Con un nuevo aumento del 10% en el precio de los combustibles, que acumula una suba del 30% desde que asumió el gobierno, el macrismo ha dado un nuevo impulso a la inflación, ya desbordada por los aumentos en las tarifas del transporte, electricidad, agua y gas. Pues el aumento en los combustibles, particularmente el del gasoil, llamado el combustible del trabajo, encarece notablemente todos los productos en nuestro país donde todo se traslada prácticamente en camiones por la falta de trenes.
También eso afecta notablemente los costos de producción, tanto en las industrias que utilizan gasoil como en el campo. Así, respecto del campo, un informe de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) indicó que el último incremento “implicaría una transferencia del sector agropecuario al petrolero de $16.000 millones en 2016, cifra superior al impacto que tuvo la baja de retenciones en particular en trigo y maíz”.
Con toda desfachatez, el ministro de Energía y Minería, el ex Shell Juan José Aranguren, sostuvo en un encuentro con la prensa: “Si el consumidor considera que este nivel de precios es alto con relación a otros precios de su economía, deja de consumir”. ¡Como si hubiera otros productos que suplantaran a los combustibles! ¿O la opción es o pagás o te dejás morir?
Esto después de que en los dos primeros meses del año –hasta donde llegan los datos disponibles– las ventas de gasoil habían caído 4,89%, en relación al mismo período del año pasado. Un claro reflejo de la caída de la actividad del transporte –afectada por el encarecimiento del combustible–, que también refleja una caída de la actividad económica en general.