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03 de mayo de 2018

Un reclamo que se sostiene en las calles

Los martes de las pibas por el aborto legal

Desde que comenzaron en el Congreso las audiencias públicas que debaten el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, se realizan los “martes verdes”.

Se trata de una jornada de lucha que tiene su centro en las afueras del Congreso en la Capital Federal, pero que se replica en todo el país. El planteo es claro: que se apruebe la ley de aborto legal en la Argentina no depende sólo de lo que pase adentro del parlamento, depende fundamentalmente de que se sostenga el reclamo público y la lucha en las calles.
Los “martes verdes” son los martes de las pibas porque parte fundamental de quienes lo sostienen son chicas de entre 14 y 20 años que llegan con amigas, con compañeros y compañeras del colegio, muchas con sus viejas. Llevan el pañuelo verde como adherido a la piel: en el cuello, en el puño, en la cabeza, como top, en la mochila. Son esas pibas que están rompiendo el silencio, que denuncian, que están “hartas”, que enfrentan el maltrato y el acoso callejero. Esas pibas tomaron en sus manos la triple consigna de la campaña y ahora son parte fundamental de la pelea por el aborto legal.
Nos comentaba una joven el último martes: “Estamos acá porque esta lucha nos impacta mucho, conozco chicas que abortaron y es una situación realmente difícil que el Estado no apoye a las mujeres en ningún sentido. Se nota mucho el cambio, porque antes eran cinco personas marchando por el aborto legal y ahora ves un montón de gente y es re emocionante estar con tus amigos, tu familia”. Le preguntamos a su amiga qué le diría a las diputadas y los diputados que aún no tomaron posición y nos dice: “es una deuda de la democracia, es un derecho, es una realidad y no va a dejar de haber abortos porque sea ilegal (…) este derecho se lo deben a todas las chicas muertas por abortos clandestinos, a todas las pibas pobres que mueren por no poder pagar un aborto seguro”.
Toman mate en grupitos de a cinco, se pintan los ojos con brillantina verde, se abrazan, se ríen, cantan. Nos acercamos a otro grupo para preguntarles qué se discute en el colegio: “escuchamos opiniones distintas –a favor y en contra- pero sobre todo hay mucho interés de informarse y conocer de qué se trata”. Otra nos dice: “debatimos que es importante que las mujeres podamos decidir sobre nuestro propio cuerpo”. Una tercera agrega “me mueve a estar acá fundamentalmente todas las pibas pobres que se mueren en abortos clandestinos en lugares nefastos y el derecho a poder decidir sobre mi cuerpo”, y una cuarta desde atrás completa: “es una cuestión de salud pública además”.
El reclamo de la implementación de la Educación Sexual Integral en las Escuelas (ESI) aparece para todas como totalmente unido a la legalización del aborto. “Tengo 17 años y estoy acá porque sé que hay muchas chicas que no tienen educación sexual y que terminan en lugares clandestinos muriéndose, y sé que el sobrevivir a un aborto es un privilegio de clase porque el aborto es un hecho y estamos acá para que se legalice”. Su compañera nos comenta que en la “escuela hay muchas opiniones distintas, y cuando hay alguien que no está a favor tratamos de debatir e intercambiar ideas para que puedan entendernos… por suerte nos está yendo bien con eso y muchos cambiaron de opinión”.

 

Macri se hace el distraído
Mientras se debate en el Congreso a puertas cerradas, se multiplican las iniciativas en cada barrio, escuela, universidad alrededor de un tema del que ahora habla todo el mundo. Adentro, en las audiencias públicas, las personas que argumentan a favor de la legalización del aborto lo hacen cada vez con argumentos más sólidos, mientras que los sectores antiderechos –mal llamados pro vida- van mostrando la hilacha. En el medio de esto, el gobierno se hace el distraído, se corre del blanco y a través del diputado Lipovetsky –quien está a favor del aborto y dirige las audiencias- se muestra como dialoguista.
Sin embargo, Macri ya manifestó su oposición a la legalización del aborto afirmando que está “a favor de la vida”. Luego, se guardó a silencio. Si pensaba que esto podía servirle para tapar “otros problemas”, se equivocó. Avanza la lucha por la legalización del aborto, crece la lucha de calles y no tapó ninguno de los otros temas, como demuestra por ejemplo la masiva movilización y ruidazos contra los tarifazos.
Algunos altos funcionarios, como la ministra Patricia Bullrich, adelantaron que están de acuerdo en “despenalizar” y que las mujeres no vayan presas por abortar. Esto permite pensar que una de las estrategias del gobierno es simplemente despenalizar, lo que sería un avance, pero no impediría los abortos clandestinos y las muertes de mujeres. Sin embargo, la presión en la calle es grande y la respuesta popular presiona al gobierno. También desde el PRO presentaron un proyecto de “Objetores de conciencia”, es decir, que en caso de que se legalice, los operadores de la salud pública podrían negarse a realizar la práctica amparándose en sus creencias morales y/o religiosas.
Como nos dijeron las pibas, la legalización del aborto es un problema de salud pública y de derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo. Ellas tienen claro que es una problemática de clases porque las que mueren son las pobres, y por eso se vuelcan a las calles. El desafío es multiplicarnos todavía más y desnudar el juego del gobierno que nos pone a discutir con los antiderechos y se hace el bobo. Para que el aborto sea legal, faltan votos, muchos del PRO. Pero para que se garantice el acceso a la salud de las mujeres, falta que el gobierno se haga cargo y le arranquemos las medidas que hacen falta.

 

Escribe Belén Spinetta

Hoy N° 1715 03/05/2018