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08 de febrero de 2017

Las grandes huelgas en Santa Cruz (14)

Crónicas proletarias

 La matanza de obreros patagónicos entre diciembre y enero de 1921, como venimos contando, se decidió en Buenos Aires, aprobada por el gobierno de Hipólito Yrigoyen, y cuidadosamente planificada por el teniente coronel Varela y otros mandos del ejército junto a los grandes terratenientes.

 La matanza de obreros patagónicos entre diciembre y enero de 1921, como venimos contando, se decidió en Buenos Aires, aprobada por el gobierno de Hipólito Yrigoyen, y cuidadosamente planificada por el teniente coronel Varela y otros mandos del ejército junto a los grandes terratenientes.
La huelga se desarrollaba en tres áreas de la provincia de Santa Cruz, con la modalidad de columnas de obreros que hacían base en algunos lugares alejados de las poblaciones, y se abastecían de armas, caballos y víveres incursionando en las estancias. Los contingentes variaban en cantidad, y sus dirigentes principales fueron Ramón Outerelo en la zona de Puerto Santa Cruz, José Font “Facón Grande” en el norte, y Antonio Soto en el sur. 
La columna de Outerelo, que contaba con 400 huelguistas, se encuentra en Puerto Santa Cruz con Varela, tras tomar algunos poblados y la comisaría de Piedra Clavada. Los obreros le presentan su pliego de condiciones –cumplimiento de las condiciones del acuerdo con los estancieros y libertad de los presos–. Varela exige rendición incondicional, lo que Outerelo acepta en asamblea, confiando en que Varela repetiría su accionar negociador de la primera huelga. El trágico resultado: 200 huelguistas fusilados, incluido Outerelo.
La columna dirigida por Facón Grande se divide a mediados de diciembre, tras una incursión a la estancia Los Granaderos. Font se adentra en el territorio, y deja en la zona a sus lugartenientes Albino Argüelles, aquel sobre el que se discute su afiliación al Partido Comunista, y otros lugartenientes. Éstos serán perseguidos por tropas al mando del entonces capitán Elbio Carlos Anaya, y asesinados en las estancias San José y Alma Gaucha, en una cantidad superior a 50 encubriendo los fusilamientos con la tristemente célebre “ley de fugas”. Los mismos partes revelan que los detenidos y fusilados fueron prolijamente saqueados de todas sus pertenencias. Bayer recuerda que en esas estancias las tumbas “son las únicas que han permanecido señalizadas con cruz durante más de medio siglo. Esto habla de la actitud de los obreros rurales que mantuvieron así el recuerdo de sus compañeros asesinados. Particularmente emocionante es el detalle de la inscripción que lleva una cruz —cercana a la enorme roca que sirvió de paredón— grabada rústicamente: “1921. A los Caídos por la Livertá”.
Desconociendo la realidad de lo que ocurría en Santa Cruz, el periódico anarquista La Protesta, el 21 de diciembre titulaba “¡Hurra, bandoleros del Sur!” y terminaba con un “¡Viva el malón libertario!”.