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16 de enero de 2013

Un tejido sangriento une la fábrica textil Triangle Shirwaist de Nueva York, Estados Unidos, y la empresa Tazreen Fashion, en los suburbios de Dacca, Bangladesh.

Las tejedoras de Bangladesh

110 obreras textiles mueren en un incendio

En la Triangle, el 25 de marzo de 1911, 146 mujeres murieron a causa del incendio de la fábrica, por no existir o estar bloqueadas las salidas de emergencia. 101 años y unos meses después, el 24 de noviembre de 2012, 110 obreras fallecían quemadas dentro de la Tazreen Fashion, o al saltar al vacío por las ventanas, y centenares quedaban heridas… porque no había salidas de emergencia.

En la Triangle, el 25 de marzo de 1911, 146 mujeres murieron a causa del incendio de la fábrica, por no existir o estar bloqueadas las salidas de emergencia. 101 años y unos meses después, el 24 de noviembre de 2012, 110 obreras fallecían quemadas dentro de la Tazreen Fashion, o al saltar al vacío por las ventanas, y centenares quedaban heridas… porque no había salidas de emergencia.
Es que así como Nueva York era a principios del siglo 20 uno de los centros obreros textiles más importantes del mundo, hoy Bangladesh se ha convertido en el segundo exportador de ropa del mundo, por detrás de China.
El 25 de marzo de 1911 era sábado. El 24 de noviembre de 2012, también. La fábrica –un edificio de doce pisos- estaba llena de obreros cuando estalló el incendio. Porque las condiciones laborales de las tejedoras de Bangladesh son pésimas, ya que cobran el equivalente a 28,8 euros con semanas laborales de 54 horas.
Entrevistada por El País, de España, Farida, una de las centenares de miles de obreras textiles empleada en una de las más de 4.500 fábricas del sector denunciaba “No hay apenas ventilación en todo el edificio, está todo lleno de polvo, de cajas y de telas”, cuenta esta mujer de 26 años. “No nos dan agua potable, así que la bebemos del lavabo, pero a partir de la cuarta planta ni siquiera llega agua al baño”. Lo que más le preocupa no es tener que bajar las escaleras para saciar su sed, sino la falta de medidas de seguridad contra el fuego. “Tampoco hay extintores, ni escalera de emergencia”, apunta. De hecho, el edificio es una ratonera de hormigón cualquiera ubicada en el cinturón industrial de la capital, Dacca.
Ratoneras que se han cobrado la vida de más de 600 trabajadores en los últimos dos años, y donde los empresarios, con la protección del Estado cometen todo tipo de abusos. Los proveedores de grandes cadenas como Walmart, Carrefour, H&M, C&A, y marcas de ropa como Zara, tienen como lema el “triángulo de hierro”: “el menor precio, la mayor calidad, el tiempo de entrega más corto”.
Los trabajadores “Son las víctimas colaterales de la codicia de multinacionales y de gobiernos”, dispara Amirul Haque Amin, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores del Textil de Bangladesh. “Su vida es el verdadero precio de la etiqueta made in Bangladesh”. Amín se refiere no sólo a los muertos por los incendios, sino a otros accidentes de trabajo, y a los que dejan la salud por técnicas como el sandblasting (el disparo de un chorro de arena para desgastar los vaqueros).

Madre = desempleada
Mientras a los trabajadores se les niega el derecho a sindicalizarse —solo el 5% de la masa laboral lo está—; el gobierno corre con los gastos de electricidad, gas o agua, y subvenciona la adquisición de tierra en lugares especialmente deprimidos. Además, las empresas disfrutan de importantes exenciones fiscales y de la importación de material sin aranceles”, enumera Amin.
El entramado entre el poder político de Bangladesh y las multinacionales queda más claro cuando se conoce, como denunciara Khorsed Alam, director del Movimiento Alternativo para una Sociedad Libre, que “Veintinueve diputados son propietarios de fábricas y la mitad del Parlamento tiene intereses directos en esta industria”.
Las condiciones de trabajo son terribles en las textiles de Bangladesh: “Un día de ausencia se castiga con la reducción del salario correspondiente a dos jornadas, el retraso de unos minutos se paga con el sueldo de todo el día, y las ausencias también se penan con el pago tardío de la nómina”, cuenta Farida.
Para las mujeres, que son el 80% de la fuerza laboral en la industria textil, las condiciones son aún peores: la inmensa mayoría de las empresas no respeta las licencias por maternidad: quedar embarazada implica el despido, como cuenta Hashi, una trabajadora que lleva ya dos décadas tejiendo jerséis. “Tenemos que dejar el trabajo, dar a luz y cuidar de los niños sin ningún tipo de prestación económica, y volver a encontrar un nuevo empleo”.

“Se coquetea con la muerte a diario”
Luego del incendio en la Tazreen Fashion, el lunes 26 de noviembre miles de obreros textiles de Bangladesh ganaron las calles de la capital, Dacca, para exigir mejoras en las condiciones de trabajo y seguridad.
Los sobrevivientes del incendio se sumaron a los miles de trabajadores que bloquearon una autopista en la zona industrial de Ashulia, donde están implantadas más de 500 fábricas de confección, que en su gran mayoría trabajan para marcas occidentales.
Los “obreros quieren que se mejore la seguridad en las fábricas donde se todos los días se coquetea con la muerte”, dijo un sindicalista, Babul Akter. Los manifestantes pidieron que los patrones de Tazreen sean juzgados por el trágico incendio.
Un conjunto de organizaciones sindicales está dando la batalla para mejorar las precarias condiciones de trabajo a que son condenados millones de personas, en un país en el que la economía ha crecido al ritmo de la dependencia. n