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11 de noviembre de 2010


Los alcances de la distensión

Documentos del PCR / tomo 6

La exis­ten­cia de un perío­do de dis­ten­sión tem­po­ral entre las dos super­po­ten­cias ha abier­to un deba­te sobre sus alcan­ces y dura­bi­li­dad, y tam­bién en torno a su influen­cia sobre los paí­ses del Tercer Mundo.

La exis­ten­cia de un perío­do de dis­ten­sión tem­po­ral entre las dos super­po­ten­cias ha abier­to un deba­te sobre sus alcan­ces y dura­bi­li­dad, y tam­bién en torno a su influen­cia sobre los paí­ses del Tercer Mundo.
Para algu­nos esta­mos ante un “nuevo perío­do” en la his­to­ria uni­ver­sal. Habría ter­mi­na­do “el viejo mundo de la gue­rra fría” y entra­ría­mos en “una era de paz, comer­cio y homo­ge­nei­dad ideo­ló­gi­ca”. Se habla, inclu­so, de la posi­bi­li­dad de eli­mi­nar las gue­rras como medio de diri­mir dis­pu­tas entre las nacio­nes, y que las sumas, gigan­tes­cas, que hoy se dedi­can a los gas­tos béli­cos, podrían, en el futu­ro, dedi­car­se a mejo­rar las con­di­cio­nes de vida de la huma­ni­dad. Esta teo­ría revi­sio­nis­ta resul­ta atrac­ti­va si se tiene en cuen­ta que un solo sub­ma­ri­no nucle­ar de nuevo tipo equi­va­le al pre­su­pues­to de edu­ca­ción de 23 paí­ses en desa­rro­llo, con 160 millo­nes de niños en edad esco­lar. Todo esto por­que se argu­men­ta que la posi­bi­li­dad de una gue­rra ató­mi­ca ha cam­bia­do el carác­ter de las gue­rras (justas o injus­tas): la gue­rra ató­mi­ca impli­ca­ría la des­truc­ción de la huma­ni­dad.
Los teó­ri­cos sovié­ti­cos, y tam­bién algu­nos yan­quis, plan­te­an que la coe­xis­ten­cia pací­fi­ca, tal como la for­mu­ló Jruschov (como una forma de la lucha de cla­ses a esca­la mun­dial), es hoy un con­cep­to supe­ra­do. Para algu­nos de esos teó­ri­cos la coe­xis­ten­cia entre nacio­nes con dife­ren­te sis­te­ma social ha dado paso a la “integración” entre nacio­nes ayer con­si­de­ra­das impe­ria­lis­tas o socia­lis­tas, pero que hoy serían, sim­ple­men­te, nacio­nes ami­gas. Tanto en Oriente, como en Occidente, hay per­so­nas que plan­te­an que la carre­ra arma­men­tis­ta care­ce de obje­ti­vo por­que “ha desa­pa­re­ci­do el ene­mi­go” el ene­mi­go se ha trans­for­ma­do en “socio”.
Desde ya que ni Bush ni Gorbachov son tan inge­nuos. En pri­mer lugar la carre­ra arma­men­tis­ta no ha cesa­do. Por el con­tra­rio: lo único que han hecho las super­po­ten­cias es des­pren­der­se de la cha­ta­rra de gue­rra –armas con más de vein­te años de vida– para moder­ni­zar su arma­men­to, su logís­ti­ca, sus dis­po­si­ti­vos estra­té­gi­cos y de mando, y con­cen­trar sus esfuer­zos en la lucha por ade­lan­tar­se en la que se ha dado en lla­mar “la gue­rra de las gala­xias”. El Ejército sovié­ti­co, que en plena gue­rra fría, en vida de Stalin, tenía en 1948, 2.874.000 efec­ti­vos, tuvo en 1988, 5.096.000 hom­bres incor­po­ra­dos a sus filas (sin con­tar las fuer­zas de segu­ri­dad de Estado, KGB, y del Ministerio del Interior que tota­li­za­ban otros 570.000 efec­ti­vos en 1988). En la vís­pe­ra de la reu­nión de Bush y Gorbachov en Malta, el coman­dan­te en Jefe de la OTAN en Europa, John Galvin, advir­tió que el blo­que occi­den­tal “recu­rri­rá a las armas nuclea­res ante la even­tua­li­dad de una gue­rra en la que se encon­tra­ra per­dien­do en el campo de bata­lla con­ven­cio­nal”, y que la OTAN “intro­du­ci­rá en Europa, en 1992, armas nuclea­res de corto alcan­ce” (ANSA: 1/12/1989). La dis­ten­sión es tran­si­to­ria. La dis­pu­ta es lo per­ma­nen­te, ya que la dis­ten­sión es para mejo­rar las posi­cio­nes de cada super­po­ten­cia en la dis­pu­ta por el domi­nio mun­dial.
En segun­do lugar, salvo el con­flic­to de Irán e Irak, no se ha resuel­to nin­gu­no de los focos de con­flic­to en los que se enfren­tan (a tra­vés de las fuer­zas de otros paí­ses) las dos super­po­ten­cias que tra­tan, cada una, de mon­tar­se en la lucha libe­ra­do­ra de los pue­blos con­tra la poten­cia rival: Camboya, Afganistán, Medio Oriente, Cuerno de Áfri­ca, Angola, Áfri­ca del Sur, Centroamérica. Ha dis­mi­nui­do la “tem­pe­ra­tu­ra” de estos con­flic­tos pero no han cesa­do. Incluso perió­di­ca­men­te se atiza uno u otro.
En ter­cer lugar la admi­nis­tra­ción Bush fue cauta res­pec­to de la URSS en el perío­do pre­vio a las reu­nio­nes con Gorbachov. No con­si­de­ra­ba correc­to el punto de vista de Reagan de que “ha ter­mi­na­do la gue­rra fría” y hay “rela­cio­nes espe­cia­les entre EE.UU. y la URSS”. Consideraba impor­tan­te el cam­bio de estra­te­gia mili­tar sovié­ti­ca lla­ma­da ahora de “sufi­cien­cia razo­na­ble” y “estra­te­gia defen­si­va”, pero no con­si­de­ra­ba que este cam­bio ya fuera rea­li­dad y se resis­tía a redu­cir aque­llas armas en las que la OTAN tenía supe­rio­ri­dad sobre la Organización del Pacto de Varsovia (avio­nes, heli­cóp­te­ros y fuer­zas nava­les). Recién antes de la reu­nión con Gorbachov, en Malta, Bush elo­gió la polí­ti­ca del líder sovié­ti­co, apos­tan­do a la super­vi­ven­cia polí­ti­ca de éste y a la con­ti­nui­dad de la dis­ten­sión entre la URSS y los EE.UU. Por su lado la URSS está ace­le­ran­do la inves­ti­ga­ción de tec­no­lo­gías mili­ta­res sofis­ti­ca­das y desa­rro­llan­do nue­vos tipos de armas y equi­pos pre­pa­rán­do­se a fondo para la gue­rra moder­na. Los teó­ri­cos gor­ba­cho­via­nos apo­yan la línea de la lla­ma­da “inter­de­pen­den­cia” entre el Este y el Oeste, pero “sin abso­lu­ti­zar­la”, tenien­do pre­sen­te “que pue­den sur­gir situa­cio­nes ines­pe­ra­das” y que el mundo actual no sólo es “inter­de­pen­dien­te” sino que tam­bién pre­sen­ta un “carác­ter con­tra­dic­to­rio” por ser “un mundo pre­ña­do de cata­clis­mos impo­si­bles de pre­de­cir e ima­gi­nar” (Julio Oganisian en Revista Internacional Nº 9 de 1989, pági­na 66).
En cuar­to lugar: la com­pe­ten­cia sigue sien­do lo que prima en las rela­cio­nes entre los EE.UU. y la URSS, dado que si bien ambas bus­can mejo­rar sus rela­cio­nes cada una tiene su plan para debi­li­tar a su adver­sa­rio y con­so­li­dar su poder. Los sovié­ti­cos, pacien­te­men­te, arman su bomba en América Latina para enre­dar a los yan­quis en su patio tra­se­ro, y los yan­quis, pacien­te­men­te, arman la suya en Europa Oriental. Por otro lado el foco de lucha entre los Estados Unidos y la URSS se está man­te­nien­do en Europa. La polí­ti­ca gor­ba­cho­via­na del lla­ma­do “hogar común euro­peo” busca absor­ber, o “fin­lan­di­zar” (neu­tra­li­zar) a Europa Occidental, uti­li­zan­do en bene­fi­cio pro­pio su gran desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co. Gorbachov ha dicho que Europa tiene un “papel único “ ya que “no puede ser sus­ti­tui­da por nadie ni en la polí­ti­ca mun­dial ni tam­po­co en el desa­rro­llo del mundo vis­tos sus enor­mes poten­cia­les y expe­rien­cias”.
Objetivamente Europa es el “tea­tro prin­ci­pal” de las riva­li­da­des polí­ti­co-mili­ta­res de los paí­ses de la OTAN y los del Pacto de Varsovia, ya que su domi­nio o neu­tra­li­za­ción daría supe­rio­ri­dad estra­té­gi­ca a la URSS sobre los EE.UU. Pero Europa no es sólo el obje­to de la dis­pu­ta entre las dos super­po­ten­cias. Es ella misma suje­to en la dis­pu­ta mun­dial y aspi­ra a emer­ger, luego de 1992, como una super­po­ten­cia. Trata para esto de unir­se y de absor­ber a Europa del Este.
En quin­to lugar la dis­ten­sión entre las super­po­ten­cias no se refle­ja en un mejo­ra­mien­to de la situa­ción eco­nó­mi­co-social de las nacio­nes del Tercer Mundo. La deuda exter­na de los lla­ma­dos paí­ses en desa­rro­llo llegó, en diciem­bre de 1988 al billón tres­cien­tos vein­te mil millo­nes de dóla­res, suma que repre­sen­ta casi la mitad del Producto Bruto Nacional de esos paí­ses; y 17 de ellos (inclui­da la Argentina) fue­ron con­si­de­ra­dos en 1988 paí­ses “alta­men­te endeu­da­dos”. Sigue cayen­do el Producto Bruto de los paí­ses de América del Sur que no logran salir de la últi­ma cri­sis eco­nó­mi­ca. A prin­ci­pios de 1986 los pre­cios de las mate­rias pri­mas habían lle­ga­do a sus nive­les más bajos de la his­to­ria en rela­ción con los bie­nes manu­fac­tu­ra­dos y ser­vi­cios, tan bajos como en los peo­res años de la cri­sis del 30 y en algu­nos casos (como el plomo y el cobre) más bajos que en 1939. Si los pre­cios de las mate­rias pri­mas en rela­ción a los pro­duc­tos manu­fac­tu­ra­dos “se hubie­ran man­te­ni­do al nivel de 1973, o inclu­so de 1979, no habría cri­sis en la mayor parte de los paí­ses deu­do­res, espe­cial­men­te los lati­no­a­me­ri­ca­nos”. (Peter Ducller, febre­ro de 1988).