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23 de marzo de 2011

Libia: otra agresión imperialista disfrazada de “intervencionismo humanitario”. Quieren usar la lucha popular contra la dictadura de Gadafy para apropiarse del país.

Los imperialistas quieren apropiarse de Libia

Hoy 1361 / Pretenden montarse en el movimiento democrático contra Gadafy

Después de lograr el visto bueno de la ONU, y con el pretexto de “defender a la población civil” de la contraofensiva del régimen de Gadafy contra las ciudades sublevadas, una coalición de potencias imperialistas desencadenó una agresión militar masiva contra Libia.

Después de lograr el visto bueno de la ONU, y con el pretexto de “defender a la población civil” de la contraofensiva del régimen de Gadafy contra las ciudades sublevadas, una coalición de potencias imperialistas desencadenó una agresión militar masiva contra Libia.
El sábado 19, buques de guerra y aviones de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, con apoyo logístico de Canadá e Italia, bloquearon las costas de Libia y bombardearon las ciudades de Bengasi, Ajdabiya, Sirte, Misrata y la propia capital Trípoli (más tarde la “santa alianza” imperialista sumaría a España y el emirato títere de Catar). Destruyeron tanques y sistemas antiaéreos y de comunicaciones de las fuerzas de Gadafy, pero también edificios y casas. Aviones de combate yanquis bombardearon aeródromos, pero también fuerzas terrestres libias. Al cierre de esta edición de hoy, declaraban haber quebrado el asedio de los gadafistas sobre Bengasi.
En la votación del Consejo de Seguridad Rusia, China, India, Brasil y Alemania se abstuvieron. China y Rusia son miembros permanentes del Consejo y tienen derecho a veto, pero no lo usaron para impedir la agresión.

¿Qué “defienden” los imperialistas?
¿Qué tiene que ver el intervencionismo militar de las potencias imperialistas con “defender a la población civil”? ¿Qué tiene que ver con las aspiraciones de los sectores democráticos y patrióticos de la heterogénea coalición que se levantó contra el régimen tiránico y entreguista de Gadafy? Nada en absoluto. Su único interés es proteger y afirmar las garras de esas potencias en el petróleo, en las industrias y en las posiciones estratégicas que podrían consolidar en Libia con la ayuda de un nuevo régimen dirigido por sus intermediarios, disfrazado de “democrático” pero asociado o subordinado a sus intereses.
Los capos imperialistas jamás se propusieron ayudar al avance y consolidación del movimiento democrático rebelde que estalló en febrero, ni menos defender al pueblo libio. En los mismos días y semanas en que debatían la modalidad de la pretendida “exclusión aérea” en Libia, la dictadura terrorista de Yemen, apoyada por EEUU y Arabia Saudita, asesinó a casi 50 manifestantes en la plaza Tahrir de la capital Saná. La reaccionaria monarquía de Bahrein –isla convertida prácticamente en un portaaviones yanqui, y desde el miércoles 16 ocupada por tropas sauditas para aplastar las movilizaciones populares– seguía masacrando las protestas. Se repetían las manifestaciones –y los muertos– en Irak contra la política de hambre y opresión del régimen títere en un país destruido por la ocupación imperialista yanqui, que continúa. La población palestina de Gaza seguía siendo bombardeada, sus casas y cultivos destruidos, y sus fronteras bloqueadas por la ocupación israelí respaldada por EEUU y la Unión Europea. Los pueblos de Afganistán y Pakistán seguían bajo los bombardeos diarios de la aviación yanqui.
¿Acaso los poderosos de la tierra impusieron “zonas de exclusión aérea” para proteger a esos pueblos contra los genocidios provocados por los propios imperialistas y por los dictadores que son sus socios desde hace décadas?
Mientras fuerzas gadafistas bombardeaban con morteros a Bengasi (el bastión del levantamiento contra el gobierno) y sus tropas terrestres penetraban en la ciudad, Gadafy auguraba una guerra larga y denunciaba la intervención imperialista como “actos propios de un nuevo colonialismo”, proclamando que armaría a las masas en defensa “de la independencia y dignidad de Libia” y que todo el norte de África y el Mediterráneo pasan a ser un campo de batalla.
La agresión militar imperialista en Libia abre paso a un conflicto prolongado, y a una nueva etapa de brutal intervencionismo de las potencias en los países del tercer mundo.

