I
Con motivo de las grandes huelgas y luchas obreras y estudiantiles que en los meses de mayo y junio de este año conmovieron a Francia y al mundo entero, nuestro Partido señaló que estábamos en el inicio de un periodo de auge de las luchas antimonopolistas y anticapitalistas, de alcance mundial. También dijimos que dependía de la elaboración de una justa línea de ofensiva del movimiento comunista internacional, el que ese auge de luchas se transformara en una ola revolucionaria triunfante en una serie de países.
Los hechos posteriores han demostrado como justo nuestro análisis de entonces. Por cuanto la seria derrota del proletariado francés –debida fundamentalmente a la política reformista del PCF–, la incorrecta intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoeslovaquia, con las consecuencias gravísimas que esa intervención aparejó, no han podido frenar ese auge de luchas antiimperialistas y anticapitalistas. Tanto en Europa Occidental (Francia, Bélgica, Inglaterra, Italia, España y otros países) como en Asia (Japón, India, Sudeste Asiático, Indonesia), en Medio Oriente, en el propio Estados Unidos y en América Latina, la lucha de las masas obreras y populares contra sus opresores ha cobrado nuevo impulso.
Actúan para ello factores objetivos como las crecientes dificultades financieras y económicas en Estados Unidos, Alemania Federal, Inglaterra, Francia y otros países capitalistas1 en los que se evidencia, de día en día, el fin del "boom" económico de posguerra, lo que impulsa a los monopolios a una feroz lucha por adueñarse de los mercados y acelerar el proceso de concentración de capitales. Lucha que es particularmente aguda entre los monopolios yanquis y los del Mercado Común Europeo, Inglaterra y Japón, y que agrava constantemente los problemas de las masas trabajadoras de esos países sometidos, bajo la máscara de la llamada "sociedad de consumo" y del "confort" a una cada vez más intensa superexplotación, y especialmente de los países dependientes de esas metrópolis.
Se agudiza la crisis revolucionaria en los países capitalistas "metropolitanos" y en los países "dependientes". Se confirma la vigencia de la tesis leninista, sobre el desarrollo desigual de los distintos países capitalistas y su lógica consecuencia: la lucha despiadada por el reparto de los mercados y las esferas de influencia en el marco de la tercera etapa de la crisis general del capitalismo.
Actúan también poderosos motivos subjetivos. La división del movimiento comunista internacional, como consecuencia de las profundas diferencias político-ideológicas que lo conmueven, no ha podido impedir la consolidación y desarrollo de las relaciones socialistas de producción en países donde habitan más de mil millones de personas. El imperialismo yanqui está siendo derrotado militarmente por el glorioso pueblo vietnamita y un poderoso movimiento de izquierda se desarrolla en todos los países capitalistas.
Todas las mentiras de la propaganda yanqui han sido incapaces de ocultar que los Estados Unidos se han visto obligados a cesar incondicionalmente los bombardeos y demás actos de guerra contra Vietnam del Norte para poder iniciar conversaciones de paz. Tal como lo exigieron los patriotas vietnamitas. Este es un gran triunfo del pueblo vietnamita y las fuerzas revolucionarias de todo el mundo. Y han debido reconocer al Frente de Liberación Nacional del Vietnam del Sur para esas conversaciones, dejando de lado su mentirosa afirmación de que la guerra vietnamita era una guerra entre el gobierno y el pueblo de Saigón y guerrilleros infiltrados por Vietnam del Norte.
Con motivo de estos hechos, el camarada Ho Chi Minh ha llamado al pueblo de los dos Vietnam para que: "intensifique su determinación de luchar y ganar". Y ha declarado que "es el sagrado deber de nuestro pueblo entero, intensificar su determinación de luchar y ganar y nuestra resolución de liberar al Sur, defender al Norte y proceder a la reunificación pacífica de la patria".
Es también el sagrado deber solidario de la clase obrera y el pueblo argentino, el contribuir, con todos sus esfuerzos, a ese triunfo que dará nuevos impulsos revolucionarios a la lucha mundial antiimperialista y anticapitalista. Y para ello se requiere profundizar nuestra lucha revolucionaria aquí y desarrollar la solidaridad militante con el pueblo vietnamita.
El profundo debate político-ideológico que desde hace trece años mantiene el movimiento comunista internacional, busca en estos momentos sobre la base de la comprobación práctica de los funestos resultados, de las desviaciones oportunistas, nacionalistas y subjetivistas, un camino de elaboración superadora, que dificultosamente y en medio de un proceso complejo, comienza a abrir nuevos caminos para las fuerzas comunistas y revolucionarias de todo el mundo. El comienzo del triunfo de la lucha liberadora del pueblo vietnamita juega en esto un rol decisivo.
Es preciso enmarcar en esta situación internacional, nuestro análisis de la situación nacional, porque ella condiciona marcadamente el estado de ánimo de las masas obreras, estudiantiles y populares de nuestro país.
Por otro lado, el imperialismo, especialmente el yanqui, consciente de ello, aprovechando la división del movimiento comunista internacional y la incorrecta intervención de las tropas de algunos países del Pacto de Varsovia en Checoeslovaquia, ha desencadenado una virulenta campaña anticomunista. Somete cada día más a las masas del mundo capitalista a lo que la Declaración de los 81 Partidos calificó de "maceración ideológica" anticomunista. Al mismo tiempo el imperialismo "endurece" su política. La confrontación electoral yanqui ha sido un enfrentamiento "entre halcones" y "buitres". Las llamadas "palomas" fueron desalojadas de ella por métodos típicamente gansteriles, como corresponde a la esencia misma del imperialismo.
El triunfo de Nixon indica que las tendencias próximas de la política yanqui son de una profundización del rumbo agresivo que ha caracterizado la política exterior norteamericana en el último tiempo. El imperialismo yanqui, es de prever, acentuará sus medidas de sabotaje y de agresión contra la Revolución Cubana y continuará promoviendo gobiernos "duros" en los países latinoamericanos. Esto augura tiempos difíciles para nuestros pueblos.
Las dificultades económicas en los Estados Unidos llevan al imperialismo yanqui a exigir a sus monopolios radicados en América Latina a que busquen fuentes de financiación en estos países2 y que remitan a los Estados Unidos el máximo posible de divisas. En dura lucha con los monopolios europeos y japoneses, penetran en profundidad en la economía de nuestros países, liquidando o subordinando a las ya desfallecientes burguesías nacionales latinoamericanas y acelerando la concentración monopolista y la subordinación de las economías latinoamericanas, a las grandes instituciones financieras del imperialismo (FMI, Banco Mundial, etc.). Este proceso se da hoy en la mayoría de los países latinoamericanos. El "democrático" Chile, por ejemplo, ha visto, bajo el gobierno de Frei, según datos de la CUTCH, elevar las utilidades de los inversionistas extranjeros de 61 millones de dólares en 1964 a 139 millones en 1967. Al tiempo que los monopolios yanquis se han adueñado, también en Chile, de ramas enteras de la economía.
Los yanquis buscan garantizar sus inversiones en los países de América Latina, en los que se desarrolla un creciente y multifacético movimiento liberador y cada vez más la política de las oligarquías burguesas terratenientes y de los monopolios radicados en América Latina que quieren gobiernos "duros", despojan a los gobiernos latinoamericanos de máscaras "democráticas" para asegurarse la represión de ese movimiento liberador.
Al mismo tiempo el proceso de concentración monopolista, el apetito de mercados para sus inversiones, las contradicciones interimperialistas que se agudizan, la fusión de las oligarquías burguesa-terratenientes locales con esos monopolios, está exacerbando viejas rivalidades de las burguesías y oligarquías latinoamericanas: Argentina con Brasil y Chile; tendencia a una alianza de Argentina con Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay por un lado y de Brasil con Chile por otro, procurando a su vez atraer también a Uruguay, Paraguay y Bolivia. Agudización de las diferencias de Chile con Bolivia y Perú, etc. Partiendo de nuestra concepción internacionalista y del carácter continental de la Revolución Latinoamericana debemos seguir atentamente estas contradicciones interburguesas.
Todo el proceso latinoamericano sumariamente reseñado está agudizando la crisis revolucionaria en toda América Latina. Hasta México, luego de 27 años de estancamiento y retroceso de la revolución burguesa acaba de ser sacudido por una gigantesca lucha de masas. Al profundizarse el proceso revolucionario, se profundiza también en toda América Latina la crisis del reformismo contemporáneo.
La coordinación revolucionaria de las fuerzas obreras y populares de nuestros países es cada vez más necesaria y urgente y nuestro Partido debe trabajar intensamente por lograrla.
Sobre el movimiento comunista internacional
Los hechos han demostrado que la intervención armada de algunos países socialistas en Checoeslovaquia, no se insertaba en una línea de denuncia del reformismo contemporáneo, ni de ofensiva antiimperialista. Las tropas intervencionistas no detuvieron a los conocidos elementos contrarrevolucionarios checoeslovacos, ni a un solo "boina verde" de los denunciados como pretexto para la intervención. En cambio se apropiaron de armas de las milicias obreras checoeslovacas y detuvieron a los dirigentes más caracterizados del PC checoeslovaco con el que luego debieron negociar.
Negociar sobre algunos aspectos de su política reformista pero sin poder atacar a fondo las desviaciones revisionistas que se daban en Checoeslovaquia, porque para ello se requeriría un cambio radical en numerosos aspectos de la línea, de los propios partidos de los países intervinientes.
El resultado ha sido de acuerdo con las informaciones en nuestro poder, un fortalecimiento político en las masas del pueblo checoeslovaco de los dirigentes de su Partido, incluidos los elementos más abiertamente derechistas. Se ha generado un fuerte sentimiento antisoviético en capas numerosas del pueblo y facilitado así el trabajo de la contrarrevolución. Se ha abierto un proceso político crítico, en la masa de soldados intervencionistas, que se vio repudiada por el proletariado checoeslovaco. Se ha debilitado la imagen mundial del comunismo y facilitado la propaganda anticomunista del imperialismo. Se mantiene una situación potencialmente explosiva en Checoeslovaquia, en donde la intervención no se insertó en un proceso de discusión de masas y –ahora está totalmente claro– se realizó contra la voluntad del proletariado checoeslovaco y su Partido Comunista. Se ha agudizado la división del movimiento comunista internacional y favorecido las tendencias oportunistas y nacionalistas en una serie de partidos comunistas y lacayunas de otros, como el CC del PC de la Argentina, al replantear en la práctica, la ya superada e injusta concepción de partidos-guías y de Estados socialistas-guías.
