El levantamiento colombiano
Cuando con un grupo de compañeros preparamos esta charla tratando de dar una modesta opinión sobre las últimas luchas y elecciones en el Cono Sur, y lo que está detrás de ellas, no podíamos imaginar que iba a coincidir con un inmenso estallido del pueblo colombiano.
Estallido que fue precedido a fines del 2019 por un paro nacional que desplegó toda la fuerza de la clase obrera colombiana.
Ahora colmó de nuevo la tolerancia la reaccionaria reforma impositiva dispuesta por el presidente Duque.
Una rebaja para los bancos y las principales empresas y un aumento de la carga ya intolerable sobre los sectores pobres y medios. Todo para pagar el constante saqueo expresado, como en nuestro país, en una creciente, usuraria e impagable deuda externa.
El pueblo hizo tronar el escarmiento, se volcó a las calles, y a pesar de la tragedia del Covid 19 que ha provocado la muerte de más de 70.000 hermanos colombianos, hace días que mantiene la rebelión en las principales ciudades de Colombia, particularmente en Cali. Haciendo recordar las escenas del “Bogotazo” provocado por el asesinato del líder popular Jorge Eliecer Gaitán.
Como pasó en Chile con el aumento de los subtes, la reforma hizo estallar la bronca contenida por años de empobrecimiento y desocupación, mas la demostración que el “Proceso de Paz” acordado con los jefes guerrilleros se transformó en carta libre para el asesinato de numerosos dirigentes sindicales, sociales y políticos. Más el hambre, más la desidia gubernamental con la pandemia.
La represión es feroz, al día de hoy, hay más de 30 muertos, centenares de heridos y detenidos, mujeres violadas por los grupos armados parapoliciales y paramilitares. Toda una demostración de hasta dónde está dispuesta la oligarquía a reprimir para conservar sus privilegios.
Pero donde hay opresión hay rebeldía y donde hay represión hay lucha. Tarde o temprano.
Estamos muy lejos de pretender opinar sobre cómo va a seguir este proceso que está totalmente abierto, a pesar del retiro de la reforma impositiva y la renuncia del Ministro de Economía.
Eso lo resolverá el pueblo colombiano y sus organizaciones de lucha.
Nosotros vamos a tener que sufrir los análisis de politólogos y opinólogos que volverán a sus aburridas y pesimistas explicaciones, para seguir insistiendo que cada lucha demuestra que no se puede nada, o solo se puede un poquito.
Y sonarán más vacíos sus análisis acerca de la “derechización de las masas”.
Por el contrario, lo que vuelve a estar científicamente comprobado, es que no son las masas en Latinoamérica las que están atrasadas.
En todo caso se podría pensar si no están atrasadas algunas fuerzas políticas, que no pueden desplegar a fondo ese capital combativo, uniendo obreros, campesinos, estudiantes, docentes, intelectuales y demás sectores patrióticos y democráticos, para enfrentar a los monopolios nacionales y extranjeros y los imperialismos, verdaderos enemigos de nuestro continente.
Nosotros expresamos nuestra total solidaridad con los mártires, los heridos y detenidos. Con las mujeres violadas y con todo el pueblo colombiano.
Convencidos que nuestra mejor contribución, será tratar de practicar en nuestro país lo que expresa Lenin en un texto escogido por nuestro fallecido secretario general Otto Vargas.
“En la lucha real solo se apoya efectivamente a aquel que aspira a más (y que en caso de fracaso alcanza menos) y no a aquel que ya antes de comenzar a luchar amputa de un modo oportunista sus tareas”.
Y como sucede a menudo aprenderemos mucho más de la realidad que de las charlas.
¿Las últimas elecciones en Chile, Perú, Bolivia, y Ecuador, cierran la ola de levantamientos populares de los últimos años?
En América Latina, los últimos años marcaron el fracaso de políticas reformistas, algunas de ellas caracterizadas como “socialismos siglo XXI”. Esas políticas entusiasmaron en su momento a grandes sectores como “lo nuevo”, lo “posible para avanzar”.
Luego, las derrotas electorales de Lula en Brasil, del Frente Amplio en Uruguay, el triunfo del macrismo en nuestro país, de Pineda en Chile, incluyendo las complicaciones de Evo Morales en Bolivia, que se montaron en el error de desconocer los resultados del referéndum para su reelección, parecieron teñir de negro el mapa del Cono Sur con un avance muy grande de las derechas proyanquis, e incluso con ciertos rasgos fascistas.
