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17 de junio de 2015

Aparte del endeudamiento en dólares de más largo plazo (Club de París, Repsol, Ciadi, bonos Kicillof y de las provincias, etc.), el gobierno kirchnerista sigue acumulando una deuda impresionante en pesos de corto plazo.

Las “bombas” de Cristina

Montadas sobre una impresionante bicicleta financiera

La semana pasada el gobierno kirchnerista volvió a emitir Bonos del Tesoro Nacional (Bonac) con vencimiento a mayo, julio y septiembre de 2016, sumando otros $5.929 millones.

La semana pasada el gobierno kirchnerista volvió a emitir Bonos del Tesoro Nacional (Bonac) con vencimiento a mayo, julio y septiembre de 2016, sumando otros $5.929 millones.
Es la quinta emisión de los Bonac que hace el Gobierno, luego de que en las cuatro colocaciones anteriores obtuviera en el mercado local unos $ 19.800 millones, con los que ya lleva algo más de $25.700 millones de estos nuevos bonos. Sólo con esto le genera al próximo gobierno un pasivo que, además de tener que devolver ese capital en un plazo que va de 11 a 16 meses, deberá hacerse cargo del pago de la mayor parte (algo se cancela antes por ser de pagos trimestrales) de los $7.400 millones reconocidos por intereses, teniendo en cuenta las tasas de 27% promedio convalidadas en las subastas.
A este “festival de bonos” de corto plazo hay que sumar el enorme pasivo que se le sigue cargando al Banco Central que ya llega a los $325.000 millones, con las Letras también de corto plazo emitidas para absorber el excedente de pesos “adelantados” al Tesoro, también con tasas cercanas al 27%, que implican otros $80.000 millones anuales más en intereses. Todo para mantener el dólar prácticamente aquietado y permitir al sector financiero hacer una enorme ganancia, cubriéndose de una eventual devaluación con las compras de dólares a futuro a un precio hoy por debajo del paralelo.
Para asegurar a los especuladores que no habrá una devaluación brusca del peso en el corto plazo, el Banco Central continúa brindando, a quien quiera comprarlo, un seguro de cambio cada vez más barato. Así la semana pasada vendía dólares a marzo de 2016 a un precio de $10,90 apuntalando la estabilidad del paralelo (sigue en torno de $12,60) y la idea de que un salto fuerte del dólar no forma parte de su calendario. Total, si el dólar sube más, el costo lo deberá pagar el próximo gobierno y eso parece no preocuparle al gobierno de Cristina Fernández.
Esta especulación de corto plazo también se traslada a los depósitos a plazo fijo en los bancos cuyo stock, en números de un informe de la consultora Ecolatina, desde diciembre subió 26,5% y en mayo se aceleró al 35,5%. Pero el dato más significativo es que el 80% del incremento correspondió a depósitos menores a 90 días y, entre éstos, la mayor parte a 60 días o menos. 
El aumento de los depósitos a plazo fijo se debe principalmente al aumento de las tasas de interés que el Banco Central les impuso a las entidades financieras, con el evidente propósito de correr la demanda de dólares hacia las colocaciones en pesos. Pero a su vez está claro que aún los depositantes llamados minoristas están optando por los plazos más cortos. Lo que revela que aunque las tasas cercanas al 23% sean inferiores a la inflación real, muchos han resuelto aprovecharlas, pero sin arriesgar demasiado como lo prueba, en simultáneo, la caída de las colocaciones a un año.
Es decir que también los ahorristas calculan recoger alguna ganancia antes de las elecciones y pegar el salto al dólar cuando crean que ha llegado el momento. Ya que el “dólar quieto” es otra “bomba de tiempo” que se acrecienta con la bicicleta financiera, aunque no estalle durante este gobierno.
De esta manera el ministro Axel Kicillof y Alejandro Vanoli, el jefe del Banco Central, han logrado contener al dólar apelando a una bicicleta financiera clásica, con las recetas neoliberales del tipo de la “tablita” de Martínez de Hoz bajo la dictadura o la Convertibilidad de Cavallo en los gobiernos de Menem y De la Rúa. Para los bancos y grandes operadores el negocio son letras del Banco Central y bonos del Tesoro Nacional, que pagan entre el 26 y más del 27% anual. Nada parecido a la inflación que cuenta el Indek y menos, al esquema de tasas bajas para alentar la producción del “relato” de Kicillof.
Así se explica que el año pasado las ganancias promedio de los bancos subieran nada menos que 57% respecto de 2013, algo que ni en Tanzania se logra. Y la mayor parte de semejantes utilidades surge de la tenencia de títulos públicos, que aumentó 106% en el año –350% desde 2008– y ya representa casi la mitad de todos los préstamos del sistema.