El Comité Nacional del PC (CNRR) considera que los hechos van demostrando la justeza de nuestra posición, en cuanto a que la revalorización de la llamada "línea dura", no permite derrotar al oportunismo contemporáneo, que es, precisamente, una desviación generada a partir de las deformaciones no superadas del periodo de Stalin.
Los argumentos justificativos de la intervención en Checoeslovaquia, dados por los países intervinientes, no atacan la línea revisionista que subordina la revolución a la coexistencia pacífica y concibe a ésta como el simple mantenimiento del "statu quo" actual (por ejemplo, el CC oportunista del PC de la Argentina, planteó que en Francia no se podía tomar el poder porque ello arrastraría a la tercera guerra mundial3.
Que ello es así lo demuestra que uno de los argumentos más usados para intervenir en Checoeslovaquia, ha sido que la situación en ese país "amenazaba el statu-quo en Europa" como señalaron el Izvestia y el Neue Deustchland. Con lo cual la intervención en Checoeslovaquia se corresponde totalmente, con el apoyo que los partidos comunistas de los países intervinientes dieron a la posición reformista del PC de Francia durante las luchas de mayo y junio de este año.
Tampoco implica la intervención en Checoeslovaquia la derrota de la concepción que cree que la riqueza produce conciencia socialista4 que concibe la lucha ideológica en los países socialistas solo como una necesidad transitoria hasta que se sobrepase la producción por habitante del capitalismo. Que esto es así lo demuestra el que sea precisamente éste uno de los problemas ideológicos que no se reprochan a los revisionistas checoeslovacos. Lo que no deja de ser lógico dado que iguales criterios ideológicos tienen sanción de doctrina oficial en los países intervinientes.
La intervención en Checoeslovaquia ha aumentado la división del movimiento comunista internacional y afectado seriamente a las organizaciones democráticas y antiimperialistas internacionales como la Federación Sindical Mundial (que se pronunció contra la intervención), la Unión Internacional de Estudiantes y la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (que no se pronunciaron ni a favor ni en contra por la división que aparejó la intervención). Pero es claro que la línea divisoria en el movimiento comunista internacional no pasa por la posición que se adoptó ante el hecho concreto de la intervención. Contra ésta se pronunciaron por ejemplo, la casi totalidad de los partidos comunistas de Europa Occidental –la mayoría de los cuales ha reemplazado la lucha por la revolución, por la llamada lucha por las "reformas estructurales"–, el Partido Comunista que dirige Dange en la India –abiertamente reformista– y todos los partidos comunistas que siguen en Asia la orientación china, partidos comunistas como el dominicano, el japonés, el de la India (que se opone al CC de Dange), el Partido Comunista Revolucionario del Brasil y el PC (CNRR) que sustentan claras posiciones revolucionarias. A favor de la intervención se han pronunciado la mayoría de los partidos comunistas de América Latina, incluido el CC oportunista de Argentina y con muy diferente fundamentación los partidos comunistas de Cuba, Corea y Vietnam que sustentan claras posiciones revolucionarias.
El debate ideológico en el seno del movimiento comunista internacional cobra ahora nuevas alturas. La posibilidad para el proletariado internacional, de transformar en nuevos triunfos revolucionarios la actual ola de luchas antiimperialistas y de consolidar y desarrollar las conquistas socialistas en los países del campo socialista depende, en gran medida, de la decisión favorable de la lucha contra las desviaciones que traban hoy a ese movimiento, especialmente de la derrota del oportunismo de derecha y el reformismo.
En la línea de derrotar esas desviaciones seguirá el PC (CNRR) practicando una activa política en el movimiento comunista internacional de acuerdo con los lineamientos políticos indicados en las Tesis para el XIII Congreso de nuestro Partido.
II
La dictadura continúa aplicando, paso a paso, sus medidas reaccionarias. Avanza en la liquidación de las conquistas laborales del proletariado a través de las medidas de "racionalización", la reforma del sistema previsional, etc., y prepara los resortes que le permitan constreñir los aumentos de salarios próximos, a mínimos muy alejados del costo de la vida.
Se mantienen medidas y se proyectan otras destinadas a la expropiación económica de sectores considerables de capas medias urbanas y rurales (leyes de desalojo, leyes y medidas que dificultan la operatividad de las llamadas empresas "ineficaces", ley de bancos, etc.).
Paso a paso la dictadura estructura en la universidad, los colegios secundarios y primarios su política educacional, orientada a producir técnicos y profesionales de capacitación y mentalidad adecuadas a las necesidades de los monopolios.
La dictadura afina sus instrumentos represivos. En general trata de dejar "desangrar" las luchas populares, con la cooperación de sus secuaces "participacionistas" o vandoristas, los directivos de la Federación Agraria Argentina, etc. Pero sus armas están siendo afinadas para el momento en que sea necesario "sangrar" esas luchas. Las medidas que se están tomando para la organización del registro de las personas, entre otras muchas, y la visita al país de los "boinas verdes" o la intervención del Gral. Lanusse en la Reunión Interamericana de Río son muestras claras de ello.
Todo esto ha agravado enormemente las condiciones de vida y trabajo del proletariado y la situación de las capas medias. Latente permanentemente en nuestro país la contradicción entre el régimen y la revolución, entre la clase obrera y las capas medias urbanas y rurales por un lado y sus explotadores por otro, las medidas de la dictadura han secado la pólvora de un polvorín bajo los pies de las clases dominantes.
La dictadura anunció el inicio del llamado "tiempo social". Según declaró Onganía en la última reunión de generales el mismo puede durar: "dos como cinco, como diez o más años". El "tiempo social" de la dictadura comprendería el tiempo necesario, para llevar adelante las medidas que aceleren y garanticen el proceso de concentración monopolista, liquidación de las conquistas obreras de muchos años, la estructuración de una universidad y una enseñanza adecuadas enteramente a las necesidades de los monopolios, etc.
Onganía explicó durante su viaje al Noreste qué es el "tiempo social". Dijo así:
"Muchos le tienen miedo a este tiempo social. Piensan que en este tiempo vamos a cometer el error de retroceder y caer en el vacío en cuanto al esfuerzo ya realizado. Otros creen que el tiempo social es simplemente volcarse hacia los más desposeídos, aumentar salarios, incrementar las coberturas sociales. No; el tiempo social es otra cosa. Es el cambio de estructuras: cambiar las estructuras de nuestra educación cuyos grandes defectos ustedes conocen muy bien y cambiar las estructuras de nuestro sistema de salud, de la producción, de la industrialización, de la comercialización, de la distribución y de nuestra previsión social. Eso, sin duda, requiere tiempo, porque no solamente tenemos que hacer esos cambios, sino también capacitarnos para realizarlos".
Como nuestro Partido ha señalado en sus Tesis para el XIII Congreso, la dictadura impuesta el 28/6/66 aspira a realizar cambios a largo plazo en nuestro país. No es una simple "vuelta más de calesita" organizada por las clases dominantes. Durante el "tiempo social" la dictadura piensa concretar lo fundamental de esos cambios. Para que los mismos no generen, en el momento más imprevisto, una chispa que haga arder el polvorín del descontento popular, la dictadura trabaja ya para articular un sindicalismo de "participación", y el llamado "comunitarismo" que ensamblen totalmente con el aparato estatal a los sindicatos y la extendida red de organizaciones populares y empresarias de nuestro país.
Nosotros debemos despreciar estratégicamente a la dictadura. Que sin ninguna duda será barrida por el pueblo. Pero no menospreciar la peligrosidad de sus medidas inmediatas y creer que sin una poderosa lucha popular hegemonizada por el proletariado, la dictadura caerá en cualquier momento. Es cierto que su pregonada "estabilidad económica" es relativa. Los productos argentinos tropiezan con graves dificultades para colocarse en los mercados de exportación, en especial carnes y lanas. Los precios de esos productos de exportación caen permanentemente en relación con los de importación, lo que llevó a Krieger Vasena en su reciente viaje a EE.UU. y Europa a clamar por mejores precios para las materias primas y tratar de superar la baja espectacular de las exportaciones a los países del Mercado Común Europeo. Como lo señaló la United Press en un cable del 13/10/68 Krieger Vasena trató en Europa de conseguir respuestas a esos problemas "para transmitir luego a su gobierno el grado de la difícil situación que los observadores no titubeaban en llamar dramática". Las exportaciones de carne al Mercado Común Europeo que totalizaron 26.342 toneladas en 1965 se preveían que en el año actual no llegarían a 7.000 toneladas; al tiempo que la venta de carne congelada a esos países, bajó de 107.000 toneladas en 1965 a menos de 80.000 toneladas previstas para este año. Lo que sucede paralelamente a la caída de las exportaciones de carne a Inglaterra, a la competencia europea en los mercados asiáticos y a la existencia este año de una gran cosecha mundial de trigo.
La deuda externa argentina es muy alta, con intereses elevados y a corto plazo. La reducción de las retenciones a las exportaciones de carne primeramente y luego de lanas y trigo junto con la falta de un aumento considerable del producto bruto interno, crean condiciones para el aumento de precios que aceleren el proceso inflacionario. La dependencia del país al imperialismo hace a su economía extremadamente vulnerable, ante la difícil situación económica que atraviesan actualmente las metrópolis imperialistas.
Sin embargo, nosotros no debemos menospreciar, –como hace la oposición burguesa y el oportunismo– las posibilidades de que la política de los monopolios que representa la dictadura sea capaz de mantener abierto un camino de desarrollo capitalista dependiente bajo el control de esos monopolios y la posibilidad de que puedan sortear las dificultades coyunturales que aparezcan en esa dirección, por más que ese desarrollo esté montado sobre la base de contradicciones sociales, que no se atemperarán sino que se agudizarán. Ello dependerá, fundamentalmente, de que el proletariado y el pueblo explotados y oprimidos por esos monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente, sepan abrir el rumbo revolucionario a otra alternativa de poder en el país. La de un gobierno popular revolucionario.
