En China, país de 1.300 millones de habitantes, la restauración capitalista producida hace casi tres décadas trajo dinero y felicidad al puñado de cientos de miles de nuevos ricos que sonríen en las fotos, pero para los cientos de millones de obreros y campesinos significó una tragedia.
No hay día que no salgan a luz las bestiales condiciones de explotación a que los nuevos burgueses someten a las masas trabajadoras: esta es una de las bases esenciales de la tan meneada “competitividad” china.
Un par de semanas atrás se hizo público el “descubrimiento” de obreros que eran esclavizados en una fábrica de ladrillos en la provincia norteña de Shanxí. Pero en los últimos días de junio, el Ministerio de Trabajo de China anunció la realización de una campaña nacional contra lo que llamó “prácticas laborales ilegales”. Se habló de obreros esclavizados en fábricas ladrilleras, minas y talleres industriales no sólo en la norteña Shanxí sino también en la céntrica Henán, mostrando que los 600 trabajadores ahora rescatados no son más que la punta de un inmenso “iceberg”, que involucra a decenas de millones de trabajadores en su mayoría emigrados a los suburbios desde las zonas rurales hundidas en la desocupación y en la miseria tras el desguace de las comunas populares rurales.
También los 170 detenidos, casi todos dueños o responsables de pequeñas fábricas y talleres, son apenas la punta de un “iceberg”. La superexplotación obrera se generalizó en China no sólo con el visto bueno sino a impulso directo de funcionarios de todos los niveles del partido ex “comunista” y del Estado, muchos de los cuales son poderosos capitalistas que han construido sus monopolios robando las fábricas y las tierras que hasta hace 30 años eran de todo el pueblo, y sometiendo a millones de “sus” trabajadores a las condiciones de explotación que ahora supuestamente se “descubren”.
Ladrones de guante blanco… y sin guantes
Una de las formas que utiliza la nueva burguesía dirigente de China para achicar la masiva migración de campesinos a los centros urbanos es privar a los “recién llegados” de la cobertura pública de seguridad social. Las autoridades chinas vienen prometiendo “medidas” para subsanar esta “injusticia”.
Pero la Auditoría Nacional de China acaba de descubrir malversaciones (“desvíos” de dinero) en fondos de seguridad social (pensiones, seguro médico básico y seguro de desempleo) nada menos que en 29 provincias por 7.100 millones de yuanes (921 millones de dólares).
El escándalo había estallado en el poderoso centro industrial y financiero de Shangai el año pasado: aún está fresco el caso de Chen Liangyu, jefe del Partido Comunista de la ciudad, destituido de su cargo seguramente más para tapar que para develar los alcances del robo.
Desde hace por lo menos 5 años, los gobiernos locales usaban esos dineros para inversiones propias en empresas locales y extranjeras, para préstamos ilegales (o sea a testaferros de ellos mismos), o para “gastos diarios”. Parte de los fondos malversados fueron aquellos destinados a compensar a pobladores “reubicados” por la realización (ya fraudulenta) del gigantesco proyecto hidroeléctrico de las Tres Gargantas.
Los casos de fondos malversados o simplemente “desaparecidos” por los que ahora se alarma la Auditoría Nacional involucran al propio ministerio de Hacienda, a decenas de gobiernos provinciales como el de Hubei y municipales como el de Chongqing, y a grandes bancos como el Banco de China, el Banco de Comunicaciones y el China Merchants Bank. Estos, por haber concedido créditos a bajo interés a empresas constructoras o a particulares, obviamente asociados a funcionarios de esos bancos.