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03 de octubre de 2010

Es voz popular oír que el conflicto del campo llevó a una gran politización social. No hay ámbito donde no se trate este tema, más allá de las opiniones favorables o no.

Los artistas e intelectuales y el campo

Hoy 1231 / Reflexiones de una escritora rosarina

Argentina entera habla del campo, debatiéndose en cada lugar conceptos que en muchos casos estaban vedados en ciertos sectores ¿qué es un terrateniente? ¿Qué es un pool de siembra? ¿Qué diferencias hay entre un campesino rico, mediano y pobre? ¿En manos de quiénes están las enormes tajadas de tierra en este país? ¿Cómo es la cuestión con los pueblos originarios? ¿Qué rol juega el Estado? Y muchísimas preguntas más.
Lo cierto es que este conflicto –que comenzó siendo sectorial y luego fue empalmando con otras luchas populares– nos obliga a nosotros, artistas e intelectuales, a otro debate que tiene que ver con lo específico. Contamos con una experiencia revolucionaria clave, como fue la Revolución Cultural China, experiencia pilar que justamente tiene a estos dos sectores, el campesinado y el intelectual como aliados fundamentales.
Mao ha afirmado que “sin la participación de los intelectuales, es imposible la victoria de la revolución”, cuestión que pone sobre el tapete la gran importancia que tiene este sector en la lucha revolucionaria y que a la vez nos lleva, entiendo, a la pregunta obligada: ¿cómo está conformado este sector en Argentina y de qué modo jugó en el conflicto agrario?
Es interesante recordar aquí esas experiencias que contara Mao, cuando los intelectuales chinos se acercaban a la masa campesina y las contradicciones que se ponían en juego entre dos sectores que históricamente se han intentado dividir taxativamente: por un lado el trabajo manual, por el otro el trabajo intelectual.
Tener presente estas experiencias históricas que han llevado al triunfo de la Revolución China, entiendo que ayudan para pensarlas en relación a nuestro país, no sólo sobre el campesinado sino sobre el sector intelectual desde el cual muchos militamos.

Los intelectuales y las clases sociales
En primer lugar creo que así como el campo no es uniforme, el sector intelectual tampoco lo es. Cada intelectual juega desde sus ideas de clase; algunos, ya sabemos no dudan jamás en ponerse al servicio de las clases dominantes; otros, están junto al pueblo, a veces militando desde un partido político o con trabajos comunitarios, populares, incluso desde proyectos religiosos. También están los intelectuales “veletas” que se mueven (¿por bolsillo o por un real convencimiento de ideas?) hacia los gobiernos de turno.
Desde la asunción de Néstor Kirchner como presidente, muchos intelectuales han engrosado la fila del kirchnerismo. Quizá conmovidos por el discurso izquierdista de los Kirchner, sensibilizados por las jugadas que hizo con los derechos humanos, por encontrar mega- escenarios a su disposición para enarbolar la supuesta defensa de una cultura nacional tan pisoteada por el menemismo, quizá por muchas causas más.
Pero lo cierto es que asistimos a un fenómeno no inusual pero sí digno de ser estudiado y debatido profundamente, si tenemos presente que el objetivo estratégico es engrosar las filas para el triunfo revolucionario. Muchos de esos intelectuales, 750 en total, han firmado la adhesión al gobierno, han tomado una posición clara. Este es un grupo de artistas e intelectuales que, digámoslo así, se mueven por arriba, con reconocimiento y trayectoria; parte de un enorme sector al que estamos muchas veces unidos por la contradicción porque sería interesante estudiar quiénes son cada uno de esos 750, en qué causas estuvimos juntos y qué ideas nos separan. Me parece justo no armar un gran pelotón, no sólo con esos 750 sino con muchos otros más que en la actualidad están atraídos por el kirchnerismo.
Así como los Kirchner no pueden después de la experiencia parlamentaria contar en montón a sus aliados sino que debe revisar uno por uno; nosotros también debemos contar de a uno. ¿Con quiénes de esos 750 podemos juntarnos para luchar juntos por determinada causa? ¿Por qué tal o cual de ellos firmó esa solicitada?
Es decir, abrir el debate, entendiendo que dentro de esas cien flores muchas son hierba venenosa –como diría Mao- y otras son una suerte de girasoles que hoy, sólo hoy, forman parte de una correntada que siguen a los Kirchner como un sol esperanzador.
Entendiendo que nos esperan tiempos tumultuosos en el país, que las luchas populares están encendidas, no ya soplando las brasas sino siendo parte ferviente de ellas en cada rincón del suelo argentino y que las clases dominantes por otro lado parecen agazapadas para dar zarpazos anti-K, me pregunto cómo se moverá ese grupo de artistas e intelectuales y qué línea debemos tener nosotros ante esta situación.
El sectarismo quizá sea el peor camino, la amplitud y el debate quizá nos acerque más a una comprensión sobre este tema.
Pero, por otro lado, así como existen intelectuales reconocidos también existe otra gran masa, muy numerosa, que viene de muy abajo, del interior del país, muchos de ellos con origen campesino. Esa es la experiencia que tenemos en ciudades como Rosario donde muchísimos estudiantes de pueblos y pequeñas ciudades concurren a la universidad pública.
Muchísimos de ellos, de todas las carreras, no necesitaron las explicaciones de ministros y economistas sobre el tema del campo porque ellos mismos vienen de ahí, porque conocen cómo sus padres y abuelos han dejado la vida laburando de sol a sol.