La dictadura, al impulsar la concentración monopolista beneficia preferentemente a ciertos monopolios en detrimento de otros. En esto juega un rol importante la aguda lucha por los mercados entre los monopolios europeos y los yanquis. Ultimamente los monopolios europeos -especialmente los alemanes y los italianos- han obtenido concesiones jugosas, se le ha otorgado a la Siemens (alemana) la Central Atómica de Atucha. Onganía, personalmente, decidió esta concesión. Se ha autorizado a firmas alemanas la creación de una planta laminadora de aluminio en Puerto Madryn. Capitales europeos participarán en la construcción del Chocón. Se ha puesto en marcha el Plan Europa de compra de armamentos en países europeos y de posterior fabricación en la Argentina y se ha otorgado a firmas europeas en el país la concesión de esa construcción.
Durante su reciente visita al país los ministros de relaciones exteriores de Alemania y de Italia, se comprometieron a abrir a los productos argentinos tradicionales el Mercado Común Europeo, enfrentando para ello a Francia y a pugnar por abrir para esos productos y para productos industriales fabricados por sus monopolios radicados en el país, los mercados africanos.
Todo esto ha producido roces con monopolios yanquis. Al ser requerido Mac Namara -durante su reciente visita- sobre la posibilidad de participación del Banco Mundial en tales plantas industriales, comenzó a hablar del "plan Balcarce" de pasturas, lo que conjuga con el plan yanqui de "división del trabajo" en América Latina según el cual Brasil –al que el Banco Mundial acaba de conceder un préstamo de mil millones de dólares– sería el gran país industrial del Cono Sur. Esta división del trabajo no es del agrado de la burguesía monopolista argentina, como es fácil de imaginar.
También algunas medidas recientes de la dictadura han producido descontento en otros sectores de la burguesía. Por ejemplo la Sociedad Rural ha puesto el grito en el cielo por un posible impuesto a la renta potencial del suelo, que gravaría a los latifundios improductivos, tratando de acelerar los cambios capitalistas en el campo.
Esto se expresa en política. Y los gritos de descontento de éste o aquel sector burgués expresado a veces por éste o aquel militar o político amigo, llevan al Comité Central oportunista a creer que integrando una amplia Coordinadora de Lucha contra la dictadura, ésta caerá porque "nunca hubo un gobierno tan aislado". Sin embargo esos grupos burgueses, hasta ahora, terminan aceptando la rígida disciplina que en definitiva les impone el Estado burgués-terrateniente controlado por los grandes monopolios. Y esto sucede porque la política de Onganía ha beneficiado en general a la burguesía monopolista y terrateniente argentina al posibilitarle extraer una cuota acrecentada de plusvalía sin grandes conflictos sociales5. De allí que ACIEL haya podido decir que "es conveniente apoyar la política y el programa económico fijados por el gobierno, sin perjuicio de recomendar que se adopten, en el más breve término posible, aquellas medidas complementarias que las circunstancias aconsejan y permitan para acelerar la modernización del país y lograr el bienestar general". (Clarín del 10/11/68)
Los monopolios, la oligarquía burguesa-terrateniente, apoyan la política general de la dictadura y los conflictos interburgueses no han llegado a un grado de agudización extrema. Por otro lado, la burguesía no ligada al imperialismo, afectada por muchas medidas de la dictadura, es incapaz de impulsar un proceso revolucionario que sabe escapará a su control, y forcejea para tratar de acomodarse al proceso de concentración monopolista con una política que no deja de semejar los forcejeos del carnero al que llevan al matadero.
Es por esto que, despreciando estratégicamente a la dictadura, no descartamos su posible consolidación en el poder, o su perpetuación en el mismo con nuevo ropaje, si la clase obrera no logra alzar a la lucha contra ella, bajo su dirección, a los otros sectores populares.
El Partido y la clase obrera deben ganarse por el convencimiento de que deben ser los protagonistas principales de la lucha contra la dictadura, proyectando, al calor de ella, la alternativa revolucionaria que permita a nuestro pueblo no sólo acabar con el gobierno de Onganía, sino también, y fundamentalmente, con el poder de las clases sociales que éste representa. Esto presupone adelantar permanentemente iniciativas políticas que permitan al proletariado, partiendo de sus reivindicaciones económicas y políticas y de las de las otras clases interesadas en la revolución, ir protagonizando la lucha antidictatorial y proyectando hacia el poder la alternativa revolucionaria.
Para esto debemos conocer al enemigo.
La dictadura es consciente del potencial explosivo acumulado bajo sus pies. Por ello procura "desangrar", agotar, aislar, las luchas. Cuenta con aliados importantes: los dirigentes sindicales "participacionistas" y "dialoguistas", los dirigentes burgueses de las principales organizaciones agrarias, la imposibilidad de que los partidos burgueses operen un cambio revolucionario, al igual que el Comité Central oportunista del PC.
Con esta táctica de "desangrar" las luchas operó la dictadura con la huelga azucarera, la huelga de los estudiantes de Arquitectura en La Plata, la huelga petrolera. Ahora, ante el próximo vencimiento de los convenios colectivos de trabajo, cuenta con la benevolente reunificación sindical que, bajo el control de los "dialoguistas" como Vandor, impulsa el Gral. Perón.
La dictadura trata de aparecer como una "dictablanda". Pero es ferozmente sanguinaria. No vacila en hambrear a millones de obreros y campesinos pobres. No vacila en reprimir, si es preciso. Pero se enmascara, tratando de no provocar estallidos de lucha que puedan desbordarla.
Por ello, nuestra táctica –que parte de la necesidad de encabezar al proletariado en la lucha que tumbe a la dictadura– debe procurar desenmascarar el verdadero carácter del gobierno de Onganía, "sacarlo del libreto", como debió salir del libreto Costa e Silva en Brasil, obligar a la dictadura a romper sus propias leyes de juego o no poder aplicar sus medidas reaccionarias. Nuestra táctica antidictatorial debe ser la de actuar para hacer estallar el polvorín del descontento popular, para generalizar los estallidos parciales.
¿Por qué se equivocaron los que pronosticaron el fracaso del paro estudiantil del 14 de junio? Porque subestimaron el grado de descontento existente en las masas estudiantiles. ¿Por qué nuestros camaradas de la célula petrolera de Ensenada pudieron influir notablemente en la asamblea de 3.500 petroleros que declaró la huelga por tiempo indeterminado? Porque partieron de valorar ese estado de ánimo de las masas.
Arrancar luchas, extenderlas, orientarlas al combate general liberador contra la dictadura, tratando de romper el cerco desangrante que ésta les haga, ésa debe ser nuestra táctica antidictatorial. Durante las luchas estudiantiles y las manifestaciones de la izquierda del 14 y el 28 de junio, la dictadura debió salir del libreto, mostrar su rostro represivo, implantar abiertamente la censura radial y televisiva, demostrar su terror a las luchas populares. Tal objetivo táctico antidictatorial liberador, se inscribe en nuestra línea de desgaste político del aparato estatal de las clases dominantes, como parte de la lucha de resquebrajar y destruir ese aparato, en un proceso que tiene como objetivo estratégico, la insurrección general de todo el pueblo. Podemos apuntar a la creación de una situación de crisis política del enemigo, semejante a la situación de Francia en las luchas obreras y populares de mayo último, con una vanguardia revolucionaria, porque ello es posible. Y, al calor de la lucha antidictatorial, perfilar la alternativa revolucionaria que, hegemonizada por el proletariado, cristalice en un Frente de Liberación Social y Nacional, desarrollar una poderosa tendencia sindical clasista y el instrumento indispensable para todo ello y la liberación de la clase obrera: el Partido.
Esta táctica se eslabona perfectamente con nuestra estrategia insurreccional, y en ella debemos insertar nuestro accionar en torno a luchas como la petrolera, las luchas estudiantiles y la violencia de la actual etapa revolucionaria en nuestro país.
Esta estrategia antidictatorial liberadora, no excluye que en la lucha por su concreción, incluso bajo su influjo, puedan darse diversas variantes políticas, golpes y contragolpes de Estado, gobiernos provisorios, recambios. Sería ceguera política negar esa posibilidad. Pero solo en el camino de la construcción de su alternativa revolucionaria de poder, en la lucha antidictatorial, podrá el proletariado aprovechar en su favor tales situaciones.
Esto exige combatir una concepción profundamente oportunista de la acumulación de fuerzas revolucionarias en la actual etapa, concepción que, partiendo de la situación de la cúspide del movimiento obrero y la situación orgánica de éste, subestimando la combatividad de las masas, partiendo de nuestra débil organización en las grandes empresas y de la inexistencia de un fuerte Frente de Liberación Social y Nacional, nos condena a un rol de "observadores críticos" de la lucha antidictatorial, no concibe al proletariado como protagonista de esa lucha y no parte de concebirnos como vanguardia de esa lucha, cualquiera sea nuestra fuerza actual, con la idea de que "esta no es nuestra hora", o sea, "esta no es la hora del proletariado". De donde una tal concepción se da la mano con el economismo y con los sectores de la clase obrera influidos por el nacionalismo burgués, que también creen lo mismo. Y, partiendo de una larga etapa organizativa del Partido, posterga en la práctica, para un futuro impreciso, la resolución de las apremiantes tareas orgánicas y de preparación militar del Partido.
Nuestra táctica antidictatorial liberadora y nuestra estrategia exigen tener como eje de la actividad del Partido al proletariado, especialmente al concentrado en las grandes empresas. Esto no nos será fácil por la composición social predominante en nuestra organización, y porque venimos de un Partido Comunista que no tenía el eje de su política en la clase. Lo demuestra así lo difícil que nos ha sido lograr que todo el Partido hiciera de la lucha petrolera el eje de su accionar. Pero tampoco los combatientes que deben enfrentar por primera vez un ejército moderno tienen experiencia propia sobre eso. La experiencia la obtendremos en la lucha. Cometeremos con seguridad errores, que tenemos que tratar de que no sean muchos y, crítica y autocríticamente, aprender de ellos.
Pero no se trata solo de que el Partido tenga su eje político en la clase obrera, sino de que lo haga procurando denodadamente que el proletariado protagonice el combate antidictatorial, y para ello que cada lucha obrera se transforme en el germen de un enfrentamiento total o parcial de la clase contra el régimen. Tratando de que el proletariado acaudille la lucha antidictatorial de todas las clases y sectores sociales oprimidos por los monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente.
