Cuando se analizan los 20 acuerdos suscriptos por la China imperialista con nuestro país, lo primero que se observa es que están presentes todos los condimentos que prioriza la nación asiática: una creciente internacionalización del yuan, con la renovación del acuerdo de intercambio de monedas (swap) que permitiría reducir el uso del dólar en las transacciones comerciales bilaterales; préstamos para la expansión de las empresas de obras públicas de hidroelectricidad chinas en nuestro país; créditos para la compra directa de material e infraestructura ferroviaria con apoyo de un pool de bancos chinos; la exportación de su know how en materia tecnológica, tanto nuclear –para nuestra cuarta central– como espacial; todo ello usando a destajo su nuevo poderío financiero.
20 de agosto de 2014
Pero en lo que respecta a nuestro interés como nación crecen los interrogantes sobre las posibilidades de expandir nuestro comercio hacia esa región. Pocos productos forman parte de la oferta presentada. Por ejemplo, el protocolo adicional para la exportación de manzanas y peras (en realidad un “adendum” al ya existente), chocan con una realidad. En esos productos, China es un productor eficiente y competidor nuestro en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y Europa. El posible acceso de nuestro sorgo a China, hasta hoy marginal, sin dudas abre una nueva puerta, ya que podría compensar las dificultades de colocar nuestro trigo. Pero esto está lejos de contribuir a revertir el déficit de nuestra balanza comercial que se acrecienta marcadamente desde 2008.
La recategorización del país como “socio estratégico integral” merece un comentario. China, como país centralmente planificado con políticas largoplacistas, establece diversas categorías de relacionamiento que conllevan un mensaje de la clase dirigente hacia su empresariado y burocracia, indicando las prioridades de vinculación futura, siempre tomando en cuenta sus propias necesidades estratégicas. El ascenso de nuestro país a esta última categoría supone que China promoverá un mayor acercamiento en las áreas militar, científica y tecnológica en lo que compite no sólo con los viejos imperialismos sino también con el imperialismo de Rusia.
De lo que no se habla, ni es objeto de análisis, es de cómo se enfrentará como país –y como integrante del Mercosur– el futuro vínculo con Asia, dada que la integración regional es con países que compiten con la oferta exportable de nuestro país, como ocurre con la soja, la carne, etc. e incluso la minería, que son los productos que importa China principalmente, reproduciendo la tradicional división internacional del trabajo impuesta por los imperialistas a los países oprimidos y dependientes.