Reapareció con mucha fuerza la influencia dominante de los yanquis a los que se había considerado prematuramente desplazado por otros imperialismos, particularmente el imperialismo chino.
Y se mostró su poder verdadero a partir de su peso interno, los acuerdos financieros y la deuda externa. Y la existencia de numerosos tratados militares.
El punto culminante fue el golpe de Estado abierto en Bolivia. Junto a las posiciones provocadoras y golpistas de Bolsonaro, intentando meter abiertamente a las FFAA brasileñas en la disputa política.
Para sorpresa de muchos, la respuesta a esa ofensiva de la derecha proyanqui, surgió de un país que estaba considerado como el modelo de desarrollo económico (aumento del PBI), sin conflictos sociales. Es decir de como degollar una gallina sin que cacaree.
En el corazón de la Chile modelada cruelmente por Pinochet y pulida por los reformistas de la Concertación, estalló una sublevación popular prolongada y extendida a todo lo largo del país. De Arica a Punta Arenas, con el corazón en Santiago, Valparaíso y Concepción.
En cien días de lucha abierta en las calles, el pueblo chileno, constituyendo un inmenso frente único, sepultó la constitución pinochetista y logró más conquistas económicas y políticas que en veinte años de democracia trucha. Con una participación decisiva de las mujeres y el oprimido pueblo mapuche. Iniciando un proceso que lejos está de haber terminado. En estos días estallaron de nuevo las calles, en medio del drama de la pandemia, con la lucha por la devolución de los fondos robados por las jubilaciones privadas.
Eso mismo pasó en Ecuador con la marcha del pueblo y los originarios contra el alza del precio de la gasolina, que hizo tambalear al traidor Lenin Moreno, que debió huir de Quito y refugiarse en Guayaquil.
De repente, en Perú, un levantamiento popular con un papel protagónico de sus mujeres volteó un gobierno corrupto. Junto a una gran lucha de los obreros rurales que lograron la derogación del Estatuto de servidumbre.
En estos mismos días el pueblo colombiano volvió a levantarse masivamente, llenando las calles a pesar de la pandemia terrible que atraviesa, obligando al gobierno a retroceder en su propuesta impositiva.
Y esos procesos de lucha son los que conmovieron fuerte a nuestra sufrida América.
Impulsaron los triunfos electorales del Frente de Todos en Argentina, la derrota aplastante de Pineda en el referéndum por la nueva constitución en Chile y sobre todo el triunfo heroico del candidato del MAS Lucho Arce en Bolivia.
Porque vuelve a aparecer que los cambios profundos, e incluso los avances electorales frente a las derechas, siempre tuvieron atrás la insurgencia popular.
Así fue el 17 de Octubre para el triunfo de Perón.
La guerra del Agua en Cochabamba, la del gas en el Alto de La Paz y la gran marcha campesina que terminaron con el enfrentamiento de la policía con el ejército en la Casa de Gobierno de La Paz, abrieron el camino para el primer triunfo electoral de Evo Morales.
La lucha heroica de los docentes en 2017, la resistencia al proyecto minero Conga con numerosos muertos, y la marcha de los originarios proyectaron al maestro de escuela rural, Pedro Castillo al triunfo electoral de primera vuelta en el Perú.
Quedó demostrado que las luchas, lejos de fortalecer a la derecha la dividen, dejando al desnudo sus elementos más reaccionarios, golpistas e incluso fascistas.
Ahora, una interpretación superficial de los resultados del segundo turno electoral en el cono sur ha hecho reaparecer las tesis pesimistas. Sobre todo por la derrota del candidato de Correa en Ecuador.
¿El monopolio sobre tierras y mares, y la dependencia de los imperialismos, es el único destino de nuestros países?
Dijimos antes que la derrota de gobiernos “progresistas” y del socialismo siglo XXI generó una ola de derrotismo.
Que influenció a sectores populares que sin hacer un análisis de por qué habían fracasado esas experiencias, cayeron en el pesimismo. Echando unilateralmente la culpa a los medios y en los peores casos echándole la culpa a una pretendida “derechización de las masas”.
Era más científico ver que esos gobiernos autoproclamados progresistas no habían podido resolver el principal problema de las masas, el trabajo genuino. Y por lo tanto, a pesar de algunas mejoras, quedaba sin resolver el problema de la comida, la vivienda, la salud y la educación para los grandes sectores populares.