Nuestra línea de alternativa revolucionaria es una línea justa. Nosotros no levantamos en la lucha antidictatorial ningún "programa mínimo", como hace el oportunismo. Nosotros luchamos por el programa de la revolución de liberación nacional y social, en marcha ininterrumpida al socialismo. Pero tal programa exige levantar permanentemente consignas que, partiendo de las reivindicaciones y el estado de ánimo de las masas populares, las hagan avanzar en la lucha por esa revolución y ese programa. La discusión previa al Congreso del Partido debe permitirnos elaborar esas consignas para cada lugar de trabajo y para todo el Partido. Esto nos exige, también, un análisis atento de la política de la dictadura, para levantar las consignas que golpeen la médula de esa política y lleven al pueblo a la lucha general contra ella. Exige generalizar las experiencias de las formas de lucha de la clase obrera y de las capas medias de nuestro país, para entroncarlas con nuestra línea insurreccional. El debate para el Congreso del Partido debe también ayudarnos para esta elaboración.
III
La política de Onganía, que beneficia a la burguesía monopolista en general y a la oligarquía burguesa terrateniente en general, no se hace de acuerdo con un pacto de caballeros entre los monopolios, sino sobre la base de una implacable lucha entre lobos con el reparto de la presa. Lucha agudizada por las dificultades económicas de los EE.UU. y los otros países imperialistas. Esto tiene un reflejo (no mecánico) y actúa en lo político.
Julio Alsogaray y su hermano Alvaro, recientemente desplazados del elenco gobernante, han pasado a una política de oposición a Onganía, y trabajan para aglutinar a las llamadas fuerzas "liberales" o "neoliberales", con la esperanza de arrastrar a sectores considerables de la burguesía urbana y rural.
También ha intensificado su actividad política el contralmirante Rojas.
Ni los Alsogaray, ni Rojas, impugnan la existencia de la dictadura, ni llaman a derrotarla; le piden simplemente que fije plazos para restablecer la llamada "democracia representativa", que es, para ambos, "democracia" proscriptiva de peronistas y comunistas.
Los "liberales" tienen también sus representantes "amplios", partidarios de una política de cierta apertura o captación hacia el peronismo, e incluso hacia el CC oportunista del PC. Su representante es Aramburu, que plantea "olvidar agravios", una "democracia" sin proscripciones, regida provisoriamente, por algunos años, por el propio Aramburu como presidente, abierta a las inversiones europeas, con cierto tinte nacionalista, etc. Aramburu teje su red pacientemente. Se entrevista con nacionalistas y peronistas. Y con el CC oportunista, que permitió que Agosti integrase una comisión de homenaje a Lisandro de la Torre, porque la presidía Aramburu y de la que se tuvo luego que retirar públicamente por la adhesión de Rojas y otros gorilas recalcitrantes. Por las dudas, Raúl Larra, que también integraba la susodicha comisión, al retirarse, protesta contra la inclusión de Rojas. Pero no por la de Aramburu.
Sin llamar tampoco a derrocar a la dictadura, se mueve Cándido López, que la enfrenta desde un ángulo "populista" y "nacionalista". Trabaja para aglutinar a los sectores nacionalistas burgueses en un movimiento que podría ser tolerado por Onganía.
Se movilizan también los "desarrollistas". Frigerio acaba de mantener dos entrevistas con Perón en las que le ofreció –y Perón, como hace con todo el mundo, aceptó, según los frigeristas– crear un "Movimiento Nacional" más amplio que el peronismo; abierto especialmente a lo que se ha dado en llamar "generación intermedia" del radicalismo (Páez Molina, Facundo Suárez, Assef), o sea, a los sectores burgueses que buscan acomodarse al proceso de concentración monopolista. Según Frigerio, Perón contaría para realizar ese operativo con un aliado muy importante: Onganía. Frigerio propuso a Perón (y los frigeristas dicen que Perón aceptó) que sus dirigentes adictos levanten en el movimiento obrero, una plataforma que permita "confluir" al empresariado nacional y al proletariado. La plataforma sería la siguiente: 1. Aumento de salarios; 2. Reducción de impuestos; 3. Protección a la industria nacional.
Expresión de grupos monopolistas y de un sector de la burguesía industrial y comercial argentina ligados a ellos, interesados en una "reactivación" del mercado interno, tampoco el frigerismo, como se ve, cuestiona la existencia de la dictadura. Demanda solo un reacomodamiento de los planes de la misma a los intereses de esos grupos burgueses. Desde ya que el aumento de salarios que propugnan no debería ser "inflacionario", como dice la burguesía, o sea, debería estar por debajo del alza real del costo de la vida. La importancia de este planteo reside en el control que ese sector ejerce sobre diversos dirigentes sindicales, que postulan ahora, aumentos de salarios explicando que los mismos "convienen a la industria nacional", y mellando, por lo tanto, el carácter de enfrentamiento de clases, agudo, que representa en las condiciones nacionales actuales, la lucha por esos aumentos de salarios.
Todas estas son contradicciones entre sectores monopolistas y terratenientes, que no cuestionan ni la existencia ni la esencia de la dictadura. Quieren, simplemente, que no se llegue al llamado "tiempo político" con el pastel ya repartido. Son contradicciones secundarias –entre las mismas clases dominantes– pero que debemos tener en cuenta, porque la situación económica y política de las masas bajo la dictadura ha colocado, en los pies de la misma, un polvorín, y no está descartado –aunque sea difícil que suceda– que una crisis en las "alturas" permita entrar en acción a los de "abajo".
Paralelamente las fuerzas nacionalistas burguesas tienden a irse reagrupando, por encima de divisiones partidistas, aproximando a fuerzas peronistas, neoperonistas, radicales, sectores de burguesías provinciales, nacionalistas, democratacristianos, ciertos sectores desprendidos del socialismo y a grupos militares. También aquí ha sido enganchado el CC oportunista con su línea de confianza en las capacidades revolucionarias de la burguesía nacional y su metodología de "trabajar en todos lados", que termina colocándolo en remolinos en los que cree empujar, cuando en realidad es empujado.
Nosotros hemos señalado en informes anteriores, que la oposición nacionalista burguesa procura un camino de desarrollo capitalista limitado, asociado a un sector de los monopolios y que está incapacitada para conducir al pueblo por un auténtico camino revolucionario. Esto lleva a los sectores nacionalistas a una política oscilante entre Cándido López, Alsogaray e incluso Onganía.
El movimiento recientemente constituido en defensa del patrimonio nacional (MODEPANA) es un paso más de reunificación de esas fuerzas. El CC oportunista ha aportado al mismo volcando el peso de su aparato organizativo. Con una plataforma que recoge los planteos burgueses de la lucha antiimperialista, se constituye en una de las bases de apoyo del movimiento cívico-militar, ligado a los planes golpistas del general Caro y sectores de la UCRP y del peronismo.
El Comité Central oportunista del PC ve en ese movimiento, además, la coronación de una vieja esperanza. La de impulsar un gobierno de transición de tipo nasserista. El CC oportunista cree en la posibilidad del mismo, porque cree en las posibilidades revolucionarias de la burguesía argentina, a la que considera capaz de abrir las puertas a un proceso revolucionario antiimperialista. Cree en la posibilidad y en la necesidad de un tal gobierno, dentro de una estrategia internacional que considera que lo ideal en América Latina es tener veinte gobiernos como el de México o el de Frei en Chile. De allí el apoyo total que da a ese movimiento. El CC oportunista inicia con él una política frentista, semejante a la que llevó al PC brasileño a diluirse en el frente nacionalista que colocó a Goulart en el gobierno y que empujó al desastre de la revolución brasileña en 1964.
Por eso ha sido correcta la línea de los camaradas de nuestro Partido y de otros obreros clasistas, que al constituirse la regional de la CGT de Paseo Colón en Avellaneda, se opusieron con el apoyo de la mayoría del plenario, a la adhesión de la regional a dicho movimiento, planteando que el proletariado debe encabezar la lucha antiimperialista y no ir a la cola en esa lucha, de otras clases, sin perjuicio de coordinar su acción con otros sectores que se incorporen a ella y señalando la lógica desconfianza de la clase obrera hacia los militares burgueses que se olvidaron de desenvainar su espada contra el imperialismo, cuando tenían mando de tropa y que privados del mando se convierten en ardientes patriotas.
Nosotros debemos tener permanentemente iniciativas antiimperialistas que, desde nuestra política de alternativa, incorporen a los sectores de capas medias oprimidas por los monopolios. En esa política deberemos, a veces, golpear juntos con movimientos impulsados por la burguesía del tipo de MODEPANA, pero manteniendo claramente la independencia política y organizativa del proletariado y de su alternativa revolucionaria. La lucha antiimperialista no es en nuestro país entre la nación y el colonialista ocupante extranjero. De allí que el proletariado no convoque, como MODEPANA a la "unidad de todos los argentinos y extranjeros que viven con nosotros" y "a empresarios y obreros", a la lucha antiimperialista.
Perón, continúa con su política "pendular", que no es tanto expresión de su sagacidad y sus virtudes de "conductor", como él pretende hacerla aparecer, sino producto del juego "pendular" de esos sectores burgueses, condicionado, en parte, por el hecho de que apoyan su política en un movimiento de masas de composición predominantemente proletaria.
Por un lado, en coincidencia con las maniobras de unificación sindical y de "tregua" sindical en el periodo de renovación de los convenios laborales, que empuja la dictadura, Perón patrocina la unidad de la CGT de Azopardo y la de Paseo Colón y un plazo de seis meses sin ataques "entre peronistas". Ese fue el tema de sus conversaciones en Europa con Vandor y Ongaro. En ese plan juega un rol relevante el agente de los monopolios textiles, Loholaberry, para quien la "unidad tendrá que producirse sobre el acuerdo de los dirigentes sensatos de Azopardo y Paseo Colón". Onganía para Loholaberry "tomó el buen camino", y él cree que "Onganía coincide con Perón", según declaró a la revista Análisis del 25/9/68. También Lorenzo Pepe tiene asignado su rol en esa proyectada operación de Perón.
Por otro lado, Perón confirma a Remorino como delegado y mantiene sus contactos con las fuerzas del radicalismo y el resto de la oposición burguesa y no deja de enviar periódicamente alguna carta a la izquierda peronista hablando de revolución, socialismo y temas afines.
