Hace unos meses fue asesinada por su marido Nancy Ruiz junto con sus hijos en Tucumán. Las denuncias por ella realizadas nuevamente cayeron en el vacío de responsabilidad de la Justicia de nuestra provincia.
No podemos decir en este caso que la víctima no denunció, situaciones que son comunes en esta terrible trampa de la violencia doméstica; la víctima sí denunció y lo hizo según informes periodísticos en múltiples oportunidades.
Entonces sería oportuno preguntarse, ¿por qué no se les cree a las mujeres cuando declaran ser agredidas? ¿Por qué se considera que son hechos cotidianos y menores estos tipos de denuncia? ¿Por qué la justicia no actúa rápidamente frente a las denuncias realizadas?
Quizás porque muchas levantan la denuncia luego de hacerla, quizás porque su palabra no tiene fuerza de ley, quizás porque son subestimadas e ignoradas. Las mujeres que sufren esta situación pierden su capacidad de respuesta y caen muchas veces en situaciones de suma dependencia de los agresores. Pero esto no ocurrió en este caso. Nancy sí denunció.
Lo cierto es que esta tragedia podría haberse evitado si el Estado provincial contara con servicios adecuados que prevengan la violencia contra las mujeres, sostengan tratamientos prolongados a las víctimas de violencia y encuentren lugares apropiados de atención a golpeadores. Si la Justicia hubiera actuado frente al pedido de Nancy Ruiz y su familia, sí hubiera habido respuesta hacia el asesino para que frenara su furia y su enfermedad.
Paradójicamente este hecho ocurrió el 8 de marzo, Día internacional de la mujer trabajadora, cuando miles de mujeres en todo el mundo levantaban su voz contra la opresión y la discriminación y las páginas de los medios de comunicación dieron nuevamente testimonio del horror que sufren miles de mujeres dentro de sus casas, víctimas del acoso y el terror.
El porqué de esta violencia
Esta tragedia como muchas otras similares, recorren nuestro país y nos imponen la necesidad de salir a denunciar, organizarnos y luchar para parar la violencia contra las mujeres.
Miles sufren la agresión y la violencia casi siempre con total impunidad y es necesario desocultar las causas más profundas que sostienen este estado de cosas.
La sociedad patriarcal se fue adaptando a la sociedad dividida en clases. En cada momento histórico adecuó este tipo relación de subordinación a sus necesidades, imponiendo una organización en la que se mantiene la opresión hacia las mujeres. En ella se les asigna un lugar, una función específica, la de principal responsable de la crianza y educación de los hijos y las tareas de la casa, y se impone un modelo basado en la jerarquía, la subordinación y la sumisión, que reproduce en la familia el modelo de dominador-dominado y somete al más débil.
Producto de este estado de cosas miles de mujeres soportan la violencia en sus hogares, son golpeadas, violadas, humilladas, asesinadas, en silencio y muchas veces sin que nadie lo sepa.
Esta relación de opresión no es natural, sino que es histórica y social y por lo tanto es posible cambiarla.
La violencia basada en la opresión de género está naturalizada en nuestra sociedad, que tiende a disculpar y a presentar a los agresores como locos o a concebir estas muertes como crímenes pasionales.
Es necesario pensar estos hechos, en un contexto más amplio de relaciones de dominación sobre las mujeres, relaciones naturalizadas de esta sociedad patriarcal en sus múltiples mecanismos de violentar, silenciar y permitir su impunidad, atravesada por prejuicios y representaciones sociales que culpabilizan a la mujer.
Cuando golpean a una mujer siempre se dice que ella debe soportar eso porque es responsable: “qué habrás hecho para que te pegue” es algo que tristemente se reitera siempre en todas las formas de violencia, donde la víctima termina siendo la responsable de las agresiones que recibe. En consecuencia se tiende a que deba soportar abusos y golpes, delitos que quedan impunes bajo un manto del silencio.
Enfrentar la violencia doméstica
En los últimos años las mujeres hemos hecho experiencias importantes que han permitido avanzar en la lucha para que ninguna mujer sea golpeada jamás.
El hacer público lo que estaba oculto, plantear el debate en los movimientos de masas, organizarnos acompañando a las mujeres víctimas de violencia doméstica y luchando para exigir al gobierno que se tomen medidas, vamos recorriendo el camino para pararle la mano a los golpeadores.
El Encuentro Nacional de Mujeres nos ofrece todos los años aprender de otras. De las formas en que en cada lugar del país se llevan adelante nuevas experiencias y a debatir estas iniciativas que se han realizado en estos años. De nosotras depende poder generalizarlas gestando espacios para el debate y experiencias de lucha que nos vayan mostrando los mejores caminos para avanzar en terminar con la opresión de las mujeres junto al conjunto del pueblo.
Silbato versus silencio
Nuevamente las mujeres tucumanas hicimos un silbatazo oponiéndolo al silencio que recorre cada hecho de violencia contra las mujeres en nuestra provincia. Hace pocos días fue asesinada en la Escuela Normal de Monteros una joven estudiante de 19 años. Emilse Nieva había roto su noviazgo hace varios meses porque él era violento, pero la impunidad dio lugar a que la asesinara a la vista de todos sus compañeros. Todos los días nos despertamos con noticias que muestran esta realidad.
Las jóvenes universitarias organizándose para viajar al Encuentro junto a la Casa de las Mujeres Norma Nassif y la Escuela de Psicología Social, decidieron nuevamente denunciar en la calle los abusos de las que son víctimas, con la consigna Cuando una mujer dice no es no, y basta de silencio.
Junto con esta iniciativa lanzamos la campaña por una ley de emergencia contra la violencia sexual, y de esta manera nos sumamos a la campaña que comenzaron las jujeñas. Muchas personas se acercaron a firmar y a debatir la situación que atravesamos las mujeres. Al mismo tiempo esta jornada tuvo una importante repercusión en los medios televisivos, radiales y escritos.