Noticias

02 de marzo de 2017

Las grandes huelgas en Santa Cruz (17)

Crónicas proletarias 256

 Hemos tratado, con las limitaciones de esta columna, de abordar en extenso la experiencia de la huelga de los trabajadores rurales de la Patagonia en 1921, por su relevancia histórica, y porque deja enseñanzas muy importantes para el movimiento obrero y los revolucionarios. Enseñanzas que conservan su vigencia a casi cien años de los hechos. Las huelgas patagónicas cierran un extraordinario ciclo de auge revolucionario que comenzó con la Semana de Enero de 1919, con luchas que hicieron tambalear el sistema oligárquico imperialista. Las clases dominantes respondieron con represiones brutales y matanzas como no se habían visto nunca. Tal era su miedo y su odio.
Es importante conocer las tácticas que se dieron en Santa Cruz, que se salieron de los moldes legales del sistema, como analiza Otto Vargas, como la lucha de líneas entre las corrientes del movimiento obrero. Por esos años estaba la FORA del 9 Congreso con hegemonía sindicalista, cada vez más reformista y la FORA del 5 Congreso, dominada por los anarquistas. El PC trabajaba dentro de la FORA sindicalista, aunque con contradicciones con su dirección. Los anarquistas apoyaron las huelgas patagónicas, aunque como algunos de sus dirigentes reconocen no pelearon la solidaridad del movimiento obrero de Buenos Aires, y mantuvieron una visión distorsionada de lo que estaba ocurriendo. Por eso defendían el “bandolerismo social” y el “malón libertario”. Ese espontaneísmo sería fatal, como ya había ocurrido en la Semana de Enero. La dirección del PC no planteó el apoyo a la huelga dentro de la FORA sindicalista, más preocupada por los debates sobre su alineamiento internacional. 
Un gran tema fue la caracterización del gobierno de Yrigoyen. Confusa para los dirigentes huelguistas, que confiaron en el teniente Varela sin comprender que habían cambiado sus órdenes entre la primera y la segunda huelga, y que esas órdenes venían de la presidencia.
Ni el PC, ni los anarcosindicalistas, estudiaron a fondo la experiencia de las “columnas” de obreros que funcionaron como verdaderos soviets, practicaron la autodefensa armada, la “expropiación revolucionaria”, las decisiones asamblearias. Particularmente el PC –más allá de las pertenencias de algunos dirigentes huelguistas incluido el propio Soto–, no vio que “el movimiento de los peones de la Patagonia utilizó formas organizativas que son propias del proletariado internacional, formas que bocetan la dictadura del proletariado y que volverían a aparecer en la Argentina –muchas décadas después, una y otra vez– al tensarse la lucha de clases” (Programa del PCR).