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11 de noviembre de 2010

Los gobiernos radicales

Documentos del PCR / tomo 6

Yrigoyen se hace cargo del gobier­no en octu­bre de 1916 con el apoyo de una parte impor­tan­te del movi­mien­to obre­ro y de las masas popu­la­res, que gana las calles para fes­te­jar. Pero la polí­ti­ca de con­ci­lia­ción con la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo tiñó todo el perio­do del gobier­no radi­cal yri­go­ye­nis­ta.

Yrigoyen se hace cargo del gobier­no en octu­bre de 1916 con el apoyo de una parte impor­tan­te del movi­mien­to obre­ro y de las masas popu­la­res, que gana las calles para fes­te­jar. Pero la polí­ti­ca de con­ci­lia­ción con la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo tiñó todo el perio­do del gobier­no radi­cal yri­go­ye­nis­ta.
El movi­mien­to obre­ro y popu­lar pro­ta­go­ni­za un nuevo auge de luchas logran­do avan­zar en sus con­quis­tas demo­crá­ti­cas y eco­nó­mi­cas. Ejemplo de esto son las huel­gas por­tua­rias que obtie­nen jor­na­da de 8 horas y aumen­tos sala­ria­les, y las de ferro­via­rios, que logran la anu­la­ción del artí­cu­lo 11 de la ley de jubi­la­cio­nes que impo­nía renun­ciar al dere­cho de huel­ga para aco­ger­se a sus bene­fi­cios. El movi­mien­to cam­pe­si­no, con­ti­nuan­do su lucha, obten­drá reba­jas en los arren­da­mien­tos y, final­men­te, la pri­me­ra ley de arren­da­mien­tos y apar­ce­rías rura­les en 1921. La lucha de los estu­dian­tes, que se ini­cia­ba con la ocu­pa­ción de la Universidad de Córdoba en junio de 1918, logra­rá la con­quis­ta de la Reforma Universitaria.
En este con­tex­to de ascen­so revo­lu­cio­na­rio del movi­mien­to obre­ro y popu­lar, y con­tri­bu­yen­do al mismo, se for­ta­le­ce la corrien­te que en el seno del Partido Socialista rei­vin­di­ca el mar­xis­mo y el carác­ter cla­sis­ta del socia­lis­mo, en la lucha con­tra el revi­sio­nis­mo y el opor­tu­nis­mo polí­ti­co de su direc­ción. Estimulada esta corrien­te por el triun­fo de la revo­lu­ción bol­che­vi­que, expul­sa­dos sus miem­bros del PS por la direc­ción, dan ori­gen el 6 de enero de 1918 al Partido Socialista Internacional, que a par­tir de 1921 pasó a ser el Partido Comunista de la Argentina. Se crea­ba así la posi­bi­li­dad de que el pro­le­ta­ria­do argen­ti­no con­ta­se con un par­ti­do autén­ti­ca­men­te revo­lu­cio­na­rio, mar­xis­ta-leni­nis­ta.
Terminada la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta, la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo pasan a tra­ba­jar acti­va­men­te por recu­pe­rar el terre­no per­di­do, ponien­do el cen­tro en dete­ner la olea­da revo­lu­cio­na­ria de masas y cer­can­do al gobier­no radi­cal.
El desa­rro­llo del movi­mien­to alcan­za un momen­to cul­mi­nan­te en la segun­da sema­na de enero de 1919. La lucha por sala­rio, con­di­cio­nes y tiem­po de tra­ba­jo de los 800 obre­ros de los Talleres Vasena, es repri­mi­da vio­len­ta­men­te por la poli­cía, dejan­do un saldo de 4 muer­tos y 30 heri­dos. Esta es la chis­pa que pone en pie a los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo de Buenos Aires y Avellaneda.