Porque todos nuestros países tienen una base común: la producción primaria para la exportación, sea agricultura, ganadería, minería o pesca. Esa producción monopolizada y extranjerizada no puede jamás dar trabajo a las generaciones que se van incorporando, provocando el fenómeno del éxodo a las ciudades, la despoblación del campo, la depredación de los recursos naturales, la ruptura de todos los equilibrios ecológicos.
Todos cambios ofrecidos al altar de la maximización de las ganancias de un puñado de empresas de un pequeño número de potencias imperiales.
Siempre vuelve a aparecer el gran drama de América desde la Conquista. Que sin romper el monopolio de la propiedad de la tierra superficial (agricultura) y profunda (minería), y de los mares (pesca) no puede resolverse la dependencia y la pobreza general de las naciones del Cono Sur.
Que la solución momentánea de obras públicas, subsidios, ayuda alimenticia, bonos de todos los colores, lo que dio en llamarse “redistribución de los ingresos”, es insustentable y no baja de forma definitiva ni la desocupación, ni la exclusión, ni la pobreza.
Y mucho menos da lugar a un desarrollo industrial independiente.
Lejos de estudiar las mejores experiencias que avanzaron por el camino de soberanía, como las de Paz Estenssoro en Bolivia, Perón en Argentina, o más lejano el Paraguay del presidente Francia y los López.
Se consagró como dogma que no se podía eliminar la dependencia, solo se la podía cambiar por otra un poco más “humana”, menos “neoliberal”. No se podía cambiar el modelo productivo, solo mejorarlo o corregir sus bordes. En particular apoyándose sobre la agresividad imperialista de China en su disputa con EEUU por el dominio del mundo.
El fondo teórico de esta línea consiste en afirmar que lo que se hizo en materia de política económica y social, en defensa de la soberanía y la independencia económica fue posible porque tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo era otro y los países imperialistas se habían debilitado. Entonces se hacían posibles políticas nacionales y populares. Ahora con la globalización y el predominio absoluto del capital financiero estaríamos en inferioridad de condiciones y el margen para políticas como aquellas serían mínimas o nulas.
Esa idea profunda de que lo importante, hoy, es imposible.
¿Entonces Tupac Amaru, los independentistas de 1800, los libertadores, Sandino, Mariátegui, el Che fueron ilusos persiguiendo utopías?
En muchos sectores se afirmó frente al retroceso, el derrotismo o su versión más simpática el posibilismo. Que, reitero, significa que lo importante no se puede.
Pero en realidad, lo que no se puede es avanzar solo cambiando de amo y respetando el monopolio de los terratenientes y las grandes empresas, sean nacionales o extranjeros. Esa es la verdadera utopía.
La patética realidad es que todo desarrollo económico en un marco dependiente, no solo no gotea sino que termina llevándose el excedente de nuestro trabajo al exterior vía las remesas en blanco o lisa y llanamente por la evasión.
Por eso unos pocos “argentinos” tienen hoy en los bancos del exterior y en paraísos fiscales más plata que toda la impagable deuda externa argentina.
Por eso fracasó Correa en Ecuador. Le quitó el petróleo a EEUU y se lo dio a China. Resultado: mas explotación, mas contaminación. Y porque no tocó la propiedad de la tierra donde se produce lo principal de las exportaciones.
En un reciente juicio contra la Plantación Furukawa por el atropello a 123 trabajadores agrícolas, el juez afirma “la existencia de servidumbre de la gleba, una forma contemporánea de esclavitud” y ordena a los terratenientes a entregar 5 has. de tierra a cada uno de los trabajadores.
Nótese que las explotaciones de los terratenientes siguen llamándose “plantaciones” como cuando se usaba el trabajo esclavo de originarios, negros y chinos.
Correa hizo carreteras, algunas escuelas, y un reconocimiento formal a los pueblos originarios. Pero como no pudo resolver sus demandas esenciales, terminó reprimiéndolos brutalmente, como a los docentes, a los estudiantes universitarios, lo que explica de fondo su derrota electoral de hace algunos días. Y Ecuador siguió siendo uno de los países sin moneda y más expulsores de población.
Por eso fracasó el acuerdo de Lula con los terratenientes brasileros que terminó con la expulsión de miles de las tierras, la reforma de los convenios laborales, y otras medidas que le quitaron el entusiasmo a los sectores obreros y populares.
Todo utilizado por la derecha para imponer al matón Bolsonaro.
