Inglaterra programa ampliar su soberanía sobre la plataforma submarina del Atlántico Sur, extendiéndola 350 millas desde Malvinas, para lo cual presentará un estudio ante la Convención sobre el derecho del Mar de las Naciones Unidas. Apunta a quedarse con el petróleo de esa inmensa región, que pasará a ser muy rentable si se desata una guerra contra Irán. Operan en Malvinas 4 petroleras inglesas: Rockhopper, Argos, Desire Petroleum y Falkland Oil and Gas. La diplomacia K sigue los pasos burocráticos, en un conflicto político. La decisión inglesa siguió a la de Rusia de clavar su bandera, con un submarino, por debajo de los hielos del Polo Norte, en una gigantesca plataforma que considera prolongación de la de Siberia, rica en petróleo. Canadá puso el grito en el cielo y aumentó sus gastos militares para consolidar su presencia en su región ártica.
Inglaterra busca extender sus garras en el Atlántico Sur con vistas al petróleo, la pesca y a la Antártida. Su prepotencia imperialista pisotea los derechos argentinos, y de otros países latinoamericanos. El kirchnerismo le deja hacer, con sus protestas diplomáticas formales. La razón es la estrecha relación de Kirchner con Pan American, la empresa a la que le regaló 40 años más de extracción en la más rica zona petrolera del país, Cerro Dragón. Pan American es una empresa 60% de la British Petroleum, del riñón del laborismo gobernante en Inglaterra, la misma que abasteció de combustible a la Task Force responsable de la invasión a Malvinas y la muerte de 649 argentinos. Por eso Kirchner sigue los mismos pasos de Menem, de no politizar el reclamo de soberanía llevándolo, con el aval de América Latina y el Tercer Mundo, a votación en la Asamblea General de la ONU. Por eso, también, dejó quemar el único barco antártico, y la política antártica es menos que nada. Por eso carece de la más mínima voluntad para construir un misil que amenace la base inglesa en Malvinas, un arma que hoy está en el arsenal de un centenar de países en el mundo.
02 de octubre de 2010