La política de "unidad sindical" de Perón le ha creado problemas a Ongaro, jaqueado por la dictadura y falto de un sólido apoyo en la clase obrera, entre otras cosas por la orientación no clasista que impuso a la CGT de Paseo Colón, a la que ató desde su nacimiento a los objetivos de la oposición nacionalista burguesa. Ongaro y su equipo –de inspiración socialcristiana– tienen un eje político orientado a quedar como herederos principales de las masas peronistas a la muerte de Perón (cosa que irrita a éste que, como ha dicho en reciente carta, no considera que la herencia esté "vacante"). Para alcanzar su objetivo Ongaro se ve precisado a radicalizar cada día más sus posiciones y a mantener una línea clara de ruptura con los jerarcas "participacionistas" y vandoristas, odiados por esas masas a las que él pretende acaudillar con una orientación nacionalista burguesa. Lo señaló Ongaro claramente en su discurso ante el Comité Central Confederal del 4 de octubre cuando dijo:
"Entonces, ¿cómo podemos hacer la unidad con esa gente? (…) Este pueblo argentino ha visto muchas cosas en su historia, especialmente en los últimos años. Ha visto muchos enfrentamientos: un día fueron los cabildos, otro día las 62 de pie y las 62 sentadas, y las 62 únicas, y siempre se peleaban pero siempre terminaban después todos juntos. Entonces el pueblo ya no cree más en la sinceridad de las palabras ni en los actos ni en la convocatoria a la lucha: son todos iguales, son todos iguales, son todos iguales. A éste es cuestión de untarlo. Cuando lo unten…Y bueno, van a decir que nos untaron. Van a decir que nos pagaron".
Acosado por la dictadura y por la maniobra reunificadora de las 62 Organizaciones que realiza Perón, Ongaro trató, por primera vez desde que existe la CGT de Paseo Colón, centrar la actividad de la CGT en una lucha proletaria: la de los petroleros de Ensenada. Tratando de extender la misma y derribar con ella a una de las figuras más notables del vandorismo: Cavalli.
Nuestra caracterización sobre Ongaro y la CGT de Paseo Colón no ha cambiado. Un sector de esa CGT ha pasado a la conciliación abierta con el vandorismo (Pepe, las direcciones de Sanidad, Calzado y Farmacia). Otro sector a la conciliación vergonzante. Los sectores independientes se abren de la CGT. Y Ongaro y los sectores más combativos, radicalizan sus posiciones. Ongaro sigue atado a una política que coloca al proletariado como furgón de cola de la burguesía. Acuciado por su situación actual se monta en la lucha de YPF; lucha que no desató la dirección ongarista sino que fue impuesta por las bases. El sector ongarista no promueve luchas, no desata luchas de la clase partiendo de sus reivindicaciones y no ha promovido ni siquiera un paro de cinco minutos de los gremios que dirigen en solidaridad con los petroleros.
Sin embargo, nosotros no podemos ser indiferentes al hecho de que –por uno u otro motivo– ellos enfrentan la maniobra "reunificadora" de Perón, maniobra que está eslabonada con las necesidades de la dictadura. Y manteniendo y profundizando nuestra crítica política e ideológica a las posiciones conciliadoras de Ongaro, debemos estimular la lucha contra la reunificación que promueve Perón.
Esta lucha debe realizarse centralmente a través de la acción. Aporta más a ella la lucha de los petroleros de Ensenada que 50 declaraciones. Y el eje que permitirá destrozar esta nueva maniobra de los agentes de la burguesía en el movimiento obrero es arrancar y desarrollar luchas contra la "racionalización", la desocupación y por aumentos substanciales de salarios con motivo de la finalización de los convenios actuales de trabajo, que desborden los límites de conciliación de clases del "participacionismo", el vandorismo y el frigerismo.
En esto es preciso tener en cuenta la tremenda confusión que la medida reunificadora de Perón ha traído para la gran masa de cuadros intermedios del peronismo y para sus bases. Eyheralde debió, por ejemplo, romper una asamblea del gremio del calzado que, contra la opinión de la dirección del sindicato, se pronunció por 350 votos contra 100 en contra de la reunificación de la CGT de Paseo Colón con el vandorismo y de todo paso en ese sentido.
Esta situación facilita la rápida creación en varios gremios, de la corriente sindical clasista y el inicio, nacionalmente, de los trabajos para que despunte un centro tendencial de orientación clasista. Facilita además la polémica con los obreros peronistas sobre un problema esencial: el rol de Perón desde 1945 a la fecha.
La CGT de Paseo Colón ha planteado una huelga general por tiempo indeterminado antes de fin de año. Para que esa huelga derribe a la dictadura, como pretende Ongaro, debe ir acompañada de la insurrección. Sino será solo trampolín de algún golpe burgués. Esa huelga y lógicamente la insurrección, requieren preparación. Ni Ongaro ni Guillán han logrado realizar paros solidarios ni de cinco minutos de duración en solidaridad con los petroleros, en los gremios que dirigen. Por consiguiente la consigna de huelga general por tiempo indeterminado, será solo un grito de desesperación si no se lo acompaña con serias medidas agitativas, propagandísticas y organizativas, capaces de alzar a la lucha, a las bases de los gremios "participacionistas" y vandoristas, por encima de sus actuales direcciones. Y los dirigentes de Paseo Colón que enfrentan la reunificación, deben ahora reconocer que en esto han perdido varios meses. Se llega al vencimiento de los convenios colectivos de trabajo sin una seria preparación, de meses, para enfrentar la dura lucha que requerirá conquistar aumentos de salarios acordes con el elevado costo de la vida.
Mientras tanto la izquierda del nacionalismo burgués se ha escindido en dos sectores. Uno que se agrupó en la Coordinadora de Organizaciones Nacionales Revolucionarias y plantea como salida la recuperación de la "soberanía popular" –o sea elecciones sin proscripciones– sin plantear quién va a convocar a esas elecciones. ¿La dictadura?, ¿un nuevo gobierno?, ¿qué gobierno? En ese agrupamiento se encuentran el MRP –al que pertenece De Luca–, la juventud radical que dirige Carlos Suárez, los democratacristianos, el Partido Socialista de izquierda nacional, y diversos grupos peronistas. Empujan conscientemente el frente nacionalista burgués planteando que "en la Argentina esta es la hora de la burguesía porque el proletariado no tiene fuerzas para hegemonizar el proceso". Sin embargo, sus integrantes no dejan de oscilar entre la política proletaria y la burguesa.
El otro sector de izquierda del nacionalismo burgués se ha organizado como "peronismo revolucionario" y edita bajo la dirección de Alberte el periódico Con Todo. Plantea que la opción es: "dictadura o revolución", "régimen dictatorial burgués imperialista o gobierno revolucionario del pueblo". Para ellos el peronismo revolucionario debe encabezar al movimiento peronista y a todo el pueblo "en la lucha por la reconquista del poder". Señalan que la vía armada es la única vía de la revolución argentina. En este movimiento se agrupan los sectores más radicalizados del peronismo y sus consignas son expresión de la creciente toma de conciencia revolucionaria de esos sectores por un lado, y por otro, según lo expresan Alberte y otros dirigentes del movimiento, de "la necesidad que el peronismo encabece a las masas, que cada día ven que no hay otra salida que la lucha armada, antes de que la encabecen los comunistas" (desde ya que cuando se habla en este caso de los comunistas se trata de aquellos comunistas que están por la vía armada).
IV
Es en relación con esta situación política como debemos valorar la conmemoración combatiente, que las fuerzas revolucionarias realizaron el 8 de octubre, aniversario del asesinato del Che Guevara. Esa conmemoración mostró, a un año de la muerte del Che, que existe en nuestro país una fuerza revolucionaria que comienza a desarrollarse, a consolidarse y que, incipientemente aún, comienza a señalar el camino de una política de alternativa revolucionaria, capaz de conducir al proletariado a la necesaria lucha armada por el poder. Esto resalta aún más si se observa la pálida conmemoración del 17 de Octubre, que no deja de tener relación con la profunda crisis interna que vive el nacionalismo burgués.
Nuestras organizaciones actuaron audazmente para el 8 de octubre, pero en forma despareja. Hubo zonas, como la 4, que realizaron una actividad meritoria, que tuvo como centro las empresas fundamentales del lugar. Otras que actuaron muy débilmente, como universitarios de la Capital. En general el balance positivo de trabajo no puede ocultar las grandes debilidades que tenemos, en la preparación militar del Partido y la necesidad de superarlas rápidamente, para poder tener el Partido capaz de dirigir, en la práctica, la lucha del proletariado y sus aliados por el poder.
La jornada del 8 de octubre y su repercusión en el proletariado mostró, que si bien la izquierda es pequeña y también lo es nuestro Partido, las posibilidades para su crecimiento son grandes. Son mayores que las que capitalizamos. Nuestra fuerza radica en que señalamos la única política real de alternativa revolucionaria.
Para el 8 de octubre se constituyó un representativo comité de auspicio de la conmemoración. El mismo siguió a la reunión que en Rosario constituyó la comisión patrocinadora de un movimiento nacional político de orientación revolucionaria.
El eje de nuestra política frentista es la concreción de una alternativa revolucionaria para el país, nucleada en un Frente de Liberación Social y Nacional. Construir una política de alternativa, de hegemonía proletaria implica tener como centro de la actividad del Partido el crecimiento en la clase y el desarrollo de los comandos y la corriente sindical clasista. Paralelamente ir desarrollando tendencias revolucionarias en los sectores de capas medias en los que trabajamos: estudiantado, profesionales, intelectualidad, campesinado pobre y medio. Si el eje de nuestra política frentista es una concepción de hegemonía proletaria, se desprende lo perjudicial de todo apresuramiento que cristalice un frente político, que en la práctica beneficie la política de sectores burgueses o pequeño-burgueses, en detrimento de la política proletaria. Nuestra política de alianzas, en el momento actual, procura, centralmente, estabilizar un movimiento político, un centro de iniciativas políticas, que permita ir ayudando a practicar esa política de alternativa frente a las fuerzas burguesas. Para ello se marcha ahora a reuniones provinciales promovidas por la comisión constituida en Rosario, que desemboquen en un congreso o reunión nacional que constituya el movimiento, con formas amplias, no excesivamente cristalizadas, por las razones explicadas. Al mismo tiempo que se vaya fortaleciendo nuestro Partido en la clase y se fortalezca una fuerza sindical clasista, el frente podrá ganar, con más facilidad y menos riesgos, a las principales fuerzas políticas que nos interesan atraer en marcha hacia el Frente de Liberación Social y Nacional: la izquierda peronista y la izquierda radical y los sectores influidos por la Revolución Cubana con ascendiente en las capas medias. El movimiento político en gestación parte de afirmaciones programáticas (tipo de revolución: democrática, agraria, antiimperialista, con tareas anticapitalistas de inicio en la marcha al socialismo, hegemonía de la clase obrera, vía armada) que le puedan permitir ir transformándose en una alternativa revolucionaria real. Para nosotros no hay aliados ni enemigos pequeños. Los aliados que nos permiten avanzar en esa dirección, que no nos cierren la incorporación de las fuerzas fundamentales que queremos atraer, pequeños o grandes, son nuestros aliados actuales y con ellos trabajamos, conscientes que sin ir perfilando una política de alianzas, de alternativa, concreta, que actúe, no podemos confiar en atraer por milagro a las fuerzas fundamentales que queremos ganar.
