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17 de agosto de 2022

Se cumplen 95 años de este crimen del imperialismo yanqui

Los asesinatos de Sacco y Vanzetti

El 23 de agosto de 1927 morían ejecutados en la silla eléctrica Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, militantes anarquistas italianos emigrados a EEUU, donde fueron injustamente acusados de un crimen que no cometieron.

 “No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida”.  Nicola Sacco
  “¡Nada las pérdidas de nuestras vidas! -La vida de un zapatero y un pobre vendedor de pescado- ¡Todo! Ese momento final es de nosotros. Esa agonía es nuestro triunfo”. Bartolomeo Vanzetti

 

Sacco y Vanzetti fueron detenidos en 1920, acusados de un asalto a un camión recaudador, y de la muerte de dos guardias del camión. Un gran movimiento solidario se desarrolló en todo el mundo, para intentar impedir que fueran ejecutados.

Ambos, emigrados de su Italia natal en la década del ‘10, formaron parte de la IWW, organización anarcosindicalista, y tuvieron un destacado papel en la organización de huelgas y manifestaciones, así como en la difusión de las ideas libertarias.

Al momento de ser detenidos, Nicola Sacco era zapatero, y Bartolomeo Vanzetti vendedor de pescados. Ambos habían trabajado en distintos oficios previamente. Eran tiempos en que las huelgas eran ilegales y exigían un trabajo clandestino de preparación, y la represión se descargaba con brutalidad, causando muertos, presos, deportación de extranjeros, etc.

En 1920, uno de estos anarquistas, Andrea Salsedo, fue detenido ilegalmente y les hizo llegar una carta a sus compañeros, que Vanzetti dio a conocer: “Hace seis semanas que estamos ocultamente encarcelados. Acusaciones graves. Situación insoportable”.

Sacco y Vanzetti participaron en la organización de una serie de actos en solidaridad con Salsedo, en Boston y otras ciudades. El primero de estos iba a ser el 10 de mayo, y tendría a Vanzetti como orador. El 3 de mayo se conoció la muerte de Salsedo. La gran prensa, cuándo no, habló de “suicidio”, ya que Salsedo se “había tirado” desde un piso 14, casualmente, las oficinas de la policía secreta. En plena actividad relacionada con este crimen estaban Sacco y Vanzetti cuando fueron detenidos.

 

Quiénes eran Sacco y Vanzetti

Nicola Sacco había nacido el 23 de abril de 1891 en Torre Maggiore, provincia de Foggia, y emigró a los 17 años. Bartolomeo Vanzetti nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. A los 20 años de edad decide abandonar Italia. Ambos llegan por su lado a EEUU en 1908. Sacco se une a la Federación Socialista Italiana, y cuando estalla la guerra, se pronuncia contra ella: “Esta guerra no es para empuñar el fusil… se hace en beneficio de los grandes millonarios”.

Vanzetti en 1913 comienza a participar activamente en el movimiento obrero. En 1916 estalló un gran conflicto en la Plymouth Cordage Company y allí estuvo Bartolomeo en primera línea, dirigiendo la huelga.

 

Detención y proceso

Dos días después del asesinato del anarquista Salsedo, Sacco y Vanzetti son detenidos por la policía del Estado de Massachusetts. Como ambos estaban armados al momento de ser detenidos, y no revelaron el porqué para proteger a la organización a la que pertenecían, los jefes policiales y los jueces aprovecharon para acusarlos de un asalto ocurrido en 1919, y del que ya mencionamos antes, al camión de paga de la fábrica de calzados Slater and Morrill, de South Baintree, donde son muertas las dos personas que trasladaban el dinero, poco más de 15 mil dólares.

A partir de esto, las clases dominantes armaron una farsa que sirviera de juicio ejemplificador para todos los trabajadores. El juicio –que fue luego conocido por las denuncias hechas por el movimiento obrero en todo el mundo, y que con el tiempo trascendió en distintas obras literarias, de teatro, cine y canciones– fue una sumatoria de irregularidades, arreglado desde el principio al fin para condenar a los revolucionarios. Nada faltó: se inventaron pruebas, se apretaron testigos, corrió mucha plata y sangre obrera. Un solo ejemplo: el presidente del jurado era el jefe de la compañía contra la cual Vanzetti había contribuido a organizar la huelga.

El juicio fue una tribuna de las posiciones de las clases que se enfrentaban. Mientras el fiscal intentaba incriminar de los asesinatos a los “que estaban contra el gobierno de EEUU”, Vanzetti reafirmaba sus convicciones: «No sólo he luchado toda mi vida por desterrar los crímenes que la ley oficial y la moral oficial condenan, sino también el crimen que la moral oficial y la ley oficial no condenan y santifican: la explotación y la opresión del hombre por el hombre. Y si hay alguna razón por la cual yo estoy en esta sala como reo, si hay alguna razón por la cual dentro de unos minutos usted va a condenarme, es por esa razón y por ninguna otra». El 14 de julio de 1921 el jurado los declaró culpables; el 23 de abril de 1927 el juez Thayer dictó la sentencia de muerte.

 

El mundo se conmovió

Pese a la infame campaña de la mayoría de los diarios, que apoyaban la condena, la movilización solidaria se desarrolló en todo el mundo, encabezada por la clase obrera.

Se formaron comités por la defensa de Sacco y Vanzetti en Argentina (ver recuadro), México, Uruguay, Portugal, Rusia, Inglaterra, Austria, entre otros muchos países, que organizaron actos, huelgas, atacaron las embajadas yanquis y los símbolos del imperialismo norteamericano. Destacados intelectuales de la época sumaron sus voces de repudio a la condena, junto a líderes religiosos, abogados, dirigentes sociales y políticos de todas las tendencias. Entre ellos, los escritores estadounidenses John Dos Passos y Upton Sinclair, y el francés Anatole France.

Las movilizaciones se intensificaron al conocerse, a comienzos de agosto, que el gobernador del estado denegó el indulto, estallando huelgas en varias capitales.

Sacco y Vanzetti enfrentaron la silla eléctrica con la dignidad de los revolucionarios. Escribieron una carta “para expresar nuestro reconocimiento y admiración por todo lo que habéis hecho en favor de nuestra defensa en estos siete años, cuatro meses y once días de lucha” y dejaron un ejemplo a ser tenido en cuenta por los revolucionarios en todo el mundo y en todos los tiempos.

Las palabras finales de Bartolomeo Vanzetti fueron: «No he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inútilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los hermanos no continúen matándose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz”. Y Nicola Sacco denunció «¡No hay justicia para los pobres en América!… ¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad”.

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La solidaridad en Argentina

Refiere Otto Vargas, en El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2, pág. 355: “El 5 y 6 de agosto de 1927 se realizó una huelga general en solidaridad con Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, electrocutados finalmente en Estados Unidos el 23 de agosto. El infame proceso a los obreros Sacco y Vanzetti, condenados a la silla eléctrica por el imperialismo yanqui, conmovió profundamente al mundo. La huelga de los días 5 y 6 ‘revivió las heroicas jornadas de 1919 al 21’, escribió La Chispa [periódico del Partido Comunista Obrero. N. de R.]. En Rosario, el proletariado se lanzó a la calle, espontáneamente, sin mediar una declaración de huelga. El 10 de agosto hubo un paro unánime de las tres centrales obreras, que se repitió el 22 de agosto en repudio al crimen que se estaba por cometer. La paralización de las actividades fue casi absoluta. Los actos, en ciudades como Buenos Aires, fueron enormes. Se reunió un frente único espontáneo que generó la agitación obrera más importante de todos esos años”.

 

Hoy N° 1926 17/08/2022