Por eso perdió fuerza y popularidad Evo Morales, cuando frente al chantaje de los gorilas de la Media Luna con su golpe de de Estado abierto, desechó los intentos de una interesante reforma agraria iniciada, que para dar trabajo a centenares de miles de campesinos sin tierra debía hacerse en las principales zonas productivas, con centro en Santa Cruz.
Se había iniciado, por ejemplo, con el cuestionamiento de la propiedad de 7000 hectáreas del Clan Monasterio que posee 74.000 Has dedicadas al cultivo intensivo de la soja y la ganadería.
Los nuevos aires en América Latina volvieron a mostrar que los cambios profundos, e incluso los avances electorales frente a las derechas, siempre tuvieron atrás la insurgencia popular.
Porque hace aparecer la fuerza que asusta a los poderosos.
Porque revive la lucha de Tupac Amaru, de los Independentistas de 1800, de los Libertadores como San Martín, Belgrano, Güemes y Juana Azurduy, de Sandino, de la revolución cubana, del Che, de Mariátegui.
Hace resurgir las venas abiertas de nuestros países como diría Galeano.
Y también empalma con las mejores experiencias de resistencia y proyectos nacionales de la década de los 40 y los 50. Como Perón en Argentina y el MNR en Bolivia.
Los independentistas y libertadores pelearon por la independencia nacional y la democratización del monopolio feudal español.
Se les dijo utópicos, pero triunfaron, aunque luego fueran derrotados en esa dialéctica de las luchas de la clase obrera y el pueblo: avanzar, ser derrotado, volver a luchar hasta al fin triunfar.
Y utópicos en todo caso, fueron los que buscaron caminos sinuosos como la regencia sobre América de la Princesa Carlota, representando a los ingleses.
Que el camino es difícil es indiscutible. Cómo negarlo con 500 años de lucha en las espaldas. Pero lo que ha quedado absolutamente demostrado como imposible es que sin remover las montañas se pueda avanzar de un modo duradero.
¿Se puede liquidar de fondo la doble opresión de las mujeres, o las de los pueblos originarios, en países sometidos y pueblos humillados, como los nuestros?
Te podría contestar que no, que no es posible.
Pero siempre que a la vez se afirme, que también es completamente imposible que nuestros pueblos triunfen sin liberar totalmente las fuerzas revolucionarias con la lucha contra la doble opresión de las mujeres y por el reconocimiento a la existencia, la soberanía y la dignidad de los pueblos originarios.
Es apasionante estudiar en esta nueva vuelta de luchas de los pueblos de América Latina la intensa y difícil confluencia de las luchas económicas y políticas generales, con la reivindicación de los pueblos originarios y la lucha de las mujeres.
Confluencia compleja si las hay, si tenemos en cuenta los prejuicios machistas y racistas metidos a martillo por las clases dominantes en una América que sufrió hasta hace 200 años un feudalismo atroz: el feudalismo español.
Basta considerar que hasta hace no mucho más de 60 años, en pleno centro de la segunda ciudad de Perú, Arequipa, existía una manzana completa, el convento de Santa Catalina, donde entraban jóvenes mujeres que no podían salir de sus muros hasta la muerte.
O acordarse de que hasta 1950, al paseo principal de la ciudad de La Paz, el Prado, no podían entrar hermanos originarios si no eran acompañados por un blanco y existía todavía la esclavitud del “pongo”.
Haciendo recordar que antes de la revolución en China, en la plaza principal de la ciudad de Shanghai (sometida a los ingleses), había un cartel que decía “Prohibido el ingreso de perros y chinos”.
Decía que la integración no es fácil, pero es lo que avanza.
Y es la clave de un verdadero frente único revolucionario
¿Frente a los levantamientos populares y los resultados de las últimas elecciones en el sur de América, es inevitable el avance de la derecha, se confirman las opiniones pesimistas?
He tratado de explicar por qué no es así.
Ahora quiero detenerme en ese resultado electoral del Perú, que sorprendió a propios y extraños.
Hay que estudiar las elecciones peruanas. Para entender cómo pudo encabezar la primera vuelta, con un 20% de los votos, un maestro rural de Chota, pequeño pueblo del Norte olvidado. En la región de Cajamarca, donde los españoles asesinaron al Inca Atahualpa.
Un líder de lo más radical de los docentes peruanos cuyo sindicato es el más importante del Perú, arrebatado a los reformistas del PC y de Patria Roja.
