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17 de julio de 2024

El crecimiento continuo y generalizado de los precios de los bienes y servicios

Lemoine, Milei y las causas de la inflación

La diputada nacional de La Libertad Avanza (LLA), Lilia Lemoine, hace pocos días, en un programa televisivo y en redes sociales afirmó que “La inflación no es el aumento de precios, es un fenómeno monetario”, achacándola a “como roban los políticos con emisión y por qué llegamos a esta crisis a la que no debemos volver jamás”.

Si hubiera sido sólo un exabrupto más de esta diputada terraplanista y antivacunas, lo hubiéramos dejado ahí. Pero se subió a esta argumentación el propio Milei afirmando “Lilia Lemoine demostrando aquí que sabe de inflación mucho más que la mayoría de los economistas y otros que hablan de economía. Deja en claro que la inflación es la pérdida del poder adquisitivo del dinero”.

Para poner un poco de argumentación científica sobre el tema, ofrecemos a nuestros lectores un artículo escrito por el camarada Eugenio Gastiazoro, miembro del Comité Central del PCR y director de nuestro semanario a lo largo de 40 años, fallecido en el 2022. Gastiazoro citaba frecuentemente a Horacio Ciafardini, cuando afirmaba que la inflación “no se trata simplemente de una tendencia generalizada de los precios a aumentar, sino de una tendencia de los precios a aumentar de manera despareja. Por eso se dice que varían los precios relativos”.

 

La inflación

Se da el nombre de inflación al alza persistente y generalizada de precios. Este fenómeno está estrechamente vinculado a la pérdida de valor del dinero.

El propio carácter de mercancía del dinero ya trae implícita la posibilidad de un alza generalizada de precios si el valor de dicha mercancía cae en relación con el valor de las demás mercancías. Por ejemplo, el descubrimiento de América, con sus ricos yacimientos de oro, provocó en los siglos XVI y XVII en Europa una “revolución” en los precios. La extracción de oro requería en América mucho menos trabajo que en Europa, además de hacerse con trabajo semiesclavo. La afluencia a Europa del oro americano, más barato, determinó un alza general de los precios.

También puede haber un alza general de precios vinculada a la función del dinero como patrón de precios, debido a las alteraciones que el Estado pueda hacer en el contenido del metal de la unidad monetaria. Por ejemplo, si el Estado reduce la cantidad de oro contenida en la unidad monetaria, es decir, si rebaja su contenido oro, el mercado reaccionará contra esta medida elevando los precios, y el valor de las mercancías seguirá expresando como antes la cantidad de oro correspondiente al trabajo empleado para producirlas. Sólo que ahora, para expresar la misma cantidad de oro, hará falta más unidades monetarias que antes.

Pero sobre todo el alza persistente y generalizada de precios se ha convertido en una enfermedad endémica del capitalismo en la época actual, donde los signos monetarios de papel han venido a ocupar casi totalmente el lugar de las monedas de metal como medios de circulación de pagos. Como el papel moneda, por más que sea de curso forzoso, carece de valor por sí mismo, si se emite en una cantidad superior a la necesaria para la circulación forzosamente se producirá su desvalorización.

 

La inflación no es sólo una cuestión monetaria

Aunque el exceso de emisión puede ser originado en forma inmediata por el Estado, por ejemplo para cubrir el déficit fiscal, ni aún así puede decirse que el fenómeno inflacionario sea algo puramente monetario, autónomo de la estructura de producción.

En general, en las sociedades modernas, la inflación se ha convertido en un método de redistribución de ingresos a favor de los terratenientes y capitalistas, y dentro de éstos, de los sectores monopolistas que tienen mayor posibilidad de elevar los precios. Y en el conjunto de la economía mundial constituye un reflejo de la relación desigual entre los países opresores y oprimidos.

Las potencias imperialistas descargan su crisis particularmente sobre la parte del mundo oprimida, transfiriendo con ella su propia inflación. La circulación de monedas extranjeras en los países oprimidos, y la tremenda presión especulativa que su adquisición genera, potencian dichos efectos nefastos sobre el conjunto de la economía nacional. La disputa interna entre los sectores terratenientes y monopolistas, que son los que en definitiva manejan el poder del Estado, y a través de él descargan la crisis sobre los sectores trabajadores, amplifica este fenómeno.

El prolongado déficit de los pagos internacionales, con una creciente deuda externa que refuerza la dependencia de los países oprimidos respecto de los países opresores, y el agotamiento del oro y de las divisas, acelerado por la exacción imperialista, acarrean la desvalorización de la moneda en los países dependientes. Lo mismo ocurre con el déficit que generan los mecanismos del sistema de división internacional del trabajo propio de la presente etapa imperialista, a través del llamado deterioro de los términos de intercambio.

La imperiosa necesidad de los países dependientes de vender sus productos para cubrir los déficits que ocasiona todo ese mecanismo, los obliga a devaluar su moneda para poder competir así, a más bajos precios en el mercado mundial. Pero a su vez, las restricciones a la oferta interna, por la subsistencia del latifundio y la propia opresión imperialista sobre nuestros países, presionan a nuevas alzas de precios internos, lo que obliga a posteriores devaluaciones. Asimismo, el encarecimiento de los productos importados presiona el aumento de los precios internos.

En este contexto crecen los requerimientos de dinero para la circulación interna. Los principales objetivos de emisión de papel moneda en los países oprimidos son la compra de divisas y la cobertura del déficit fiscal. Como se devalúa persistentemente la moneda nacional, el Estado requiere cada vez más pesos para comprar las divisas extranjeras. Y también, como aumentan sus gastos, al aumentar los precios internos que el Estado adquiere, necesita más pesos. Sin una política monetaria independiente y sin una política fiscal sana, que se deteriora por la propia inflación, el Estado se ve “obligado” a emitir moneda. Lo que no hace más que acelerar la inflación, con un más rápido crecimiento de los precios y de la desvalorización de la moneda nacional.

 

hoy N° 2018 17/07/2024