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02 de marzo de 2011

Tras el triunfo popular en Egipto, Libia es el eje de las insurrecciones árabes. Democracia, dignidad, soberanía, son sus reclamos. Los países oprimidos ganan el centro del escenario mundial. Se inquietan los imperialismos.

Libia: eje de las puebladas árabes

Hoy 1358 / Se profundiza la rebelión popular en el norte de África y Oriente Medio

La marejada de rebeliones populares que se inició en enero sigue barriendo el Magreb (norte de África), la península arábiga y el Medio Oriente. En estos días su centro es Libia. Sus olas golpean también en Turquía (ver edición anterior de hoy), llegan a Grecia (ver recuadro pág. 15) y sus ecos se escuchan hasta en Wisconsin, Estados Unidos (nota en pág. 13).

 

La marejada de rebeliones populares que se inició en enero sigue barriendo el Magreb (norte de África), la península arábiga y el Medio Oriente. En estos días su centro es Libia. Sus olas golpean también en Turquía (ver edición anterior de hoy), llegan a Grecia (ver recuadro pág. 15) y sus ecos se escuchan hasta en Wisconsin, Estados Unidos (nota en pág. 13).

 

Guerra civil
La información que nos llega de Libia es fragmentaria y distorsionada. Poco y nada se conoce sobre la naturaleza del conglomerado “opositor” que converge en la rebelión contra la dictadura de Gadafy y que incluye nacionalistas, republicanos, islamistas y laicos.
Al cierre de esta edición de hoy (lunes 28/2), Libia vivía una verdadera guerra civil. En ese país petrolero y mayoritariamente desértico del norte de África ubicado entre Egipto y Túnez, esa heterogénea fuerza rebelde controlaba ya todo el Este del territorio (Bengasi, Al Baida, Tobruk, todas sobre el Mediterráneo, donde se hallan los principales yacimientos y oleoductos del país) y habían tomado Zawiya en el Oeste, prácticamente cercando la capital Trípoli donde se atrincheraba el acosado régimen de Gadafy.
En medio de lo que, incluso a través de las distorsiones de la prensa proimperialista, se vislumbra como una feroz represión masiva contra la población, el viernes 25 al término de la oración musulmana en las mezquitas habían tenido lugar las primeras manifestaciones anti-Gadafy en Trípoli, también reprimidas violentamente por fuerzas militares, paramilitares y mercenarias.
En los días anteriores ya se habían producido verdaderas matanzas, incluido el bombardeo de la población civil desde aviones (la “gran prensa” argentina se hace la distraída afirmando que el hecho “no tiene precedentes”, fingiendo olvidar el genocidio que la aviación naval gorila perpetró contra los obreros peronistas que salieron a manifestar en defensa de Perón contra el intento golpista del 16 de junio del ’55).
La masividad de las luchas y la brutal represión motivó la deserción de una cantidad de aviadores y soldados y oficiales de Gadafy, y provocó la fractura de las Fuerzas Armadas.
Comités populares y Consejo Nacional Transitorio
Mientras tanto en Bengasi, origen y bastión del movimiento rebelde, se constituyeron comités populares y un Consejo Nacional Transitorio para coordinar con otras localidades libias sublevadas. Abdelhafiz Hoga, vocero de la denominada Coalición Revolucionaria 17 de Febrero, tomó distancia de las afirmaciones del recientemente renunciado ministro de Justicia de Gadafy, Mustafá Abdel Khalil, quien pretendiendo aparecer a la cabeza del movimiento rebelde se había apurado a anunciar la formación de un “gobierno de transición” que llamaría a elecciones “en tres meses”. “No es un gobierno de transición”, subrayó Hoga, que también rechazó cualquier intervención extranjera en Libia.

