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03 de noviembre de 2010

Las mujeres de la Asociación Hijos del Campo de Florencio Varela viajaron por primera vez al Encuentro, y desde la Comisión de Mujeres de Quilmes Berazategui y Varela sentimos la necesidad de preguntarles qué había significado el Encuentro para ellas.
 

Las mujeres de la Asociación Hijos del Campo

Hoy 1342 > El Encuentro las fortaleció

Fuimos a aquel lugar donde la esclavitud no es un sistema que haya quedado en el pasado, donde los abusos, la violencia y la carencia son naturalizadas. Con esa realidad a cuestas, que es la de miles en nuestro país, esas mujeres viajaron a Paraná y participaron en el taller de Mujer rural campesina y en el de violencia. Compartimos la entrevista a esas mujeres que hicieron que una vez más el Encuentro seamos todas.

 

Fuimos a aquel lugar donde la esclavitud no es un sistema que haya quedado en el pasado, donde los abusos, la violencia y la carencia son naturalizadas. Con esa realidad a cuestas, que es la de miles en nuestro país, esas mujeres viajaron a Paraná y participaron en el taller de Mujer rural campesina y en el de violencia. Compartimos la entrevista a esas mujeres que hicieron que una vez más el Encuentro seamos todas.

 

—¿Cómo surge la idea de viajar al Encuentro?
—Cuando nos invitaron dijimos que sí y pensamos en las mujeres que necesitan de estas cosas para entender su realidad. Siempre quise ir al Encuentro y no encontraba la posibilidad, esta vez se dio y fuimos. Las mujeres de esta zona necesitan un lugarcito. Acá hay muchos bolivianos y ellos están muy encerrados en su cultura, en su mundo, por ahí las mujeres tienen ganas de escuchar otras cosas, quieren expresarse y no pueden. Necesitan un lugar como mujeres. Fuimos al Encuentro en busca de eso.

 

—¿Cómo fue la experiencia en los talleres?
—En los talleres se habló de la realidad de las mujeres bolivianas que trabajan en las quintas y tienen que dejar los chicos encerrados, porque no los dejan salir a jugar. Los chicos no tienen espacio porque los patrones no les permiten que salgan afuera ¡pobre gente! ¿No? Como tienen que vivir así, están como esclavos ahí trabajando y trabajando.
—Se habló de eso y también de la mujer del campo, de la lucha por la tierra, de la salud de los chicos, de las bolivianas que no pueden ir al control y trabajan embarazadas.
—Las historias que contaban esas mujeres que eran de distintas partes del país las vivimos acá. En quintas donde las mujeres tienen que salir a trabajar, los chiquitos no pueden salir a jugar, tienen que estar encerrados porque los dueños dicen que si salen tienen que trabajar, y son nenes que tienen entre cinco y doce años. Hay quintas donde a las mujeres las traen estas mismas familias bolivianas que compran tierras acá. Los traen prácticamente como una bolsa de papas, los aplastan acá, algunos ni siquiera saben hablar el castellano. Esa gente carga a las mujeres en combis y las llevan al control médico. Han traído una vez a seis mujeres con bebés, y embarazadas. Las traen a la salita y el tipo es el que habla y dice que quiere que las controlen. Cuando alguna logra escaparse, las que estamos en la parte de enfermería podemos hacerles entrevistas fugaces, y nos cuentan que hay mujeres que tienen a sus bebés que se mueren durante el parto y quedan ahí enterraditos no sé en donde. Esto se contaba ahí en el taller, que aparte del tema de negarles las tierras, esas mujeres están esclavizadas.

 

La lucha de las mujeres rurales
—Las mujeres de Asoma contaron la experiencia de su lucha por la tierra en el taller. El acampe, que fue de 65 días en los que tuvieron que soportan heladas. Las mujeres empezaron a abrirse y a tomar coraje, a expresarse todas. Una de ellas, una mujer boliviana cuando estábamos por cerrar el taller se paró y dijo: “Desde hoy en adelante voy a decir todo lo que siento, porque me siento re bien, me siento con ganas y siento ganas de luchar para poder criar a mis hijos”. Algunas se largaron a llorar, hubo mucha emoción. El clima del taller favoreció para eso, nos sentimos re bien, nos sentimos con fuerza, estábamos haciendo algo. La voz de aquella mujer expresó un sentimiento compartido, y la certeza de que algo cambia en las mujeres que participamos de los Encuentros.
—Esa señora era la primera vez que iba. Y decía que a partir de ese día iba a ir a todos los Encuentros, porque se sentía bien en ese momento para seguir luchando, poder hablar, poder defenderse. Porque a veces uno no se sabe defender porque no entiende nada. Tantas mujeres con distintos problemas y ella se animó a hablar.

