Bolsonaro estuvo a muy pocos puntos de triunfar en primera vuelta, y casi seguramente ganará en la segunda, a realizarse el 28 de octubre.
El marco en el que se realizan las elecciones es el de la peor crisis económica de la historia de Brasil desde la de 1930, con una caída del PBI de aproximadamente el 7% entre 2015 y 2016, y una mínima recuperación del 1% durante el 2017. Esta caída se hace notar en el así llamado ABCD, el cinturón industrial que rodea San Pablo, con cierre o achicamiento de numerosas empresas, y brutal crecimiento de la desocupación. La desocupación alcanza 13,8% de la población económicamente activa.
Bolsonaro, él mismo militar retirado, lleva en sus listas a numerosos militares, entre los que se destaca el candidato a la vicepresidencia, el general retirado hace sólo un año, Hamilton Mourão. Poco antes de retirarse, planteó la posibilidad de una intervención militar directa en Brasil. Pero además el comandante del Ejército, general Eduardo Villas Bôas, realizó declaraciones ambiguas, que se pueden entender en el mismo sentido. Los crímenes de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1984 nunca fueron juzgados. Mourão sostuvo que “los derechos humanos son para humanos derechos”.
Recordemos que Temer, el presidente de Brasil desde que Dilma Roussef fuera destituida mediante un golpe institucional en el 2017, ya había decidido una intervención militar directa en las favelas de Río de Janeiro. El general Walter Souza Braga Neto, pasó a tener bajo su mando a la policía, los bomberos y a las penitenciarias. En ese momento Eduardo Villas Bôas, pidió “garantías jurídicas” para que sus soldados no fueran juzgados en ninguna ocasión por la justicia ordinaria y sólo por el Foro Militar.
Bolsonaro, además de su conocidas posiciones machistas, homofóbicas, misóginas, racistas, defiende la tortura, y ha exaltado al capitán Machado, muerto hace poco tiempo, torturador durante la dictadura militar, entre otros, de Dilma Roussef. Plantea mano dura contra la delincuencia, y muchos de sus seguidores hacen el gesto de disparar con un arma como símbolo de su posición. La delincuencia ha aumentado en Brasil de la mano de la crisis y el narcotráfico. Unas 63.000 personas murieron en Brasil durante 2017.
En su programa plantea abiertamente privatizar el gas natural, y otros activos públicos no estratégicos, para aplicar esos recursos para reducir la deuda pública y consecuentemente reducir los intereses de la deuda. Garantizar la estabilidad macroeconómica buscando el equilibrio fiscal en el primer año de gobierno y el superávit fiscal en el segundo año de gestión. Instrumentar el libre mercado. Reducir los impuestos y cortar la burocracia.
La gran burguesía brasileña, con centro en San Pablo, prefería como candidato a Alckmin, que los representa directamente, pero ante el escaso apoyo de este candidato en las encuestas, se ha inclinado por Bolsonaro. En esto ha tenido incidencia el nombramiento como asesor económico de Paulo Guedes, economista entrenado en la Universidad de Chicago. Un “Chicago boy”, diríamos. Guedes es banquero y accionista de Br. Investments, propietaria de varias compañías minoristas. Ha sido partidario de privatizar todas las empresas estatales brasileñas, incluyendo Petrobras. Guedes había sugerido reimponer el impuesto a las transacciones bancarias, y Bolsonaro lo desmintió rápidamente. Las poderosas iglesias evangélicas de Brasil han manifestado también su apoyo a Bolsonaro.
Otro hecho significativo de la elección ha sido la alta abstención, que llegó al 20.3 % , equivalente a casi 30 millones de electores. Si se le suman los votos en blanco 2,65 % , o sea 3,1 millones y los nulos, 5,14%, o sea 7.2%, suman en total más que los votos a Haddad. Ocuparían el segundo lugar. La cifra de votos en blanco, abstenciones, etc., es significativa en el estado de San Pablo, el más industrializado del país. Muestra un sector cada vez más amplio de la población que no se ve representado por ningún candidato, y más precisamente muestra un rechazo no organizado al sistema mismo. No organizado porque nadie llamó a votar en blanco.
En cuanto a Haddad, recordemos que el gobierno de Lula fue sostenido por una alianza, integrada por el PT, el PCdoB, y el PMDB, partido Movimiento Democrático Brasileño. Temer rompió la alianza, y él y su partido, el PMDB, fueron sostenidos por las clases dominantes de Brasil a pesar de todas las denuncias de corrupción y sobornos en su contra. Lo necesitaban para hacer el trabajo sucio de imponer la reforma laboral, que fue votada, y la reforma jubilatoria, que todavía no lograron hacer pasar. La reforma laboral modifica la normativa de 1943 y deja en manos de los trabajadores y no de los sindicatos la negociación salarial, además de reducir las obligaciones patronales y evitar la justicia laboral. También se incluye un régimen de tercerizaciones.
Lula fue acusado de sobornos en Petrobras, y detenido. A pesar de innumerables manifestaciones de apoyo y medidas judiciales, no se permitió que fuera candidato. Ya el gobierno de Dilma Roussef aplicó una serie de medidas de ajuste antipopular como reacción a los efectos de la crisis internacional y los problemas estructurales de la economía brasileña. Estos problemas fueron agravados por una prolongada sequía.
Jugaron un papel en la situación política de Brasil, los escándalos de corrupción que irrumpieron a partir del caso Odebrecht, caso que también golpea a empresas vinculadas al macrismo en nuestro país. Allí también la corrupción mató, como ocurrió con derrumbes de puentes y otras obras, especialmente relacionadas con el Mundial de Fútbol de 2014. Quedaron a la luz las coimas millonarias que empresas de la construcción, particularmente Odebrecht, Camargo Correa, Andrade Gutiérrez, OAS, que actuaron cartelizadas, es decir, de acuerdo, para repartirse fabulosos contratos de la petrolera, pagaron a funcionarios del gobierno.
Desde ya que los trabajadores y el pueblo brasileño realizaron innumerables expresiones de lucha contra la situación económica y social, de un nivel que no se conocía en Brasil, país que no tiene la tradición de la Argentina de movilizaciones callejeras. Estas luchas comenzaron en el 2013. Pero nunca hubo un centro coordinador, y la principal central obrera, la CUT, se mantuvo en la defensa del gobierno del PT. Las ocupaciones de tierra fueron detenidas por la dirigencia afín al PT del MST (Movimiento de los Sin Tierra).
A su vez, los sectores de izquierda revolucionaria plantearon la lucha contra el ajuste, y para salir de la crisis la necesidad de una reforma agraria popular, de impuesto a las grandes fortunas, control popular de los medios de comunicación, cárcel para todos los corruptos, resolver los grandes problemas de vivienda, salud y educación de las masas populares. Pero estos sectores son aún demasiado pequeños, aunque como sabemos, pueden crecer rápidamente.
Escribe Irene Alonso
Hoy N° 1738 10/10/2018