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20 de marzo de 2021

A 150 años del primer gobierno proletario

Lenin. Enseñanzas de La Comuna

El 18 de marzo de 1871 se inició en París, Francia, la revolución que proclamó La Comuna, que “constituye un magno ejemplo del más importante movimiento proletario del siglo XIX” señaló Lenin en “Enseñanzas de La Comuna”*, escrito que publicamos en esta nota.

Después del golpe de Estado que puso remate a la revolución de 1848, Francia cayó durante 18 años bajo el yugo del régimen napoleónico, que llevó al país no solo a la ruina económica, sino también a una humillación nacional [1]. Al sublevarse contra el viejo régimen, el proletariado asumió dos tareas, una nacional y la otra de clase: liberar a Francia de la invasión alemana y liberar del capitalismo a los obreros mediante el socialismo. Esta combinación de las dos tareas constituye el rasgo más peculiar de la Comuna.

La burguesía formó entonces el «gobierno de la defensa nacional”, bajo cuya dirección tenía que luchar el proletariado por la independencia de toda la nación. Se trataba, en realidad, de un gobierno “de traición nacional”, el cual consideraba que su misión consistía en luchar contra el proletariado parisiense. Pero el proletariado, cegado por las ilusiones patrióticas, no se daba cuenta de ello. La idea patriótica arrancaba de la Gran Revolución del siglo XVIII; esta idea se adueñó de las mentes de los socialistas de la Comuna; y Blanqui, por ejemplo, que, sin duda alguna era revolucionario y ferviente partidario del socialismo, no halló para su periódico mejor título que el angustioso grito burgués “¡La Patria en peligro!”.

La conjugación de estas tareas contradictorias –el patriotismo y el socialismo– constituyó el error fatal de los socialistas franceses. En el Manifiesto que la Internacional lanzó en septiembre de 1870, Marx puso ya en guardia al proletariado francés contra el peligro de dejarse llevar por el atractivo de una falsa idea nacional [2]. Profundos cambios se habían consumado desde los tiempos de la Gran Revolución; las contradicciones de clase se habían agudizado, y si entonces la lucha contra la reacción de toda Europa unía a toda la nación revolucionaria, ahora el proletariado ya no podía fundir sus intereses con los intereses de otras clases que le eran hostiles; la burguesía debía cargar con la responsabilidad de la humillación nacional, mientras la misión del proletariado era luchar por la emancipación socialista del trabajo sometido al yugo de la burguesía.

En efecto, no tardó en verse el trasfondo verdadero del “patriotismo burgués”. Después de concertar una paz vergonzosa con los prusianos, el Gobierno de Versalles[3] procedió a cumplir su tarea directa e intentó apoderarse de las armas  –terroríficas para él– del proletariado parisiense. Los obreros respondieron proclamando la Comuna y declarando la guerra civil.

A pesar de que el proletariado socialista estaba dividido en numerosas sectas, la Comuna fue un ejemplo brillante de cómo el proletariado sabe cumplir unánime las tareas democráticas, que la burguesía solo sabía proclamar. Sin ninguna legislación complicada, con toda sencillez, el proletariado, que de hecho había conquistado el poder, llevó a cabo la democratización del régimen social, suprimió la burocracia y estableció la electividad de los funcionarios por el pueblo.

Pero dos errores malograron los frutos de la brillante victoria. El proletariado se detuvo a mitad de camino: en lugar de comenzar a la “expropiación de los expropiadores”, se puso a soñar con la entronización de la justicia suprema en un país unificado por una tarea común a toda la nación; no se apoderó de instituciones como, por ejemplo, el banco; las teorías de los proudhonistas del “justo cambio”, etc., dominaban aun entre los socialistas. El segundo error consistió en la excesiva magnanimidad del proletariado: en lugar de exterminar a sus enemigos, que era lo que debía haber hecho, trató de influir en la moral de ellos, menospreció la importancia que en la guerra civil tienen las acciones puramente militares y, en vez de coronar su victoria en París con una ofensiva resuelta sobre Versalles, se demoró y dio tiempo al gobierno versallés de reunir las fuerzas tenebrosas y prepararse para la semana sangrienta de mayo.[4]

Mas, pese a todos sus errores, la Comuna constituye un magno ejemplo del más importante movimiento proletario del siglo XIX. Marx concedió un gran valor al alcance histórico de la Comuna: si cuando la pandilla de Versalles emprendió la traicionera tentativa de apoderarse de las armas del proletariado parisiense, los obreros se las hubiesen dejado arrebatar sin lucha, la funesta desmoralización que semejante debilidad hubiera sembrado en las filas del movimiento proletario habría sido muchísimo más grave que el daño ocasionado por las pérdidas que sufrió la clase obrera en el combate por la defensa de sus armas.[5] Por grandes que hayan sido las pérdidas de la Comuna, la significación de ésta para la lucha general del proletariado las ha compensado: la Comuna puso en conmoción el movimiento socialista de Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía. La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la revolución socialista.

