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03 de agosto de 2011


Los límites del endeudamiento

Hoy 1380 / La crisis de la deuda amenaza a Estados Unidos

Al cierre de esta edicion las mayorias de los congresistas demócratas y republicanos votaban un acuerdo para evitar la inmediata declaración formal de la cesación de pagos.

Al cierre de esta edicion las mayorias de los congresistas demócratas y republicanos votaban un acuerdo para evitar la inmediata declaración formal de la cesación de pagos.
Desde el pasado 16 de mayo, fecha en que desbordó el límite legal de endeudamiento (“techo de deuda”), el Departamento del Tesoro comenzó a financiar los gastos del gobierno federal de Estados Unidos a través de préstamos obtenidos del fondo de pensiones de los funcionarios federales, como hace en la Argentina el gobierno kirchnerista financiando su déficit fiscal con los fondos de la Anses (lo que constituye una situación de “default –o impago– encubierto”). Pero eso no podía ser eterno, por lo que el propio secretario del Tesoro, Tim Geithner, ha venido alertando desde entonces de que a partir del 2 de agosto, el gobierno federal abiertamente ya no sería capaz de pagar todas sus facturas si el Congreso no lo autorizaba a elevar el techo del endeudamiento, hoy en 14,3 billones de dólares, un equivalente al 98% del producto interno bruto (PIB) estadounidense.
En ese caso, el Departamento del Tesoro no tendría autoridad para pedir más préstamos, algo que obligaría a Geithner y su equipo a decidir qué facturas pagar y cuáles postergar. Desde el Tesoro aseguraban que si el Congreso no aumentaba el límite de la deuda, el gobierno incumpliría parte de sus obligaciones legales –un hecho sin precedentes en la historia del país–. Sería a través de una “reprogramación de pagos” que aunque no significara en lo inmediato una declaración formal de default (cesación de pagos) era de hecho un default o impago “selectivo”. Y aunque se lo hiciera privilegiando el pago de la usura de la deuda, en desmedro de otros compromisos (prestaciones sociales, proveedores, etc.), eso haría que los inversores de todo el mundo pongan en duda, por primera vez, la capacidad de Estados Unidos para cumplir con sus compromisos de deuda, algo que llevaría a una nueva ronda de la crisis financiera internacional potencialmente más grave que la que se arrastra desde agosto de 2008 (iniciada en Estados Unidos a mediados de 2007 en el sector hipotecario).

 

El debate en el Congreso
Los republicanos, que tienen mayoría en la Cámara de Representantes a partir de las elecciones celebradas en 2010, se negaban a aprobar un aumento del límite de la deuda sin que se reduzca el déficit fiscal. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, defendió que cualquier acuerdo debía incluir un recorte de gasto mayor que el aumento del límite de la deuda.
Si bien existe consenso en las mayorías de ambos partidos políticos en que el gobierno federal debe reducir sus gastos, los demócratas querían un acuerdo que sea acompañado de un aumento de los ingresos fiscales. Por su parte, los republicanos insistían en que no haya aumentos de impuestos, argumentando que la recuperación económica del país todavía está en veremos.
Hasta no hace mucho, el objetivo de la Casa Blanca era reducir el déficit en un total de 4 billones de dólares en la próxima década, de los cuales 3 billones estarían generados por recortes de gastos en programas sociales como el Medicare. El otro billón restante llegaría a través de un aumento de impuestos, especialmente a través de no posponer las rebajas impositivas a las rentas más altas, aquellas que ganan más de 200.000 dólares anuales, parte de las ventajas fiscales que otorgara el gobierno de Bush tras la crisis de 2001 y que no se anularon pese a la recuperación posterior.
Los republicanos han apoyado, por su parte, una reducción del déficit menor, alrededor de 2 billones de dólares en 10 años, pero sin subidas de impuestos ni recortando esos beneficios fiscales.
El principal punto de fricción está en ese tema. Además, está en juego el escenario preelectoral, por la decisión de Obama de buscar su reelección el año próximo.

 

Un límite que no es de chicle
Pero aun lográndose el acuerdo para elevar el techo del endeudamiento eso no implica que no siga en riesgo la calificación crediticia, pues las agencias de calificación coinciden en afirmar que el desbordado déficit de Estados Unidos, cuyo mantenimiento a largo plazo es insostenible, es la verdadera preocupación y el origen de una posible rebaja en la calificación crediticia.
El tema de los límites del endeudamiento no es solo un problema legal, incluso no solo un problema financiero, sino también un problema económico. Con las ampliaciones utilizadas para sobrellevar la actual crisis, el nivel de endeudamiento del gobierno central (sin contar el endeudamiento de los Estados de la Unión) bordea el 100% del PIB, por lo que una autorización para elevar ese límite ensombrecería aun más las perspectivas futuras –pese a que en lo inmediato postergaría la desvalorización del dólar e incluso podría permitirle una recuperación temporaria– pues la baja en la calificación crediticia implicará un aumento en el costo de esa deuda aumentada y de todas las demás deudas, empezando por las hipotecarias que se arrastran sin solución desde 2007.
En cuanto a descargar su crisis sobre el resto del mundo, Estados Unidos tiene una ventaja sobre Europa pues su moneda, el dólar, es la moneda que todavía rige el movimiento de la economía mundial, y sigue siendo la principal moneda de reserva (o sus bonos que son prácticamente lo mismo, aunque por ellos se saque un interés) de todos los países del mundo, por lo que éstos se ven obligados a hacerse cargo de las pérdidas por la desvalorización del dólar, sea a través de la inflación y/o la suba de sus tasas de interés, con el consiguiente freno a su desarrollo; un desprendimiento generalizado de los dólares o de los bonos del Tesoro implicaría una pérdida catastrófica de sus reservas. Por eso todos los economistas burgueses rezan porque se aumente el tope de la deuda en Estados Unidos, aunque eso sea como querer curar a un alcohólico dándole cada vez más alcohol. En este caso, querer seguir curando la enfermedad de la deuda, enfermedad de la vejez del sistema capitalista imperialista, dándole más deuda.