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03 de mayo de 2020

Los depósitos humanos y el virus

Tomado del Facebook de Jorge Pellegrini

Todos los conocemos. Hay de todos los gustos, problemas y edades. Niños, viejos, locos, delincuentes, discapacitados, excluidos en esos lugares a los que eufemísticamente se llaman hogares, hospitales, penitenciarías, centros de rehabilitación, donde nunca se cumple con lo que se enuncia: cuidado, reinserción social, asistencia o acompañamiento recuperador. Nuestra sociedad los rotula como «diferentes» para luego excluirlos y encerrarlos en espacios de clausura, con un discurso hipócrita en el que se promete el bienestar del excluido. Y una vez que ello sucede, se niega la propia existencia del individuo, quien pierde todo, hasta su identidad personal. Pasa a ser «el loco», «el viejo», «el preso», «el incapaz», «el huérfano». Todos lo sabemos, y todos miramos para otro lado. Es el precio a pagar por nuestra bendita tranquilidad, lograda a cambio de la intranquilidad crónica «del otro».

Y un día llegó el virus. Pudo más que las leyes y la Constitución: logró que las puertas se abrieran ¿Y ahora? ¿Adónde metemos estos trastos que de pronto nos amenazan? Se ve correr de un lado a otro a los que nunca corrieron. ¡Estaban tan tranquilos! Los pesebres de seres humanos no se ven: paredones o rejas los ocultan, y los expedientes, de amarillos nomás, ya ni se leen.

¿Qué van a hacer los países como Inglaterra que no registra los viejos muertos por Covid pues murieron fuera de los hospitales? (si los contabilizara, la cifra de muertos inglesa sería el doble) ¿Qué va a hacer el resto de Europa cuyos 550 mil ancianos muertos son la mitad de los muertos totales?

Christine Lagarde anunció el año pasado que «algo» debía hacerse con los mayores, porque representan un enorme gasto.

Parece que se hizo, nomás.

Prestemos mucha atención a las instituciones de encierro donde el hacinamiento, el abandono, el mal trato y la violencia ya no se puede seguir ocultando.

No sea cuestión que el virus nos obligue a abrir las puertas para ver, escuchar, oler, todo lo que adentro sucede.