Las habitaciones que ocuparon en el Kremlin, Lenin y su compañera Krupskaia, y la “vajilla” de su cocina, eran dignos de verse. Era una vajilla modestísima. Y no es que Lenin la tuviese porque en Rusia, debido a lucha contra los intervencionistas, no las hubiese mejores. Sucede que él nunca aceptó vivir mejor que como entonces vivían los obreros de la Unión Soviética. Dejó para sus visitantes los sillones de su despacho y retiró de él las alfombras que le habían colocado, por que él “tenía el despacho para trabajar y no para descansar y no estaba acostumbrado a andar sobre tapices”, dijo.
Sobre una humilde cartulina, Krupskaia pegó la foto de Lenin que tenía en su escritorio.
02 de octubre de 2010