 

Imperialismo, pueblos, democracia
Fidel Castro denunció preparativos intervencionistas en Libia por parte del imperialismo yanqui y de la OTAN. Hugo Chávez atribuyó la rebelión libia a la “ultraderecha pitiyanqui”.
Es más que posible que ese imperialismo tenga intenciones y aún planes de intervención militar en Libia, y con seguridad ya está interviniendo políticamente a través de personeros dentro de las fuerzas opositoras y aún del estado y del propio partido de Gadafy, del mismo modo que tenía y tiene agentes en Egipto y en otros países islámicos donde emergieron protestas y puebladas, intentando orientar esos movimientos de acuerdo a sus propios intereses y así apropiarse de la soberanía y de los recursos de sus pueblos. De hecho la secretaria de Estado Hillary Clinton ofreció (cuando ya las cartas estaban echadas, claro) “cualquier tipo de ayuda”, incluyendo así la alternativa intervencionista. Los fascistas yanquis al estilo de los senadores Mc Cain y Lieberman llamaron abiertamente a “acciones militares” yanquis contra el régimen libio, y los imperialistas europeos barajan el trillado abanico intervencionista que va desde “sanciones” al gobierno de Gadafy hasta “operaciones de paz” de la “comunidad internacional”. Otros “operadores” imperialistas agitan el espantajo del “vacío de poder” y la posibilidad de que Libia se convierta en un “Estado fallido” que “obligue” a las potencias a intervenir.
Pero lo que brota incontenible en los vastos sectores populares que protagonizan esos movimientos es un profundo sentimiento democrático, antiyanqui y antiimperialista contra regímenes no sólo tiránicos sino ligados por múltiples lazos económicos, militares, estratégicos, políticos y personales a intereses de distintas potencias –Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia, China–.
El propio Gadafy malversó el antiguo nacionalismo nasserista que lo inspiró hace 40 años, en aras de su alianza con los imperialistas rusos en los ’70 y ’80, con los yanquis de Bush en los ’90, y con varios regímenes imperialistas europeos y los chinos hoy. Durante la última década se asoció estrechamente con los yanquis, los gobiernos de la UE y sus dictadores aliados en la región en la pretendida “guerra antiterrorista”. El petróleo libio es explotado por corporaciones monopolistas italianas, francesas, británicas y españolas. De Inglaterra y Francia proceden las armas que sirven a la salvaje represión gubernamental. Monopolios europeos y chinos detentan los principales negocios de la construcción en el país. Para asegurar estas alianzas Gadafy impuso un estado policial y llegó a bombardear a su propio pueblo en Trípoli.

 

Democrática, nacionalista y anticolonial
No se pueden reducir las gigantescas rebeliones que estamos presenciando sólo a la acción del imperialismo. También, como otras veces en la historia de esos y de otros pueblos, sería un error trágico reducir el imperialismo –y la OTAN– sólo a los intereses norteamericanos olvidando la penetración y los fines de dominio de imperialismos rivales de los yanquis. Como señalan Santiago Alba Rico y Alma Allende (Rebelión, 27-02-2011) las actuales rebeliones de los pueblos árabes “demandan democracia, sí, pero lejos de estar fascinadas por Europa y los EEUU son depositarias de una larga, arraigada, radical tradición antiimperialista forjada en torno a Palestina e Irak. No hay en los levantamientos populares árabes ni asomo de socialismo, pero tampoco de islamismo ni –lo más importante– de seducción eurocéntrica: se trata al mismo tiempo de una revuelta económica y de una revolución democrática, nacionalista y anticolonial”.
Del mismo modo, el vasto remezón democrático, antiimperialista o revolucionario –o todo eso junto– que estas rebeliones, incluida la de Libia, ya están provocando en las masas juveniles de muchos países sobre el trasfondo de la crisis mundial en curso, genera una profunda inquietud entre los poderosos del mundo.
Si finalmente los imperialistas yanquis y de la OTAN desataran una intervención militar en Libia, el pueblo libio deberá transformar su heroico levantamiento en una guerra nacional liberadora. Y en ello sin duda tendrá el apoyo y solidaridad activa de todos los pueblos del mundo.
A las masas libias sublevadas –de obreros, campesinos tribales, capas medias– no les bastan las estadísticas que les atribuyen el “ingreso per cápita más alto de África” que invoca Fidel, y que proviene del petróleo mayoritariamente en manos de un Estado controlado por un puñado de poderosos burgueses libios socios o amigos de monopolistas imperialistas.
Esas masas quieren ser dueñas de su país, de su economía y de su política. Como siempre, dependerá de ellas lograr que su lucha desemboque en la conquista de un poder popular y revolucionario y de una verdadera democracia, y no sea ensillada por una u otra de las grandes potencias que rivalizan por la hegemonía regional y mundial.