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16 de marzo de 2011

Violenta ofensiva de las fuerzas de Gadafy: recuperan el control de ciudades rebeldes. Los imperialistas dentro y fuera de la OTAN debaten posible intervención militar. El pueblo libio defiende sus aspiraciones democráticas.

Libia: Gadafy contraataca

Intervención imperialista en ciernes

Al cierre de esta edición de hoy, los vientos de la guerra civil en Libia cambiaban de dirección. Valiéndose de su gran superioridad en preparación, logística y armamento, el régimen de Gadafy había logrado recuperar ciudades y posiciones claves que anteriormente habían sido tomadas por las fuerzas rebeldes, entre ellas la localidad occidental de Zauiya –50 kilómetros al oeste de la capital Trípoli–, y especialmente los enclaves petroleros de Ras Lanuf y de Brega, en el este.

Al cierre de esta edición de hoy, los vientos de la guerra civil en Libia cambiaban de dirección. Valiéndose de su gran superioridad en preparación, logística y armamento, el régimen de Gadafy había logrado recuperar ciudades y posiciones claves que anteriormente habían sido tomadas por las fuerzas rebeldes, entre ellas la localidad occidental de Zauiya –50 kilómetros al oeste de la capital Trípoli–, y especialmente los enclaves petroleros de Ras Lanuf y de Brega, en el este.
La recuperación de Ras Lanuf por las fuerzas gadafistas marcó el inicio de una feroz “contraofensiva final” para exterminar la rebelión. Martillando las posiciones rebeldes con bombardeos desde aviones y fuego de artillería pesada (cohetes, morteros, tanques y despliegue masivo de tropas profesionales terrestres), las tropas leales a Gadafy lograron hacer retroceder a los insurrectos, pertrechados principalmente con armas livianas. Desde Ras Lanuf las fuerzas gadafistas iniciaban una doble acción, hacia el oeste para asediar la ciudad rebelde de Misurata (la única de la zona occidental en manos de los anti-gadafistas), y para impedir la ofensiva rebelde sobre Sirte, ciudad natal de Gadafy; y al este hacia la ahora retomada Brega, a 200 kilómetros de Ras Lanuf y en camino hacia el principal bastión opositor, Bengasi, donde reside el Consejo Nacional Provisorio constituido hace un par de semanas. Ajdabiya, en manos rebeldes, se constituía en la última defensa importante en esa ruta.
 

“Leales”, rebeldes e intervención imperialista
El proceso libio entró en una coyuntura sumamente compleja. No la definió fácilmente antes el avasallador avance de la rebelión, y probablemente no la defina fácilmente ahora la fuerte contraofensiva gadafista.
Aunque lo fundamental de las fuerzas armadas libias está bajo control de Gadafy, el ejército está profundamente fracturado y una parte se sumó abiertamente a la rebelión. En sentido inverso, aunque en todas las ciudades insurreccionadas contra Gadafy se constituyeron milicias – incluyendo grupos milicianos formados a partir de las mezquitas en muchas regiones del interior regidas por clanes tribales islámicos opositores al régimen–, Gadafy sostiene su poder no sólo con formaciones militares o policiales (como era el caso de Mubarak en Egipto) sino también con estructuras de tipo miliciano y “comités urbanos”, además de las fuerzas mercenarias contratadas en países africanos.
Una probable intervención militar imperialista tornaría la situación libia aún más compleja. Y es más posible ahora que la Liga Árabe apoyó la imposición de una “zona de exclusión aérea” para impedir los bombardeos de Gadafy.
Los yanquis aproximan a las costas de Libia los buques de guerra que apostaron en el Mediterráneo, abriendo la posibilidad de un enfrentamiento con la flota militar de Gadafy que bombardea las ciudades costeras rebeldes. Vacilan, sin embargo, en involucrarse directamente en una tercera guerra cuando no han podido imponer decididamente su poderío en Afganistán ni en Irak.
La Unión Europea y la OTAN se dividieron alrededor de la posible intervención militar en apoyo a la rebelión anti-Gadafy. El gobierno francés proclamó su reconocimiento del Consejo Nacional Provisorio como “única autoridad legítima” de Libia, pero los otros países europeos no. Inglaterra y Francia, que durante veinte años proveyeron las armas con que Gadafy bombardea a las fuerzas populares, sugirieron ahora la realización de “bombardeos quirúrgicos” contra las posiciones gubernamentales, dejando así entrever la importancia de los negocios y compromisos que han ido tejiendo con un sector de la oposición anti-gadafista. Alemania e Italia se opusieron a gritos a cualquier tipo de intervención armada, porque sus propios negocios en Libia –en particular los petroleros– los tienen con el régimen actual.
Del otro lado, el régimen de Gadafy, que durante dos décadas se armó hasta los dientes de la mano de París y Londres y en los últimos años se subió al carro de la “lucha antiterrorista” de Washington y la OTAN, ahora clama en tono de dignidad ultrajada: “No tenemos miedo ni a la flota estadounidense, ni a la OTAN, ni a Francia”. Por su parte el Consejo Provisional rebelde está profundamente dividido entre un sector encabezado por su presidente Abdel Khalil, hasta hace menos de dos meses ministro de Justicia de Gadafy, y el de su vocero Abdel Hafiz Ghoga: ambos convocan la “ayuda internacional”, pero sólo el segundo subraya el rechazo a una intervención militar extranjera y advierte que “Libia será liberada por el pueblo libio”.

 

¿Por qué se rebela el pueblo libio?
Hace ya un mes largo que Fidel Castro machaca sobre los planes intervencionistas militares de los yanquis y europeos de la OTAN en Libia. Pero al mismo tiempo silencia que la intervención de esos imperialismos –y también de otros extra-OTAN como los rusos y los chinos– no se reduce al plano militar sino que ha sido y es también económica, política, diplomática y estratégica, y ha marcado la situación del pueblo libio no recién ahora sino durante casi toda la larga dictadura de Gadafy.
Pero principalmente, al atribuir la rebelión libia a la mera acción de los yanquis y la OTAN, el dirigente cubano vela las verdaderas razones que mueven a cientos de miles de libios a volcarse a la lucha –incluida la armada– contra la dictadura entreguista de un Gadafy que sostiene su poder con un régimen policial y que está a años luz del pasado nacionalista que le granjeó el apoyo popular al golpe con que llegó al gobierno en 1969.