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02 de octubre de 2010

Publicado en Nueva Hora, boletín extraordinario, 4 de abril de 1968.

Los comunistas y el Congreso de la CGT

Declaración del Partido Comunista (CNRR) / 2 de abril de 1968

I
Pocas veces un Congreso de la CGT ha suscitado tantos comentarios como el que se acaba de realizar en el salón de UTA durante los días 28, 29 y 30 de marzo.
Un Congreso, que, no sin razones, se esperaba consagrase el maridaje entreguista de los dirigentes sindicales como Taccone, Coria, Vandor, Prado, March y compañía con la dictadura militar, terminó con un repudio generalizado a la misma, a su política y a esos dirigentes “participacionistas” y “dialoguistas”.
Los acuerdos largamente tramitados en los despachos ministeriales de San Sebastián fueron incapaces de impedir que el descontento profundo de las masas obreras superexplotadas, que soportan la desocupación masiva, salarios de hambre y la prepotencia patronal, se reflejaran en el Congreso de la CGT.
La dictadura de Onganía viene aplicando, casi sin resistencia, su política de hambre, reacción y entrega. En las últimas semanas aceleró sus medidas, llamadas de “racionalización” en las empresas y la administración pública; completó el predominio de los monopolios extranjeros sobre la siderurgia; entregó nuevas áreas petroleras al imperialismo; comenzó a ejecutar los desalojos de campesinos arrendatarios en el campo, y aprovechando la crisis agraria en ciertos ramos de los cultivos industriales, sancionó medidas que eliminan como productores a miles de campesinos pobres y medios de la caña de azúcar, la vid, la yerba mate y otros cultivos. La dictadura prepara el desalojo masivo de las villas de emergencia y, con las reformas de la Ley de locaciones urbanas y con la ley que favorece a los grandes supermercados, avanzó en la política de liquidación de la industria y el comercio pequeño y medio; tomó nuevas medidas limitacionistas en la enseñanza media y superior destinadas a eliminar a los estudiantes de recursos modestos y adecuar la enseñanza a los intereses de los monopolios que representa; sancionó nuevas leyes represivas como la llamada de “identificación, registro y clasificación del potencial humano nacional”, a imitación de leyes semejantes existentes en regímenes fascistas como el de Franco, y la llamada “Ley” de Movilización; se produjeron hechos que como el crimen de los jóvenes de Florida conmovieron al pueblo. Simultáneamente el país se enteró que Onganía, electo presidente por voluntad y decisión de un puñado de militares gorilas, pretende gobernar como mínimo diez años.
En ese marco se preparó el Congreso de la CGT. Mientras millones de obreros son llevados al borde de la desesperación por los salarios de hambre, la carestía y la desocupación; cuando reaparecen en Tucumán las tristemente célebres “ollas populares” y a los 40.000 desocupados de esa provincia pretenden el gobierno y la oligarquía azucarera sumar, con el cierre de nuevos ingenios, 30.000 más. Onganía pontificó en su discurso de Olivos que “el pilar de la Nación (entiéndase de la dictadura) son las FF.AA. y los obreros” y urgió a sus subalternos a hacer “realidad este año” la “participación” de los sindicatos en el Estado de los monopolios. Al conjuro de tal llamado Vandor, Alonso, March, Pomares, Framini, Prado, Coria y el resto de la camarilla “participacionista” y “dialoguista”, con San Sebastián, anudaban los hilos de la trenza del Congreso de la CGT.

 

II
El odio a la dictadura frustró los planes participacionistas
Pero la dictadura subestimó el odio hacia ella, el odio sin concesiones, que anida y crece en los corazones proletarios. Sobrestimó las posibilidades de los dirigentes traidores del movimiento sindical para garantizar una CGT adicta. Confundió la falta de luchas organizadas del proletariado con el estado de ánimo del mismo. Este estado de ánimo tuvo que reflejarse en el Congreso de la CGT y empujó el acuerdo de sindicalistas enemigos de la dictadura y el sistema que representa, con aquellos que, enganchados tras el golpista de turno, se oponen al “participacionismo” y al “dialoguismo” e infligió a Onganía, San Sebastián, Coria, Taccone y Cía., una derrota que no dejará de pesar en los próximos meses en la política nacional.
La denuncia que los militantes revolucionarios y clasistas -entre los que se encuentran los del Partido Comunista (Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria)- habían hecho de las maniobras oficialistas para el Congreso, dificultó las mismas y ayudó a las masas a conocerlas y a incrementar su odio a los jerarcas sindicales que las preparaban.
Así fue como el Congreso se transformó en una denuncia antidictatorial y reivindicó, de hecho, el principio clasista según el cual los obreros no le piden permiso a sus explotadores, ni a sus gobiernos, ni a sus leyes, para luchar por sus derechos y organizarse de acuerdo a la forma más conveniente para ello.
A pesar de que las bases no estuvieron directamente representadas en el Congreso a través de delegados electos, y mandatados por asambleas de masas, la sola participación de los gremios intervenidos o privados de personería gremial por la dictadura (esa brasa ardiente que los Vandor, los Coria y sus compinches pretendían sacar del medio pasándola de mano en mano); creó condiciones para dar un tono de combate a las sesiones. Resulta muy difícil acordar la participación en los planes del gobierno con los sindicatos guillotinados por éste y que representan a los gremios que más han sufrido la política de la dictadura.