Esta política de construcción de una alternativa revolucionaria, que fue uno de los motivos centrales de nuestra ruptura con el oportunismo, no se contrapone con una política de las organizaciones de masas que dirigimos (estudiantiles, sindicales, campesinas, populares) que partiendo de las luchas por las reivindicaciones más sentidas, eleven a la clase obrera y a las masas populares a la política de la alternativa revolucionaria.
No solo que no se contrapone sino que exige su coordinación dialéctica. Y exige también golpear juntos con fuerzas opositoras burguesas por puntos concretos, en la medida que ello no se contraponga con la política revolucionaria, sino que la impulse. Y exige una política de acuerdos de lucha, con otras fuerzas que aún vacilan entre la política del proletariado y la de la burguesía, para hacerla avanzar hacia nuestra política.
El desarrollo de la política de alternativa sin la coordinación de luchas con otras fuerzas sería imposible, sería verbalista, al igual que una política de alianzas que no parte de la alternativa revolucionaria y no la tiene como eje, es simple oportunismo que entrega a la burguesía la dirección política de las masas.
En relación con este problema debemos ver, también, los resultados de la creciente dependencia del país a los monopolios imperialistas. La misma expropia –económicamente– a sectores considerables de las capas medias y genera una fuente constante para el desarrollo de la ideología nacionalista burguesa en esas capas.
Los monopolios intentan justificar su política con la necesidad de modernizar al país, de acercarlo al nivel de los países más desarrollados, de incorporar nuevas técnicas productivas, ocultando que el desarrollo que ellos realizan se hace mediante una distribución del trabajo nacional, que se vuelca en inversiones menos productivas que las que un desarrollo independiente exige para superar el atraso. Se vuelca por ejemplo en la multiplicación de la industria automotriz y no en la química pesada, la energía eléctrica, la construcción de máquinas-herramientas. Ocultan que ese desarrollo drena una parte enorme del producto nacional, que ellos retiran como beneficio, etc., a las metrópolis. Oculta que factoriza el país entregándole industrias nacionales o poniendo éstas al servicio de esos monopolios como sucede con YPF y la industria petroquímica. Ocultan que colocan a sectores íntegros de la producción nacional como los cultivos tabacaleros, bajo el control de los monopolios extranjeros, que se adueñan de las industrias respectivas.
El oportunismo enfrenta este proceso reivindicando el pequeño boliche frente a los supermercados. La burguesía no ligada, protesta por la entrega del "patrimonio nacional" pero es incapaz de defenderlo. La burguesía textil, por ejemplo, solo podría romper el control de los monopolios que dominan la producción de fibra sintética, mediante su nacionalización.
Los trotsquistas, ven en esto solo un proceso que "desarrolla el capitalismo" y caen, indirectamente, en una posición semejante a la del aprismo peruano, para quien el imperialismo, al desarrollar industrias, es en América Latina no la última etapa del capitalismo sino la primera. Para ellos este proceso facilita la lucha por el socialismo, la acerca. Algo semejante a lo que teorizaban los frigeristas "de izquierda" bajo el gobierno entreguista de Frondizi.
Nosotros vemos en esto, una ampliación del campo de alianzas del proletariado. Una mayor responsabilidad revolucionaria del proletariado, que debe acaudillar a grandes sectores populares en la lucha antiimperialista. Los problemas que plantea el necesario desarrollo industrial argentino a nivel moderno, solo se puede resolver con una revolución de liberación social y nacional de perspectivas socialistas, que permitan al proletariado, hegemonizando un Estado popular, ofrecer a las capas medias amenazadas de muerte por los monopolios, una alianza que desarrollando, entre otras, formas cooperativas de producción, asociaciones entre el Estado popular y estos sectores, desemboque en el socialismo. La Revolución China, la Cubana, la construcción socialista en la República Democrática Alemana, muestran al respecto ejemplos dignos de estudio.
Este problema requiere de nuestro Partido un estudio y resolución programática concreta a lo que debe ayudar la discusión previa al Congreso del Partido.
V
En los últimos meses ha habido en el país luchas importantes de la clase obrera, los estudiantes y otros sectores populares contra la dictadura (luchas del Frigorífico L. de la Torre, de SMATA, Electroclor, petroleros, la huelga estudiantil del 12 de setiembre y las luchas estudiantiles de Córdoba, Rosario, La Plata y del Nacional Bs.As. centralmente). Sin embargo las luchas son fácilmente aisladas por la dictadura y muchas veces quebradas. Hay quienes ignoran esta realidad como el CC oportunista. Hay quienes la aceptan para "resolverlas" con una salida que margina la participación política de las masas, como sucede con los que ante esto proponen un foco guerrillero que "estimule" la lucha de las masas. Hay quienes elaboran al respecto todo tipo de "teorías", como sucede con los trotsquistas, que inicialmente plantearon que a la clase obrera no le quedaba otro camino que el "defensismo" y por ese camino, frenaron y postergaron luchas, o plantean ahora que están las condiciones para luchas directamente "políticas" de las masas.
Para el Comité Nacional, el llamado quietismo de las masas no es el de un proletariado que ha sido derrotado y desangrado, como sucedió con el proletariado español luego de la guerra civil. Es un resultado, en cambio, de una crisis de dirección y de organización del movimiento obrero y campesino. Crisis de dirección para un proletariado que debe enfrentar una ofensiva del enemigo de clase, con direcciones al servicio de la burguesía o los monopolios. Crisis que no es de falta de combatividad -como lo muestra el ejemplo de los obreros de la Destilería de YPF- y que se da en momentos en que se inicia una crisis del reformismo en el movimiento obrero, señalada por hechos como la lucha a la que son llevados por la racionalización capitalista en curso sectores de la clase obrera considerados hasta hace poco como los sectores privilegiados del proletariado, o por hechos como la crisis del peronismo y de la dirección oportunista del PC.
Por eso para nosotros ese quietismo es relativo, es transitorio y se resuelve fundamentalmente empujando desde abajo, una dirección revolucionaria para la clase obrera y en cuanto al campesinado pobre y medio creando y desarrollando organizaciones de masa que lo agrupen independientemente del campesinado rico. Esta no es una tarea fácil ni corta. Pero tampoco tiene por qué ser a larguísimo plazo, porque lo que fundamentalmente caracteriza a esas masas –especialmente a las masas influenciadas por el peronismo– es la búsqueda de una fuerza revolucionaria que les merezca confianza y les señale un camino cierto de lucha, sin claudicaciones. Y nosotros estamos dispuestos a ser esa fuerza y podemos serlo.
Las últimas dos grandes luchas obreras, la de IKA y la de YPF (Ensenada) y la Intersindical constituida en la zona de Rosario con motivo del conflicto de Electroclor, son luchas que se han producido ante medidas que no son excepcionales dentro de la política de superexplotación de la dictadura. Pero con un mínimo de organización partidaria, con una línea justa de alternativa y de lucha, se ha podido gravitar para arrancar la lucha y superar las conciliaciones. El ejemplo de estas tres luchas muestra la importancia decisiva de tener inmediatamente en las empresas claves que nuclean al proletariado industrial, esas células partidarias, de saber conjugar su acción política con la necesaria clandestinidad de las mismas, y el rol enorme que juega en este momento la propaganda del Partido y las agrupaciones o los comandos clasistas. Así lo prueba el ejemplo de YPF, de IKA y de Capitán Bermúdez. Desatada la lucha, nuestras células son aún demasiado débiles para garantizar su conducción acertada; pero juegan un rol decisivo en la elevación de la conciencia de los obreros al calor del combate y deben saber ganar en él a los mejores obreros, a los más conscientes, al sector revolucionario del proletariado para nuestro Partido y para la corriente sindical clasista. No hay otro camino para superar el reflujo momentáneo de lucha y para transformarnos en el partido de la clase obrera.
Es también en relación con esa necesidad esencial del proceso revolucionario nacional que debemos ubicar el rol del estudiantado. Que ha demostrado su combatividad en huelgas y movilizaciones como la del 14 de junio y el 28 de junio y el 12 de setiembre, y en numerosos combates parciales. El ejemplo francés y el mexicano prueban que no se puede enfocar el papel del estudiantado con la concepción estrecha, sectaria, paralizante, de los grupos trotsquistas, que solo ven las posibilidades de desprender de él pequeños grupos de agitadores o con la concepción del CC oportunista que limita su rol revolucionario. Debemos dotar al movimiento estudiantil en su conjunto de una orientación de ofensiva, destinada a empalmar, en el combate, con la parte más explotada y revolucionaria del proletariado. Orientación de ofensiva porque no se consume en la espera de que estallen luchas obreras para actuar, sino que actúa para incidir activamente en la lucha antidictatorial y antiimperialista de todo el pueblo.
En ese marco político antidictatorial debemos ubicar a la violencia revolucionaria, estrechamente ligada al proceso político de las masas, como instrumento para obligar a la dictadura a arrancarse su máscara paternalista, al mismo tiempo que va elevando la conciencia de la clase obrera y del pueblo en la perspectiva de la insurrección general de todo el pueblo.
La construcción de una dirección revolucionaria para el proletariado exige de nuestro Partido un análisis profundo de la actual organización sindical argentina. Del rol que juegan y pueden jugar en ella las organizaciones directamente ligadas a la masa, como los sindicatos de empresa y las juntas de delegados. De las industrias y empresas que se desarrollan con el actual proceso de concentración monopolista y las que tienden a desaparecer. De fenómenos como el de los contratos de obra y el destajo en la construcción. De los centros decisivos de concentración del proletariado rural ante el avance de las relaciones de producción capitalista en el campo. La discusión preparatoria para el Congreso debe permitirnos que todo el Partido elabore en torno a estos problemas que son vitales para formular y practicar una política revolucionaria para la clase obrera.
