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09 de diciembre de 2010

Las “filtraciones” de la diplomacia yanqui publicadas por WikiLeaks arrojan luz sobre los objetivos criminales y métodos repugnantes de ese imperialismo en todo el mundo.

Las revelaciones de Wikileaks

Hoy 1347 / Criminales acciones yanquis

De repente, toda la sofisticada parafernalia tecnológica que los imperialistas yanquis utilizan contra las organizaciones populares y contra sus rivales en la pugna por el predominio mundial se les volvió en contra.
No sólo quedó al desnudo la roña del accionar diplomático del imperialismo yanqui, sino que sucedió por mano de sus propios agentes en todo el mundo.

 

De repente, toda la sofisticada parafernalia tecnológica que los imperialistas yanquis utilizan contra las organizaciones populares y contra sus rivales en la pugna por el predominio mundial se les volvió en contra.
No sólo quedó al desnudo la roña del accionar diplomático del imperialismo yanqui, sino que sucedió por mano de sus propios agentes en todo el mundo.

 

Injerencia, conspiración, provocación
La “filtración” y publicación en internet de más de 250.000 mensajes reservados o secretos intercambiados durante cuatro décadas entre el Departamento de Estado (el ministerio de relaciones exteriores de EEUU) y sus embajadas, puso sobre la mesa de un manotazo las injerencias, conspiraciones, provocaciones y políticas de agresión, penetración y división en las que el decadente y declinante imperialismo yanqui apoya cada vez más su disputa por la hegemonía mundial, así como el estudio a fondo de las “características” personales de gobernantes y funcionarios al servicio de su penetración. Algo de esto ya había sido iluminado por las anteriores revelaciones masivas del sitio WikiLeaks de documentos sobre las guerras de Washington contra Irak y Afganistán.
Ahora los documentos revelan inequívocamente tanto las conspiraciones yanquis contra sus enemigos como la práctica de intrigas y provocaciones contra sus “aliados”, ambas al servicio de su política mundial hegemonista y guerrerista. Los capos yanquis –y en primer lugar la secretaria de Estado Hillary Clinton– salieron precipitadamente a argumentar que el hecho “pone en riesgo vidas estadounidenses”, que es “un ataque no solo a los intereses de la política exterior norteamericana sino a la comunidad internacional”. Arman un griterío sobre la legalidad o ilegalidad del “destape” para desviar la atención mundial del accionar criminal de los imperialistas yanquis.

 

Cómo usan los yanquis la diplomacia
Hasta ahora se conoce una ínfima parte del cuarto de millón de documentos secretos. El sitio WikiLeaks sólo entregó la información a un puñado de diarios y revistas propiedad de grandes monopolios informativos mundiales –The Guardian (inglés), El País (español), New York Times (EEUU), Der Spiegel (Alemania) y Le Monde (Francia), que van dando a conocer a cuentagotas una selección recortada de los documentos, censurando los más comprometedores.
No hay allí mensajes con información sobre las guerras secretas de EEUU, ni sobre los vínculos del Estado yanqui con el tráfico de drogas y de armas, ni sobre los que los yanquis planean intervenir militarmente con el argumento de ser “estados fallidos”, ni mensajes relacionados con la pugna por el control de las reservas petroleras mundiales. Tampoco están los informes sobre el trabajo de las misiones yanquis en el extranjero durante los ’90 para forzar a los países latinoamericanos a adoptar políticas antinacionales y ajustes antipopulares chantajeando con la deuda externa.
Pero aún esa pequeña parte que ya vio la luz es reveladora. Y no sólo porque abundan “impresiones” personales y valoraciones políticas y psicológicas despectivas sobre dirigentes de otras potencias imperialistas (Sarkozy, Berlusconi, Putin, Médvedev, Rodríguez Zapatero).
Están los informes secretos enviados por la Embajada norteamericana en Panamá a Washington antes de la invasión militar que derrocó al general Manuel Noriega en 1989. Están los “tanteos” de funcionarios yanquis a gobiernos latinoamericanos –entre ellos el de Néstor y Cristina Kirchner– para lograr su complicidad en aislar y “enfriar” los impulsos reformistas de Hugo Chávez y Evo Morales (la publicidad de esto está sin duda en el trasfondo de la ausencia de ambos en la Cumbre Iberoamericana y de la Unasur el último fin de semana en Mar del Plata). Están las cínicas observaciones del embajador yanqui en Tegucigalpa reconociendo como “ilegal” e “ilegítimo” el golpe de Estado en Honduras que Washington impulsó y sostuvo. Está la campaña yanqui de conspiración y descrédito internacional contra Chávez.
Están las obsesiones que explican los planes de Washington para desestabilizar y agredir a Irán. Está la orden del Departamento de Estado a su personal en la ONU y en distintos lugares del mundo de espiar a funcionarios y hasta recabar sobre ellos (textualmente) información de “direcciones de correo electrónico, números de teléfono y fax, huellas digitales, imágenes faciales, escaneo de iris y de ADN”.
Tiene razón Noam Chomsky, reconocido analista político y lingüista, al afirmar que “la principal importancia de los cables publicados hasta ahora radica en lo que nos dicen sobre el liderazgo occidental: lo que revelan es un profundo odio a la democracia”.
También dicen mucho sobre los métodos de las grandes potencias para imponerse en el mundo sobre sus rivales y sobre los pueblos.

 

Cibernética y revolución
Mientras algunos políticos norteamericanos consideran a Julian Assange (el responsable del sitio WikiLeaks) un “terrorista cibernético” y proponen desembozadamente su asesinato, a impulso de estas revelaciones proliferan también paparruchadas “teóricas” que catalogan a los grupos de hackers especializados en el espionaje informático como “nuevas guerrillas revolucionarias del ciberespacio”. En las luchas del presente –suponen de ambos lados– las computadoras estarían ocupando el lugar “que en otras circunstancias tuvieron los fusiles”.
Los estados imperialistas no caerán como consecuencia de una “fuga informática” ni de una serie de “filtraciones”. Por otra parte el control de las redes informáticas –como el de todas las avanzadas tecnológicas– está en última instancia en manos de las burguesías imperialistas. Las computadoras no sustituirán a los fusiles.
Sin embargo, independientemente de que el interés de imperialismos rivales pueda haber alentado o facilitado la tarea a quienes “pincharon” los canales secretos de los “servicios” diplomáticos y de seguridad yanquis, en verdad ésta y otras revelaciones podrán ser útiles a la lucha antiimperialista y liberadora de los países y pueblos oprimidos en la medida en que contribuyen a develar los objetivos y los métodos de la política exterior yanqui y de la diplomacia imperialista en general.