El proletariado no olvidará la lección recibida. La clase obrera la aprovechará, como ya la aprovechó en Rusia durante la insurrección de diciembre.

La época que precedió a la revolución rusa y la preparó tiene cierta semejanza con la época del yugo napoleónico en Francia. También en Rusia la camarilla autocrática llevó el país a los horrores de la ruina económica y de la humillación nacional. Pero la revolución no pudo estallar durante largo tiempo, hasta que el desarrollo social creó las condiciones precisas para un movimiento de masas. Pese a todo su heroísmo, los ataques aislados al gobierno durante el periodo prerrevolucionario se estrellaban contra la indiferencia de las masas populares. Tan solo la socialdemocracia, con un trabajo perseverante y metódico, logró educar a las masas hasta hacerlas llegar a las formas superiores de lucha: las acciones de masas y la guerra civil con las armas en la mano.

La socialdemocracia supo acabar con los errores “nacionales” y “patrióticos” del joven proletariado y, cuando con la intervención directa de ésta, se logró arrancar al zar el manifiesto del 17 de octubre[6], el proletariado comenzó a prepararse con energía para la siguiente e inevitable etapa de la revolución: la insurrección armada. Libre de las ilusiones “nacionales”, fue concentrando sus fuerzas de clase en sus organizaciones de masas: los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, etc. Y pese a toda la diferencia que había entre los objetivos y las tareas de la revolución rusa y los de la francesa de 1871, el proletariado ruso hubo de recurrir al mismo método de lucha que la Comuna de Paris fue la primera en utilizar: la guerra civil. Teniendo presente sus enseñanzas, sabía que el proletariado no debe desdeñar los medios pacíficos de lucha, que sirven a sus intereses corrientes de cada día y son indispensables en el periodo preparatorio de las revoluciones. Pero el proletariado tampoco debe olvidar jamás que, en determinadas condiciones, la lucha de clases adopta la forma de lucha armada y de guerra civil; hay momentos en que los intereses del proletariado exigen un exterminio implacable de los enemigos en combates frente a frente. El proletariado francés lo demostró por primera vez en la Comuna y el proletariado ruso le dio una brillante confirmación en la insurrección de diciembre.

No importa que estas dos magnas insurrecciones de la clase obrera fueran aplastadas. Vendrá una nueva insurrección ante la cual serán las fuerzas de los enemigos del proletariado las que flojeen. Esa insurrección dará la victoria completa al proletariado socialista.

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*El artículo “Enseñanzas de La Comuna”  publicado en el núm. 2 de La Gaceta del Extranjero, del 23 de marzo  de 1908, es el acta taquigráfica de un informe pronunciado por Lenin. Al publicarlo, la Redacción del periódico dio la siguiente aclaración: «El 18 de marzo se celebró en Ginebra un mitin internacional en conmemoración de tres aniversarios del proletariado: el veinticinco de la muerte de Marx, el sesenta de la revolución de· marzo de 1848 y el Día de la Comuna de París. En nombre del POSDR habló el camarada Lenin, que trató de la importancia de la Comuna». (Gaceta del Extranjero: periódico del grupo de emigrados rusos en Ginebra; apareció en marzo y abril de 1908).
[1] Se alude a la derrota de Francia durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871.
[2] Véase C. Marx. Segundo llamamiento del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra franco-prusiana (C. Marx y F. Engels)
[3] Se refiere al Gobierno burgués contrarrevolucionario de Francia, que se instaló en Versalles, suburbio de París.
[4] La Comuna de París cayó el 28 de mayo de 1871; los partidarios del Gobierno de Versalles reprimieron a los comuneros con saña inaudita.
[5] Véase el juicio que Marx emitió sobre el papel histórico de la Comuna de París, como precursora de la nueva sociedad, en el trabajo La guerra civil en Francia (C. Marx y F. Engels) y en las cartas a Kugelmann del 12 y 17 de abril de 1871 (C. Marx y F. Engels).
[6] Se refiere al manifiesto del zar del 17 de octubre de 1905, publicado en los días de la huelga política de octubre en toda Rusia y que prometía «libertades civiles» y una Duma «legislativa».

 

Fuente: V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo 16, Junio de 1907-marzo de 1908, Editorial Progreso