La lucha por dotar a la clase obrera de una dirección revolucionaria, clasista, requiere ir avanzando hacia ese objetivo, partiendo de las reivindicaciones económicas y políticas de cada momento, y uniendo a este combate, diario, la perspectiva de transformar al proletariado en el caudillo de las fuerzas que derroten a la dictadura e impongan un gobierno popular revolucionario. Esto exige de cada organización de Partido el estudio de las reivindicaciones más sentidas de la clase obrera en cada empresa o gremio, las que pueden movilizarlo con más facilidad, las que le puedan permitir conseguir éxitos parciales, y al calor de esto, desarrollar la tendencia sindical clasista y los comandos clandestinos, político-sindicales, para enfrentar exitosamente las luchas futuras.
Actualmente la lucha contra la "racionalización" en las empresas estatales es uno de los eslabones fundamentales para llevar a la clase al combate. El otro, es aún más importante, e interesa a toda la clase obrera, es la lucha por un aumento de salarios de emergencia de un 40% como mínimo y por aumentos de salarios acordes con el costo de la vida y las necesidades de la clase obrera, con motivo de la próxima renovación de convenios. Esta lucha se eslabona con la defensa de las Convenciones Colectivas de Trabajo y con la lucha contra nuevas congelaciones de salarios que llenen las bolsas patronales y condenen al hambre a los trabajadores.
Para que la clase obrera pueda encarar esta lucha, superando el chaleco de fuerza de los agentes de la burguesía en el movimiento obrero (los Vandor, Cardozo, March, Coria y compañía), es preciso que el combate por los aumentos de salarios sea minuciosamente preparado desde abajo. En el momento actual se requiere, en primer lugar, una amplia propaganda en torno a la necesidad de un aumento de emergencia de un 40% como mínimo, y de las formas necesarias para ir preparando la lucha en cada gremio, desde abajo. La lucha por asambleas que debatan libremente este problema y las formas de encarar la lucha por el aumento, pasa a un primer plano. Nuestro trabajo debe estar encaminado a romper el marco en que los Vandor y compañía quieren encerrar esta reivindicación: el de las conversaciones de salón con San Sebastián y la patronal. Nuestro camino es el de la lucha de la clase contra la patronal, en la que ésta tiene de su lado el poder del Estado burgués. La lucha por los salarios se debe unir a la lucha contra la dictadura, haciendo consciente a la clase que el objetivo fundamental del equipo de Onganía, actualmente, es impedir aumentos de salarios que desbarranquen su plan de hambre para los trabajadores.
Levantar con una perspectiva clasista esta lucha permitirá apuntar contra el enemigo fundamental de la clase: los dirigentes participacionistas y vandoristas, agentes de la burguesía y los monopolios en el movimiento obrero y desnudar, empujando el combate, el carácter conciliador y no clasista de la dirección ongarista de la CGT de Paseo Colón, que ha sido incapaz, hasta ahora, de organizar la lucha por ésa y por otras reivindicaciones angustiosas de los trabajadores.
En la universidad es necesario que nuestro Partido impulse un enfrentamiento global y con mayor ofensiva a la orientación de los personeros universitarios de la dictadura, que luego de la reunión de Alta Gracia con Onganía, apresuran el plan de conformar una universidad al incondicional servicio de las grandes empresas y el imperialismo, tecnocrática, elitizada y vertical, con las consiguientes secuelas limitacionistas, retrógradas en el plano de la enseñanza y represivas.
Para ello es necesario oponerle los contenidos y la concepción de la universidad que verdaderamente necesita la clase obrera y el pueblo argentino, la universidad del pueblo liberado, programática, que exige, por otra parte, una continua elaboración al calor de las luchas.
Es necesario enfrentar más decididamente la política del participacionismo universitario y la concepción que ubica al estudiantado como sujeto pasivo en la universidad, luchando por conquistar y afirmar el rol protagónico que el movimiento estudiantil debe desempeñar en la vida universitaria y nacional.
Tal protagonismo, que irrumpió con fuerza tras el estallido reformista del 18, y que hoy pretende ser liquidado por los carceleros universitarios a partir de la eliminación de la autonomía, el gobierno tripartito, las sanciones y la represión brutal, adquiere en la presente etapa nuevos contenidos liberadores y antiimperialistas. Y ello impone a nuestro Partido la responsabilidad de impulsar tras la programática específica y general la unidad de la mayoría de los estudiantes y sectores de los demás claustros, con la clase obrera y fuerzas populares, en una clara perspectiva antidictatorial, liberadora y revolucionaria.
VI
Toda la atención del Partido (su Comité Nacional, sus direcciones intermedias, sus células), debe estar centrada en producir y desarrollar una política de clase, proletaria. El Partido Comunista debe llevar a su clase hacia la acción política, tendiente a conquistar el poder. No se puede entonces vivir al margen o de espaldas al mundo de combinaciones políticas burguesas y pequeñoburguesas, desinteresarse de ellas es ignorar la realidad. Pero estas combinaciones no son más que una parte de la realidad. Hay otra parte, decisiva, que se desarrolla en el conjunto de la clase obrera, en el seno de las masas populares. Hay sentimientos, esperanzas, hechos combativos, ascenso de la conciencia, que no se ven reflejados en la política de las cúspides, o lo son de manera distorsionada.
Una política de clase, proletaria, engloba lo que pasa por las profundidades de la clase y de las masas, junto a los hechos políticos de cúspide. En cada momento sabe dar su atención en la proporción debida a estos hechos. Por ejemplo, hay momentos en que una huelga, como ha sucedido con la del SUPE (Ensenada), o el pedido de mejoras salariales, deben ser el centro de la acción de todas las células. Otras veces, el lanzamiento de una alianza política. Otras, un hecho político con fecha fija, como lo fue el 8 de octubre. Otras, el dar una atención particular a la construcción de la tendencia sindical clasista.
El arte del Partido, su perspectiva de convertirse en vanguardia, estriba en determinar la proporción que tienen en cada momento, para el avance revolucionario de la clase y de las masas, los diversos problemas, los que nacen de abajo y los que -originados arriba- repercuten abajo.
Para esto es preciso tener células muy políticas y a la vez muy atentas a lo que sucede en cada empresa, en cada gremio. Esto resulta difícil por el peso del economismo, emparentado con formas burocráticas. El economismo ata al Partido a la dominación política de las clases dominantes. La reacción contra el economismo suele hacerse difícil porque, luego de años en que el reformismo y el nacionalismo burgués han dominado sobre el movimiento obrero, éste carece de la práctica de una política antioportunista. Esto hace que la construcción de una política comunista revolucionaria tropiece a menudo con la incapacidad para detectar las corrientes profundas de opinión y los estados de ánimo que afectan al grueso de la clase. También es dificultada la construcción de esa política de clase en nuestro Partido, por el peso que tienen en él concepciones "movimientistas", que tienden a distraerlo de la construcción política en la clase, de influencias "foquistas" que toman formalmente la construcción en la clase del Partido y la importancia de que éste encabece los combates reivindicativos y políticos del proletariado, por cuanto piensan que, en definitiva, esas tareas serán resueltas por la simple instalación de un foco guerrillero.
Resolver estos problemas, armados con nuestra línea, y enriqueciéndola constantemente en el contacto con la clase, es el problema vital de nuestras células. De allí surgen los problemas de orientación de la actividad y estilo de trabajo, que deben resolverse en vivo, en la lucha política por hacer avanzar la conciencia de clase del proletariado y establecer las alianzas que vayan construyendo, en torno al núcleo obrero, el Frente de Liberación Social y Nacional.
La hegemonía del proletariado es el eje de nuestra política de construcción de una alternativa revolucionaria para el país. Una política de hegemonía es la única forma de combatir el economismo y el oportunismo imperante actualmente en las organizaciones del proletariado, pero además, es la única forma, si se la interpreta y aplica correctamente, de superar el sectarismo paralizante. Porque una política de hegemonía para la clase obrera, presupone tener en cuenta los intereses y tendencias de las clases y grupos sobre los cuales se ejercerá esa hegemonía, sin lesionar la esencia de los intereses del proletariado. Es preciso construir un Partido que no sea un simple analizador de la realidad. Un Partido que luche por transformarla, y se sienta protagonista central de los combates de clase. Hemos comprobado, con motivo de la huelga petrolera, las dificultades que tuvimos para ubicar a la misma como eje de la actividad práctica del Partido, pese a que desde el primer día de la huelga, fue ésta planteada por el Comité Nacional como el eje político para todo el Partido. Sin embargo, desde el propio Comité Nacional hasta la base, nos resultó difícil llevar a la realidad práctica ese planteo. Aún muchas de nuestras organizaciones partidarias no se sienten vanguardias de la clase. La vanguardia se conquista en la lucha. Es cierto. Pero para llegar a serlo, lo primero es aspirar a serlo, y actuar con esa concepción.
Es cierto que una dificultad grande para practicar una política de partido de la clase obrera, está en la composición social de nuestro Partido. Pero no es una dificultad insuperable. Para cambiar la composición social de nuestro Partido, se requiere, en prime lugar, tener cuadros obreros capaces de ser dirigentes del actual proletariado argentino y para ello, no hay solución que pueda marginar la construcción y el desarrollo de las células de empresa, como baluartes del Partido. Es preciso además proletarizar a los cuadros que no provienen de la clase obrera, o sea, transformarlos en revolucionarios proletarios, por sus concepciones políticas y por su práctica.
La discusión de las Tesis para el Congreso, deben permitirnos que el conjunto del Partido aporte a la elaboración de nuestra línea política, y a crear mejores condiciones para una aplicación creadora de la misma. Hoy es ya evidente sin embargo, que pese a los vacíos que padecemos en la elaboración y sobre todo en la práctica de una línea de alternativa revolucionaria para el país, la línea elaborada por el Partido nos puede permitir ya, como lo demuestran algunos ejemplos aislados, un rápido crecimiento cuantitativo y cualitativo en la clase obrera. El proceso de la discusión para el Congreso, que permitirá un enriquecimiento creador de nuestra línea por el conjunto del Partido, debemos realizarlo al calor de una práctica que nos permita comprobar lo ya elaborado.
