Fidelina, mientras muestra fotos de las condiciones de vivienda de su comunidad, que componen 50 personas, se indigna contando el abandono de parte del Estado y del gobierno hacia sus semejantes que viven “a cinco kilómetros del río Pilcomayo, en la frontera entre Argentina, Bolivia y Paraguay”.
“Samijyé”, significa precisamente “nuestros semejantes. “Es una palabra que existe desde antes que llegaran los conquistadores. A ustedes, los blancos, les decimos ‘samijyé uen alé’, nuestros semejantes de otra lengua, palabras que fueron borradas y estamos recuperando”.
“En la zona conocida como Lote 55 viven 12.000 personas. El 60% aborígenes, conocidos como chorotes, el 40% criollos. Venimos luchando por distintos problemas. Hicimos solicitud de tierras al gobierno de Salta el 4 de noviembre de 2005, aún sin respuesta. El 6 de agosto hicimos otra presentación, por 10.000 hectáreas.
“La comunidad se reorganizó en el año 2005. Antes vivió durante un tiempo en el pueblo, donde tenían agua y luz. Ahora, en el monte, la comunidad necesita agua y luz.
“Uno de los problemas principales es el tema del agua. Venimos peleando la perforación de un pozo, sin respuesta alguna, hasta que lo llevamos a la justicia. Hemos presentado un petitorio en el Encuentro, para pedirle al juez de la causa que dé el amparo. El gobierno de Salta no responde a ninguno de los proyectos.
“Hicimos intervenir al defensor de la Nación, quien envió un representante a la comunidad para tratar de parar un poco la bronca. Nosotros emplazamos a la Defensoría, le dimos 5 días de plazo para que se pronuncie a favor de la comunidad, principalmente los 29 niños y los 27 mayores.
“El gobierno de Salta, a través del Ministerio de la Producción, perforó un pozo, pero a una profundidad que no permite que sea potable. Ellos han querido engañar a la comunidad. Nosotros denunciamos que esa agua sirve sólo para lavarse, no para tomar”.
–¿Por qué la comunidad volvió al monte?
–Volver al monte significa liberarse. Cuando vivían en el pueblo no tenían nada. Había luz, agua, pero no tenían nada. Los chicos desnutridos. En el monte empezaron a consumir la comida que el monte provee, miel, poroto, iguana. Pero el grave problema que hay es la degradación que hacen las empresas, el desmonte. Los animales se van. La comunidad no puede vivir de la tierra. La comunidad tiene proyectos a largo plazo, por eso exige las tierras, adaptarse a la tecnología para poder vivir, porque es mentira que el indio vive del monte porque el monte ya no existe. La comunidad trata de conservar sus costumbres, sus valores, su religión.
Los samijyé somos 2.500 en todo el país. Según la Unesco, las poblaciones menores a 3.000 personas están en peligro de extinción. Quedan muy pocos ancianos. Estamos nosotros los jóvenes. Nos queda, si tuviéramos trabajo, tener más hijos.
–¿Podrías contar cómo fue la lucha para que se reconozca su culto?
–A mí la comunidad me designa como su apoderada, para que se reconozca el culto. Hice trámites en todos lados, inclusive en Buenos Aires, durmiendo en la calle, sin conocer nada.
Estuve un mes en la puerta del Ministerio de Relaciones y Culto, hasta que me atendieron y me dieron todo. Nosotros hicimos mucho trabajo y mucho amor, todo a pulmón. Los compañeros de Villa María, donde estoy por problemas de salud de mi hija, me pagaban el pasaje, pero por ahí no tenía para comer. Así logramos la inscripción del culto. Ahora el líder religioso, que se retira por problemas de salud, me ha designado su heredera.
–El conseguir el reconocimiento tiene que ver con las persecuciones que les hacen por “ejercicio ilegal de la medicina…”
–Claro. Nosotros trabajamos para curaciones por medio del canto. Sin fumar, sin tomar bebidas alcohólicas. Nuestra religión es a través del canto sagrado. Pero hay gente que imita y cobra, lo que nosotros repudiamos, por eso nos persiguen, porque la religión no se vende. Nos tuvimos que hacer respetar, incluso entre los aborígenes. Porque nosotros queremos profesar nuestro culto libremente, pero los anglicanos mandaban a los aborígenes convertidos.
–Con relación a la lengua, ¿están en un proceso de recuperación?
–Yo armé el abecedario, los fonemas, y a través de esto empecé a armar un diccionario. Tengo dos libros escritos que espero publicar algún día. En Salta no hay educación bilingüe. Hay maestros traductores.
–¿Cómo ven este resurgir de los pueblos originarios y su relación con los criollos?
–Nosotros tenemos una discusión sobre esto en la comunidad. Hay una asociación, que está con los ingleses, que tiene la idea de expulsar a los criollos, que se vayan a otro lote. Nosotros no compartimos esa idea. Merecen tierra tanto los aborígenes como los criollos empobrecidos. No es un problema de razas, hay un problema de clases, de dominadores y oprimidos. Todos los argentinos estamos sufriendo la falta de políticas.
Es mentira que la izquierda dividió a las clases sociales. Los grandes medios de comunicación no vinieron acá, ¿porqué van a venir? Si primero tenemos que destruir el aparato más grande que es el Estado, que es el responsable de todo. Si tomamos el Estado, cuando nos cansemos tal vez querramos gobernar. Con los argentinos tal cual como son no tenemos ningún problema, al contrario. Los criollos tienen que tener su tierra, y tener pozos de agua para que puedan producir, que puedan sembrar pasto, y que no tengan las vacas sueltas. Los aborígenes necesitamos lo mismo, y vamos a estar juntos.