 

Lucha democrática e injerencia imperialista
La vasta rebelión iniciada en febrero en Libia es la expresión de un profundo descontento social y político. Inspirados por los levantamientos de Túnez y Egipto, amplios sectores de la sociedad se levantaron contra un régimen tiránico. La rebelión libia es parte de la oleada que barre prácticamente todos los países del norte de África y el Medio Oriente oprimidos por el imperialismo.
Pero a diferencia de los otros procesos de la región, en Libia las intrigas imperialistas se mezclan y se sobreponen a una rebelión de masas auténtica y justa. En el país norafricano las potencias imperialistas –en particular los Estados Unidos– no tienen posiciones tan arraigadas dentro de la economía y del Estado como las tienen en Egipto, Bahrein, Yemen, etc. Y por eso desde el principio, aunque retaceando apoyo al movimiento rebelde opositor a la dictadura de Gadafy, ayudaron y apoyan a algunas fuerzas internas de esa oposición que –si el líder libio fuera finalmente derrocado– podrían instalar un régimen aún más subordinado a uno o a varios de los imperialismos que ahora fingen preocuparse por el pueblo libio.
La agresión armada imperialista contribuye a darle patente de “defensor de la soberanía libia” a un dirigente como Gadafy que, muy lejos del nacionalismo antiimperialista del movimiento militar que lo encumbró en 1969, terminó entregando el petróleo a diferentes grupos, alineando al país con la “guerra antiterrorista” de los yanquis y ametrallando las demandas democráticas de su propio pueblo.
De ahí lo complejo y dramático de la situación: el pueblo libio ha sido puesto entre dos fuegos. Un puñado de grandes potencias imperialistas intentan usufructuar el amplio movimiento democrático que se levantó contra una dictadura con la que esas mismas potencias hicieron negocios económicos y políticos durante los últimos 20 años.

 

Gadafy: ni “pueblo” ni “soberanía”
Es cierto que Gadafy no es exactamente lo mismo que Ben Alí de Túnez o Mubarak de Egipto, como sugieren Fidel Castro, Hugo Chávez y otros. Las posiciones de independencia económica y las políticas sociales del régimen que impuso con el golpe de 1969, y su oposición a la ocupación israelí de Palestina, le atrajeron el apoyo de importantes sectores populares e intelectuales. De entonces viene la formación de “comités populares” barriales y tribales que aún constituyen su relativa base de masas. De allí también la imagen que de él trazó la propaganda imperialista como un líder autocrático y loco.
Sin embargo, Gadafy nunca rompió con el imperialismo, especialmente por su dependencia de Europa occidental para vender el petróleo de Libia. Entrelazó la economía libia con intereses franceses, alemanes e italianos, y adoptó en los ’70 una línea de alianza subordinada a la Unión Soviética socialimperialista (en esos años también lo hicieron otros dirigentes que hoy lo enarbolan como líder antiimperialista): mucho tiene que ver con eso el salvaje bombardeo con que el presidente yanqui Reagan trató de asesinarlo en 1986, matando allí a una de las hijas de Gadafy. Finalmente el líder libio dio el viraje final tras el derrumbe de la URSS en los ’90, estrechando alianzas con potencias europeas como Italia, Francia y Gran Bretaña en base a los negocios petroleros y armamentísticos, y tendiendo puentes con los Estados Unidos mediante acuerdos políticos contra Al Qaeda.
En definitiva, con el pretexto de la “zona de exclusión aérea”, las potencias imperialistas intentan montarse en el vasto movimiento popular contra el régimen dictatorial de Gadafy para timonear un desemboque en beneficio propio, potenciando dentro de la heterogénea alianza opositora a los sectores proimperialistas, los mismos que ahora festejaron la decisión yanqui-anglo-francesa de lanzar la intervención militar.
El movimiento rebelde tenía en Gadafy y en su régimen policíaco y entreguista su principal obstáculo, y por eso todos sus afluentes concentraban sus exigencias en la salida del líder libio del poder. Pero ahora, bajo la agresión militar imperialista, el resultado será muy distinto si el dictador es expulsado por una oleada popular encabezada por los sectores patrióticos y democráticos de Libia, o si ese movimiento es dirigido por los sectores proimperialistas de la coalición opositora y apañado por la intervención extranjera.