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01 de octubre de 2020

La voracidad de los pocos

La ONU aprobó (09.2015) los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Su tarea central, terminar con el Hambre y la Pobreza hacia el 2030. Desde el año pasado se admite que dichas metas son incumplibles. Mucho menos ahora, detonada la pandemia.

Los números son contundentes. La FAO informa que en el Mundo hay 800 millones de hambrientos. Según Médicos Sin Frontera, tan solo en los países que asisten mueren por desnutrición 3 millones de chicos al año. No menos del 25% de la población mundial son pobres. Seguramente muchos más si se aplicaran criterios estadísticos más rigurosos. Hasta los países más desarrollados detentan grandes bolsones de su población bajo tal situación.

Si, además, habláramos de desocupación, trabajo precario, refugiados y migrantes por conflictos bélicos o colapso alimentario conformaríamos un oprobioso cuadro de desigualdades e injusticias.

 

El buen pastor

Thomas Malthus produjo su “legado” en la Inglaterra de principios del XIX. Un prelado protestante con ínfulas de economista y demógrafo… Malthus desplegó sus teorías para servicio de los sectores dominantes de su época.

Para Malthus el crecimiento de la población mundial, inexorablemente, agotaría la capacidad del planeta para alimentarnos. En consecuencia correspondía adoptar urgentes medidas. No para aumentar la oferta de bienes y comida sino para achicar el número de los demandantes. “Afortunadamente” las guerras, epidemias, hambrunas, sequías o inundaciones, terremotos, hacen el trabajo sucio. Lo que no quita que haya que complementarlo toda vez que siga habiendo “demasiada” gente.

La solución Malthus era bastante manejable ya que los excedentarios estaban concentrados en un único segmento social: los de abajo.

Su brutal franqueza está expuesta en esta cita:

“Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra). En el gran banquete de la Naturaleza no se le ha reservado ningún cubierto. La naturaleza le ordena irse y no tarda mucho en cumplir su amenaza.”

 

Los que sobran

Malthus tuvo en vida su momento de fama. Hizo campaña contra las llamadas leyes de pobres. Una tradicional institución inglesa que paliaba (bastante poco) las duras condiciones de vida de los desposeídos de la ciudad y del campo. Y contribuyó a su sustitución por un régimen cuasi carcelario.

Marx y Engels pulverizaron sus tesis. Un fraude para “justificar” sus preconceptos. Sobraban las razones para suponer que el crecimiento poblacional sería satisfecho por los avances científicos y tecnológicos. Por lo tanto, cualquier restricción a la oferta de bienes habría que atribuirla a la oprobiosa naturaleza del capitalismo.

 

La deriva del malthusianismo

En estos 200 años la historia ha sido dura con Malthus. Bastante de lo que predijo ocurrió. Pero nunca por las razones que adujo. Crisis de todo tipo han castigado a la humanidad. En uno u otro momento hemos soportado el embate de las 10 Plagas. Y venimos sobreviviendo a las mismas.

Sobradamente demostrada su sinrazón. Pocos se ufanan de ser sus discípulos. Pero la implementación de sus enseñanzas está a la orden del día.

 

Al mundo le falta un tornillo…

Todo anda acelerado. Pero la unidad de tiempo no es el minuto. Es el signo $. El Imperialismo usurpa las inmensas oportunidades que conlleva el progreso. Y deniega el usufructo de la naturaleza y los avances científico-tecnológicos a las grandes mayorías.

Un insignificante puñado de poderosos acumula porcentajes obscenos de la riqueza mundial. La injusticia e irracionalidad está en todo. Hay record de desocupación, y aún así los monopolios buscan reemplazar laburantes por robots. Hasta se proponen camiones sin conductor. Perversa “imaginación”.

La especulación financiera manda sobre la producción de bienes. El “humo” prevalece sobre los fierros. Una mesa y 10 teléfonos (Mercado Libre) es más valiosa que campos petrolíferos, refinerías, barcos y oleoductos (YPF).

Destruyen lo que tocan. Nuestra Tierra y sus recursos están expuestos a una depredación nunca vista. A diferencia de otras épocas, hoy disponemos de capacidad de fuego para inflingirle un daño duradero.

Con este telón de fondo, ¿habrá quien crea que se puedan esperar correcciones a semejante estropicio por parte de los victimarios?

 

Sobre llovido, mojado… la pandemia

Una crisis MAYOR. Sin visos de amenguar. Indiferentes a los costos (de todo tipo)  las potencias imperialistas, redoblaron su rutina de explotación de sus propios pueblos y expoliación del Mundo entero. Se patotean entre sí para quedarse con cada mercado, fuente de materia prima, plaza estratégica en cada rincón del planeta. Azuzan guerras locales y luego condenan a los desplazados a deambular por el Mundo o ahogarse en el Mediterráneo.

 

Sobra comida… falta comida

Desde hace décadas hay producción de alimentos como para saciar las necesidades de más de 10 mil millones de personas. Somos 7.700 millones y 800 millones pasan hambre. De mínima, algo anda muy mal. Nuestra Argentina produce carne, vegetales y sus procesados como para alimentar a 10 poblaciones como la nuestra. Pero no nos quita de tener desnutridos.

¿Qué fuerza tan poderosa actúa para que esa sobreoferta no llegue a quienes la necesitan? A los sectores dominantes, a los grandes mercaderes no les preocupa la gente sino sus ganancias.