 

III
La nueva dirección de la CGT
La nueva dirección de la CGT surge de un Congreso que implica un compromiso de lucha antidictatorial. Es heterogénea, integrada con algunos dirigentes que han sostenido posiciones combativas frente a la dictadura junto a otros que concilian con ella.
Esa dirección debe demostrar ahora, en la práctica, su voluntad de expresar en hechos el ánimo de lucha de la clase obrera. Debe demostrar que la CGT no tiene, como quieren algunos, una dirección “opositora” al gobierno, algo así como la oposición de Su Majestad, o sea opositora de palabra y pasiva en la práctica. Para demostrar eso no es preciso que pasen muchas semanas. Todo lo contrario. En los próximos días ella debe encarar un plan de lucha contra la congelación de salarios y por un aumento general de emergencia que, en promedio, no puede ser inferior a un 40% sobre los salarios actuales; contra la desocupación; contra las llamadas medidas de “racionalización” en las empresas estatales y la administración pública; de apoyo nacional a las reivindicaciones del heroico pueblo tucumano; por el levantamiento de las intervenciones sindicales y la libertad de los obreros detenidos; de solidaridad y apoyo a los obreros de Alba, Cerámica San Lorenzo y otras empresas y gremios en lucha. Para ampliar el mandato de lucha contra la dictadura que expresó el Congreso debe ya, en los próximos días, junto a los estudiantes, campesinos y organizaciones populares, preparar una gran jornada nacional de protesta y movilización  para el 1° de Mayo próximo.
Para esto será preciso que aquellos dirigentes enemigos de la dictadura que integran la nueva dirección de la CGT, tengan en la misma una posición firme, que se apoyen en la clase obrera y no en el diálogo con el gobierno o las fuerzas burguesas golpistas, aíslen a las posiciones conciliadoras que existen en la nueva dirección.
No puede dejar de señalarse que esa dirección está integrada por un conjunto de fuerzas heterogéneas y que se encuentran en ella algunos dirigentes de larga trayectoria conciliadora, incluso algunos que, como Scipione, facilitaron en sus gremios con sus actitudes oportunistas, la política antiobrera de la dictadura, y otros que, en general, han tenido y tienen sus oídos más atentos al rumor de los cuarteles que al clamor de la clase obrera.
En el propio Congreso, y posteriormente, ya se han producido hechos que demuestran esto:
• La exclusión de la legítima representación del Sindicato de Canillitas crea un precedente funesto para el futuro, pues implica el reconocimiento de los jerarcas impuestos por el fraude oficialista en los sindicatos intervenidos.
• Preocupa la exclusión discriminatoria de la dirección de la CGT de la Federación de Trabajadores Químicos (FATIQA).
• No representa los sentimientos de la clase obrera que el Congreso haya cedido al planteo de Lorenzo Pepe, que al igual que en el reciente Congreso de la Unión Ferroviaria, se opuso a discutir una moción de apoyo al glorioso pueblo vietnamita, que con las armas en la mano enfrenta al imperialismo yanqui, del cual son sirvientes políticos Onganía y los participacionistas.
• Preocupa el discurso de clausura del nuevo Secretario General, Ongaro, cuando dijo: “Seguiremos adelante con la revolución que avanza” y que “los días del gobierno están contados”, frases muy en boga hoy en los círculos burgueses ligados a este o aquel golpe de Estado y en las fuerzas sindicales y políticas influidas por los mismos. La clase obrera está vitalmente interesada en apresurar la caída de la dictadura, pero quiere hacerlo por el camino que la lleve a encabezar la lucha por derrocarla imponiendo un poder popular revolucionario. Y al no indicar Ongaro ese camino, no se sabe de dónde deduce que “los días de Onganía están contados” y a quién puede beneficiar una caída que no se deba a la lucha popular.

