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21 de mayo de 2014

Los obreros y la “gran guerra” (5)

Crónicas proletarias

Hacia 1917, la guerra interimperialista entraba en su tercer año. El gobierno de Yrigoyen mantenía la neutralidad, pese a las presiones de las distintas potencias. En el Partido Socialista, mientras su dirección y el bloque de diputados tomaba una posición cada vez más contraria a Alemania y “pro aliada” (Inglaterra y Francia), crecía una oposición “internacionalista”, que mantenía la caracterización de “guerra injusta” al enfrentamiento que había comenzado en 1914.

Hacia 1917, la guerra interimperialista entraba en su tercer año. El gobierno de Yrigoyen mantenía la neutralidad, pese a las presiones de las distintas potencias. En el Partido Socialista, mientras su dirección y el bloque de diputados tomaba una posición cada vez más contraria a Alemania y “pro aliada” (Inglaterra y Francia), crecía una oposición “internacionalista”, que mantenía la caracterización de “guerra injusta” al enfrentamiento que había comenzado en 1914.
En abril de 1917, un submarino alemán torpedeó, cerca de Inglaterra, al buque de bandera argentina Monte Protegido, que llevaba cargamento de lino. La bancada socialista clamó por romper relaciones con Alemania. El crudo librecambismo de Juan B. Justo y sus secuaces ahora llamaba a las armas, no para proteger la industria nacional, sino la exportación de la producción agropecuaria a las potencias “aliadas”, con una argumentación usada hasta hoy por los revisionistas de todo el mundo: se enfrentaba la “democracia” contra la “dictadura”.
Como la corriente marxista –fortalecida con el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios en Rusia- venía ganando adeptos en la Juventud Socialista, en varios Centros y en los gremios, el PS se vio obligado a convocar a un Congreso Extraordinario a fines de abril para tratar la postura ante la guerra. Allí, De Tomaso presentó el proyecto de la dirección justista y la bancada parlamentaria, donde manifestaba que atacar a un buque mercante era “hacer la guerra de hecho contra todos los neutrales” y, tras defender que “La República Argentina es un país que produce para el mundo y recibe de él los instrumentos de trabajo, el combustible, el vestido, materiales para sus industrias y parte de su alimento…”, remataba: “aceptará en principio cualquier medida de orden diplomático, portuario o de empleo de la armada… que puedan garantizar la efectividad de nuestro comercio exterior”.
Frente a esto, el sector de Penelón, Ferlini y Recabarren presentó otro proyecto que decía “es preciso defender los principios internacionalistas del socialismo y por eso lo que debemos hacer los socialistas argentinos es trabajar por apresurar la paz y no por prolongar o encender más la guerra”. Esta última posición, pese a todos los manejos de la dirección del PS, resultó triunfante en el Congreso Extraordinario. Luego del mismo, la dirección justista continuó maniobrando y amenazó con la renuncia de todos los diputados. Los marxistas impulsaron el “Comité de Defensa de las Resoluciones del Congreso Extraordinario” que derivaría, meses después, en el Partido Socialista Internacional.