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02 de noviembre de 2022

De una ponencia de Eugenio Gastiazoro (Nota 2 de 2)

La tenencia de la tierra

Reproducimos la segunda parte de la ponencia escrita para el Congreso Nacional y Latinoamericano sobre Uso y Tenencia de la Tierra organizado por la Federación Agraria Argentina, el 30 de junio de 2004. Publicada en el Tomo 4 de Historia Argentina. Introducción al análisis económico-social, págs. 473-479.

El principal origen de la renta

La tierra, como bien natural, no tiene un valor en sí. Se va a obtener un valor de ella si se la pone a producir: el valor no surge de la tierra misma sino del trabajo y del capital aplicados sobre ella.

Pero al ser un bien apropiado, no libre como el aire o la lluvia, el propietario por el hecho de ser tal, por tener el monopolio de un bien limitado en el espacio e irreproducible no la va a poner o dar en producción, sino saca un beneficio. Y ese beneficio solo puede salir de la producción, de la mayor explotación de los obreros y aparceros o de un mayor precio en el mercado de lo que cuesta esa producción. Puede ser que en algún caso se pueda obtener esa renta de ese mayor precio, pero con los monopolios que existen en la comercialización e industrialización de la mayor parte de los productos del campo, es muy difícil pensar que los precios del mercado, salvo momentos excepcionales, estén muy por encima de los costos de producción. Entonces, en lo fundamental, más en el caso de un país dependiente como el nuestro, que no tiene precios mínimos sostén ni subsidios a la producción, tiene que salir, y sale, de la mayor explotación de los obreros rurales y aparceros e incluso del recorte de ganancias, o de la descapitalización, de los contratistas o arrendatarios capitalistas. Por eso el tema de la tenencia de la tierra, es un problema básico para todos los verdaderos productores del campo, en primer lugar para los obreros rurales y aparceros porque determina su superexplotación pero también para los campesinos con poca tierra y para los contratistas y arrendatarios en general, como para la economía del país en su conjunto.

No acordamos con quienes dicen que el latifundio y la renta terrateniente no son un problema fundamental para el desarrollo del campo argentino. Con ello quieren negar que exista la renta absoluta, que surge de la explotación de los verdaderos productores del campo, comenzando por los asalariados rurales y los aparceros. Pero también quieren negar que, por el poder que tienen los propietarios de la tierra sobre las condiciones de producción del campo argentino, los terratenientes (y los pools que actúan como tales, recurriendo a contratistas) se apropian de toda la renta diferencial que, por ese monopolio del recurso tierra, surge de una mayor explotación de los obreros rurales, muy superior a la media social. No acordamos con quienes dicen que por la diferencia de fertilidad de nuestras tierras los precios del mercado son superiores al costo de producción: que esos precios hacen que se pague por los productos del campo argentino más de lo que valen.

En todo caso la mayor fertilidad relativa resulta en una mayor productividad del trabajo agrario que, pagándose relativamente menos a los obreros rurales (porque hay épocas del año en las que no trabaja y además se le paga mucho menos por hora que en la industria), da origen a una ganancia extraordinaria que se la apropian los terratenientes y pools por el manejo monopólico del recurso suelo que disponen o pueden disponer.

Algunos modernos teóricos sobre la renta, la llaman “renta diferencial internacional” y sostienen que es pagada con plusvalía de los obreros europeos. Entonces, esta renta operaría en forma progresista en el desarrollo agrario argentino, ya que el monto de la renta permitiría pagarles salarios altos a los obreros, permitiría que los chacareros obtuvieran buenas ganancias, y además los terratenientes volcarían esa renta en la industria, el comercio y como fondos prestables en el mercado financiero (José Benco,

Hilda Sábato, etc.). Lo cierto es que esa renta diferencial proviene de una enorme masa de ganancia que surge del trabajo de los obreros, aparceros, contratistas y pequeños propietarios argentinos, dado que la extraordinaria fertilidad de nuestro suelo hace posible una alta productividad del trabajo. En realidad, esta renta es una demostración del grado de superexplotación a la que se ven sometidos los obreros rurales, y marca los estrechos límites de acumulación de los chacareros y contratistas, que cuando vienen años difíciles terminan arruinados. expropiados y semiproletarizados, como nos ha mostrado fehacientemente la gravísima crisis que han sufrido en los últimos años.

Esas “teorías”, en primer lugar, no hacen más que embellecer al imperialismo, a nuestra situación de país dependiente: van contra toda la realidad que muestran las estadísticas en el llamado deterioro de los términos del intercambio y de toda la lógica del sistema capitalista imperialista, que es un sistema de opresión y saqueo de los países dependientes. Esas “teorías”, en segundo lugar, embellecen también a los monopolios de comercialización e industrialización, que aunque paguen poco siempre estarían pagando sobre el costo de producción y de lo que se apropian en todo caso es de una parte de esa renta diferencial, porque la mayor producción proviene de que las tierras son mejores en calidad o distancia del mercado y no de la superexplotación de los obreros rurales y aparceros y no de la opresión de los campesinos pobres y medios, y de los arrendatarios y contratistas en general. Esas “teorías”, en tercer lugar, pero no menos importante, embellecen además a los latifundistas que, por tener el monopolio de la propiedad de las mejores tierras y también de las peores que pueden ponerse en producción cuando las condiciones del mercado lo permiten, condenan a los verdaderos productores del campo a esa mayor explotación y opresión. Porque según esas “teorías” de la renta diferencial, las mayores rentas de los terratenientes provendrían fundamentalmente de la mejor calidad o ubicación de sus tierras, de los mayores precios del mercado con relación a los costos de producción, y no del mayor sudor de los verdaderos productores del campo, que siempre estarían ganando lo que se merecen y si no que se embromen “por brutos” y trabajar por un salario menor que el que necesitan o romper sus máquinas en campos ajenos.

Para terminar con esta situación no queda otra que ir a la raíz del problema que está en el latifundio. Y esto solo se puede resolver con una profunda reforma agraria que garantice tierras suficientes, según las zonas y tipos del cultivo, a todos los pequeños y medianos productores que hoy no tienen suficiente tierra para producir, a las mujeres y jóvenes campesinos sin tierra, a las comunidades originarias, a los obreros rurales y a todos los desocupados que quieran trabajar la tierra. Hay tierra suficiente en la Argentina para esto; los verdaderos productores del campo saben dónde está; de su organización y unidad para este objetivo de la reforma agraria, depende que lo consigan en unión con todo el pueblo argentino que también sufre por esa opresión latifundista. Y de la unidad de todos los trabajadores del país depende además que todos juntos podamos terminar no solo con la lacra del latifundio sino también con la dependencia del imperialismo, cuyos monopolios explotan y oprimen a todos: explotan y oprimen al país en su conjunto, con la complicidad de los latifundistas y monopolistas intermediarios de aquí adentro.

 

Hoy N° 1937 02/11/2022