Un candidato con un programa de defensa de la pequeña agricultura (propone destinar el 10% del presupuesto nacional a la promoción de los pequeños agricultores) y la nacionalización de las minas.
Un programa avanzado y de izquierda.
Se lo va a atacar y es justo, por tener opiniones atrasadas sobre problemas como la opresión de género. Porque en estos últimos auges de luchas se mezclan como dijimos antes en un mismo país y no siempre armónicamente la lucha democrática, la de los obreros contra la explotación, de los campesinos por la tierra, por la liberación de la opresión de los pueblos originarios y contra la doble opresión del machismo patriarcal sobre las mujeres. Una mezcla complicada y apasionante en las últimas luchas particularmente en Chile, Perú y Bolivia.
Se puede decir que es probable que Pedro Castillo, pierda la segunda vuelta, frente a una derecha unificada que lo atacó en la campaña como seguidor de Sendero Luminoso.
Pero a su favor tiene que su opositora en el ballotage Keiko Fujimori es hija de unos de los dictadores más asesinos y corruptos de la historia del Perú.
Se puede ganar o perder frente a los poderes verdaderos.
Pero él triunfó en primera vuelta de Perú Libre.
Así como el 20% de los votos en blanco en Ecuador marcando la continuidad de las luchas populares y señalando que en el ballotage entre Correa y los banqueros, el pueblo y particularmente que los campesinos, originarios y maestros no tenían candidato.
Como la estrepitosa derrota electoral en Chile de los proyectos de la derecha para parar la lucha popular con la zanahoria envenenada de una constituyente amañada del inicio.
Y sobre todo la contundente derrota de la derecha golpista que sepultó el gobierno de Añez son lo principal.
En la segunda vuelta en Bolivia por las gobernaciones departamentales, para enfrentar al MAS, la derecha tuvo que elegir elementos fascistas en Tarija, pero para triunfar en los otros tres departamentos, debió recurrir a excluidos del Mas con cierto prestigio y algunos de ellos originarios.
Los resultados en este nuevo turno de elecciones y las que vienen como las elecciones de constituyentes en Chile, lejos parecen estar de cerrar el auge de las luchas.
Se podría decir que a pesar de las dificilísimas condiciones, multiplicadas por los dolores de una pandemia espantosa, han avanzado fuerzas que en mayor o menor medida ponen en evidencia las verdaderas lacras de nuestra América.
Y han abierto un gran debate.
En Bolivia se discute si el golpe fue porque se avanzó demasiado rápido o porque no se aprovechó el triunfo electoral anterior para avanzar en medidas profundas. Al tiempo que la derecha trabaja la división del MAS, apoyándose incluso en originarios anti Evo que lograron triunfar en la segunda vuelta de algunos departamentos.
Y aprovecho aquí para ratificar que extraer las conclusiones principales sobre estos procesos es una tarea principalmente de los propios pueblos y fuerzas políticas involucrados.
Desde afuera, creemos poder señalar que en medio de esos grandes debates, en todo el Cono Sur hay sectores que, en distintos grados, no consideran imposible luchar contra los monopolios y los terratenientes. No consideran imposible avanzar por un camino soberano e independiente, y no consideran obligatorio limitarse a cambiar de amo.
Ese renacimiento de la lucha y de la izquierda en América Latina, tiene a su favor que si va a fondo con su programa, puede aprovechar el violento enfrentamiento de las potencias imperialistas entre sí y por el control del mundo. Como lo podemos ver en el inmundo chantaje que ejercen sobre los pueblos con la vacuna contra el Covid.
Para entender la influencia de este proceso en nuestro país, no convendría olvidar que entre nosotros viven y trabajan centenares de miles de hermanos paraguayos y bolivianos y decenas de miles de peruanos y ecuatorianos. En la provincia de Santa Fe pueden votar 4000 peruanos en el ballotage próximo.
Todo distinto y todo parecido a los días de la Primera Independencia.
Cuyas batallas finales hace casi 200 años, se desarrollaron en las altas pampas de Junín y Ayacucho, corazón de la América cobriza y campesina, que no por casualidad fueron un puntal en el triunfo de Pedro Castillo en las elecciones recientes.
Estos avances en la lucha y en las elecciones pueden ser considerados como destellos fugaces de una América dependiente.
Pero también pueden verse como datos importantes a tener en cuenta por los revolucionarios y por los pueblos que luchan por la Segunda Independencia.
Rosario, 5 de Mayo 2021