Entre el 28 de agosto y el 3 de septiembre de 1910 se realizó el Copenhague, Dinamarca, el VII Congreso de la Internacional Socialista. Allí coincidieron el líder del Partido Socialista de la Argentina, y Lenin, quien formaba parte de la fracción bolchevique de la delegación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Este Congreso es conocido porque en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas anexa al mismo, es donde se aprobó la conmemoración de un Día Internacional de la Mujer.
Entre el 28 de agosto y el 3 de septiembre de 1910 se realizó el Copenhague, Dinamarca, el VII Congreso de la Internacional Socialista. Allí coincidieron el líder del Partido Socialista de la Argentina, y Lenin, quien formaba parte de la fracción bolchevique de la delegación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Este Congreso es conocido porque en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas anexa al mismo, es donde se aprobó la conmemoración de un Día Internacional de la Mujer.
Ya en este Congreso estaba abierta una batalla entre las distintas corrientes en los partidos socialistas. Juan B Justo, quien salió de la Argentina un día después de la aprobación de la nefasta Ley de Defensa Social que acentuó la represión al movimiento obrero, reafirmó en el mismo el rumbo reformista y parlamentarista del Partido Socialista. “No somos absolutamente un partido de violencia, sino un partido de orden en un país de revuelta. No somos tampoco doctrinarios ortodoxos y estrechos que desconozcan las condiciones necesarias del desarrollo del país”. Hacía referencia así Justo a los debates entre la corriente marxista revolucionaria (Lenin, Rosa Luxemburgo, Liebchnet, entre otros), y las distintas variantes oportunistas y revisionistas, en crecimiento dentro de los partidos de la Segunda Internacional. “Comprendemos el socialismo como un método de acción histórica que eleva al pueblo trabajador, sobre todo por los esfuerzos del pueblo trabajador mismo, método capaz de adaptarse a condiciones cualesquiera”.
Lenin, por su parte, insistió en dicho Congreso en tratar de reagrupar a los marxistas de los distintos partidos, librando batalla tanto contra los anarquistas como contra los revisionistas.
En su artículo “Las divergencias en el movimiento obrero europeo”, de diciembre de 1910, escribió “Las fundamentales divergencias tácticas en el movimiento obrero de nuestros días, en Europa y en América, se reducen a la lucha contra dos importantes corrientes que se desvían del marxismo, el que ha llegado a ser, en los hechos, la teoría predominante en este movimiento. Estas dos corrientes son: el revisionismo (el oportunismo, el reformismo) y el anarquismo (el anarcosindicalismo, el anarcosocialismo)”. Allí afirmó que los revisionistas “consideran las reformas como una realización parcial del socialismo. El anarcosindicalista rechaza la ‘labor mezquina’, sobre todo la utilización de la tribuna parlamentaria. De hecho, esta última táctica se reduce a la espera de los ‘grandes días’“.
Acertada descripción de lo que ocurría también entre nuestros anarquistas, sindicalistas y socialistas.