 

Las conclusiones, reflejo de nuestra realidad
—En las conclusiones quedó expresada la lucha de las mujeres de Asoma. Pusimos lo de la utilización de los agroquímicos que acá se siguen usando también. Usamos agroquímicos que tiene glifosato. Pasan las avionetas y lo tiran, eso también lo conté en el taller. Yo hice una denuncia porque justo iba en la bicicleta y me bañaron con el glifosato y me broté toda. Una vez hicieron una fumigación para plantar soja, y los chanchos que la comían empezaron a tener crías con seis dedos. Mi marido tiene hongos en la piel por los agroquímicos. Todas esas cosas se expresaron en las conclusiones.

 

—¿Qué significó el Encuentro para ustedes?
—Encontramos más de lo que esperábamos. No nos esperábamos tanto interés por problemas de las demás, talleres donde las mujeres pisaban tan fuerte. Las mujeres de Asoma que se levantaban y decían ¡tenemos ovarios y nosotras somos esto y queremos esto! ¡Con una fuerza increíble! Estaban las paraguayas que luchaban por su tierra y también se pudieron expresar, las uruguayas que tenían el mismo problema que las de Asoma. En distintos países estamos con los mismos problemas y estamos en la misma lucha, con diferentes gobiernos, pero todas peleando contra esos gobiernos. Ellas con su gobierno, nosotras con el nuestro. En el Encuentro, en los talleres pudimos ver como las mujeres se sienten fuertes y que pueden contra el gobierno, que pueden contra todo. Contra la esclavitud, contra todo.
—A mi me pareció muy lindo, nunca había ido a una reunión así. Yo les decía a las chicas que no sabía cómo me iba a sentir, no quería hablar porque como nunca voy a ningún lado, nunca me encontré con tantas mujeres. Ni a las reuniones de la escuela a veces voy, pero me sentí bien porque escuché cosas de otras mujeres y pienso que ahora me voy a animar un poco más a salir, a ir a reuniones con mujeres. La verdad es que acá siempre hablamos con conocidos, nunca estuve con tantas mujeres.

 

Taller de violencia
El grupo de las jóvenes de Mujeres de Hijos del Campo participó en el taller de violencia y una de ellas nos cuenta cómo fue la experiencia.
—A las chicas les hizo bien, hablaron de sus realidades en cuanto a violencia, terminaron llorando el sábado a la tarde después de participar del taller porque se dieron cuenta que la realidad de ellas no estaba tan lejos de la realidad del resto. Eso es lo que genera esto de los talleres de la mujer: que una va primero un poquito sumisa a escuchar y después es como que el ambiente propicia esa confianza y esa fortaleza como para decir “a mí también me pasa” y tenés voz y podés hablar. Genera un clima de contención que hace que las mujeres hablen y cuenten su historia sin ningún tipo de problema. Tal vez en la zona en donde uno vive piensa: “no tal cosa no la voy a contar”, por una cuestión de uno ¿no? Y ahí no, las chicas hablaron del tema de violencia, que es muy personal y muchas veces no nos animamos a contar, pero en el Encuentro se sintieron cómodas y hablaron.

 

La necesidad del aborto legal
A medida que las escuchábamos el hecho de encontrarnos, la importancia del Encuentro iba adquiriendo más valor. Nos contaban lo bien que se sintieron al poder intercambiar las experiencias con mujeres que participaron de otros talleres, mujeres de otros lugares, con otras historias, con distinto color en la piel, pero con mucho en común. Hablaron también de la necesidad de la educación sexual y de que el aborto sea legal para que ninguna mujer muera a causa de los abortos clandestinos. Abortos que muchas veces son el desenlace de historias dolorosas, de maltrato, de violencia, de abuso, y de pobreza.
—Acá se usa la ramita de perejil y eso se habló en el taller de mujer rural campesina, cómo se usa la sonda. A mí a veces me llaman las mujeres de la zona para atender partos, porque estaban con hemorragias. Mi marido ha llevado mujeres con hemorragia que se han puesto sonda, ramitas de perejil, la aguja.
Las chicas que están dentro de las quintas sufren abusos por parte de los peones, la que no se sabe defender termina violada y en algunos casos embarazada. Esos bebés nacen y son criados por las mamás de las chicas como si fueran hijos de ellas. Hubo el caso de una nena de 14 años que tomó veneno porque quedó embarazada del patrón, que tenía mujer e hijos. Tenía miedo de decirle al papá, tomó veneno y se mató.
Esas historias, sus historias, nuestras historias tuvieron lugar en 25 Encuentro Nacional de Mujeres, en el Encuentro de todas. Hoy las mujeres de Hijos del Campo sienten la necesidad de trasladar esa experiencia al lugar en el que viven. Porque el Encuentro las fortaleció, porque saben que su historia es la de miles, porque pudieron alzar su voz y quieren ser escuchadas.