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28 de mayo de 2019

1969-2019/ 50 años del Cordobazo

Las enseñanzas del Cordobazo siguen vigentes

El 29 de mayo de 1969 se rebelaron las masas obreras, estudiantiles y populares de Córdoba, enfrentaron y derrotaron a las fuerzas policiales de la dictadura del general Onganía, y se adueñaron de la ciudad. La resistencia siguió toda la noche y el día siguiente, cuando el Ejército recuperó la ciudad a sangre y fuego.

Como consecuencia del Cordobazo cayó el gobernador Caballero y la dictadura quedó herida de muerte. Pero el Cordobazo fue más allá: alumbró el camino de la revolución en la Argentina. Las masas con sus asambleas y cuerpos de delegados, con su democracia directa, pasaron por encima del plan de hacer un acto pacífico frente a la CGT, acordado por la otra ala de la dictadura, la de los generales Lanusse (jefe del Ejército) y Carcagno; acordados con el PC, parte de la dirección del peronismo y el radicalismo, y dirigentes sindicales como Torres (Smata), y combativos como Tosco y Atilio López. Pasaron por encima y escribieron su propio libreto, sacudiendo el sistema hasta los cimientos.
Al Cordobazo lo parieron los trabajadores con sus cuerpos de delegados. Lo parieron con el resurgimiento del clasismo, y el PCR, con su línea de masas, “de ganar su conciencia pero también su corazón” (Otto Vargas, ¿Ha muerto el comunismo?). Y una política unitaria con la combatividad de amplios sectores peronistas que querían el regreso de su líder, con los curas del Tercer Mundo, con una nueva izquierda influida por la Revolución Cubana y el Che. Con esa línea, el PCR fue empalmando y ganando posiciones en el clasismo obrero y el combativo estudiantado.
La clase obrera, particularmente la de las grandes empresas mostró su enorme potencial para unir en torno suyo al conjunto de los sectores oprimidos de la sociedad en la lucha de calles.

Como señaló entonces Otto Vargas, fue un borrador, un boceto insurreccional. Lo fue por el papel que jugaron los cuerpos de delegados en la decisión, la preparación y la organización de las columnas. Por la preparación y la diversidad de formas de combate en esa lucha de calles. Sobre todo, por la decisión y el coraje de las masas para enfrentar y derrotar a la represión policial y resistir al Ejército. Y lo que ocurrió superó todo lo que habíamos preparado y soñado.

El mundo, la Argentina, el movimiento obrero y los demás sectores populares cambiaron. Junto a los trabajadores ocupados, en especial en las grandes concentraciones, creció un poderoso movimiento de desocupados y precarizados, y una fuerte organización de los jubilados y mayores. El campesinado, los originarios, las mujeres, los jóvenes fortalecen sus organizaciones. Con nuevos y viejos actores la Argentina sigue siendo un país en disputa por varios imperialismos. Hay una nueva izquierda, y un fortalecido PCR. Por eso, las enseñanzas del Cordobazo siguen vigentes.

Dos planes
El gobierno armó un doble cerco policial. Uno protegiendo el casco de la ciudad y otro el microcentro. Le pidió a Onganía que ordenara el ingreso del Ejército, pero Lanusse le contestó que iba a esperar el desarrollo de los hechos.
Onganía tenía una política proyanqui. El plan de Lanusse era voltearlo, asumir la presidencia y centrar la economía en la exportación de carnes y granos a la Unión Soviética. El PC decía que Lanusse y Carcagno eran “militares democráticos”. Esa demora en la entrada del Ejército pudo ser aprovechada por el pueblo.

Gody Alvarez había estudiado Córdoba desde el punto de vista insurreccional: las cuatro grandes empresas rodeando la ciudad, las concentraciones estudiantiles, y los barrios combativos de las masas más pobres. Por eso, las Agrupaciones 1° de Mayo (hoy CCC), el Faudi (hoy CEPA) y el PCR, discutieron en asambleas y cuerpos de delegados dos cosas: la preparación para la lucha de calles y un recorrido de las columnas que facilitara la concentración de las masas y la unidad obrera, estudiantil y popular. El PC, el trosquismo y otros, querían una jornada de activistas.

El detonante del Cordobazo fue la decisión de la dictadura de eliminar el “sábado inglés”: trabajar cuatro horas y se cobraban ocho horas. No había paritarias, los salarios estaban congelados y estaba prohibida la actividad sindical y política. Lo que unió a las masas fue el odio a una dictadura reaccionaria y entreguista.

Miles se prepararon para la lucha de calles en las fábricas, las pensiones estudiantiles y los barrios, durante una semana: bolones de rulemanes para enfrentar “la Montada” (los caballos se caían al pisarlos), bolsas de miguelitos para pinchar las gomas de los patrulleros, molotovs en cantidades incontables y piedras en lugares donde iba a darse la pelea. A las 10 de la mañana del 29, miles de trabajadores abandonaron sus fábricas marchando hacia la ciudad. El paso de las columnas ayudaba al abandono frente a las presiones patronales.