Discusión leninista, elaboración leninista, inflexible respeto al centralismo democrático, unido a una práctica revolucionaria y al control de la misma sobre la base de la responsabilidad individual de cada afiliado, deben ser principios rectores de nuestro Partido. Más aún cuando el enemigo de clase directo o los provocadores políticos trabajan febrilmente para destruirnos como posibilidad revolucionaria. El oportunismo destina a ello cantidades de cuadros profesionales. El trotsquismo -esos raros izquierdistas cuyos enemigos están a la izquierda, como diría Marx- centra su trabajo disgregador en nosotros. A comienzos de 1968, la dirección del PRT (La Verdad), en un informe interno decía:
"Mucho más importante que todos los otros trabajos superestructurales es nuestra militancia sobre la fracción del PC [o sea, el PC-CNRR] (…) En relación a este trabajo debemos sacar una conclusión: cambiar nuestra estrategia, que era desarrollarlos como una tendencia, que cada vez se inclinaba más hacia la izquierda y a través del frente único llevarlos a un partido común, por la estrategia de romperlos lo más pronto posible y captarnos sus restos".
Después de detallar cómo realiza ese trabajo que no les dio resultados apreciables y les impidió captar nuestros "restos", porque pajarracos como los de La Verdad se alimentan de carroña y nosotros no éramos un grupo en descomposición, sino el embrión de un auténtico Partido Comunista, continúa Nahuel Moreno, en su informe diciendo:
"Nuestro entrismo dentro de la fracción debe servir a esta estrategia y ni bien puedan los camaradas que están dentro de la fracción, deberán provocar rompimientos y captaciones para el Partido".
En otro informe, obtenido hace poco de una organización universitaria de ese grupo, se lamentan de las dificultades para rompernos por la euforia -dicen- que produjo entre nosotros el haber roto con el oportunismo y la existencia de confianza en la dirección nacional.
¿Cómo descubrir y derrotar a esos y otros provocadores, agentes directos o indirectos de la provocación? Hay un solo método eficaz: la práctica fiel del centralismo democrático y, aprobada una línea por una organización, la vigilancia celosa de su cumplimiento, por cuanto tales "entristas" del trotsquismo, la policía o el oportunismo, se manejan en la contradicción de estar en una organización con una línea y un método organizativo a los que deben destruir. Además, en el caso de comprobarse que son infiltrados al servicio de ésta o aquella organización, los que lo hacen deben saber prácticamente que en eso les va la vida.
VII
El Partido se aproxima al primer aniversario de su nacimiento habiendo recorrido un camino importante. Se ha garantizado el mínimo de cohesión necesario como para poder abordar a través de una verdadera discusión democrática, profunda, la elaboración definitiva de la línea del Partido y la elección de sus dirigentes. Para ello ha sido decisivo el haber garantizado la cohesión político-ideológica del Estado Mayor del Partido, de acuerdo con lo que nos enseñaba al respecto la experiencia internacional de construcción de los partidos comunistas, y la experiencia nacional del fracaso histórico de la mayoría abrumadora de los desprendimientos de izquierda de los partidos políticos argentinos. Al hablar de Estado Mayor nos referimos a la Dirección Nacional, que ha debido conducir este proceso, en primerísimo lugar, y a las Direcciones de zona en general.
Ha sido decisivo para esto la discusión profunda de las Tesis por la Dirección Nacional del Partido, que logró que las mismas expresen todo un proceso de elaboración colectiva. Además se fueron bajando y discutiendo los aspectos claves de esa elaboración, acompañada por la discusión de esos puntos nodales en la Conferencia del Partido. Esto permitió resolver sin fracturas lo que llamamos entronque de los diversos destacamentos que confluyeron en nuestro Partido luego de la ruptura con el oportunismo.
Sin embargo, el Comité Nacional no supo articular suficientemente ese necesario proceso de elaboración de la línea por el Comité, con una permanente consulta de la misma con el conjunto del Partido. No porque la discusión de esos puntos no se fuera transmitiendo, sino porque no se arbitraron a fondo las medidas, para recoger las opiniones de todas las organizaciones partidarias. Esto nos plantea la necesidad de encontrar los cauces adecuados para garantizar ese flujo de ideas de arriba-abajo y de abajo-arriba, y asegurar con las Tesis una discusión profunda y no formal de las mismas. El Comité Nacional ha discutido medidas al respecto, pero es preciso que todo el Partido contribuya a garantizar este aspecto vital para la relación del Partido con la clase.
Llegaremos al Congreso del Partido con una práctica pequeña pero importante, de nuestra línea de alternativa revolucionaria, lo que facilitará el evitar una discusión teoricista y doctrinarista de las Tesis y su enriquecimiento profundo por el conjunto del Partido.
El Comité Nacional, al analizar los aspectos positivos y no positivos de su trabajo, ha analizado autocríticamente su responsabilidad por el retraso en la aparición de las Tesis, que fueron aprobadas hace dos meses por la Conferencia del Partido. Este retraso no se puede justificar por las deficiencias técnicas de nuestro aparato de impresiones, que sin duda han existido. Corresponde en esto una responsabilidad general al Comité Nacional que así lo ha discutido autocríticamente. Y corresponde una responsabilidad particular a los camaradas que desde el frente de organización debieron resolver esa tarea, por cuanto la no superación de las dificultades técnicas de impresión, tienen objetivamente raíces políticas de subestimación de lo que significa, para nuestro Partido, la aparición de las Tesis. Solo la comprensión profunda de esa raíz política nos permitirá garantizar los recaudos organizativos para permitir al conjunto del Partido aportar a la elaboración de nuestra línea política.
La discusión leninista de nuestra línea política debe realizarse conjuntamente con la liquidación del liberalismo pequeñoburgués, aún predominante en muchas organizaciones de nuestro Partido. Quienes pretendieron y pretenden destruirnos destinan "analistas" de nuestras posiciones para descubrir "alas" y "tendencias" diversas en el Comité Nacional. No han comprendido que éste es un Partido que no recita su adhesión al leninismo, al centralismo democrático, sino que lo practica y, por lo tanto, en él hay y habrá permanentemente opiniones diversas y luchas de opiniones y crítica y autocrítica, como motores internos de vida del Partido y como expresión dialéctica de su relación con la clase y con las masas. Por eso, por constituir precisamente la esencia leninista de construcción del Partido, excluye la lucha de fracciones como método para resolver las diferencias de opiniones.
Cabe señalar como grandes debilidades del Partido, en las que cabe particular responsabilidad al Comité Nacional, la falta de una práctica política que tenga su eje, no economista sino político, en la clase; el retraso en la preparación militar del Partido; las serias debilidades organizativas subsistentes. Entre éstas últimas, la más seria, la que amenaza la propia continuidad de la actividad política del Partido, está en el débil trabajo financiero. A más de la responsabilidad que en esto nos corresponde, cabe señalar la responsabilidad particular de los camaradas que han centralizado esta tarea en el Partido, porque su retraso no está, ni lejos, en relación con los progresos logrados en otros aspectos de nuestro trabajo organizativo. La realización de la actividad financiera central preparada para el mes de diciembre, debe permitirnos superar ese retraso y liquidar concepciones incorrectas que han florecido como repudio a lo que era la actividad financiera en el PC (CC oportunista).
El Comité Nacional considera necesario señalar el retraso que se observa en nuestro trabajo en algunas zonas del Gran Buenos Aires y en universitarios de la Capital, porque creemos que la discusión en esas zonas debe permitirnos ir al fondo de las insuficiencias políticas y organizativas de las mismas, ya que existen posibilidades para un rápido crecimiento del Partido.
Para ello debemos superar las concepciones que imaginan nuestro crecimiento en la clase como producto de un largo proceso. Cierto que el reformismo ha calado hondo en sectores considerables del proletariado, y que los errores cometidos por el movimiento comunista -como la intervención en Checoeslovaquia de los países del Pacto de Varsovia- pesan en contra, al igual que muchos años de desviación reformista del PC de la Argentina; pero esto es pequeño en relación al significado histórico de 50 años de comunismo, de la lucha vietnamita, del cariño popular por el Che Guevara, de más de 80 años de difusión de las ideas del socialismo en nuestro país y de la experiencia de muchos miles de obreros y sectores populares de izquierda.
Cuando hablamos del crecimiento del Partido, nos referimos a su posible crecimiento en la clase obrera en especial y, en concreto, entre los obreros revolucionarios. Este crecimiento exige que el conjunto de la clase conozca que en la Argentina existen dos partidos comunistas y qué representa cada uno, y por qué nosotros nos proclamamos el auténtico Partido Comunista y aspiramos como tal a ser vanguardia de la clase.
Nueva Hora juega un papel fundamental en la consolidación y desarrollo del Partido. Es un periódico clandestino de orientación del Partido, y los activistas del movimiento obrero y revolucionario. Por lo tanto corresponde que nos preguntemos ¿cuántos miles de obreros revolucionarios y de activistas están en condiciones y deben leer el periódico? Con esta meta debemos multiplicar su difusión y garantizar su cobranza para garantizar su aparición quincenal y su posterior transformación en semanario. Al mismo tiempo debe asegurarse la publicación de los periódicos de empresa y la propaganda dirigida, en cada lugar de trabajo o estudio del Partido.
1. Lyndon Jonson dijo en su discurso ante la última reunión de gobernadores del FMI y del Banco Mundial: "Las finanzas internacionales son un misterio para casi todos los hombres. Pero hasta los chicos de la primaria han tenido tiempo de darse cuenta de que este es un año de crisis en los mercados financieros del mundo".
2. Esto explica la tendencia de los bancos de ese origen a abrir nuevas sucursales en nuestro país y captar recursos que reemplacen las restricciones a la salida del capital norteamericano, como comentó El Economista del 15/12/67.
3. Sobre esta concepción reformista recomendamos leer el libro del camarada Vo Nguyen Giap En hombre y el arma los argumentos de los oportunistas y la réplica de los revolucionarios en las páginas 169, 170 y siguientes. Edición La Rosa Blindada.
4. Decía el Che Guevara sobre la teoría que basa en el aumento de la producción socialista la acción de los estímulos materiales: "Vencer al capitalismo con sus propios fetiches, a los que se les quitó su cualidad mágica más eficaz, el lucro, me luce una empresa difícil".
5. Según los datos de la Secretaría de Trabajo, las jornadas de trabajo perdidas en los tres primeros meses de 1968 fueron 1.867, mientras que en el mismo periodo de 1967 fueron 173.123 y en 1966 fueron 1.058.302