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07 de diciembre de 2016

Las grandes huelgas en Santa Cruz (7)

Crónicas proletarias

 A fines de febrero de 1921 culmina la primera de las grandes huelgas patagónicas, con la aceptación de un pliego de reivindicaciones por parte de los estancieros. La propuesta, hecha por el gobernador Iza, fue puesta a debate en una multitudinaria asamblea, en la que triunfa la moción impulsada por el secretario de la Sociedad Obrera de Río Gallegos Antonio Soto, de aceptar el “laudo Iza” por 427 votos contra 200 “que quieren seguir resistiendo”, dice Osvaldo Bayer. Los derrotados, encabezados por “El 68” y “El Toscano” se van con la mayoría de las armas y se internan por el territorio santacruceño.
Culminada la huelga, las tensiones recrudecen. Todas las partes difunden su balance, y se preparan para nuevas confrontaciones. El teniente coronel Varela aparece alineado con el gobernador Iza, y con contradicciones con la poderosa Sociedad Rural de Río Gallegos, que lo acusa de “no haberse secuestrado el considerable número de armas que se sabía en poder de los revoltosos” (Edelmiro Correa Falcón en su folleto Los Sucesos de Santa Cruz, 1919 a 1921, citado por Bayer). Aunque, aclara Bayer, Enrique Noya, hermano del entonces presidente de la asociación de estancieros le contó: “Cuando terminó la primera huelga, mi hermano Ibón le dijo en Río Gallegos al teniente coronel Varela: ‘Usted se va y esto comienza de nuevo’ y Varela le contestó: ‘Si se levantan de nuevo volveré y fusilaré por docenas’”.
Los estancieros, promovidos por el ex gobernador Correa Falcón, desconocen el acuerdo en la mayoría de las estancias y vociferan: “Los autores de los crímenes, robo, incendios, etc., y sus cómplices no han sido molestados” (La Unión, 17 de marzo de 1921). 
Los obreros, por un lado salen fortalecidos por el acuerdo, pero al mismo tiempo la Sociedad Obrera sufre el embate de la corriente sindicalista que impulsa la creación de sindicatos que se alejen de la conducción de Antonio Soto. Esto es celebrado por los patrones, que reeditan la contradicción entre “obreros malos”: anarquistas y extranjeros, versus “obreros buenos”: criollos y “patriotas”.
Una curiosidad. En Los vengadores de la Patagonia trágica, obra en cuatro tomos de Bayer, hay un párrafo que no figura en La Patagonia rebelde, resumen en un tomo del propio Bayer. Hablando la “línea dura” que exigían los estancieros, dice: “Y tal vez tenían razón esos patrones, porque la línea contemporizadora radical, de tanto contemporizar y querer arreglar la cosa, iba a terminar en la horrible matanza de meses después” (Tomo 2, págs. 16 y 17). Bayer acá muestra una justa bronca contra la hipocresía radical, pero a costa de minimizar la prepotencia patronal.