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02 de octubre de 2010

Al cierre de esta edición asumía Cristina Kirchner la presidencia de la Nación. En una primera lectura de su discurso inaugural, se puede ver la ratificación expresa de la política kirchnerista de estos últimos cuatro años. Tanto por lo que dijo como por lo que ocultó.

Lo que no dijo Cristina

El nuevo turno kirchnerista

Arrancó CK afirmando que ganó con el 45% de los votos positivos, ocultando que sólo sacó el 30% del total de votos sobre el padrón, por debajo de la suma de abstenciones, nulos y en blanco, que fueron la primera fuerza en las elecciones del 28 de octubre.
Ratificó la continuidad del modelo económico que hizo su esposo, y en medio de frases rimbombantes definió que el centro de su gobierno iba a ser “solucionar el tema de la pobreza”… A confesión de parte, relevo de pruebas.
Dijo la presidenta que “Alimentos y energía serán la clave de un futuro que ya está aquí”, aclarando que debemos superar “el tabú histórico de industria o campo”. Esto en la práctica, como han denunciado los tamberos en estos días, es una política que favorece la sojización en detrimento de un verdadero desarrollo industrial, un modelo agroexportador que no va a parar la desocupación.
Recordó Cristina sus años en el Parlamento cuando  “se sancionaba el ajuste permanente, porque lo pide el FMI”, y que luego “pasamos al Parlamento que aplaudía el default. Creo que hemos recuperado el equilibrio”. Dejemos sin mayores comentarios el considerar la suspensión del pago de la deuda externa como un “desequilibrio”… Cristina está clara que esto fue uno de los productos de la rebelión popular de diciembre de 2001. Recordemos que los K no sólo estuvieron entre los que votaron el ajuste en los ‘90, sino que fueron los que enviaron el avión sanitario de Santa Cruz para traer un diputado de Corrientes con el fin de tener quórum para sancionar una ley que imponía el FMI.
Señaló como un mérito del gobierno las modificaciones del Consejo de la Magistratura a la que presenta como independiente. Claro que oculta cómo manipula a la mayoría kirchnerista de este organismo, a la que se sabe que les dicta órdenes  por teléfono.
Se refirió a la importancia de la educación pública, reivindicando su paso por ella, al igual que su marido. Podríamos preguntar entonces porqué sus hijos concurrieron a instituciones privadas. Habló de volver a cuando “los maestros sabían más que los alumnos”, eso sí, de aumento salarial y del presupuesto educativo, nada.
 Quiso balancear a su favor la derogación de las leyes de obediencia debida, punto final y “el indulto”, en una evidente gaffe ya que precisamente el indulto no fue aprobado porque la bancada kirchnerista de la Cámara de Diputados no dio quórum para su tratamiento.
Hablando de la política exterior deslizó que concebía a la Argentina con “autonomía relativa en un mundo global”, aceptando que hay globalizadores y globalizados porque es sabido que en ese mundo hay países que gozan de autonomía plena.
Mintió desvergonzadamente la presidenta al afirmar que “Por primera vez se llevó adelante una política de desendeudamiento” seguramente sin haber leído el documento del Foro Argentino de la Deuda Externa (ver página 4), que afirma que “entre el año 2002 y cuando finalice el 2007 habremos pagado 165 mil millones de pesos y debemos actualmente 165.000 millones de dólares, 15.000 millones más que en el año 2001”.
Aunque nunca se puede afirmar algo solo sobre lo que alguien dice de sí mismo, pero conocemos algunas de las primeras medidas como el tarifazo que recibiremos como “regalo” de año nuevo, es bueno refrescar de qué no habló Cristina Kirchner. No habló de la necesidad de tierra de millones de pobres del campo, ni de la pequeña y mediana empresa, o de la recuperación y la estatización de los recursos energéticos, razones de fondo de que los alimentos y la energía vayan a manos de un puñado de terratenientes y monopolios.
No habló de la carestía de la vida, y menos de los aumentos de tarifas, para no meterse en temas espinosos como la necesidad de aumento salarial. No habló de los sin techo, como tampoco mencionó a Julio López, ni a los 5.000 procesados por luchar contra el modelo del 90 del que ella y su marido dicen renegar después de haber sido de sus principales aplicadores. Coherente, Cristina no dedicó una letra de su extenso discurso para las terribles condiciones de superexplotación de millones de trabajadores, ni a la falta de futuro con que pretenden condenar a la juventud.