Damián, hijo de campesino
Cuento una anécdota. Hablando con un estudiante de Ciencias Económicas de Rosario, me contaba sobre su origen campesino, campo en el que él mismo trabaja los fines de semana para solventar su estadía en Rosario. Su padre tiene unas pocas hectáreas heredadas que en otro tiempo supieron contar con algunas vacas y chanchos y él, Damián, como muchos tuvieron la posibilidad de ser la primera generación con acceso a un estudio universitario.
Fue a los piquetes de Soldini y a los que se armaron en Fuentes (pequeño pueblo con unos 4.000 habitantes en el sur santafesino, un pueblo que vive por entero del campo). No necesitó que nadie le venga a explicar nada, sabe cómo es el trabajo en el campo. No necesitó de las explicaciones economicistas de muchos docentes de su Universidad, voceros del gobierno.
Como él, muchísimos. Digo, por eso, que el conflicto del campo también nos da la posibilidad de tener un mayor conocimiento sobre el sector intelectual. Porque esta enorme masa de hijos de campesinos o ligados al campo por pertenecer a una pequeña ciudad que vive de él, es un enorme caudal no sólo a ser estudiado sino a ser ganado para el ejército de la pluma.
Es la gigantesca masa que nos encontramos quizá en Cosquín, en las experiencias culturales del interior del país y en las universidades públicas. La lucha agraria nos pone en mejores condiciones para empalmar con lo específico y para crecer desde lo específico.
En la historia cultural de nuestro país tenemos muchos artistas con reconocimiento internacional que han creado productos artísticos sobre el campo.
Cuánta vigencia tiene Antonio Berni hoy, por ejemplo y ningún gobierno puede decir que por pintar su cuadro “Chacareros”, Berni fue golpista. Cuánta actualidad tiene hoy Atahualpa Yupanqui, habiéndose cumplido este año los 100 años de su natalicio, nos trae más que nunca la vigencia de una milonga hecha denuncia sobre los pobres más pobres de este suelo, y ningún mandatario puede osar a acusar a Atahualpa de oligarca.
Me quedo pensando qué hubieran dicho Mendieta e Inodoro Pereyra sobre este tema, ese gaucho desposeído anclado siempre sobre una llanura dibujada como línea recta ¿hubiera caído también en la lista de golpistas? Me animo a imaginar la posible historieta: en esa pampa llana y desprovista de perturbaciones que dibujara siempre Fontanarrosa imagino a miles y miles de campesinos y a un Mendieta que inquieto diga: ¡Que lo parió!

Alejandra, de Rosario