—Eugenio ¿cuáles considerás que fueron los aportes más destacados de Marx para la lucha revolucionaria y en el terreno de las ciencias sociales?
—Como ninguno de nosotros, Marx no nació ni revolucionario ni comunista, aunque para entonces ya existían movimientos revolucionarios en los que habían germinado ideas avanzadas para esa época. A través de las relaciones de su padre, de familia religiosa judía convertido al protestantismo luterano, en su adolescencia tuvo conocimiento de la situación de los campesinos viticultores del valle del Mosela, en Alemania, y sus relatos sobre las guerras campesinas anteriores en las que emergió el luteranismo. Tras terminar el bachillerato en su ciudad natal fue enviado por su padre a la Universidad de Berlín, donde conoció la filosofía idealista de Hegel, vinculándose en forma militante con los llamados hegelianos de izquierda (Ludwig Feuerbach) que se inclinaban hacia una crítica materialista de la sociedad, planteando la necesidad de unir la lucha teórica con la lucha política, práctica. Allí comenzó su relación con Federico Engels, con quien compartiría su actividad teórica y práctica hasta su muerte, guiado por lo que escribiera en su Tesis sobre Feuerbach Nº 11: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo” …
Participó en los movimientos revolucionarios y levantamientos insurreccionales de mediados del siglo 19, integrando en Bélgica junto a Engels la organización secreta de la Liga de los Comunistas, que en su II Congreso realizado en Inglaterra les confió la redacción del Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848. En esa obra se expone por primera vez la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo de la historia humana, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario del proletariado como portador del proyecto histórico mundial de una sociedad sin clases, la sociedad comunista…
Con la tozudez que le imprimían sus convicciones revolucionarias, fue parte activa y fundador junto a Engels de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la llamada Primera Internacional. Junto a ello, con la misma tozudez, se abocó a la crítica de las teorías económicas burguesas descubriendo “también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él”, como señaló Engels en su Discurso ante la tumba de Marx. Así a sus obras anteriores fundantes del materialismo histórico, sumó trabajos como la Contribución a la crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867) que significaron una revolución en la ciencia económica.
Las condiciones de vida en la emigración eran extraordinariamente penosas –como puede apreciarse particularmente leyendo la correspondencia entre Marx y Engels–, que Marx afrontó junto a su compañera de vida Jenny von Westphalen, repelida por su familia aristocrática prusiana. La miseria llegó a pesar de un modo verdaderamente asfixiante sobre Marx y su familia; a no ser por la constante y altruista ayuda económica de Engels, Marx no sólo no habría podido llevar a término El Capital, sino que habría sucumbido fatalmente bajo el peso de la miseria. Además, las doctrinas y corrientes del socialismo pequeñoburgués y del socialismo no proletario en general, predominantes en aquella época, obligaban a Marx a mantener una lucha incesante y despiadada, y a veces defenderse contra los ataques personales más rabiosos y más absurdos, como resumió Lenin en su escrito Carlos Marx, de 1914.
Los sectores más reaccionarios de los terratenientes y la burguesía, y sus ideólogos en general, consideran que el punto máximo del desarrollo histórico de la humanidad es el régimen capitalista por lo que la lucha de clases, si bien puede haber existido en los regímenes anteriores, con el capitalismo habría perimido, haciendo que los planteos de Marx estén caducos, que sean algo propio de “los dinosaurios”, confinados en los ámbitos académicos o en círculos de intelectuales trasnochados. Pero también hay intelectuales de la pequeña y mediana burguesía, e incluso de familias terratenientes (en nuestro caso, por ejemplo, los Braun, Peralta Ramos, etc.), que aportan en ese sentido aislando los textos de Marx –por más que se consideren progresistas destacando “su brillo”– no sólo de la actividad revolucionaria teórico y práctica que les dio origen, sino sobre todo de la actualidad de las luchas de clases y nacionales, en esta etapa del capitalismo monopolista, imperialista. En esto han provocado un particular daño teorías como las del capitalismo dependiente y las del socialismo del siglo 21 que, diciéndose marxistas en realidad revisan sus tesis fundantes en particular respecto de los países dependientes en relación a la necesidad de la dirección del proletariado en la lucha contra el latifundismo y el imperialismo y de destruir los Estados oligárquico-imperialistas para lograr verdaderamente la liberación nacional y social y avanzar hacia el socialismo y el comunismo.
Esta es la realidad que estamos viviendo en el siglo 21 que muestra la vigencia del marxismo, y sigue estallando sobre las cabezas de los beneficiarios o “endulzadores” del “capitalista democrático” de “las aspirinas”, con las cada vez más destructivas crisis cíclicas del sistema. No se trata, por supuesto, de una vigencia “congelada” al siglo 19, sino actualizada con todos los aportes al mismo hechos por Lenin, Stalin y Mao Tsetung al calor de las luchas revolucionarias del siglo 20. Es el marxismo-leninismo-maoísmo, que a los 200 años del nacimiento de Marx tenemos que enriquecer teórica y prácticamente en las luchas del proletariado y de los pueblos y naciones oprimidas en todo el mundo, para acabar para siempre con toda explotación y opresión abriendo camino a la sociedad comunista que Marx ya vislumbrara en el Manifiesto del Partido Comunista y que fue su guía en todas sus obras posteriores, sacando fortaleza de la experiencia de la derrota de la Comuna de París de 1871, como la sacaría Mao Tsetung de la derrota del socialismo en la Unión Soviética en 1956, en la dialéctica de triunfos y derrotas de la historia en cada uno de nuestros países y a nivel mundial.
Hoy N° 2002 13/03/2024