Yrigoyen se hace cargo del gobierno en octubre de 1916 con el apoyo de una parte importante del movimiento obrero y de las masas populares, que gana las calles para festejar. Pero la política de conciliación con la oligarquía y el imperialismo tiñó todo el periodo del gobierno radical yrigoyenista.
Yrigoyen se hace cargo del gobierno en octubre de 1916 con el apoyo de una parte importante del movimiento obrero y de las masas populares, que gana las calles para festejar. Pero la política de conciliación con la oligarquía y el imperialismo tiñó todo el periodo del gobierno radical yrigoyenista.
El movimiento obrero y popular protagoniza un nuevo auge de luchas logrando avanzar en sus conquistas democráticas y económicas. Ejemplo de esto son las huelgas portuarias que obtienen jornada de 8 horas y aumentos salariales, y las de ferroviarios, que logran la anulación del artículo 11 de la ley de jubilaciones que imponía renunciar al derecho de huelga para acogerse a sus beneficios. El movimiento campesino, continuando su lucha, obtendrá rebajas en los arrendamientos y, finalmente, la primera ley de arrendamientos y aparcerías rurales en 1921. La lucha de los estudiantes, que se iniciaba con la ocupación de la Universidad de Córdoba en junio de 1918, logrará la conquista de la Reforma Universitaria.
En este contexto de ascenso revolucionario del movimiento obrero y popular, y contribuyendo al mismo, se fortalece la corriente que en el seno del Partido Socialista reivindica el marxismo y el carácter clasista del socialismo, en la lucha contra el revisionismo y el oportunismo político de su dirección. Estimulada esta corriente por el triunfo de la revolución bolchevique, expulsados sus miembros del PS por la dirección, dan origen el 6 de enero de 1918 al Partido Socialista Internacional, que a partir de 1921 pasó a ser el Partido Comunista de la Argentina. Se creaba así la posibilidad de que el proletariado argentino contase con un partido auténticamente revolucionario, marxista-leninista.
Terminada la guerra interimperialista, la oligarquía y el imperialismo pasan a trabajar activamente por recuperar el terreno perdido, poniendo el centro en detener la oleada revolucionaria de masas y cercando al gobierno radical.
El desarrollo del movimiento alcanza un momento culminante en la segunda semana de enero de 1919. La lucha por salario, condiciones y tiempo de trabajo de los 800 obreros de los Talleres Vasena, es reprimida violentamente por la policía, dejando un saldo de 4 muertos y 30 heridos. Esta es la chispa que pone en pie a los trabajadores y el pueblo de Buenos Aires y Avellaneda.
Los paros y marchas espontáneas se extienden rápidamente, obligando a la FORA a decretar la huelga general. 200.000 personas que acompañan los restos de los obreros asesinados son tiroteadas por la policía. Las masas enfrentan, rebalsan las fuerzas policiales y la sublevación se extiende. Se generalizan las barricadas, asaltos de armerías, tomas de algunas comisarías, etc., y durante un corto tiempo el pueblo se transforma en dueño de la ciudad.
El Ejército entra en la ciudad con el consentimiento de Yrigoyen y reprime sangrientamente la sublevación popular, armando además grupos civiles de la oligarquía, que asaltan locales e imprentas obreras y realizan verdaderas “razzias” en los barrios obreros, con un saldo de 1.500 muertos y más de 4.000 heridos, incluyendo mujeres, ancianos y niños. Genocidio –sólo comparable a los de Rosas y Roca contra los indios– que pasará a la historia con el nombre de Semana Trágica.
Pese a la masacre, los ecos del levantamiento obrero y popular de enero de 1919, llegarán hasta los más apartados rincones, conmoviendo a los explotados y a los explotadores de esos verdaderos imperios latifundistas del norte y del sur argentino. Ejemplos de esto, serán las históricas huelgas de la Forestal y de la Patagonia, en 1920 y 1921, también sangrientamente reprimidas por el Ejército enviado por Yrigoyen en apoyo de la oligarquía. La matanza de Santa Cruz superó en alevosía y en el número de muertos a la Semana Trágica, con resultados mucho más catastróficos para la provincia, pues reforzó la dictadura omnímoda de los latifundistas.
La falta de dirección y objetivos políticos claros en el proletariado, por la insipiencia del Partido Comunista y la conciliación de los socialistas y los “sindicalistas revolucionarios” con el gobierno de Yrigoyen, llevó al aislamiento a esas históricas luchas, facilitando el ensañamiento de la oligarquía.
Pero para la lucha revolucionaria antiterrateniente y antiimperialista sus enseñanzas siguen siendo valederas.
Por su parte, la actitud del yrigoyenismo grafica el doble carácter de la burguesía nacional, que por un lado forcejea y por el otro concilia con el imperialismo y la oligarquía terrateniente, con lo que termina enredada en las telarañas del atraso y la dependencia, y si bien hace concesiones al movimiento obrero y popular, trata de mantenerlo bajo su égida; temerosa del desborde reprime violentamente las luchas que se salen de su control.
La experiencia del yrigoyenismo en el gobierno mostró, en definitiva, la impotencia del camino reformista para resolver las tareas agrarias y antiimperialistas. Su conciliación, particularmente con los grandes terratenientes ganaderos, facilitó la recuperación de posiciones por parte de la oligarquía y el imperialismo, que pasaron a predominar abiertamente con el gobierno de Alvear, de 1922 a 1928. Esto obligó al yrigoyenismo a pasar prácticamente a la oposición, desde la cual nuevamente, y con mayor amplitud, ganó las elecciones nacionales que dieron la presidencia por segunda vez a Yrigoyen en 1928.