Las tormentas de fuego son fenómenos naturales. No son singularidades australianas, pero la nítida convergencia de intereses entre Trump, Bolsonaro y el australiano Scott Morrison son la causa del problema. En el «Reporte especial de cambio climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) agregó que la humanidad ya degradó el 25% de la superficie terrestre libre de océanos.
En diciembre pasado, Madrid fue la sede de la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, llamada COP25. Allí se reunieron representantes de 196 países, concluyó con un estrepitoso fracaso. Trump, Bolsonaro y Scott Morrison fueron protagonistas de este fracaso.
Australia solo tiene casi 25 millones de habitantes pero su huella en la atmósfera es contundente: genera el 1,7% de las emisiones globales. La mayor parte de sus emisiones provienen del sector energético y del transporte. Medido en términos per capita, los australianos son los segundos contaminadores del mundo. El primer ministro Scott Morrison ganó las elecciones de agosto de 2018 por poco. En su campaña, iniciada en 2017 cuando era jefe del Tesoro, Morrison había citado repetidamente al carbón “como el cimiento mismo de la australianidad”.
La australianidad es medible. En 2018, Australia exportó U$S67.000 millones de carbón. Ese carbón no incluye los U$S30.000 millones de coque usado en los altos hornos de las acerías. Y a esa torta de carbono fósil exportado hay que añadir U$S50.000 de GNL (gas natural licuado), que en 2019 sobrepasan las vendidas por Qatar, lo que explica a su vez que con un 0,36% de la población mundial, Australia genere el 1,7% del efecto invernadero.
El efecto invernadero mundial levantó 1º C el promedio térmico australiano a lo largo del siglo XX y el invierno va desapareciendo. Del mismo modo, el verano, con sus temporadas de fuego, empieza antes, es más duro y termina después. Los climatólogos australianos predicen que en 2060 las tormentas de fuego empezarán con la primavera, no en verano.
En Australia, los factores climáticos operantes este verano de 2019-2020 son dos. El primero es otra oscilación oceánica, el Dipolo del Índico, en fase fría. El año pasado hizo refluir hacia África el agua caliente superficial desde el Índico, lo que desactivó la formación de nubes monzónicas en Oceanía y Australia. Esto creó la peor sequía desde 1910, cuando empezó a llevarse un registro meteorológico sistemático.
Sobre eso se montó otra oscilación bipolar que generó vientos que soplan hacia el Este desde el desierto interior australiano. Estos vientos fogonean los incendios de arbustos y bosques en el Este y resecan aún más la biomasa vegetal intacta. Esto creó un encadenamiento de olas de calor que mantuvo una media diurna de 30,7º C de la isla-continente durante todo 2019: en Australia no hubo invierno y la escasa humedad del suelo desapareció.
Se impone un cambio en el modo de desarrollo
La respuesta al cambio climático debe surgir del análisis y la movilización de lxs trabajadorxs y los pueblos.
Por eso desde el sector de Producción y Energía de la ATE planteamos que la protección del clima requiere la necesidad de la propiedad pública de la energía basada en los siguientes puntos de análisis.
1.El uso de combustibles fósiles está creciendo. Las emisiones se están incrementando. La transición a un futuro bajo en carbono no está sucediendo. El mundo no se está “alejando de los combustibles fósiles”; todo lo contrario. Cada año se queman más combustibles fósiles y las emisiones continúan aumentando. El Informe Especial Calentamiento Global de 1.5°C de 2018 del (IPCC) concluyó que para mantenerse en un límite de 1.5 grados celsius de calentamiento, el CO2 proveniente de fuentes humanas necesitará reducirse aproximadamente un 45% de los niveles de 2010 para 2030, llegando a “cero neto” alrededor de 2050.
2.La política climática de la “gobernanza mundial” del sistema ha fallado. No existe un “precio efectivo del carbono” como apostaron en COP 25 de Madrid. El “crecimiento verde” no está sucediendo. Estas esperanzas se han evaporado. Con pocas excepciones, los compromisos presentados por los gobiernos para abordar los niveles de emisiones no se están cumpliendo.
Incluso si se implementan por completo, los “compromisos” conducirían a un aumento continuo de las emisiones hasta 2030, y probablemente producirían un aumento general de la temperatura promedio de 3°C o más para 2100. Se necesita cambiar la forma y los términos en los cuales se organiza la sociedad para detener el aumento de las emisiones y mantenerse en el camino hacia 1.5 grados. Pero la “acción rápida y transformadora” es inconcebible bajo el actual modelo de “desarrollo.
3.Se necesita un cambio profundo de políticas, un modelo de desarrollo cimentado en un “enfoque de bienes públicos”. De forma que permita impedir y eventualmente revertir el impulso sistémico hacia la acumulación y expansión, los sectores clave para la generación electro-intensiva, particularmente los de energía y transporte, pero también la agricultura industrial, los edificios y la construcción, deben convertirse en el objetivo de una reestructuración de fondo.
escribe Dr. Rodolfo Kempf, es miembro de la conducción de ATE.
Hoy N° 1799 22/01/2020