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23 de enero de 2013


Los caminos de Mosconi y Tartagal

La lucha por la soberanía energética

Caminaban sin calzado, caminaban con botines gastados, caminaban con zapatos, caminaban juntos, caminaban sin piedad. Treinta y seis grados anunciaba el diario regional por la mañana. Otra jornada sin luz, otra penuria que llegaba a las pieles curtidas de trabajo incansable. Sin energía eléctrica no había agua, mucho menos refrigeración. No era el problema principal, pero sí el que prendía la mecha de la desesperación, ese 7 de mayo de 1997…

Caminaban sin calzado, caminaban con botines gastados, caminaban con zapatos, caminaban juntos, caminaban sin piedad. Treinta y seis grados anunciaba el diario regional por la mañana. Otra jornada sin luz, otra penuria que llegaba a las pieles curtidas de trabajo incansable. Sin energía eléctrica no había agua, mucho menos refrigeración. No era el problema principal, pero sí el que prendía la mecha de la desesperación, ese 7 de mayo de 1997…
“Es preferible morir a seguir sufriendo de esta manera”, nos decía con un color de voz débil y sorda Aparicio, un paisano wichi, por la mañana. Le faltaban los dedos de las dos manos. Cuentan que se los calcinó por agarrar un cable de alta tensión en una obra, sin ninguna medida de protección. Era uno de los habitantes de las nueve naciones originarias que por ahí conviven, cada uno en su paraje, en su comunidad.
El Estado y sus monopolios amigos se han puesto de acuerdo acerca de dos posturas para con los paisanos originarios: en primer lugar, dividirlos, desunirlos y engañarlos. Tal cual había hecho el Roca que tanto critica el Instituto de revisionismo histórico de sello K, sólo que en vez de la espada ahora traen la evangelización, por medio de personajes siniestros, como una monja sobrina de Videla, que los trata como animales, humillándolos, despreciándolos y por sobre todas las cosas, escriturando las tierras que consiguieron con años de durísimas luchas al obispado de Orán, quedando la comunidad descuartizada y sin posibilidad de contar cada uno con el título correspondiente a su parcela.
En segundo lugar, en cada entrada de cada comunidad se encuentran dos carteles grandes que dicen: “Peligro. Gasoducto enterrado. Alta presión. Prohibido excavar”, y un dibujo de una maquina extrayendo tierra. Lo mismo se repetía cuando la pequeña extensión de tierra en la que habitaban quienes alguna vez habían sido dueños de la pacha toda llegaba a su fin. La contradictoria, pero claramente planificada situación era que ninguna de las comunidades tenía gas, y cada garrafa “social” costaba $40. Así el gobierno K y sus monopolios amigos como Pan American ahogan paulatinamente la voz de los oprimidos. “Te das cuenta chango, estas son las criminales injusticias que vive nuestro pueblo”, me decía Juan, dirigente reconocido, respetado y querido por todos los pobladores de cada uno de los lugares donde visitamos.
 
Criminales injusticias
Caminando por la plaza de Mosconi, muchos se acercaban a saludar a Juan. “¿Y Juancito, qué novedades has traído?”, “no pasa nada pues, estos nos están bicicleteando con el fondo de reparación histórica y el programa de propiedad participada, tanto más con el diez por ciento que reconoció, pero que no nos quieren pagar”. Eran trabajadores petroleros expulsados de las plantas en el ´92. Eran los viejos ypefianos, enervados de bronca por haber perdido todo, por no haber mantenido aquello que era su vida y su pasión. “Aquí YPF era nuestra vida, imagínate que estábamos 35 días en el monte y 7 en la casa”. Esos que preguntaban, de cabellos canos y anteojos grandes, habían sido técnicos geólogos, de exploración, de perforación. En Vespucio tenían su chalet, su camioneta, su vida y su futuro planificado. Pero de 8 mil pesos-dólar en 1992, habían pasado a 150 pesos luego de la privatización de YPF.
La transformación radical de sus vidas había terminado para algunos en el alcohol, para otros en el suicidio. Pero la mayoría había tomado una decisión de lucha. Hoy se preguntaban por qué no les reconocían su vida, por qué el obrero no recibía lo que le correspondía, por qué el cinismo, por qué la desidia, por qué la desigualdad. “¿Por qué Juan? ¿Por qué estos son tan sordos? ¡Parecen caranchos!”, mientras otro se sumaba en la conversa y decía “no hacen ninguna exploración, están vaciando los pozos que abrimos nosotros con nuestras manos, y cuando no quede nada se van a ir bien lejos”. “¿Te enteraste? Echaron a 500 petroleros privados.” Juan los escucha, los mira y les dice: “Bueno hermanito, vamos a tener que volver a la ruta, no queda otra”, mientras los que se habían reunido lo escuchaban y lo miraban asintiendo en silencio con sus cabezas. “Te das cuenta chango, estas son las criminales injusticias que vive nuestro pueblo”.
Por la noche, visitamos a la madre de uno de los compañeros asesinados en el 2000, un joven de 19 años. Nos sentamos en su humilde posada. Estaba haciendo sándwich de milanesa completo que vendía a siete pesos. “Esto me sirve para pucherear”. Se sentó con nosotros. Sus manos ajeadas, su rostro duro y sus ojos infinitamente tristes se dirigían a Juan, al que con una sonrisa le preguntaba “¿cómo estás Juancito, alguna novedad?” “Bueno Primi, te quiero decir que el 19 vamos a estar con todas las víctimas de la impunidad salvaje que se ha llevado a nuestros hijos y quería ver si podías venir”. Responde que sí y con lágrimas en los ojos comienza su relato sobre el asesinato de su hijo y las mil formas que buscó para darle justicia a su corazón, pero que los verdugos de la justicia, respondiendo a las exigencias de los gobiernos de turno, han sabido silenciar.
Primitiva era la madre de Orlando Justiniano, asesinado impunemente en la pueblada del 2000. Nos vamos, ella se levanta, me palmea y dice “mi hijo sería un poco mayor que vos ahora”. Salimos con un profundo silencio, con un profundo dolor. Y Juan me mira y me dice “¿Te das cuenta chango?, éstas son las criminales injusticias que vive nuestro pueblo”.

