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02 de octubre de 2013

Las “escuelas laicas”

Crónicas proletarias

Hubo un tiempo en que las principales corrientes del movimiento obrero tuvieron posiciones contrarias a la educación pública dependiente del Estado. Ya desde fines del siglo 19, y con mayor fuerza en la primera década del siglo 20, tanto anarquistas como socialistas tenían una posición de enfrentamiento con los contenidos de la educación pública, que se desarrolló en nuestro país a partir de 1884, con la sanción de la Ley 1420.

Hubo un tiempo en que las principales corrientes del movimiento obrero tuvieron posiciones contrarias a la educación pública dependiente del Estado. Ya desde fines del siglo 19, y con mayor fuerza en la primera década del siglo 20, tanto anarquistas como socialistas tenían una posición de enfrentamiento con los contenidos de la educación pública, que se desarrolló en nuestro país a partir de 1884, con la sanción de la Ley 1420.
Los ácratas y los socialistas recriminaban principalmente los aspectos religiosos, presentes en la educación pública, y todo lo relacionado con la “educación para la patria”, a la que identificaban con el ejército. Recordemos que durante los primeros años del 900, se suceden tanto el recorte del Himno Nacional por parte de Roca, como la obligatoriedad del “saludo a la bandera” diariamente en las escuelas.
Los socialistas impulsaron durante un tiempo, además de distintos cursos en los gremios y en los Centros, instituciones como la Sociedad Luz (que aún subsiste), y las “escuelas laicas” o populares. En estas se dictaban materias homologadas con el programa estatal, junto a “los preceptos científicos y socialistas”, entendiendo que a través de la educación los trabajadores y sus hijos podrían “adquirir conciencia de su situación de clase”. 
A la vez, dentro del Partido Socialista se reiteraban los reclamos a las escuelas públicas, donde “La religión y el patriotismo llenan los textos escolares”, como afirma un artículo en La Vanguardia, del 9-9-1906. “El plan era sencillo. Enfrente de la escuela patriotera y clerical del Estado, levantar la escuela laica, de iniciativa popular, emancipada y libre de todos los sectarismos y perniciosas influencias”, agrega. Luego de enumerar las dificultades que hicieron fracasar el emprendimiento, el articulista se pregunta “¿es la escuela laica de iniciativa privada enfrente de la escuela del Estado, la llamada a resolver en nuestro país, o en país alguno, el grave y trascendental problema de la instrucción primaria?”, y se responde ¿“La instrucción primaria debe considerarse como un servido eminentemente público, elemental y primordial función de todo Estado moderno”.
Este debate, dentro del Partido Socialista, se saldaría en su 9º Congreso, en octubre de 1910. Allí se abandonó oficialmente la tentativa de hacer “escuelas laicas”, reafirmando el camino reformista y parlamentario, con el “ejercicio conciente del sufragio universal”. Digamos también que ese año del Centenario de la Revolución de Mayo, la represión gubernamental cayó también sobre las escuelas populares, cerrándolas.