y existen condiciones para crearlo en otras ciudades. Este movi­miento golpea un punto débil de los proyectos continuistas de la dictadura, ya que éstos parten de hacer “borrón y cuenta nueva” con los crímenes de la represión.
Es necesario que prestemos más atención política y orgánica a la consolidación y desarrollo de este movimiento. Lo mismo a la organización de un vastísimo movimiento de solidaridad con los presos de la dictadura y sus familiares, arraigado en barriadas y en pueblos, que rodee del apoyo solidario del pueblo a los patriotas y las familias víctimas de la represión.

Nueva fase en la resistencia antidictatorial
Los hechos analizados anteriormente (triunfo parcial del pue­blo en su lucha por impedir una guerra fratricida contra Chile; generalización de los movimientos de resistencia obreros, campesi­nos y populares; fortalecimiento del movimiento por la aparición con vida de los secuestrados por la dictadura y por la libertad de los presos políticos) sumados a la actitud crítica de diferentes fuerzas burguesas y terratenientes, oprimidas o perjudicadas por la política dictatorial, y el resquebrajamiento -evidenciado en di­versas oportunidades desde el caso Graiver en adelante- del fren­te dictatorial, permiten afirmar que la resistencia antidictatorial entra en una nueva fase, en la que se generalizará y profundizará, aún más, se intensificará, y se irán creando mejores condiciones para que las fuerzas populares a través de un proceso zigzagueante puedan pasar a la contraofensiva.
La intensificación de la lucha antidictatorial en la nueva fase de la resistencia al videlismo no significa que esta lucha perderá su carácter de lucha de resistencia; y tampoco significa que la ofensiva dejará de estar en manos de la dictadura, y mucho me­nos aún que la lucha será menos cruenta y menos dura. El movi­miento obrero y popular deberá enfrentar, con seguridad, pruebas difíciles, tanto en la lucha por la paz como en la lucha reivindicativa, antiimperialista y democrática. Pero los cambios cuantita­tivos producidos ya en la lucha democrática, por la paz, reivindicativa, del movimiento popular aunque precarios y reversibles, implican un cambio cualitativo parcial en la resistencia antidicta­torial. Esta es más masiva, más amplia y mejor organizada. Las lavas de odio antidictatorial acumuladas en estos tres años sur­girán en forma más intensa y visible en el futuro, y el Partido sólo podrá estar a la altura de su responsabilidad si tiene esto en claro, para impulsar con más fuerza la lucha contra el socialimperialismo soviético y la dictadura videlista que le sirve.
Todo esto se vincula a la situación internacional y al creci­miento tanto de los factores de revolución como de los factores de guerra. La situación internacional es fluida. El socialimperialismo soviético -cuya garra se ha clavado en el suelo patrio- como tigre herido acrecentará su agresividad por los golpes recibidos en el último período, y sus zarpazos traicioneros se harán cada día más peligrosos, cuanto más se lo acose. Por eso, una de las condiciones para que la resistencia antidictatorial pase a un nivel superior, es que el Partido y el pueblo se preparen para en­frentar en el futuro situaciones aún más difíciles que las actuales, lo que les permitirá resolver exitosamente cualquier situación.
En 1978 hubo, internacional y nacionalmente, gran desorden bajo los cielos. Todo indica que éste será aún mayor en 1979. El hecho más importante con el que comenzamos este año es que sec­tores numérica y políticamente considerables del pueblo, saben que en la cuestión de la guerra con Chile le han ganado una pulseada a la dictadura. Saben que eso no autoriza a confiarse y descui­darse. Pero este hecho teñirá los próximos meses. Más aún cuan­do la situación económica y social de las masas es intolerable, y se han masificado el debate político y las expresiones de repudio al videlismo. El verano 78-79 ha sido un “verano caliente”, como hace dos años no conocíamos. Hay un amplio frente opositor a la dictadura en general y al videlismo en particular. Opositor no quiere decir revolucionario. Quiere decir nada más y nada menos que eso. A la oposición revolucionaria se le agrega la oposición reformista. Juegan para esto hondas tradiciones nacionalistas y democráticas del pueblo argentino. Los dirigentes del P“C” en el período de la lucha antiyanqui, se referían siempre a las “reservas democráticas” del pueblo argentino. Hoy sus patrones soviéticos se mofan de eso. Pero, si la clase obrera, dirigida por el Partido, tiene una línea correcta, esas reservas existen verdaderamente y pueden confluir en la lucha antidictatorial. Es posible pronosticar­le a la dictadura y en especial al videlismo, un verano y un otoño calientes, y acosarlo con una resistencia múltiple e intensa.
Impulsando la lucha por la paz, la soberanía nacional, la tie­rra, las reivindicaciones inmediatas, la democracia, al tiempo que impulsamos un amplio Frente Único antidictatorial que golpee centralmente al sector prosoviético hegemónico en la dictadura, debemos prestar una atención preferente a la construcción del Frente Único en la clase obrera que sirva de base al Frente Úni­co antidictatorial. La experiencia nos ha enseñado que una co­rrecta línea nacional es la clave para avanzar en la unidad del movimiento obrero; y que entre el Frente Único en la clase obrera y el Frente Único antidictatorial existe una relación dialéctica, no mecánica. Como decía Dimitrov: “el frente único del proleta­riado y el frente popular antifascista se hallan enlazados por la dialéctica viva de la lucha, se entretejen, se truecan el uno en el otro en el proceso de la lucha práctica contra el fascismo, y no se hallan separados, ni mucho menos, por una muralla china”. Nues­tra gran debilidad, que se transforma en la gran debilidad de la lucha antidictatorial y de la lucha contra el socialimperialismo en el país, es que el Partido aún dirige contadas organizaciones sin­dicales, y mientras esto no cambie no podremos avanzar en forma significativa en la lucha revolucionaria en nuestro país.
Es preciso que el Partido, y todos los obreros clasistas y pa­triotas, luchemos por el levantamiento de las intervenciones sin­dicales y el libre accionar del movimiento obrero, y defendamos la unidad sindical en una sola CGT nacional y regional, y en un solo sindicato por gremio, destruyendo las maniobras divisionistas de la dictadura. En lucha por este objetivo y por recuperar y/o re­organizar los sindicatos en manos de los colaboracionistas con la dictadura debemos forjar un sólido frente único con los compañeros peronistas, como base de la unidad sindical y del frente único de la clase obrera. Luchando contra los elementos colaboracionistas de la dictadura que, so pretexto de “profesionalismo”, quieren im­pedir que el movimiento obrero intervenga en la lucha política contra sus explotadores, debemos garantizar que los sindicatos sean, como deben ser, organismos de frente único de todo el pro­letariado, por lo que nos oponemos a que los sindicatos sean pero­nistas, radicales, o comunistas, ya que esto divide al proletariado y facilita su supeditación a la política burguesa. Para garantizar esta línea es preciso construir fuertes agrupaciones clasistas y an­tidictatoriales en el movimiento obrero.
En la nueva fase de la resistencia antidictatorial debemos estudiar las experiencias más avanzadas de frente único en la cla­se obrera, y sintetizarlas para ayudar a todo el movimiento obrero a pasar a niveles superiores de organización y de lucha.
El movimiento antidictatorial ha dado pasos adelante en el campesinado, en el movimiento femenino, y entre la intelectualidad. Debemos prestar una atención especial al trabajo entre la juventud. La dictadura realiza una gigantesca campaña destinada a ganar a un sector considerable de la misma y no debemos subestimar la posibilidad de que lo logre, aunque hoy, la tendencia principal en la juventud sea la antidictatorial. Una de las condiciones prin­cipales para hacer ascender el movimiento antidictatorial es lo­grar un cambio favorable en el movimiento juvenil.