Los paros y mar­chas espon­tá­ne­as se extien­den rápi­da­men­te, obli­gan­do a la FORA a decre­tar la huel­ga gene­ral. 200.000 per­so­nas que acom­pa­ñan los res­tos de los obre­ros ase­si­na­dos son tiro­tea­das por la poli­cía. Las masas enfren­tan, rebal­san las fuer­zas poli­cia­les y la suble­va­ción se extien­de. Se gene­ra­li­zan las barri­ca­das, asal­tos de arme­rías, tomas de algu­nas comi­sa­rías, etc., y duran­te un corto tiem­po el pue­blo se trans­for­ma en dueño de la ciu­dad.
El Ejército entra en la ciu­dad con el con­sen­ti­mien­to de Yrigoyen y repri­me san­grien­ta­men­te la suble­va­ción popu­lar, arman­do ade­más gru­pos civi­les de la oli­gar­quía, que asal­tan loca­les e impren­tas obre­ras y rea­li­zan ver­da­de­ras “razzias” en los barrios obre­ros, con un saldo de 1.500 muer­tos y más de 4.000 heri­dos, inclu­yen­do muje­res, ancia­nos y niños. Genocidio –sólo com­pa­ra­ble a los de Rosas y Roca con­tra los indios– que pasa­rá a la his­to­ria con el nom­bre de Semana Trágica.
Pese a la masa­cre, los ecos del levan­ta­mien­to obre­ro y popu­lar de enero de 1919, lle­ga­rán hasta los más apar­ta­dos rin­co­nes, con­mo­vien­do a los explo­ta­dos y a los explo­ta­do­res de esos ver­da­de­ros impe­rios lati­fun­dis­tas del norte y del sur argen­ti­no. Ejemplos de esto, serán las his­tó­ri­cas huel­gas de la Forestal y de la Patagonia, en 1920 y 1921, tam­bién san­grien­ta­men­te repri­mi­das por el Ejército envia­do por Yrigoyen en apoyo de la oli­gar­quía. La matan­za de Santa Cruz supe­ró en ale­vo­sía y en el núme­ro de muer­tos a la Semana Trágica, con resul­ta­dos mucho más catas­tró­fi­cos para la pro­vin­cia, pues refor­zó la dic­ta­du­ra omní­mo­da de los lati­fun­dis­tas.
La falta de direc­ción y obje­ti­vos polí­ti­cos cla­ros en el pro­le­ta­ria­do, por la insi­pien­cia del Partido Comunista y la con­ci­lia­ción de los socia­lis­tas y los “sin­di­ca­lis­tas revo­lu­cio­na­rios” con el gobier­no de Yrigoyen, llevó al ais­la­mien­to a esas his­tó­ri­cas luchas, faci­li­tan­do el ensa­ña­mien­to de la oli­gar­quía.
Pero para la lucha revo­lu­cio­na­ria anti­te­rra­te­nien­te y anti­im­pe­ria­lis­ta sus ense­ñan­zas siguen sien­do vale­de­ras.
Por su parte, la acti­tud del yri­go­ye­nis­mo gra­fi­ca el doble carác­ter de la bur­gue­sía nacio­nal, que por un lado for­ce­jea y por el otro con­ci­lia con el impe­ria­lis­mo y la oli­gar­quía terra­te­nien­te, con lo que ter­mi­na enre­da­da en las tela­ra­ñas del atra­so y la depen­den­cia, y si bien hace con­ce­sio­nes al movi­mien­to obre­ro y popu­lar, trata de man­te­ner­lo bajo su égida; teme­ro­sa del des­bor­de repri­me vio­len­ta­men­te las luchas que se salen de su con­trol.
La expe­rien­cia del yri­go­ye­nis­mo en el gobier­no mos­tró, en defi­ni­ti­va, la impo­ten­cia del cami­no refor­mis­ta para resol­ver las tare­as agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas. Su con­ci­lia­ción, par­ti­cu­lar­men­te con los gran­des terra­te­nien­tes gana­de­ros, faci­li­tó la recu­pe­ra­ción de posi­cio­nes por parte de la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo, que pasa­ron a pre­do­mi­nar abier­ta­men­te con el gobier­no de Alvear, de 1922 a 1928. Esto obli­gó al yri­go­ye­nis­mo a pasar prác­ti­ca­men­te a la opo­si­ción, desde la cual nue­va­men­te, y con mayor ampli­tud, ganó las elec­cio­nes nacio­na­les que die­ron la pre­si­den­cia por segun­da vez a Yrigoyen en 1928.