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02 de octubre de 2010

Los jacobinos y la cuestión de la tierra

Hoy 1278 / A 215 años de la caída de Robespierre

El 27 de julio de 1794, el 9 de Termidor según el calendario republicano francés, Robespierre fue desplazado del poder. Entre el 31 de mayo de 1793 y el 26 de julio de 1794, durante la dictadura revolucionaria de los jacobinos, se produjeron los cambios más significativos de la Revolución Francesa.
Refiriéndose a lo sucedido en ese período, Lenin sostuvo que el mérito histórico de la obra jacobina fue “La auténtica actitud revolucionaria hacia el superviviente feudalismo, la transición del país entero hacia medios más elevados de producción, hacia la libertad del campesinado y de las familias, todo ello con una rapidez, determinación, energía e inquebrantable devoción”. Por último afirmó que los jacobinos “salvaron a Francia con ‘milagrosa’ rapidez, dándole un nacimiento nuevo, rejuveneciendo sus bases económicas”.

Los pobres del campo: el motor de la Revolución
A pesar de que la burguesía terminó hegemonizando el proceso revolucionario, habría que destacar que las rebeliones campesinas y populares fueron el motor de la Revolución, ya que Francia era un país básicamente rural. Si bien París tenía 600.000 habitantes y ciudades como Burdeos, Lyon, Marsella y Nantes contaban con más de 100.000 cada una, sólo el 5% de la población era urbana. Por tanto, la inmensa mayoría de los habitantes vivían en condiciones próximas a la esclavitud, producto de la forma de vinculación económica y jurídica entre el campesino y el señor feudal.
En Francia, históricamente, todas las tierras –cultivadas, eriales, praderas, bosques, etc.– fueron propiedad de los municipios rurales. La nobleza medieval “garantizaba” con sus ejércitos (bandas armadas) la defensa del territorio, obteniendo a cambio el derecho de justicia sobre los habitantes, como así también un derecho a diversas prestaciones en trabajo y en especies. Pero los “señores”, apoyándose en el clero y en legistas expertos en el derecho romano, usaban su poderío militar para apropiarse de enormes extensiones territoriales. El proceso de usurpación fue lento, ya que abarcó prácticamente toda la Edad Media, no obstante hacia fines del siglo XVI había dado sus frutos.
No conformes con esto, los nobles y el clero, acompañados por la naciente burguesía, impulsaron la sanción de los edictos de 1669. Los decretos dictados por Luis XIV, el Rey Sol, daban a los sectores privilegiados una nueva arma legal para controlar una tercera parte de todas las tierras comunales, por supuesto las más fértiles. A partir de este saqueo, en la Francia prerrevolucionaria se siguió consolidando el latifundio feudal.
Enfrentando estas políticas, los oprimidos del campo enarbolaron, entre otras, tres grandes reivindicaciones: la abolición total de los tributos feudales, la eliminación de los diezmos y el derecho a acceder a la tierra. Estos objetivos recién fueron alcanzados durante la hegemonía de los jacobinos.

La política agraria de los jacobinos
La obra de los jacobinos fue inconmensurable. El decreto del 17 de julio de 1793 sobre la completa abolición de todos los derechos feudales sin compensación alguna, fue la medida más trascendente que tomaron. Previamente, en junio de 1793, la Convención votó la Ley sobre tierras comunales. La norma establecía que los predios arrebatados como consecuencia de las ordenanzas de 1669 debían ser devueltos a los municipios.
Se trató de una medida transformadora. La Convención, dominada por los montañeses, autorizó el reparto de las tierras comunales al conjunto de los habitantes, desechando la norma de 1792 que beneficiaba sólo a las clases altas, los ciudadanos. Según la nueva ley, el reparto debía hacerse “por cabeza de habitante domiciliado, de toda edad o sexo, ausente o presente”.
Además se avanzaba en la democracia directa, ya que se invitaba a los habitantes de los municipios a realizar asambleas para democratizar el reparto, exigiéndose el voto afirmativo de un tercio de los presentes para validar la entrega de parcelas. Por último la Convención ordenaba la incineración de todos los títulos de propiedad.
Aún aceptando la enorme importancia de la ley, habría que admitir que la misma no llegó a liquidar el latifundio feudal, construido a través de siglos. La distribución fue asimétrica ya que en las zonas más pobres, con pocos pastos, se repartieron con facilidad; en cambio en las zonas más ricas los grandes propietarios resistieron, inclusive violentamente, a que un tercio de la comunidad afectase sus privilegios. No obstante se trató de una medida que favoreció la subdivisión de la tierra y el posterior desarrollo económico de la Nación.