Es grave, también, que el nuevo secretario nacional de la CGT, en su primera reunión, el lunes 1° de abril, expresó su deseo de “abrir la discusión (…) inclusive con el gobierno nacional, para que rectifique su política económica y social en beneficio del pueblo y los trabajadores argentinos”. Es como pedirle al lobo que cuide de los corderos, porque ¿cómo va a tener una “política económica y social en beneficio del pueblo” el gobierno que representa a sus propios enemigos?

 

IV
La lucha por una central obrera clasista
Es por ello que lo esencial consiste en organizar y desarrollar, con una actitud de ofensiva, en cada empresa y gremio, las luchas por las reivindicaciones económicas y políticas, elevando la disposición y preparación de los trabajadores para responder exitosamente a la violencia de la patronal y la dictadura, creando y desarrollando en cada gremio una corriente clasista que permita recuperar una Central Obrera independiente de los patrones y el Estado, que contribuya al éxito de esas luchas y a la conquista del poder por el pueblo
.
La clase obrera tiene objetivos históricos mucho más amplios que el derrocamiento de Onganía. Su objetivo irrenunciable es el de conquistar el poder para acabar con la explotación del hombre por el hombre y construir la sociedad sin clases explotadoras: el socialismo. Tal cual existe hoy en la URSS y demás países socialistas de Europa y Asia y en la gloriosa Cuba Revolucionaria en nuestro continente. Para ello requiere estar dirigida por hombres fieles a la clase obrera, intransigentes frente a la patronal y sus gobiernos, capaces de despertar en la clase obrera las fuerzas gigantescas que ésta atesora, porque ellos mismos confían solo en esa fuerza y no en este o aquel hombre providencial, en este o aquel militar “amigo”. La lucha por lograr  una Central Obrera de tal contenido y tales dirigentes no será fácil. La derrota de los Vandor, Taccone y Cía. en el Congreso del 28, 29 y 30 de marzo es solo un paso en ese camino. Pero es un paso que los militantes obreros clasistas deben aprovechar para fortalecer su lucha y sus posiciones en el movimiento sindical.
Para ello es preciso profundizar el aislamiento de “participacionistas”, “dialoguistas” y “realistas”, estén donde estén, y denunciar sin piedad a los conciliadores con ellos y la dictadura. El proceso que se inicia agudizará las diferencias tanto en la CGT como en el seno de los gremios que habiendo quedado fuera de ella, marchan a organizar una central paralela; ese proceso debe ser empujado por la clase obrera, traerá nuevas rupturas y reagrupamientos que irán diferenciando a entreguistas y conciliadores de los sectores combativos y clasistas. No se trata de lograr una Central Obrera donde impere la “unidad sin exclusiones” bajo la batuta de los traidores al movimiento obrero, sino de recuperar una Central Obrera clasista, unificada, al servicio de los objetivos liberadores del proletariado. Y esta unidad, la auténtica unidad clasista, que es por la que cabe luchar en el movimiento sindical pasa por el combate sin cuartel y la derrota de todas las posiciones conciliadoras que existen en su seno.
Vandor, Framini, Cardozo, Alonso, March, Pomares, Taccone, Coria, deben ahora rendir cuentas a la clase obrera por su boicot al Congreso cegetista para impedir que participasen en el mismo los gremios intervenidos por la dictadura. Como lacayos de ésta temían ofenderla y fueron sus cómplices consecuentes. Así mostró Vandor cuál fue el precio que pagó por el levantamiento de la suspensión de la personería gremial de la UOM y el apoyo a las elecciones fraudulentas que acaba de realizar en ese gremio.
Ellos ayudaron a Onganía a encaramarse en el poder; luego promovieron la “expectativa esperanzada”, mientras la dictadura pasaba su topadora sobre las conquistas y reivindicaciones populares; luego traicionaron el Plan de Lucha y garantizaron a Onganía la tregua social que los monopolios exigían para hambrear al pueblo y reforzar sus posiciones. Esos traidores deber ser barridos del movimiento obrero y deben sentir el odio de la clase obrera sobre cada uno de sus pasos.