La ONU calculó en 160 dólares (al año por cada pobre) el costo de terminar con la Pobreza al 2030. Pero el Poder jamás pensó realmente en erradicar la pobreza. Su objetivo es terminar con los pobres. Reaparece el viejo Malthus en todo su esplendor.

 

Consumo y consumismo

El hombre prehistórico estaba “completo” si contaba con su cueva y rondaba por las cercanías algún mamut. Los estándares han cambiado. ¿Cuáles pudieran ser los mínimos requerimientos actuales? Un techo. Comida y agua potable. Un trabajo. Abrigo, Calzado. Educación. Salud. Esparcimiento. Una heladera y un televisor. Tierra. Porqué no un automóvil. Todo ello sería posible en una sociedad que, tan siquiera, garantizara igualdad de oportunidades. Varios de estos son derechos naturales, intrínsecos a la condición humana. Y resguardados por la Constitución. No los vemos muy preocupados a nuestros “republicanos” por tamañas violaciones a la Ley suprema.

El omnipresente capitalismo corrompe la categoría de necesidad al propender al consumo más allá de toda necesidad genuina. Un Becerro de oro al que adorar.

Los comunistas tenemos como meta que, tras dar de sí todo lo que pueda, cada cual reciba lo que necesita. Que no es lo mismo que otorgarle todo lo que pueda querer. Probablemente, 10.000 años después de triunfada la revolución (al decir de Mao) lo que el hombre necesite o quiera sea sustancialmente lo mismo. Pero ello no es así en nuestra actualidad.

La verdadera libertad de querer está restringida a una ínfima minoría. La fiebre consumista es un virus inoculado a amplias capas de la población y orientado a mantener recalentada la circulación mercantil.

 

La depredación del medio ambiente

La inmensa mayoría de los bienes que consumimos no son otra cosa que naturaleza transformada por el trabajo. Por lo tanto todo consumo impacta en la naturaleza.

Siendo que unos pocos se quedan con la parte del león en eso de consumir a ellos les cabe la principal responsabilidad en el ataque contra nuestro Habitat. Socializan las culpas cargando sobre las mayorías los efectos de la sobreexplotación y devastación de la naturaleza. El cínico Bolsonaro atribuyendo a los originarios de la Amazonia los criminales incendios. Un tradicional festival para la deforestación practicado por los medievales façenderos.

 

El Club de los 10 millones y Macri

En Holanda funciona el Club de los 10 millones. Su declaración de principio: “trabajar para la preservación de la calidad de la vida de todos los habitantes legales en Los Países Bajos”. Repárese en la nada inocente inclusión de la palabra legales. Los muchachos del Club han fijado en 10 millones el número tolerable de holandeses. Para no sobrepasarlo se plantean un minucioso Programa clasista y racista. Podemos imaginarnos hacia dónde apuntan. El pequeño detalle es que los Países Bajos hoy cuentan con 17 millones de habitantes.

 Es probable que Macri no sepa de la existencia de estos clubistas. Pero comparte punto por punto dicha filosofía. Gobernó para un número mágico de gobernables. ¿Cuántos serían? Probablemente unos 15 millones. Los sobrantes solo contamos a la hora de pagar los ajustes. Así funciona el mundo para Ellos.

 

Que venga un mecánico…

Al mundo le falta un tornillo, Que venga un mecánico Pa’ ver si lo puede arreglar. Julio Sosa está en lo cierto. Grandes sectores populares lo saben. Y también los poderosos que curándose en salud trabajan para desunirnos mientras siembran, no sin éxito, el veneno del posibilismo. Procuran por todos los medios apocarnos en nuestros reclamos.

Se proponen convertir a la propia pandemia en un brutal mecanismo de ajuste global. Abaratar la mano de obra. Y descartar a los “inviables”. Todo ello tanto y tan rápido como se pueda. El factor de dificultad es la rebeldía creciente ante la arrogancia de los de arriba.

El mecánico existe. Ya ha dado sobradas muestras de su capacidad para arreglar los estragos que nos ocasionan los poderosos. Y terminar con las profundas injusticias.

Los sectores populares estamos protagonizando grandes luchas. El heroico papel de los movimientos sociales para mitigar las consecuencias de la pandemia. La crucial batalla por la Ley de Tierra, Tierra y Trabajo.

Tomemos debida cuenta de la agresividad de los derrotados en las elecciones. El macrismo fuerza la mano. La resistencia al Aporte extraordinario sobre las grandes fortunas es toda una definición. Para nada sorprendente. Trump pagando U$S 750 por todo un año de impuestos. En el vocabulario de Ellos no existe la palabra solidaridad. Y esta calaña habla de expropiación…

No abandonamos ni una sola de las tareas y reivindicaciones inmediatas. Ni desconocemos que detrás de cada denegación de derechos está la mano de quienes pretenderán usar la pandemia descargando sus efectos sobre Nosotros.

Conocemos su poder de daño. Pero los imperialismos, las oligarquías, los burgueses intermediarios son vulnerables. Una lucha larga que precisa de la unidad de Pueblo (proletarios, campesinos, sectores medios) con la mayoría de las Naciones del mundo.

Y en nuestro país afianzar el Frente Único contra la gorilada golpista.

 

Escribe Sebastián Ramírez