Las vacilaciones de los jacobinos
Pero tampoco se podría obviar que los jacobinos nunca intentaron destruir la propiedad privada. No escogieron un camino revolucionario que les permitiera expropiar la totalidad de las tierras para declararlas propiedad del Estado. Su política vacilante –inevitable por su naturaleza pequeño burguesa– los llevaba a luchar por la libertad e igualdad, pero sin cuestionar la propiedad privada.
A la vez no intentaron imponer una reforma agraria que abarcara al conjunto de la Nación. Es que los jacobinos no comprendieron con claridad el problema campesino, no avizoraron que a éstos les correspondía el papel principal en la ruptura del orden feudal y a la hora de definir las políticas agrarias, sólo tuvieron en cuenta parcialmente sus intereses.
A pesar de estas vacilaciones, los jacobinos, al abolir los derechos feudales, lograron abrir el camino para la instauración de la sociedad burguesa y como explicaron Efimov y Freiberg, los campesinos recibieron respuestas positivas de la Revolución, dado que se destruyeron los derechos feudales, los diezmos de la Iglesia y se rebajaron los impuestos. Pero sin embargo en el campo persistieron las diferencias. Por un lado, las capas medias y superiores del campesinado, gracias a la división de las tierras comunales y la posterior compra de parcelas estatales, habían logrado extender sus propiedades. En cambio la situación de los campesinos pobres y de los sin tierra, seguía siendo dramática. Si bien se liberaron del yugo feudal, no pudieron acceder a la compra de tierras del fondo nacional.
Estos sectores pasaron a reclamar una “ley agraria”, orientada a impulsar una subdivisión general por partes iguales de toda la tierra. Sus planes terminaron alarmando a los campesinos ricos, que exigieron enérgicamente un gobierno fuerte para frenar los reclamos. En esta situación, los jacobinos optaron por cambiar la política agraria a favor de propietarios, argumentando que una “ley agraria” que conlleve la “redivisión de la tierra” sería resistida por los terratenientes, ya que afectaría la propiedad privada.
Las erróneas posiciones de Robespierre lo llevaron a afirmar que “la igualdad económica es una quimera”, que es “absolutamente imposible en una sociedad civil” y que “la ley agraria es un fantasma inventado por los pillos para alarmar a los imbéciles”. En concordancia con estas ideas, en la primavera de 1793, la Convención promulgó un decreto que amenazaba con la pena de muerte a todo aquel que promoviera la “ley agraria”. Estas posiciones debilitaron al régimen jacobino (lo alejaron de las masas campesinas) y fortalecieron a la derecha girondina.
Sin embargo, a pesar de la posterior derrota de los revolucionarios, la Francia de la última década del siglo XVIII, ya sea en el momento del 18 de Brumario, o posteriormente, durante el transcurso de las guerras napoleónicas, nunca volvería a ser la Francia anterior a 1789. Ni siquiera el Terror Blanco de los Borbones se atrevió a tocar las tierras expropiadas a los “señores” por la derogación de las Ordenanzas de 1669.

La influencia de la Revolución Francesa en el pensamiento de nuestros colonos

Como se ha analizado, el campesinado fue el motor de la Revolución Francesa, y su experiencia fue minuciosamente estudiada por el resto de los productores agropecuarios europeos, y por sus descendientes. Transmitida de generación en generación, llegó a la Argentina a través de los colonos que provenían de los lugares más pobres del viejo continente. Esto posibilitó que en el seno de FAA, desde su fundación y hasta el presente, exista una corriente que reivindica las ideas de las masas más oprimidas por el régimen feudal francés, traduciéndolas en el reclamo de reforma agraria.
Si bien en la actualidad las reivindicaciones de los productores pobres y medios están orientadas a temas puntuales como retenciones, carne, leche y economías regionales, más temprano que tarde la reforma agraria reaparecerá en la agenda de los postergados del campo, como se observa en el programa de Chacareros Federados, del MML o la Federación Nacional Campesina.