El plan continuista de la dictadura
Un elemento que condicionará toda la política nacional en el futuro próximo, y que debemos tener en cuenta en la resistencia a la dictadura, será el agudizamiento de las contradicciones en el frente dictatorial. Muchas definiciones, entre ellas los cambios en los altos mandos del Ejército, se han postergado, a consecuencia del posible conflicto con Chile. Sectores burgueses descontentos con la dictadura aceptaron, a regañadientes, postergar sus quejas, para no lesionar la “unidad nacional” que exigía el videlismo co­mo condición para resolver el litigio del Beagle. Ahora todo esto emergerá; se agudizarán diferencias; tendrán que resolver cues­tiones postergadas; y se producirán modificaciones en la corre­lación de fuerzas dentro y fuera del frente dictatorial.
Desde un punto de vista general el videlismo sigue fiel a su táctica de “comerse el salame por fetas”. Esta táctica se basa en que las fuerzas prosoviéticas deben moverse con precaución, por ac­tuar en un continente en donde sus rivales yanquis son fuertes, y, dentro de ese continente en una región en donde la correlación de fuerzas no les es favorable, y tienen aquí enemigos internos podero­sos. Por eso avanzan paso a paso. Feta por feta. El estilo lento y cauteloso de Videla es expresión de ese estilo. Al mismo tiempo, en Argentina, los prosoviéticos pisan fuerte, y sus rivales yanquis, o los sectores proeuropeos, que se le oponen, saben esto; por eso, estos últimos también se mueven con precaución, acumulando fuer­zas, desgastando a los soviéticos cuando pueden y evitando, hasta ahora, la tentación de ir a un enfrentamiento tipo “azules y co­lorados”. Pues saben que además de lo que los prosoviéticos tienen en la cúpula de las FF.AA., han empollado en grande a nivel de coroneles, tenientes coroneles, y la oficialidad joven, a gran parte de la cual tienen agarrada por los crímenes cometidos desde 1976 hasta la fecha, ya que los comprometieron y ensuciaron con san­gre “hasta el codo”.
El socialimperialismo como hemos afirmado reiteradamente, controla actualmente en la Argentina las palancas económicas cla­ves, los principales medios de información, y los principales ins­trumentos represivos del Estado.
Además sus tentáculos aprisionan a grandes fuerzas populares merced a un poderoso trabajo de infiltración. Los hilos del socialimperialismo manejan a un gran sector de la UCR, en donde encontramos testaferros, abogados, empleados y socios de sus em­presas. Este sector prosoviético de la UCR quiere que el radica­lismo abandone las banderas antiimperialistas del yrigoyenismo, como hizo en la década del 30 el sector que rodeó a Alvear. Lo mismo sucede con numerosos dirigentes sindicales del peronismo -como Triacca, Diz Rei, Calabró, Casildo Herrera, Baluch y otros- agentes a sueldo y propina de las empresas del socialimperialismo en la Argentina; y así sucede también con muchos dirigentes po­líticos del peronismo. Esto le da al videlismo transitoriamente, un importante poder de maniobra, aunque a la larga, al apoyarse principalmente en las bayonetas, y no poder ganar al proletariado y al campesinado trabajador para su política, su dominio es precario, y sólo puede aspirar, y con dificultades, a ganar el “consenso” de fuerzas burguesas y terratenientes.
El socialimperialismo, como hemos señalado muchas veces, atendiendo a las corrientes reales de la política nacional, deja “que cada gato corra por su pared”, hasta el momento en que conviene reunirlos. Por ello es necesario conocer y denunciar la esencia de la línea de la URSS y sus servidores en la Argentina para com­prender cómo, en los momentos críticos, como en el caso Beagle, reúne sus fuerzas y golpea en una sola dirección.
Las contradicciones por arriba se verán excitadas, también, porque como explicó Alsogaray en un artículo reciente: “el proble­ma político ya está planteado”.
El videlismo se mueve en este terreno con gran lentitud. Cuan­do dieron el golpe del 24 de marzo de 1976 se esperaba que Videla anunciase en su discurso del 9 de Julio la iniciación del diálogo. A casi tres años del golpe, aún el famoso diálogo con los partidos políticos que tienen las actividades “suspendidas” no se concretó. Ahora están “compatibilizando” las propuestas políticas de cada una de las armas, tarea que lleva varios meses. En primer lugar porque la Junta de Comandantes aún no aprobó el programa de gobierno del nuevo período de Videla. Y, en segundo lugar, por­que entre las “propuestas” presentadas una propugna directamente el fascismo, otra es un simple borrador, y la otra fue redactada hace tiempo y sólo trata de generalidades semejantes a las que suele decir de tanto en tanto Videla.
Por lo tanto se prevé que difícilmente se pueda considerar nada en serio, en el terreno político, hasta avanzado el año. Si se considera que el “mandato” de Videla termina en marzo de 1981, muchos dirigentes políticos estiman, que si, por ejemplo, se decidiese convocar a elecciones para presidente, apenas si habría tiempo para hacer los padrones. Como se ve, en este terreno tam­bién, tiene importancia la táctica de comerse “el salame por fetas” ya que, si todo les sale bien, los videlistas tendrán garantizados casi diez años de presidencia.
Así que, hablando del “diálogo” y la “pluralidad”, ha venido a resultar que si Videla se sienta a dialogar con algún político, el tema obligado de conversación será el tema del próximo pre­sidente: ¿se lo elegirá?; ¿quiénes lo elegirán?; ¿cómo?… A esta cuestión se la llama ahora: la cuestión del “quinto hombre”.
De donde viene a resultar, en pocas palabras, que la dictadura prepara el continuismo dictatorial a través de lo que algunos lla­man una “salida acordada” o con el “consenso y participación” de algunos sectores políticos que se pongan cuerpo a tierra fren­te al videlismo.