La IKA-Renault y Dinfia
Los obreros de la IKA-Renault fueron la columna vertebral del Cordobazo. Arrancaron 6.000 del turno mañana, se sumaron metalúrgicos y de otros gremios. Derrotaron a la policía y llegaron a la Ciudad Universitaria, donde se sumaron miles de estudiantes, en un hecho muy emotivo, coreando la consigna: Obreros y estudiantes, unidos adelante.

Pelearon en la Plaza La Paz y se siguió hasta la vieja Terminal de ómnibus y el cruce de las avenidas Veles Sarsfield y San Juan, donde se generalizó el combate. Se sumaron estudiantes de las pensiones de Nueva Córdoba y grupos de la zona de La Cañada. Se barricó la avenida mientras se desprendían grupos por las calles laterales, amenazando con encerrar a las fuerzas represivas. En estos enfrentamientos la policía asesinó a Máximo Mena, obrero de la IKA-Renault y estudiante de la Tecnológica. El asesinato multiplicó la combatividad, derrotando a la policía que huyó a sus cuarteles. El odio por el asesinato volcó a la lucha a la población. En la foto de la cabecera de esta columna están los compañeros de la 1° de Mayo y del PCR.

La columna de Dinfia fue muy importante. Pedro Gutiérrez habló en su sección, la más grande de esa fábrica estatal. Lo echaron, confió en sus compañeros y esperó en la puerta. Poco después llegó una columna con 500 obreros en motos (se fabricaban ahí). La encabezaba Dante, delegado de la sección que empujó el abandono. Pedro y Dante eran de la 1° de Mayo y del PCR, fue la primera agrupación clasista del país en la nueva oleada del clasismo. Esa fuerza motorizada sorprendía a la policía con una enorme facilidad de movimientos, aparecía por cualquier lado.

Más columnas
La columna de Perdriel e Ilasa llegó a la ciudad por el lado opuesto a los obreros de IKA-Renault. La represión no esperaba una fuerza masiva y los refuerzos iban a la vieja Terminal, por lo que pudo adueñarse de la zona. Luego participó en el Clínicas y otra parte en el centro. El grupo dirigente de Perdriel se incorporó a las 1° de Mayo y el PCR.
La columna de la zona de Ferreyra también sorprendió. René Salamanca, delegado metalúrgico, integrante de la 1° de Mayo y el PCR, encabezó el abandono y recorrieron la zona sumando otras fábricas, obreros de la Fiat (sus sindicatos no paraban), de GMD y una parte de Luz y Fuerza. Fueron al centro creando un nuevo frente de lucha contra la represión.

Más de 3.000 trabajadores de Luz y Fuerza, junto al grupo de sindicatos combativos, entre ellos la UTA dirigida por Atilio López, marcharon al barrio Clínicas, de casas bajas y pensiones de estudiantes. El choque con la represión fue unido a una amplia “guerra de techos”, desde los que se arrojaban ladrillos y molotovs.

Hubo también una columna de obreros de los talleres ferroviarios. Otra de los mecánicos del turno tarde, que se concentró en el local del Smata y desde ahí marchó a combatir al centro. Y un contingente de estudiantes del Faudi que marchó a los barrios ferroviarios, y junto a los trabajadores se adueñaron de la zona. La masividad y la combatividad de las columnas, apoyadas por el pueblo, enfrentando a la represión desde todas partes, impuso la retirada a sus cuarteles. Pasado el mediodía el pueblo era dueño de la ciudad.

Estábamos con un grupo en pleno centro, se acercó un policía, sacó su pistola y la entregó. “Yo me voy a mi casa muchachos”, dijo. Las radios transmitían en cadena: Estado de Sitio y Tribunales Militares para “juzgar” a “los subversivos”. Recién al atardecer el Ejército se animó a entrar. Ocupó las avenidas que dividen en cuatro a la ciudad. Por la noche disparaban ráfagas de ametralladora. Hubo “francotiradores”, gente que tenía un arma y disparaba al aire, ponía locos a los militares que disparaban a cualquier lado.

Al amanecer el Ejército pasó a rastrillar casa por casa en los barrios más combativos. Hubo resistencia desde los techos del Clínicas y otras zonas, y cientos de presos. Al finalizar el 30, todavía había lugares en manos del pueblo.


Perón y el Che

En la avenida San Juan, pleno centro, un soldado de uniforme pintaba: Perón vuelve. Podía estar de franco, o haber desertado en la noche, como muchos. En una barricada había otros dos soldados de uniforme, peleando junto al pueblo. A los “colimbas” les habían dado balas de fogueo, los suboficiales y oficiales tenían balas de plomo: no confiaban en los soldados.

Tosco, Carcagno y el PC
Poco después del mediodía del 29, estábamos en la avenida Colón y La Cañada, y pasó el Gringo Tosco, llevaba una arma en la mano. Uno le preguntó qué está pasando. Y el Gringo le contestó: “Se nos fue todo de las manos”. El gringo era un luchador, había peleado en el Clínicas con su gente. Pero lo rodeaba el PC, que ocultaba la penetración del imperialismo ruso, presentando a militares como Lanusse y Carcagno como “democráticos”. Eran antiyanquis porque querían cambiar de amo.

Escribe Ricardo Fierro