Como era de esperarse, desde las usinas de la burguesía imperialista en todo el mundo se desató una ofensiva contra la Revolución Rusa, de la que se cumplen 100 años.
Como era de esperarse, desde las usinas de la burguesía imperialista en todo el mundo se desató una ofensiva contra la Revolución Rusa, de la que se cumplen 100 años.
Menos conocido por el público masivo, pero no por eso menos peligroso, hay otro ataque violento contra los hechos protagonizados por el proletariado y el pueblo ruso, dirigidos por los bolcheviques. Nos referimos a la catarata de artículos, charlas, entrevistas y seminarios promovidos desde distintos círculos académicos, cátedras universitarias y sectores intelectuales, que destilan un terrible veneno con la obsesión de ver la experiencia revolucionaria soviética como algo del pasado, clausurado, fracasado y sin la más mínima chance de que algo similar vuelva a desatarse en parte alguna de nuestro planeta.
Vamos a tomar algunos ejemplos, de “catedráticos” que en los últimos años hegemonizan las corrientes de pensamiento en las principales facultades vinculadas a la historia y las ciencias sociales, no sólo en nuestro país.
En la hermana república de Bolivia se llevó a cabo recientemente un “Encuentro Internacional” sobre el centenario de la Revolución de Octubre, que tuvo trascendencia porque fue patrocinado por la Vicepresidencia, que ejerce Álvaro García Linera, con muchos panelistas de Bolivia y de otros países, como el líder de Podemos español, Pablo Iglesias. Llegado especialmente para el evento, un “especialista”, el historiador ruso Andrei Schelchkov, conocido en Bolivia ya que se dedica hace años a estudiar la historia social de este país, desplegó en un reportaje en el sitio Página siete del 12 de noviembre, una extensa artillería destinada a tergiversar los hechos ocurridos hace 100 años.
Schelchkov, un defensor de Gorbachov (el último jefe de Estado de la desaparecida URSS) dice en el citado reportaje que hay “una visión unilateral de los acontecimientos revolucionarios”, la impuesta por el leninismo. Cuestiona hasta la “periodización”, afirmando que “ya no se habla de una ‘revolución de octubre’. La Revolución en realidad comenzó en febrero de 1917 y terminó en 1922, cuando acabó la guerra civil, la que dio lugar a la toma del poder por Lenin”.
Lanzado en su carrera revisionista, Schelchkov afirma que hay dos sectores que han quedado ocultos por los bolcheviques: “Los ‘populistas’, por un lado, y los socialistas revolucionarios, o ‘eseristas’ que eran una mezcla de populistas y marxistas”, que “buscaban el camino menos doloroso hacia el socialismo, evitando la etapa del capitalismo desarrollado”, y que “optaban por una revolución democrática; sólo una minoría de los eseristas defendían el socialismo autoritario defendido por los bolcheviques”. “Esto muestra que en la Rusia de antes de 1917 existieron y compitieron dos vías para la revolución: una democrática, representada por populistas y socialistas revolucionarios, y otra no democrática y autoritaria, representada por bolcheviques y los grupos que terminaron uniéndoseles después del triunfo: eseristas de izquierda, mencheviques arrepentidos, etc.”.
El historiador ruso resucita, con otros condimentos, el viejo argumento de los seguidores de Juan B. Justo, de los anarquistas y luego de 1924, cuando muere Lenin, de todas las variantes trotskistas, de que en la Rusia soviética se impuso un “régimen autoritario” cuando se tendría que haber avanzado hacia un “socialismo democrático”. Polémica que dio en su momento el propio Lenin, defendiendo la dictadura del proletariado –que Schelchkov ni nombra porque le causa espanto- sobre las clases dominantes derrotadas, como la esencia del nuevo Estado socialista, y lo que diferenciaba a revolucionarios y reformistas en todo el mundo.
Quieren enterrar el camino revolucionario
Viniendo hacia nuestro país, podemos mencionar que participó del mismo seminario en Bolivia Horacio Tarcus, conocido investigador que preside el Cedinci (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina). Tarcus, más “cuidadoso” que Schelchkov, ratifica sin embargo la tesis esencial de éste, afirmando en el reportaje que “Un poderoso imaginario se formó a partir de la experiencia rusa, más allá de los acontecimientos mismos. Estos fueron leídos por América Latina de muchas maneras, como es lógico, y con múltiples malos entendidos. Y es que los actores de la política de entonces los usaron de acuerdo a sus propios anhelos, intereses, etc. Por las razones anotadas, Octubre de 1917 se consideró el paradigma de revolución proletaria, lo que opacó la dimensión campesina de la Revolución, así como también opacó la revolución de febrero”. Tarcus ha planteado en reiteradas oportunidades que “la Revolución, al igual que Saturno, terminó devorando a sus propios hijos, y hasta a sus padres fundadores”, y que la “izquierda” debe “aggiornarse” abandonando cualquier atisbo de querer ir por un camino revolucionario.
Ya el director de nuestro semanario, Eugenio Gastiazoro, rebatió esta idea de los historiadores burgueses, que “suelen decir que la Revolución devora a sus propios hijos”, planteando que “Ni Lenin ni Mao Tsetung serían “devorados” por las revoluciones que lideraron porque esas fueron revoluciones no dirigidas por partidos de la burguesía sino por un Partido de la clase obrera”, luego de lo cual Gastiazoro analiza cómo, cuando el proletariado fue derrotado tanto en la URSS como en China, “Lenin y Mao serían transformados en “héroes nacionales” e incluso “grandes genios”, convirtiéndoselos en objetos de adoración por fuera de la lucha de clases, despojándoselos de su “peligrosidad” para la burguesía, quitándoseles su carácter de líderes de una revolución dirigida por la clase obrera”. Reflexiones sobre la Revolución Rusa, hoy 1642.
Para no aburrir, culminamos por ahora comentando un artículo del historiador argentino Omar Acha, (docente en Filosofía y Letras de la UBA con varios trabajos publicados), escrito para la revista La Tinta. Acha, con un lenguaje similar al de Tarcus, se preocupa por decir, de distintas maneras, que “el ciclo revolucionario fue clausurado”, y que en todo caso hay una discusión en los ámbitos académicos de cuándo ocurrió esta “clausura”. Si “Es viable dar por cerrado el ciclo histórico de la Revolución Rusa” en 1922 con la Nueva Política Económica, si en 1929, cuando “Stalin impulsó las políticas más violentas y centralistas” y “con su resignación al ‘socialismo en un solo país’”, con “las purgas de 1936-1938”, o en 1991. Con el disfrute de los renegados, Acha plantea en su artículo que la Revolución Rusa “Seguramente una vez que transcurran semanas de las conmemoraciones de su centenario, de las discusiones suscitadas al respecto, tendrá una presencia marginal en el atareado mundo en que vivimos”.
Consignamos estas opiniones, como un pequeño ejemplo de los que se propaga principalmente desde los ámbitos universitarios y académicos, donde con variados argumentos, estos “profesores” coinciden en “dar por muerto” al camino revolucionario.
Nada nuevo. Como plantea siempre el secretario general de nuestro PCR, Otto Vargas, es lo que la burguesía viene haciendo desde que asesinaron a Babeuf “el primer comunista”, en tiempos de la Revolución Francesa. “Lo fusilaron y dijeron ‘se terminó el comunismo’, 40 años después, Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista donde dicen: “un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Derrotada la Comuna de París dijeron lo mismo, y tras 46 años, triunfaba la gloriosa Revolución de Octubre en la Rusia de 1917. Pese a la tonelada de mentiras que destilan estas usinas, el camino revolucionario sigue vigente.