El videlismo pone, pues, por delante de las fuerzas políticas conciliadoras con el socialimperialismo soviético y el fascismo, la zanahoria del “quinto hombre”. Ofrece en los pasillos abrir el diálogo para consultar la designación del mismo (que sería desde ya un hombre de la trenza prorrusa) y para obtener una coali­ción tácita que apoye a ese “quinto hombre”, a cambio de algunos ministerios y gobiernos provinciales, cierta libertad de acción pa­ra esos partidos, y una futura “constitucionalización” o “normali­zación democrática”.
Algunos sectores militares, asignan importancia a la designa­ción por las Fuerzas Armadas, sin consultar a los partidos, de este “quinto hombre”. Plantean que no pueden consultarse ni su de­signación ni su programa con los partidos políticos, ya que si esto se hiciese, en la práctica, estos partidos (que según ellos deben ser “liquidados”) estarían influyendo sobre el “proceso de reorga­nización”. Plantean sujetarse a los “documentos programáticos” de marzo de 1976, y defiende un gobierno de “élite” (según Saint Jean: “el conjunto de seres probos, intelectualmente más aptos, justos, honestos y capaces”) en la que, desde ya, se autoincluyen. El sector que apoya a Massera (desde ya fuerte en la Marina) plantea que el quinto hombre debe ser electo en 1980 entre los “herederos” del proceso, o sea, entre dos o más candidatos desig­nados por las FF.AA., al estilo de la dictadura brasileña. Plantea además que el “quinto hombre” debe volver a ser un “presidente”, y no un simple “primer ministro de la Junta Militar”, como en la práctica es Videla. Massera se autopostula como uno de esos candidatos, y busca el apoyo del desarrollismo y del peronismo pa­ra sus planes. Trata de conseguir la benevolencia de Carter para su proyecto, y el apoyo de la socialdemocracia y otras fuerzas europeas. Ofrece amnistía amplia, en un proceso de dos o tres años (amplia, para torturados y torturadores, e incluyendo a los exiliados de las organizaciones terroristas).
Existe también un sector militar nacionalista-populista que re­chaza estas propuestas, se alía con diferentes fuerzas opuestas al videlismo, y trabaja para un golpe de Estado en alianza con los sindicatos peronistas.
Todo esto en medio de periódicas oleadas de rumores golpistas en torno al golpe antividelista; y, cuando estos rumores crecen, crecen también los rumores del “autogolpe” de Videla-Viola.
Esas diferentes propuestas obedecen a los intereses de fuerzas reales que integraron el frente golpista y ahora tienden a diferen­ciarse y reagruparse. Los rusos preparan su plato para cada una de esas fuerzas, y trabajan con todas ellas. Los yanquis, como no controlan la salida condicionada, tratan de empujar permanente­mente la “desestabilización” de la dictadura, como les reprocha el P“C” (que desde ya trata de “estabilizarla”) y pugnan porque se abra un “proceso democrático”, colocándose a la izquierda de los rusos.
Los partidos políticos populares, por las causas mencionadas anteriormente, y también por el carácter reformista que predomina en sus direcciones, vacilan y negocian con una u otra corriente. Se ilusionan, como sucedió con la burguesía europea frente al fas­cismo, con el supuesto carácter transitorio de la dictadura social-fascista; e incluso creen que van a poder sacar beneficio de ella.
La dirección de la UCR, en donde la corriente prosoviética es muy fuerte, trata de negociar la “normalidad democrática” con Videla. Cuando Videla se acerca demasiado a los “elitistas” (co­mo sucedió con la reorganización del gabinete) Balbín “tira alguna piedra”, como él dice, tratando de demostrar que no avalarán un nuevo presidente militar impuesto por las FFAA. Cuando Videla critica a los que defienden un gobierno de “élite”, Balbín, se le acerca. En definitiva la dirección radical, hasta ahora, trata de conseguir un presidente y un programa acordados, y un estatuto de los partidos políticos que facilite la división del peronismo (en especial a través de la proscripción jurídica de Isabel) para lograr una fuerza hegemónica de carácter centrista, en alianza tácita en las Cámaras, con un peronismo al gusto de Robledo-Luder, y con una derecha conservadora, y una izquierda con el P“C”, los socia­listas, y otras fuerzas afines a éstos. Repite en esencia el esque­ma que aplicó en 1957, 1963 y 1972, con Aramburu, Guido y Lanusse, respectivamente.
En el peronismo hay sectores que trabajan con Viola y Vi­dela, como los dirigentes de la CNT, otros con Massera, etc. Un gran obstáculo para los planes continuistas de la dictadura, y en particular del socialimperialismo, ha sido y es la firme actitud de Isabel Perón, a la que no han logrado doblegar. Poco a poco Isa­bel se ha convertido en la dirigente reconocida de la mayoría de las grandes masas peronistas, y ha obligado a sus detractores y enemigos, de ayer y de hoy, a regañadientes o hipócritamente -co­mo sucede con el propio Firmenich en reciente reportaje a la re­vista Africasia- a reconocer su liderazgo. Siendo que una con­dición de todos los planes continuistas en danza es la proscripción de Isabel Perón y de Lorenzo Miguel, estos dos, aunque conversen y traten con distintas fuerzas que procuran su apoyo, se han con­vertido en una gran traba para que esos planes se consumen.
El Partido debe tener en cuenta estos planes, que ya impreg­nan toda la situación política nacional, para que los mismos no lo­gren impedir el frente único antidictatorial, ni desvíen a las masas explotadas y oprimidas de sus objetivos. Para ello, despreciando estratégicamente a la dictadura y sus planes, no debe subestimar la importancia táctica de los mismos.

Derrotar la maniobra continuista de la dictadura
En la nueva fase abierta en la resistencia antidictatorial se­rá importantísimo frustrar la maniobra continuista de la dicta­dura, derrotándola o impidiendo que la misma tenga algún apoyo político y de masas importante, a más del de los sectores declara­damente prodictatoriales.
Para ello será preciso no dejar a la dictadura desplegar tran­quila su táctica. Lo que exige golpear juntos con todos los que se opongan al videlismo, y promover las alianzas más amplias que contribuyan a aislar al sector prorruso de la dictadura, forjando un frente único antidictatorial, basado en el frente único de la cla­se obrera y en la alianza obrero-campesina, que tenga a las fuer­zas patrióticas, enemigas de las dos superpotencias, y en particular enemigas del socialimperialismo, como núcleo central. Y estimular la movilización de las masas por las más diversas reivindicaciones, aunque esas masas aún no liguen la resolución de las mismas a la lucha antidictatorial. Teniendo en cuenta desde este punto de vis­ta que la cuestión de la guerra en el Cono Sur impregnará, según cómo se la resuelva, toda la cuestión de la llamada propuesta políti­ca. Simultáneamente, y como un requisito necesario para todo lo anterior, es imprescindible avanzar en la reorganización democrá­tica del movimiento obrero, campesino, estudiantil, y popular en general, conscientes de que la dictadura, si bien no pudo destrozar a esas organizaciones, ha limitado por todas las formas su accio­nar y, en muchos casos (Ligas Agrarias del NOE; sindicatos cla­sistas; sindicatos de la FOTIA; sindicatos de FATRE; organi­zaciones sindicales opositoras; centros estudiantiles; etc.) logró destruirlas transitoriamente.
En la relación frente único antidictatorial-frente único de la clase obrera-partido, sigue siendo clave el desarrollo de agrupacio­nes clasistas y antidictatoriales que estimulen el despertar revolu­cionario del proletariado y faciliten la relación unidad y lucha, unidad y fuerza propia, en el más amplio sentido de la palabra. En donde hemos resuelto bien esta tarea, junto con una correcta línea de unidad de clase, hemos avanzado en forma importante.
También adquiere una importancia especial nuestra unidad con el peronismo fiel a la línea tercermundista de Perón, peronismo que hoy se agrupa tras la dirección de Isabel Perón. La existencia de esta poderosa corriente en el movimiento obrero y popular, junto a la existencia de una fuerte corriente enemiga de las dos super­potencias en el movimiento católico, corriente ésta última que tiene fuerza importante en el movimiento agrario, en la juventud, en las mujeres y en el movimiento popular; y en el surgimiento, reciente pero importante, de una corriente aún pequeña de raíz liberal y so­cialista, también dispuesta a librar la lucha antiimperialista contra las dos superpotencias, ha generado condiciones buenas para cum­plir esos objetivos.
La lucha contra la dictadura y la perspectiva de cambios po­líticos ligados a los planes continuistas del videlismo, nos obligan a fijar la atención en algunas cuestiones esenciales de nuestra lí­nea política.

III. Un movimiento revolucionario integral

Basándonos en el marxismo-leninismo, en nuestro programa, hemos considerado aplicable a nuestro país lo que Mao Tsetung, refiriéndose al movimiento revolucionario dirigido por el P“C” de China, definió como: “un movimiento revolucionario integral que abarca la revolución democrática y la revolución socialista”. “Sólo es posible -agregó- dirigir con acierto la revolución en China comprendiendo la diferencia entre la revolución democrática y la revolución socialista y esclareciendo, a la vez, la relación existente entre ambas”. Hemos partido, también nosotros, de luchar por desarrollar la revolución por etapas y en forma ininterrumpida, con la línea general de unir, sobre la base de la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre y medio, a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para llevar hasta el fin la lucha contra el im­perialismo, los terratenientes y el gran capital intermediario, reali­zando una revolución popular conducida por el proletariado. Nuestro método básico de trabajo es integrar la dirección con las masas, y seguir la línea de masas en todos los campos de trabajo: ayudar­las a que eleven incesantemente su conciencia revolucionaria y or­ganicen sus propias fuerzas para la liberación gradual por sí mis­mas y movilizar audazmente a las masas bajo la orientación del Partido, resumir los puntos de vista de las masas a la luz de la teoría marxista-leninista pensamiento Mao Tsetung y confiar en las masas para realizar consecuentemente los objetivos de nuestro Partido.
Luchamos en la Argentina, actualmente, por la revolución de­mocrática, popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista, y nos hemos dado, en el Tercer Congreso, un programa para la misma. En 1976, y posteriormente en 1977, ajustamos una plataforma de unidad antidictatorial que plantea la lucha por el derrocamiento re­volucionario de la dictadura y, sobre esta base, la constitución de un gobierno provisional revolucionario de unidad antidictatorial que aplique medidas inmediatas que allí formulamos, y convoque a una Asamblea Constituyente plenamente soberana, en cuya preparación y desarrollo nuestro Partido defenderá el programa que propone­mos para la actual etapa revolucionaria.
Formulamos como línea de lucha antidictatorial una línea que une estrechamente el derrocamiento de la dictadura al triunfo de la revolución democrático-nacional. Desde este punto de vista nos oponemos a plantear ningún tipo de “salida intermedia” entre am­bos objetivos. Nos mantenemos así en firme terreno leninista, y luchamos por destruir todo el viejo poder oligárquico-imperialista y concibiendo al gobierno provisional revolucionario como órgano de la insurrección antidictatorial triunfante, y no como fruto de un compromiso con la dictadura o un sector de la misma.
Sin embargo, en los complejos momentos políticos que se ave­cinan, el Partido (como planteó Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista recogiendo la preocupación muy ante­rior de Lenin, y como tuvimos en cuenta nosotros en el CC de ma­yo de 1975 cuando planteamos el objetivo de gobierno de unidad antigolpista) debe prevenirse contra el esquematismo y la simpli­ficación, ya que así como sería falso creer que un gobierno de frente único antidictatorial es el camino obligatorio hacia el poder democrático-popular hegemonizado por la clase obrera, por el cual luchamos, también sería tan falso como eso creer que en un país do­minado por el socialfascismo, y sometido a una feroz dictadura terrorista, como es éste, no habrá ninguna etapa intermedia -co­mo decía Dimitrov en ese Congreso- “y la dictadura fascista hu­biera de ser obligatoria y directamente sustituida por la dictadura del proletariado” (en nuestro caso por la dictadura popular revo­lucionaria).
Es bueno recordar lo que planteó Dimitrov en el VII Congreso de la IC porque 40 años de experiencia del movimiento revolucio­nario proletario han demostrado la justeza de ese planteo. Tam­bién dijo entonces Dimitrov:
“Hace quince años Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención 'en buscar las formas de transición o de acerca­miento a la revolución proletaria'. Podrá ocurrir que el gobierno de frente único sea, en una serie de países, una de las formas tran­sitorias más importantes. Los doctrinarios “de izquierda” siem­pre pasaron de largo ante esta indicación de Lenin, hablando solamente de la 'meta', como propagandistas limitados, sin preo­cuparse jamás de las 'formas de transición. Y los oportunistas de derecha intentaban establecer una 'fase democrática intermedia especial' entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del pro­letariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paseo parlamentario de una dictadura a otra.
“Nosotros también debemos concentrar la atención en buscar las formas de transición o de acercamiento” a la revolución de las que habló Lenin; teniendo presente que Lenin planteaba esto porque “tenía presente la ley fundamental de todas las grandes revoluciones', la ley de que la propaganda y la agitación por sí solas no pueden suplir en las masas su propia experiencia política cuando se trata de atraer a las masas verdaderamente extensas de trabajadores al lado de la vanguardia revolucionaria, sin lo cual es imposible la lucha victoriosa por el poder” (Dimitrov).
Desde este punto de vista, en la época de la lucha antidicta­torial posterior a 1977, nosotros planteamos que, luchando por la salida revolucionaria, el proletariado revolucionario no dejaría de aprovechar o terciar en cualquier situación de golpe, contragolpe de Estado, o convocatoria a elecciones libres o tramposas, para se­guir luchando por sus objetivos revolucionarios. En la discusión de nuestro balance al Tercer Congreso, hemos visto que no siempre tuvimos en cuenta, a fondo, esa indicación. Actualmente, en nues­tro Programa antidictatorial señalamos que
“para que la lucha an­tidictatorial abra un camino democrático y de liberación para el pueblo y para la Patria… es necesario que la lucha se oriente a garantizar el derrocamiento revolucionario de la dictadura, el Argentinazo triunfante”,

aclarando que, luchando por este programa revolucionario, pugnaremos
“por la más amplia unidad antidicta­torial e impulsando en esa perspectiva todo acuerdo parcial, o por puntos mínimos, que contribuyan a mejorar el bienestar del pue­blo y defender la soberanía nacional enfrentando a la dictadura gorila, fascista y vendepatria”.

En definitiva la posición que ocupará el Partido y la clase obrera en los acontecimientos políticos concretos del futuro inme­diato, dependerán de la correlación de fuerzas entre las clases, principalmente, más que de la pretendida independencia que se quiera tener de palabra en los acontecimientos; y la clave de una utilización positiva de éstos dependerá de la correcta evaluación de fuerzas (nacional e internacional) y de la adecuación a la mis­ma de las consignas del Partido. Sobre esto ha dicho Mao Tsetung: “Alguien ha preguntado: ¿Qué es lo que se llama desviación de 'izquierda' y qué desviación de derecha? Ya dijimos que las cosas se hallan en movimiento tanto en el espacio como en el tiempo. Aquí me referiré principalmente al tiempo. Cuando la apreciación que la gente hace del movimiento de las cosas no concuerda con la realidad, puede suceder que la apreciación se adelante al tiempo, configurándose una desviación de 'izquierda', o, también, que ella quede a la zaga del tiempo, configurándose una desviación de de­recha (O.E., tomo V, pág. 246).
Deberemos estar atentos al desarrollo de la situación general y al estado de ánimo y conciencia de las grandes masas populares para evitar cometer errores demasiado graves, o no poder corre­gir a tiempo las equivocaciones. De todos los acontecimientos fu­turos el que jugará un rol decisivo será la cuestión de la guerra mundial (su proximidad o posible postergación) y su carácter, en todo caso, de gigantesco acelerador de la revolución a escala mundial. Y, en nuestro caso, además de la guerra mundial, la posi­bilidad de un conflicto local en el Cono Sur que puede modificar todo el panorama revolucionario en América Latina, y las condi­ciones insurreccionales y de guerra popular para la lucha revolu­cionaria en nuestros países.

IV. Algunas cuestiones a precisar y tener en cuenta en nuestra lucha antidictatorial

–    Sobre el enemigo principal: hemos definido al socialimperialismo soviético, y al sector de terratenientes y burguesía inter­mediaria a él asociado, como el enemigo principal de nuestra Patria y nuestro pueblo, en el actual período revolucionario. Ese ene­migo está representado por el sector hegemónico en la dictadura videlista.
    El Partido a realizado investigaciones concretas para llegar a determinar el enemigo principal al que debe combatir actual­mente la revolución argentina, porque siendo ésta antiimperialista en general, tácticamente golpea en cada momento centralmente, al imperialismo más peligroso, el que se constituye en enemigo central. Hemos demostrado el poderío del socialimperialismo en él país y hoy, muchos que lo negaban, comienzan a ver esta realidad.
    Pero el socialimperialismo, para desplazar a los yanquis de sus posiciones dominantes, ha realizado una política de alianzas con otros imperialismos y con grupos terratenientes y de burguesía intermediaria ligados a otros imperialismos. Debemos profundi­zar nuestro estudio y conocimiento de la realidad para conocer y diferenciar, nítidamente, a los sectores terratenientes y burgueses asociados, o vinculados, al socialimperialismo -tanto nacionales como representantes de otros imperialismos- de aquellos subordi­nados al mismo, para que nuestra lucha golpee nada más que a estos sectores a los que, como representantes del enemigo princi­pal, debemos golpear centralmente, tratando de aislarlos al máxi­mo, y diferenciar y apartar de ellos lo máximo que podamos neu­tralizar o ganar transitoriamente.

–    Enseñanzas del auge revolucionario posterior a 1969: Con motivo del X Aniversario de la fundación de nuestro Partido he­mos vuelto a repensar las enseñanzas del gigantesco auge de ma­sas posterior a 1969. Las mismas son una guía de valor inmenso para la lucha revolucionaria del proletariado argentino. Hemos señalado entre esas enseñanzas:
    La revolución argentina es, por su carácter, una revolución de­mocrática y nacional y, por sus métodos, por sus medios de lucha, una revolución proletaria. El proletariado es la fuerza dirigente y principal de la misma, y el medio de lucha específicamente proletario, la huelga, apareció en el 69, una vez más, como el medio principal para poner en movimiento a las masas. Ella va de la ciudad al campo. Es fundamental, por ello, que el Partido sepa ganar a los sindicatos y sepa basarse en ellos para todo su tra­bajo. Los Cuerpos de Delegados del movimiento obrero y popular han demostrado su capacidad para transformarse en órganos de base del Frente Único y, en una situación revolucionaria, en ór­ganos del Gobierno Provisional Revolucionario. Hay que entender esto en una relación dialéctica con el sindicato, ya que la recupe­ración de los cuerpos de delegados y su democratización exige la lucha por recuperar y democratizar los sindicatos, y esto plantea: ¿recuperar para qué?; ¿para qué política?; y la relación de esto con el Partido. El proletariado rural es el brazo principal del pro­letariado para ganar al campesinado pobre y medio, particular­mente en la Pampa Húmeda, zonas de ingenios azucareros, etc. El Partido debe prestar atención especial al trabajo en el prole­tariado industrial de las industrias- básicas y extractivas: carbón; petróleo; aluminio; hierro: cobre; acero (incluido aceros espe­ciales) y en empresas claves como puertos, usinas eléctricas, etc.
–    El principal aliado del proletariado es el campesinado pobre y medio. El auge del 69 llegó a influenciarlo y movilizarlo sólo parcialmente. La causa principal del fracaso de los revoluciona­rios argentinos del siglo 19 -en el período de la guerra de emancipación nacional-, y la causa parcial de su fracaso en este siglo -ya en la época del imperialismo-, estuvo en que no se pro­pusieron, o fueron incapaces, de alzar a la lucha liberadora a las masas campesinas oprimidas por los terratenientes, masas que ve­nían luchando contra éstos desde el inicio de la Colonia. Si el proletariado no logra forjar una estrecha alianza con las masas explotadas y oprimidas del campo tampoco triunfará.
    El problema campesino en nuestro país es un problema complejo. La masa fundamental de campesinado pobre, sin tie­rra o con muy poca tierra, se concentra particularmente en el noroeste del país y en zonas del noreste. Tierra, semifeudalidad (existen zonas extensas en las que aún el problema cla­ve es el de las mercedes indivisas de tierra, y/o en las que subsisten numerosas relaciones de producción típicamente semifeudales), problema indígena, y cuestión religiosa, son cuestio­nes claves a resolver por el movimiento revolucionario en esas regiones del noroeste. En cuanto al noreste el movimiento de las Ligas Agrarias demostró la existencia de diferencias im­portantes entre provincias como Formosa (en la que la cuestión de la tierra estuvo en el centro de la lucha inmediata campesina) y las otras provincias; y entre zonas como la tabacalera de Co­rrientes -en donde subsisten pesados resabios semifeudales en las relaciones de producción- y zonas como la algodonera del Chaco o Misiones, más avanzadas. El campesinado de la Pampa Hú­meda mantiene un grado importante de organización gremial y cooperativa, dirigido generalmente por el campesinado rico y ma­nifiesta voluntad de lucha desde 1977. Hemos avanzado en lo que los chinos llaman “despanzurrar el gorrión” en el campo, y noso­tros podríamos llamar “saber cuerear al zorro”: conocer a fondo, en concreto, en cada localidad, la división de clases en el campesi­nado para poder apoyarnos en el campesinado pobre y aliar­nos con el medio. También debemos tener un conocimiento profundo para poder neutralizar al campesinado rico, e inclu­so a sectores terratenientes, ya que esto implica, a más de una política capaz de organizar la lucha independiente del campe­sinado pobre y medio, una política activa con los campesinos ricos, una política de alianzas parciales y acuerdos, capaz de neutrali­zarlos en un proceso largo y complejo. Y en cuanto a las zonas de cultivos industriales, debemos saber realizar el trabajo aten­diendo al proceso no sólo en su fase actual sino también a sus pers­pectivas de desarrollo, porque en la mayoría de ellas se asiste a un proceso de concentración monopolista que arruina a sectores considerables del campesinado.
    El problema de la tierra está en el trasfondo del problema campesino en todo el país, y debemos saber ponerlo de relieve, concientes de que su resolución no será posible por vías reformis­tas sino revolucionarias. En diversos lugares existen luchas con­cretas por la tierra: en Tucumán, La Rioja, zonas parceladas en el último gobierno peronista y ahora sujetas a pago indexado en varias provincias, expulsión de poseedores indígenas en For­mosa, Chaco y Río Negro, etc.
    La experiencia nos ha demostrado que la lucha por los proble­mas sanitarios, de recreación, de vivienda, culturales, más elemen­tales, es fundamental para organizar al campesinado pobre, que generalmente carece de lo más simple: agua potable, vivienda, protección sanitaria contra el Chagas o el mal de los rastrojos, hospitales cercanos, escuelas, mínimo elemental de alimentación, posibilidades de recreación; etc.; etc.
    Concentrando nuestro trabajo en los lugares fundamentales, en el campo, debemos pensar en las 20.000 localidades que existen en el país, y tener en cuenta que lo fundamental del campesinado pobre, el semiproletariado, y el proletariado rural, vive en peque­ñas poblaciones rurales, o directamente en el campo.
    También en nuestro trabajo en el campo debemos atender a la diferencia histórica que ha opuesto artificialmente, estimulada por la oligarquía, a hijos de criollos nativos -generalmente obre­ros rurales en la Pampa Húmeda- e hijos de extranjeros. Ambos han sufrido por el monopolio de la tierra en manos de un pequeño número de familias terratenientes, problema agravado en la Pampa Húmeda para los hijos de criollos que no pudieron ni siquiera ser colonos medieros de esos terratenientes.
    En la lucha por la unidad del pueblo contra el imperialismo y los terratenientes es importante atender a este problema, espe­cialmente al trabajo ideológico de los enemigos del pueblo que pretenden excitar esta diferencia para mantener la división.

–    El auge de 1969 creció primero en el interior y luego llegó a Buenos Aires. Como previo nuestro Primer Congreso fue un hecho político -el regreso del general Perón, en 1972- el detonante del gran ascenso de luchas en el Gran Buenos Aires. Es posible, si las fuerzas del Partido crecen en el Gran Buenos Aires, que el ca­mino de un próximo ascenso de luchas parta simultáneamente des­de Buenos Aires y otros centros industriales del país. En todo ca­so es útil recordar la mencionada experiencia.
–    En el auge de luchas posterior a 1969 se evidenció la fuerza e importancia de la contradicción entre el litoral desarrollado y el interior oprimido y atrasado. Esta contradicción se ha agravado desde entonces. Lo mismo que la contradicción entre todo el inte­rior y el Gran Buenos Aires; y entre las localidades del Gran Bue­nos Aires (en donde cinco millones de habitantes sufren el proble­ma habitacional, sanitario, educacional, etc.) y la Capital Federal.

–    Se ha demostrado la importancia para el Partido de tener una política diferenciada para las fuerzas intermedias. Entendemos por tales a:
*    La burguesía nacional
*    Los grandes terratenientes y grandes burgueses enfrenta­dos al grupo de burguesía intermediaria y terratenientes enfrentados al grupo de burguesía intermediaria y terra­tenientes asociados al enemigo principal.
*    Sectores democráticos y patrióticos de la intelectualidad bur­guesa.

–    Se ha demostrado como ridículo el antimilitarismo que no com­prende que es imposible el triunfo de cualquier movimiento revo­lucionario serio si no logra alzar a su favor a una parte importante de las fuerzas armadas, por lo que el proletariado y las fuerzas patrióticas y revolucionarias deben prepararse para aliarse y en­cabezar a ese sector militar.

–     Los últimos años han mostrado, una vez más, la unidad es­trecha del movimiento revolucionario latinoamericano y la influen­cia general de sus avances y derrotas.

–    Fueron decisivos en la lucha posterior a 1969 tanto el movi­miento juvenil en general como el movimiento estudiantil en par­ticular. El movimiento juvenil argentino tiene, en comparación con el de otros países dependientes, una larga experiencia orga­nizativa, tanto gremial y deportiva, recreativa y cultural, como po­lítica. Fueron organizaciones políticas juveniles de relativa importancia de masas las que dieron origen -confluyendo con otras fuerzas- al radicalismo, al comunismo y al comunismo revolucio­nario. La reacción no pudo nunca estabilizar organizaciones ju­veniles de masas en nuestro país, y lo fundamental del movimiento juvenil fue fuerza de choque en la lucha antiimperialista y anti­terrateniente. Hoy esta cuestión adquiere una importancia par­ticular.
    El movimiento estudiantil posterior a 1968 realizó experien­cias avanzadas en relación con el período de la Reforma Universi­taria, el período del 30 y épocas posteriores. Esas experiencias ratificaron las tesis marxistas sobre la universidad y el movimien­to estudiantil, al tiempo que las enriquecieron. Es tarea del Par­tido sintetizar estas experiencias.

–    Una de las características más notables del movimiento de ma­sas de estos años ha sido la participación activa de amplias masas de mujeres, especialmente de obreras y trabajadoras en general. El movimiento femenino tiene en nuestro país arraigo y tradición de masas, en especial a partir de 1946, y ha conocido, en los úl­timos años, un nuevo auge, ligado en cada momento, a los objeti­vos políticos de lucha de las masas populares. Se han forjado en estos combates miles de combatientes femeninas y es preciso que tengan su lugar de lucha y de dirección en las organizaciones obreras, campesinas, populares y en el Partido.