 

V
El renacer de las luchas populares
El repudio antidictatorial que se expresó en la CGT está rodeado por el renacer de las luchas populares que comienzan a brotar en la ciudad y el campo. El mismo día que se inauguró el Congreso, los obreros de la empresa imperialista Alba daban a todo el pueblo un ejemplo de lucha que sacudió al país. Ya antes las luchas en los ingenios tucumanos, el acto y la combativa manifestación de los obreros ceramistas de San Lorenzo (Pcia. de Santa Fe), la lucha del frigorífico Swift en Berisso, las asambleas de los fraternales del Mitre, la lucha contra los desalojos en villas de emergencia del Gran Buenos Aires, las concentraciones de los viñateros pequeños y medios de Mendoza y su disposición combativa; las comisiones contra los desalojos agrarios en localidades de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe; los paros y luchas parciales en varias universidades nacionales y colegios secundarios; la preparación de medidas de lucha por los comerciantes e industriales pequeños y medios afectados por la reforma a la Ley de locaciones urbanas; el paro de Florida en repudio por el asesinato policial de jóvenes de esa localidad, son todas expresiones de un descontento popular que comienza a buscar vías organizativas de lucha contra la dictadura. De su desarrollo, profundización y coordinación, dependerá la suerte de ésta y el futuro del pueblo.

VI
Las clases dominantes  preparan el “recambio”
Conscientes de que la dictadura de Onganía se deteriora de día en día  y procurando preservar el régimen que ella expresa, cambiando las formas y adaptándolas a la nueva situación, sectores de las clases dominantes preparan el “recambio”. Desde dentro y fuera de la dictadura se trabaja para ello. Generales que organizaron el golpe del 28 de junio, como Cándido López, se transforman de pronto en “opositores”. Fascistas de rancia estirpe, como Sánchez Sorondo, están a partir un confite con liberales de alcurnia y con el apoyo de otros generales y coroneles, quieren ahorrarle al pueblo el trabajo de liquidar a sus enemigos. Aramburu, Sanmartino y otros gorilas conocidos preparan sus cañones al igual que los viejos conocidos del pueblo: Frondizi, Frigerio y sus amigos. Con parecidas intenciones se mueven activamente dirigentes peronistas y radicales.
Todos ellos tienen amigos en la nueva dirección de la CGT. Por ello la clase obrera y los dirigentes que en esa nueva dirección cegetista quieren servirla, deben unir a la lucha implacable contra la dictadura la vigilancia suficiente para impedir que nuevos “héroes” de turno aprovechen de sus luchas para seguir perpetuando, con otras formas, la dominación de sus enemigos: el imperialismo y la oligarquía burguesa-terrateniente.

VII
Organizar la contraofensiva popular
Hoy el imperialismo yanqui recibe en Vietnam golpes demoledores; ve agudizada su crisis financiera por los enormes gastos improductivos que le produce esa guerra, acosado interna e internacionalmente por el reclamo popular contra la misma; es incapaz de contener el levantamiento del pueblo negro y puede sufrir en Vietnam, una derrota que facilite a los pueblos de todo el mundo pasar a la ofensiva en su lucha liberadora.
También América Latina arde bajo los pies del imperialismo yanqui y sus agentes. En Panamá, Santo Domingo y Brasil; en las heroicas guerrillas guatemaltecas, colombianas y venezolanas; en los combates cada día más poderosos del proletariado chileno y uruguayo, late el ejemplo sublime del Che Guevara, ejemplo inmortal de la lucha a muerte, insobornable, contra el imperialismo yanqui y las oligarquías nativas.
No habrá fuerza capaz de impedir que nuestro pueblo se libere. Los argentinos de hoy no somos, como cree Onganía, descendientes de un pueblo de esclavos sumisos. Somos los herederos de los revolucionarios de 1810 que en las ciudades y los campos de la Patria vertieron generosa su sangre para liberarla.
Para que ello sea realidad, los obreros, los campesinos, los estudiantes, los intelectuales al servicio del pueblo, debemos organizar la contraofensiva popular contra la dictadura. En ese sentido el Congreso de la CGT, al derrotar los planes de Onganía y sus sirvientes marca un momento nuevo en la situación política nacional. Muestra el deterioro creciente de la dictadura militar y la urgencia en organizar esa contraofensiva popular que lleve al derrocamiento de la misma, impidiendo que un nuevo Onganía, con otro nombre, lo reemplace.
Esa lucha no será fácil ni pacífica. Solo triunfará si a la fuerza organizada y armada, nacional e internacional, que sostiene a la dictadura de las clases dominantes, se le opone la lucha popular organizada y armada y la solidaridad internacional de los pueblos.
Para ello es preciso barrer del movimiento obrero a los dirigentes entreguistas y conciliadores al servicio de la burguesía. Lograr la unidad de las fuerzas de izquierda, antiimperialistas y antioligárquicas y fortalecer las filas del Partido de la clase obrera, el Partido que por su ideología y su acción puede y está dispuesto a conducir esa lucha y llevarla al triunfo en el terreno que sea necesario hacerlo: el Partido Comunista (Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria).