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28 de octubre de 2015

Los negros octubres K

De Ibáñez y Cuellar a Ángel Verón

A poco de asumido el gobierno de Néstor Kirchner, el 4 de octubre de 2003, Cristian Gabriel Ibáñez, de la CCC de Jujuy, aparecía muerto en una celda de la comisaría 39 de Libertador General San Martín. Pocos días después, el 10 de octubre, otro joven jujeño, Marcelo Luis Cuellar, era asesinado de un balazo por la represión policial durante una marcha en repudio a la muerte de Ibáñez. El propio jefe de la policía jujeña Carrizo Salvadore, iba por la calle ledesmense con un arma en la mano, como muchos otros policías. Gracias a la continuidad de la lucha popular en Jujuy y en todo el país, Carrizo Salvadore fue depuesto, juzgado y encarcelado, al saltar a la luz sus antecedentes como represor desde tiempos de la dictadura. Era gobernador en esos años Eduardo Fellner, quien volvió a este cargo en 2011.
Otro octubre, pero de 2010, más precisamente el 20, era asesinado Mariano Ferreyra, joven militante del Partido Obrero. Ferreyra fue muerto por una patota de la Unión Ferroviaria, en una manifestación por el pase a planta de tercerizados de la Línea Roca. Los asesinos contaron con una zona liberada por parte de la Policía Federal. Nuevamente, la intensa movilización de todo el pueblo logró que el caso no quedara impune, y fueron a juicio el secretario de la Unión Ferroviaria José Pedraza junto a otros personeros del gremio y policías. Varios de ellos fueron condenados pero con penas mucho menores a las pedidas por los familiares y la Fiscalía. Pedraza era, hasta ese momento, uno de los gremialistas predilectos del matrimonio Kirchner.
Hace pocos días (20 de octubre) fallecía el dirigente del movimiento “No al desalojo” del Chaco, Ángel Verón, tras permanecer un mes internado a consecuencia de la brutal golpiza en el desalojo a un corte de ruta del que Verón participaba, el 24 de septiembre. Pese a que habían dejado la ruta, los militantes fueron perseguidos hasta sus viviendas, de donde fue sacado a golpes Verón, junto a un hermano. 
Producto de los golpes, que le abrieron una cirugía abdominal practicada poco tiempo atrás, Verón permaneció en terapia intensiva, en coma farmacológico. Como la policía lo mantuvo en carácter de apresado, durante su agonía permaneció esposado a la cama del hospital. El cínico jefe de Gabinete Aníbal Fernández no dudó en decir que la muerte de Verón fue “producto de una septicemia”.
El miércoles 21, una gran manifestación mutisectorial en Resistencia repudió este nuevo crimen de la policía de Capitanich, otro ex jefe de Gabinete, actual gobernador e intendente electo de Resistencia.
Verón es otro muerto por la represión del gobierno kirchnerista, que detrás de su discurso de defensor de los derechos humanos no ha cejado un día en la persecución a los militantes y organizaciones populares que, en las calles y en las urnas, enfrentaron y enfrentan su política de ajuste y entrega.