–    Hemos sintetizado en el balance posterior al Tercer Congreso que aprueba este CC las experiencias principales sobre el trabajo de frente único con la burguesía nacional que ha hecho nuestro Par­tido. Es necesario que las tengamos como guía en el futuro.

–    La lucha antiimperialista: la experiencia ha demostrado que se pueden utilizar las contradicciones interimperialistas en be­neficio de la lucha revolucionaria del pueblo. La experiencia tam­bién enseña los resultados funestos de basarse en un imperialismo contra otro porque ello siempre significó, en nuestro caso, el cam­bio de amo. Así fue luego de 1810 cuando los ingleses reemplaza­ron a los españoles. Así sucedió con los que se apoyaron en los yan­quis para liberar a la ganadería argentina de la opresión inglesa, terminando víctimas de la opresión de yanquis e ingleses. Así sucedió cuando quiso apoyarse en yanquis y alemanes para liberarse de los ingleses, y a comienzos de la década del 70 cuando fuerzas del movimiento de liberación se apoyaron en los rusos para libe­rarse de los yanquis. El caso actual de Cuba y Vietnam es ilus­trativo en exceso de los peligros de este camino.

V. El Partido

En el último período hemos librado lucha contra la concep­ción de “partido en sí y para sí”. Tratamos de construir un partido marxista-leninista que sea guía de un movimiento revolucio­nario del proletariado por sus reivindicaciones y su liberación social, y sea motor de la liberación de la patria y el pueblo. Un partido al que las grandes masas populares sientan suyo, y lo apo­yen como un instrumento propio, al que aprendieron a conocer en una larga experiencia, por haber luchado, obstinadamente, por sus intereses, en la primera fila. Un partido que dé importancia “a la agitación, a la propaganda y a la explicación de su doctrina; pe­ro, principalmente, un partido que trate, por todos los medios, de ayudar a las masas a que se autoliberen, y que se preocupe, cen­tralmente, por elevar la conciencia de las masas a través de la propia experiencia, entendiendo como tal, fundamentalmente, a la acción política revolucionaria de las masas.
Insistimos en el último período en que el método básico del trabajo del Partido debe ser la línea de masas; su método básico de dirección: combinar lo general con lo particular, en cada zona o célula, y ligar la dirección con las masas; su estilo de trabajo debe procurar buscar la verdad en los hechos, integrando la teoría con la práctica, seguir la línea de masas, practicar la crítica y autocrítica, la modestia y la prudencia, precaverse contra el en­greimiento, guiarse por el principio de lucha dura y vida sencilla, practicar el centralismo democrático y un estilo y trato democrá­tico de trabajo, y ser celosos defensores de los tres sí y los tres no sintetizados por el camarada Mao para prevenir el trabajo del enemigo y la degeneración burguesa (practicar el marxismo y no el revisionismo; trabajar por la unidad y no por la escisión; ac­tuar en forma franca y honrada y no urdir intrigas y maquina­ciones).
Hemos, planteado que en la relación entre desarrollo y con­solidación, tanto en el Partido como en el movimiento de masas, debemos poner el centro en el desarrollo; y, a partir de esto, pug­nar por consolidar las organizaciones partidarias y de masas para lo cual debemos tratar de utilizar todos los factores positivos que puedan ser utilizados en la lucha contra la dictadura y por forta­lecer al Partido, por pequeña que sea la contribución que cada uno pueda dar a esa lucha y a ese fortalecimiento. Esto debe ser una guía general organizativa, útil para todas las tareas partidarias. Surgen y surgirán miles de nuevos combatientes antidictatoriales templados en la fragua del duro combate de estos años. ¿Cómo transformarlos en militantes del comunismo revolucionario? Esta es la pregunta clave a resolver en nuestras tareas organizativas.
Debemos combinar, en todas las escalas, el trabajo legal con el trabajo clandestino y el secreto. El Partido debe ayudar, ade­más, concretamente, a la clase obrera y el pueblo, a prepararse para estar en condiciones de enfrentar, en el terreno en el que sea preciso hacerlo, el combate antidictatorial, y esto exige línea y tareas concretas a cada organización, para superar la extrema fragilidad clandestina del Partido.
El gran problema organizativo a resolver es un problema polí­tico, ya que gira en torno a la construcción y desarrollo de las células de empresa y comités de pueblo, problema sin cuya reso­lución no podremos construir un auténtico partido marxista-leni­nista. Es un problema político porque las cuestiones a resolver para construir la organización partidaria en los centros de producción son eminentemente políticos. Paralelamente debemos realizar la construcción ideológica del Partido, como cimiento a su construcción orgánica. La discusión y el estudio de los materiales aprobados en la presente reunión del CC, y la campaña de educa­ción en curso (sobre las tres obras filosóficas del camarada Mao Tsetung) son fundamentales para esa construcción ideológica.
Con la campaña de estudio en curso procuramos modificar el método de estudio, buscando la forma más factible para vincular el estudio con la práctica concreta de cada organismo y camarada de Partido y librar batalla por buscar la verdad en los hechos, e in­tegrar la teoría con la práctica, combatiendo el subjetivismo de origen doctrinario o practicista estrecho, el unilateralismo mecanicista, no dialéctico, y el eclecticismo que toma un poco de aquí y otro poco de allá, y no toma en consideración todos los aspectos del progreso en su desarrollo concreto.
Debemos mejorar nuestra prensa y nuestra propaganda, tra­tando que ellas sean para el 90 % de las masas populares. Esto nos plantea el problema del lenguaje de nuestra propaganda, lo que es un problema de contenido y no de forma para poder acabar con el lenguaje de secta y de frases hechas.
Tenemos actualmente una tarea de honor de todo el Partido y el movimiento de masas: la solidaridad con los camaradas y lu­chadores antidictatoriales presos y sus familias y congas familias de los miles de secuestrados y muertos por el videlismo. Cual­quiera sea la actitud de esos familiares hacia el Partido y la lucha antidictatorial, la solidaridad con ellos es una tarea de todo el movimiento de masas antidictatorial, y una tarea de honor de cada afiliado.