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14 de diciembre de 2016

Las grandes huelgas en Santa Cruz (8)

Crónicas proletarias

 Los meses que transcurrieron entre el fin de la primera huelga en las estancias santacruceñas y el comienzo de la segunda, es decir entre febrero y septiembre/octubre de 1921, estuvieron plenos de conflictos parciales. Los terratenientes afilaron sus armas, y junto a la conformación de la Liga Patriótica como banda paramilitar “con 200 brigadas de milicianos al servicio de los estancieros” (Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2), armaron una filial de la Asociación del Trabajo, para poder contratar rompehuelgas.
Por el lado de los obreros, el secretario de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, Antonio Soto, mientras enfrentaba rupturas por parte de los dirigentes que respondían a la FORA sindicalista, recorría las estancias federando a los peones y constatando que los estancieros no cumplían con el acuerdo firmado con el aval del gobernador Ángel Iza y del teniente coronel Varela. Estos dos habían partido de Santa Cruz hacia Buenos Aires.
En estos meses la Sociedad Obrera impulsa una huelga en el Frigorífico Swift de Río Gallegos, donde las condiciones de trabajo mostraban cómo esta empresa imperialista imponía contratos de trabajo con condiciones feudales. Osvaldo Bayer publica en Los vengadores de la Patagonia trágica un “Contrato de locación de servicios” que es elocuente: además de un irrisorio salario, establecía que se descontaría el valor del pasaje “desde Buenos Aires”, donde se contrataban a los obreros. Del tiempo de viaje, “La Compañía” pagaba sólo cuatro horas por día. Ya en Gallegos o en San Julián, donde estaban los frigoríficos, “El contratante se compromete a trabajar por el sueldo arriba fijado todas las horas necesarias durante el día que le sean requeridas por la Compañía”. El Swift retenía como “garantía hasta la finalización del contrato” una parte del salario convenido, pero “si el contratante no cumpliera estrictamente con las obligaciones aquí estipuladas o si contribuyera de cualquier manera que fuera, ya sea directa o indirectamente a disturbios u obstaculizaciones del trabajo, perderá la cantidad así retenida”.
El 25 de marzo la Sociedad Obrera decreta la huelga, que se mantiene una semana, y es derrotada. El gobernador Yza le ordena al jefe de policía que “arregle el conflicto”, quien le plantea a los obreros que puede haber arreglo si se separan de Soto. Los trabajadores, venidos de Buenos Aires y casi sin contactos con la sociedad de Gallegos, no aguantan el estar sin cobrar más de una semana y, aislados, vuelven al trabajo “en las condiciones en que lo habían abandonado sin modificaciones en pro ni en contra”, dice el periódico La Unión