Las enseñanzas del pueblo de Mosconi y Tartagal
Por la tarde del día siguiente encontramos en su bicicleta a un joven trabajador de la municipalidad de Mosconi. Lo habían despedido hacia cuatro días. No era el único, junto con él habían despedido a 140 trabajadores de ese municipio. A los 300 que quedaron trabajando, les rebajaron el sueldo un 40%. El ajuste proviene del presupuesto nacional, que pasa por la provincia y merma en el pago de regalías gasíferas en casi 500 mil pesos. Lo que produce una reducción de 400 mil pesos en el presupuesto que necesita el municipio de Mosconi, obligando a que sus fiestas la paguemos los que ni siquiera tenemos para el pan.
“¿Y qué te dijeron, hermanito?”, pregunta Juan. “Dicen que prescindían de nuestros servicios, porque no tienen presupuesto para todos. Ahora no sé cómo voy a darle de comer a nuestros hijos, porque ni changas hay para hacer”. “Bueno, vamos a tener que volver a la ruta, no nos queda otra”, le dice Juan, mientras el joven Panchi asiente subiendo a su bicicleta. “¿Te das cuenta chango?, estas son las criminales injusticias que vive nuestro pueblo”.
Los pueblos de Mosconi y Tartagal, pero de todo el Departamento General San Martin en su conjunto, habían sido protagonistas de su propio destino, tomándolo en sus manos. Empezaron con la pueblada de mayo de 1997, que conmovió a toda América Latina y prosiguió en 1999, 2000 y 2001, en puebladas en las que asesinaron salvajemente a 5 mártires. “Yo sigo hasta el final, me van a tener que sacar muerto de la ruta”, le decía convencido un día antes de su asesinato, Aníbal Verón a Juan. Luego de los crímenes en manos de la gendarmería, los pobladores habían incendiado todos los estamentos representativos del poder, la Municipalidad, el Consejo Deliberante, la Comisaria (donde retenían mercadería y colchones que eran para el pueblo) y las plantas de Pan American y Tec Petrol.
Las enseñanzas que significaron las puebladas para el Departamento General San Martin, pero para todos los pueblos de la Argentina en general, fueron decisivas para los combates que siguieron y se profundizaron en el Argentinazo. Y son decisivas para afrontar los combates que se vienen, en medio de la crisis, para que sean los que se enriquecieron durante estos años los que la paguen y no el pueblo a través del ajuste y la inflación K.
Nuevamente caminan sin calzado, caminan con botines gastados, caminan con zapatos, caminan juntos, caminan sin piedad. Nuevamente treinta y seis grados anuncia el diario regional por la mañana. Otras penurias que llegan a las pieles curtidas de trabajo incansable. Pero son las mismas penurias que hicieron que este pueblo se haga leyenda en 1997, con una de las puebladas más imponentes de nuestra historia reciente. Allí habían confluido diversos sectores con intereses propios y comunes, bajo la dirección de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD), de la que formaban parte principalmente obreros petroleros, y que encabezaba Juan Nieva.
Pero esta vez no será igual. Porque nuestro pueblo argentino ha aquilatado una larga experiencia, una experiencia muy grande de lucha. Desde el histórico Cordobazo a las puebladas de los ´90 y el Argentinazo, enriquecido con la Rebelión Agraria del 2009. Juan Nieva concluye nuestro viaje diciendo: “¿Ves lo que está pasando? Se están dando nuevamente las condiciones para rebeliones enormes con todos los sectores. Solo están esperando que arranque. Nuestro pueblo sufre, y está cansado. Ya no puede seguir viviendo como vive. Este gobierno kirchnerista no es distinto, es igual pero más mentiroso. ¿Vamos a estar a la altura? Yo pienso que tenemos que atizar las brasas con todo, pero esta vez, el asado lo tenemos que comer la clase obrera”.